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Nunca el enfrentamiento entre Hamás y Al Fatah ha alcanzado las cotas actuales. El impago de salarios a los funcionarios de la ANP acorrala a miles de familias. EE.UU., la UE e Israel trabajan con Egipto y Jordania para acabar con el actual gobierno

Gaza, al borde de la guerra civil

Fuentes: www.pazahora.net

Las casas de Mahmud Abbas en Gaza y Ramala están rodeadas por las Fuerzas de Seguridad. Los vecinos del presidente palestino necesitan de un permiso especial para poder entrar en la zona. Mohamed Dahlán se ha convertido en el hombre invisible en la Franja mediterránea, su feudo por excelencia, que no pisa más que en […]

Las casas de Mahmud Abbas en Gaza y Ramala están rodeadas por las Fuerzas de Seguridad. Los vecinos del presidente palestino necesitan de un permiso especial para poder entrar en la zona.

Mohamed Dahlán se ha convertido en el hombre invisible en la Franja mediterránea, su feudo por excelencia, que no pisa más que en muy contadas ocasiones por temor a ser asesinado.

La guerra larvada entre el Gobierno y la Presidencia es a la postre tan evidente como la que se libra en los bastidores de Gaza entre los milicianos de Hamás y los de Al Fatah.

Los enfrentamientos armados se han repetido en las últimas semanas, cada uno de ellos más intenso que el anterior, aunque la sangre, ya derramada, no haya llegado todavía al río seco.

El caos y la inseguridad son una realidad tan latente en cada rincón de esta tierra abandonada de la mano de Alá como lo es el fracaso de la nueva milicia creada por Hamás para intentar controlar la desbocada situación, cuerpo de seguridad que ha provocado la peor de las batallas cada vez menos soterradas entre los islamistas y los nacionalistas laicos.

El boicot político y, sobre todo, económico de la comunidad internacional no sólo ha acorralado al Gobierno, incapaz de pagar los salarios de sus 145.000 funcionarios, sino que empuja día a día a miles de familias a tirarse desesperados a las calles.

«Morir lentamente o de un golpe»

«No queremos morir lentamente, preferimos hacerlo de golpe», apunta en su casa alquilada el general de la Inteligencia Militar palestina Kamal Kassab, huérfano de su salario de 1.000 euros mensuales (todo un lujo aquí) desde hace dos meses.

«Si vamos a morir de hambre, mejor morir como un suicida contra Israel», amenaza junto a la playa Abu Haroon, uno de los milicianos más buscados por Israel al ser el jefe de las brigadas de Abu Rish, próximas a Al Fatah.

«La ecuación es muy sencilla: si no nos pagan nuestros sueldos antes de una semana, el Gobierno de Hamás caerá por su propio peso, y si el Gobierno se desintegra estallará la guerra civil», pronostica el general Kassab ante la atenta mirada de sus dos hijos mayores, también miembros de los cuerpos de seguridad palestinos, también huérfanos de sueldo.

Todos culpan de la situación a Estados Unidos, Israel, Egipto, Jordania, la Unión Europea: «¿Qué hacen ustedes aquí? Los europeos son un objetivo directo de las milicias, deberían irse cuanto antes», sugiere Kamal Kassab.

Muchos, simpatizantes islamistas, acusan a Al Fatah y a Abbas de sumarse a una conspiración internacional para acabar con el Gobierno palestino, democrático pero maldito.

Pero los mismos, votantes de Hamás o no, reconocen que de haber sabido las consecuencias que el triunfo islamista en las urnas iba a provocar habrían cambiado el sentido de su voto.

«En Gaza todos somos una familia. Es verdad que se han dado enfrentamientos armados entre las distintas facciones palestinas, pero gracias a Alá siempre se han solventado», insiste Abu Haroon, con su pistola al cinto escondida tras una camisa negra desabrochada que agita la brisa mediterránea.

No hace falta tirarle demasiado de la lengua. En seguida reconoce que existe peligro de una guerra civil porque «la situación entre Hamás y Al Fatah nunca ha sido tan mala como ahora».

A los problemas internos, de gran calado como lo demuestran los incidentes desatados hace dos semanas en las Universidades de Al Azhar y en la Islámica, se suman las amenazas nada ficticias de la presencia en Gaza de grupos ligados a Al Qaida, como ya han denunciado los servicios de Inteligencia israelíes y palestinos.

De hecho, se han distribuido en la Franja panfletos atribuidos a dichos grupos en los que se amenaza de manera directa con atentar contra la vida de los principales dirigentes de Al Fatah (Dahlán, Samir Mashharawi) y de la Presidencia palestina, a quienes no han dudado en calificar de «infieles».

No es ajena a esta «conspiración internacional» parte de la comunidad árabe. No hay nadie más interesado en el fracaso de Hamás que Egipto y Jordania, para evitar que cunda el ejemplo y los Hermanos Musulmanes, egipcios y jordanos, arañen mayor influencia y poder.

Sólo el pan y la sal pueden frenar, a corto plazo, el estallido de una guerra civil. De ahí la imperiosa necesidad para Hamás y su Ejecutivo de pagar los salarios de marzo y abril. Sin ese dinero fresco en las calles de Gaza, los enfrentamientos armados serán una realidad inmediata. Y como apunta el general de la Inteligencia palestina Kamal Kassab, ese conflicto se extendería como la pólvora por toda la región, no podría ser controlado y atraería a los grupos terroristas islámicos: «Este es el riesgo. Toca que Israel, Estados Unidos, Jordania, Egipto y la Unión Europea valoren si merece la pena correrlo».

Sitio web: http://www.pazahora.net/articulos/Gaza%20al%20borde%20de%20la%20guerra%20civil.htm