La historia nos deja cientos de ejemplos de dos de las principales claves explicativas de cuanto ocurre en Palestina (tanto en Gaza como en Cisjordania, y no desde el pasado sábado, sino desde años atrás): los golpes de estado-sean en su modalidad sutil de golpe de palacio, o en la militar pura y dura- y […]
La historia nos deja cientos de ejemplos de dos de las principales claves explicativas de cuanto ocurre en Palestina (tanto en Gaza como en Cisjordania, y no desde el pasado sábado, sino desde años atrás): los golpes de estado-sean en su modalidad sutil de golpe de palacio, o en la militar pura y dura- y la célebre estrategia del divide y vencerás. No hace falta recordar la política de CIA estadounidense en Latinoamérica con el golpe de Estado de Pinochet contra Allende en 1973 y las múltiples injerencias directas o indirectas en Colombia, Panamá, Guatemala, Nicaragua, etc. Aún sigue vigente ese modus operandi en el Gran Oriente Medio, como la administración Bush viene llamando a la zona desde 2003, en su Greater Middle East Initiative, en los casos del gobierno títere de Karzai (Afganistán), o el de Talabani y Maliki (Irak).
En 1987 la primera Intifada Palestina amenazó por primera vez desde 1973, -Guerra del Yon Kippur- con obstaculizar aquella política y ponía en peligro el progresivo proceso de expansión territorial sionista desde 1947 que sigue teniendo como objetivo redimir el país en su totalidad, como dictara Ben Gurion, es decir, recuperar Eretz Israel-la bíblica Tierra de Israel- en su totalidad, entre el Mediterráneo y río Jordán, según el postulado mítico sionista de la Tierra Prometida-el Pueblo Elegido. Por la condición israelí de principal aliado y avanzadilla estadounidense en la región, el nacionalismo de resistencia palestino-primero el laico, ahora el islamista-, constituye una amenaza, además de para el sionismo, para la influencia norteamericana en la región.
Más allá de las obvios factores electorales israelíes -algo que solo explica el momento del ataque masivo contra Gaza, no la causa-, o de los tan manidos tópicos que se obstinan en culpabilizar a la parte palestina de la agresión [1] israelí, el objetivo estratégico principal es el mismo que comienza a manifestarse en 2004 y sobre todo tras la victoria de Hamas en las elecciones de 2006: imponer el modelo egipcio o jordano de régimen títere dócil a los intereses israelo-estadounidenses, en este caso personificado en la figura de Mahmud Abbas (Abu Mazen), que se convertiría en el Mubarak palestino.
Entre la elaboración de la famosa Hoja de Ruta (2003), y la reciente farsa de Anápolis (2008), pasando por el golpe de estado contra Hamas-y no al contrario como los medios repiten mecánicamente-, la dirección de la política en Palestina ha sido predominantemente diseñada e impuesta por el diktat israelí-estadounidense de acuerdo con sus respectivos intereses en la región, en tres momentos consecutivos e interrelacionados. Primero con la imposición de la Hoja de Ruta (2003), una supuesta guía para acordar la paz que no hablaba sobre el muro de apartheid o sobre las colonias y que obligaba al liderazgo palestino a unas políticas autodestructivas difíciles de aceptar, mientras se continuaba con la tristemente cotidiana práctica del asesinato selectivo. Después, tras las reticencias de la Autoridad Palestina liderada aún por Fatah, para reprimir la resistencia natural de su propio pueblo, con el cerco y asedio a la Mukata en Ramallah y la poco probable muerte natural de su presidente Yaser Arafat. Entre tanto, la población civil palestina continuaba sufriendo la política destructiva del ejército, en operaciones criminales como las llamadas arco iris en las nubes (bombardeos y destrucción masiva de casas en Rafah, Gaza, en el verano de 2004) o nubes de otoño (noviembre de 2005), por poner dos ejemplos. Y por último, con la imposición de unas elecciones democráticas que, como no han tenido el resultado deseado (no ganó el Mubarak palestino, Abu Mazen), han sido ilegal e inmoralmente boicoteadas por israelíes, estadounidenses, y también por la UE. En esta tercera fase se enmarca la brutal y criminal agresión israelí contra la prisión de Gaza.
Por ser algo más descriptivos, tratemos de esbozar, aunque sea muy sucintamente, esas tres etapas:
1-LOS PREÁMBULOS DE LA MUERTE DE ARAFAT
En una maniobra para cambiar la atención de los crímenes en los territorios ocupados y hacerla recaer sobre la parte palestina, los israelíes presionarían fuertemente sobre la Autoridad Palestina para que ésta hiciese más en contra de los grupos armados palestinos protagonistas de la segunda Intifada y garantizase la seguridad de los israelíes , una exigencia absurda e imposible de cumplir en las circunstancias en que se encontraba la Autoridad Palestina, desestructurada y desmantelada, con Arafat sitiado en la Mukata y bajo una ocupación militar, además de que según la IV Convención de Ginebra es la potencia ocupante la encargada de proteger a la población civil ocupada y garantizar su seguridad y no al contrario. A pesar de estar fuera del juego político y más aún de la debilitada lucha palestina, Sharon se obstinaba en considerar a Arafat como el principal obstáculo hacia la paz y le enviaba ultimátums para que frenase los atentados palestinos, como si lo que originase la violencia palestina, no fuese la ocupación militar con su singular humillación cotidiana bien ilustrada en los llamados checkpoints.
2.-EL FIN DE ARAFAT
En el cerco a Arafat a lo largo de todo 2003, Sharon no escondió los deseos de liquidarlo físicamente. Así lo manifestó públicamente en varias ocasiones. Ante las críticas internacionales Sharon cesó en sus amenazas en público; era evidente que su actitud no beneficiaba el marketing mediático israelí. Pero el objetivo seguiría siendo el mismo. Ya entonces muchos preveían lo que podía suceder. El pacifista israelí Uri Avneri lo veía así: Esperará su oportunidad. Puede que llegue de un momento a otro o, en una semana, un mes, un año. Es paciente. Cuando decide hacer algo no le importa esperar, pero no se apartará de su objetivo.
Apenas unos meses después de sus amenazas, Arafat fallecía víctima de alguna rara enfermedad no diagnosticada. Sin entrar a valorar si fue un asesinato o no, lo cierto es que se eliminó lo que los sionistas llamaban principal obstáculo, por lo que Tel-Aviv y Washington prosiguieron con su diktat para Palestina.
3.- LAS ELECCIONES DEMOCRÁTICAS Y EL BOICOT ANTIDEMOCRÁTICO
Cuando Sharon entró en coma en 2005, nada cambió en el gobierno israelí, sólo el nombre de su presidente. La presión europea y estadounidense llevó a la celebración de unas elecciones internas en los territorios ocupados palestinos. Todos los pronósticos creían en Al-Fatah, en Abu Mazen, sin tener en cuenta el ascenso de Hamás en las anteriores elecciones municipales.
Las elecciones democráticas de enero de 2006 eran un intento de refrendar con las urnas al títere Abu Mazen, el favorito de Washington y Tel Aviv. Pero no dieron el resultado esperado. Entonces los palestinos cayeron en la trampa del divide y vencerás impulsado por el gobierno israelí al apoyar a Fatah y la división entre la Franja de Gaza y Cisjordania. Aunque Hamás se resistiese ante las presiones de la comunidad internacional de desarmar a su milicia-¿acaso se le exigía lo mismo a su enemigo? contestaban- adoptó una posición mucho más moderada, pragmática y cautelosa en el gobierno, algo de lo que los medios de comunicación apenas se hacían eco. Así, por mucho que se esconda, la realidad es que los principales líderes del Movimiento de Resistencia Islámica reconocieron, -incluso antes de llegar al poder- en numerosas ocasiones al Estado israelí directa e indirectamente en distintas entrevistas y discursos oficiales [2] . Pero ¿acaso le ha importado eso alguna vez a cualquier gobierno israelí? ¿Qué pasó con Arafat y la OLP cuando reconoció la legitimidad del Estado israelí? Hemos visto como cada vez que se elimina un supuesto obstáculo para la paz -por supuesto, siempre palestino-, Israel inventa otro. Por ahora es Hamas. Mientras el dilema demográfico no suponga una inminente y seria amenaza para el carácter etnocrático del Estado judío,-es decir, mientras en toda la antigua Palestina haya menos árabes que judíos-, el tiempo juega siempre a favor del sionismo en cuanto prosiguen los hechos consumados sobre el terreno-trazado del muro, anexión de territorios, construcción de colonias…-destruyendo la continuidad territorial de un hipotético Estado Palestino y en la medida en que merma los ánimos de la población palestina. Así tampoco tendrán, por el momento, que vérselas consigo mismos; ésta es quizá la clave más profunda del conflicto: el momento traumático en que el pueblo judío israelí tenga que superar sus miedos más profundos y dejar de patrimonializar el status de víctima, reconociendo el daño infligido históricamente al pueblo palestino y la limpieza étnica- la Nakba palestina -de 1947-49.
[1] por ejemplo, que Hamas es el responsable de romper la tregua, cuando en realidad, la aviación israelí no ha parado de asesinar a gazauíes en el período de ésta, en especial el 4 de noviembre cuando mató a 19 palestinos, además de que se incumplía la tregua por parte de Tel Aviv al no abrir los pasos fronterizos.
[2] Por poner algún ejemplo, ver Climbdow as Hamas agrees to Israeli States en http://www.guardian.co.uk/
Antonio Basallote Marin es doctorando en Multiculturalidad y Mundo Árabe-Islámico (Universidad de Sevilla), Máster RR.II. Unia