Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens
Pasé la mayor parte de los gobiernos de Bush informando desde Iraq, Afganistán, el Líbano, Somalia y otros conflictos. He publicado en la mayoría de las principales publicaciones. Las principales cadenas de televisión me han entrevistado e incluso he testificado ante el comité de relaciones exteriores del Senado. El gobierno de Bush comenzó su presidencia mientras palestinos eran masacrados y la termina con la perpetración por Israel de uno de sus mayores masacres en la historia de sus 60 años de ocupación de tierras palestinas. La última visita de Bush al país que decidió ocupar terminó con el lanzamiento de sus zapatos por un educado chií iraquí secular hacia su persona, como expresión de los sentimientos de todo el mundo árabe salvo sus dictadores que se han ligado imprudentemente a un odiado régimen estadounidense.
Una vez más, los israelíes bombardean a la población hambrienta y encerrada de Gaza. El mundo contempla en vivo en la televisión y en Internet la situación apremiante vivida por 1,5 millones de gazanos; los medios occidentales justifican mayormente la acción israelí. Incluso algunos medios árabes tratan de comparar la resistencia palestina con el poder de la maquinaria militar israelí. Y nada de esto constituye una sorpresa. Los israelíes acaban de concluir una campaña de relaciones públicas a escala mundial para conseguir apoyo para su ataque, logrando incluso la colaboración de Estados árabes como Egipto.
La comunidad internacional es culpable directamente por esta última masacre. ¿Se mantendrá impune ante la cólera de un pueblo desesperado? Hasta ahora, ha habido grandes manifestaciones en el Líbano, Yemen, Jordania, Egipto, Siria e Iraq. El pueblo del mundo árabe no olvidará. Los palestinos no olvidarán. «Todo lo que habéis hecho a nuestro pueblo está registrado en nuestros libros de notas,» como dijo el poeta Mahmoud Darwish.
Analistas políticos, responsables de las decisiones gubernamentales y los que tienen que implementar esas decisiones me han pedido frecuentemente mi consejo sobre lo que pienso que EE.UU. debe hacer para promover la paz o ganar los corazones y las mentes en el mundo musulmán. Demasiado parece fútil, porque se requeriría una revolución de tales proporciones en la política estadounidense que sólo una verdadera revolución en el gobierno estadounidense podría conducir a los cambios necesarios. Una publicación estadounidense me pidió que contribuyera un ensayo a una discusión sobre si el terrorismo o los ataques contra civiles podrían ser justificados de alguna manera. Mi respuesta es que una publicación estadounidense no debiera preguntar si ataques contra civiles pueden ser justificados de alguna manera. Es una pregunta que se deben hacer los débiles, los americanos nativos del pasado, los judíos en Alemania nazi, los palestinos de nuestros días.
El terrorismo es un término normativo y no un concepto descriptivo. Una palabra vacía que significa todo y nada: es utilizada para describir lo que hace el Otro, no lo que hacemos nosotros. Los poderosos – sea Israel, EE.UU., Rusia o China – siempre describirán la lucha de sus víctimas como terrorismo, pero la destrucción de Chechenia, la limpieza étnica de Palestina, la matanza lenta de los palestinos que quedan, la ocupación estadounidense de Iraq y Afganistán, con las decenas de miles de civiles que ha matado… nunca merecerán el título de terrorismo, aunque el objetivo eran civiles, y aterrorizarlos era el propósito.
La contrainsurgencia, popular ahora en el Pentágono, es otra manera de decir la supresión de las luchas por la liberación nacional. El terror y la intimidación son tan esenciales para esa supresión como la conquista de corazones y mentes.
Las reglas normativas son determinadas por relaciones de poder. Los que poseen poder determinan lo que es legal e ilegal. Acorralan a los débiles con prohibiciones legales para impedir que se resistan. Que los débiles se resistan es ilegal por definición. Conceptos como terrorismo son inventados y utilizados normativamente como si un tribunal neutral los hubiera producido, en lugar de los opresores. Lo peligroso en este uso excesivo de la legalidad reside en que en realidad la socava, disminuyendo la credibilidad de instituciones internacionales como Naciones Unidas. Se hace obvio que los poderosos, los que hacen las reglas, insisten en la legalidad simplemente para preservar las relaciones de poder que les sirven, o para mantener su ocupación y colonialismo.
El ataque contra civiles es el postrero, más desesperado y básico método de resistencia cuando se enfrentan probabilidades aplastantes y la erradicación inminente. Los palestinos no atacan a civiles israelíes con la expectativa de que vayan a destruir Israel. La tierra de Palestina es robada día tras día; el pueblo palestino está siendo erradicado día tras día. Como resultado, reaccionan como pueden para aplicar presión a Israel. Los poderes coloniales utilizan estratégicamente a los civiles, estableciéndolos para reivindicar tierras y desposeer a las poblaciones nativas, sean los indios en Norteamérica o los palestinos en lo que es ahora Israel y los Territorios Ocupados. Cuando la población nativa ve que existe una dinámica irreversible que se apodera de su tierra e identidad con el apoyo de un poder abrumador, es obligada a recurrir a cualesquiera métodos de resistencia que pueda utilizar.
No hace mucho, Qassem al-Mughrabi, de diecinueve años, un palestino de Jerusalén estrelló su coche contra un grupo de soldados en una intersección. «El terrorista,» como lo llamó el periódico israelí Haaretz, fue muerto a tiros. En dos incidentes separados en julio pasado, palestinos de Jerusalén también usaron vehículos para atacar a israelíes. Los atacantes no formaban parte de una organización. Aunque esos palestinos también fueron muertos, altos funcionarios israelíes llamaron a que demolieran sus casas. En un incidente separado, Haaretz informó que una mujer palestina cegó a un soldado israelí en un ojo lanzando ácido a su cara. «La terrorista fue arrestada por fuerzas de seguridad,» dijo el periódico. ¿Una ciudadana ocupada ataca a un soldado ocupante, y ella es la terrorista?
En septiembre, Bush habló ante Naciones Unidas. Ninguna causa puede justificar la destrucción de una vida humana, dijo. Sin embargo, EE.UU. ha matado a miles de civiles en ataques aéreos contra área pobladas. Cuando se lanzan bombas contra áreas pobladas a sabiendas de que habrá un cierto daño civil «colateral», pero se acepta como que es algo que vale la pena, entonces es deliberado. Cuando se imponen sanciones, como EE.UU. hizo durante Iraq de la era de Sadam, que matan a cientos de miles, y luego se dice que sus muertes valieron la pena, como lo hizo la Secretaria de Estado Albright, uno está matando deliberadamente gente por un objetivo político. Cuando se trata crear «choque y pavor», como lo hizo el presidente Bush cuando bombardeó, uno se involucra en terrorismo.
Tal como la película tradicional de vaqueros estadounidense presentó a estadounidenses blancos cercados, y a los indios como agresores, todo lo contrario de lo que fue la realidad, del mismo modo, los palestinos se convirtieron en los agresores y no en las víctimas. Desde 1948, 750.000 palestinos fueron deliberadamente sometidos a la limpieza étnica y expulsados de sus casas, cientos de sus aldeas fueron destruidas, y sobre su tierra se establecieron los colonos, que pasaron a negar su existencia misma y a librar una guerra de 60 años contra los nativos restantes y los movimientos de liberación nacional que los palestinos establecieron en todo el mundo. Cada día, se roba más de Palestina, matan a más palestinos. Si alguien se llama sionista israelí se está involucrando en el desposeimiento de todo un pueblo. No es que, como palestinos, tengan el derecho de utilizar todos los medios necesarios, es porque son débiles. Los débiles tienen mucho menos poder que los fuertes, y pueden hacer mucho menos daño. Los palestinos no habrían atentado contra cafés o utilizado misiles de fabricación casera, si hubieran tenido tanques y aviones. Sólo en el contexto actual sus acciones son justificadas, y existen límites evidentes.
Es imposible hacer una afirmación ética universal o establecer un principio kantiano que justifique todo acto de resistencia contra el colonialismo o la dominación por un poder aplastante. Y hay otros problemas que me cuesta responder. ¿Puede justificarse si un iraquí ataca a EE.UU.? Después de todo, su país fue atacado sin provocación, y destruido, con la creación de millones de refugiados, cientos de miles de muertos. Y esto, después de 12 años de bombardeos y sanciones, que mataron a muchos y destruyeron las vidas de muchos otros.
Podría argumentar que todos los estadounidenses se benefician de las hazañas de su país sin tener que pagar el precio, y que, en el mundo de hoy, la máquina imperial no son sólo los militares sino una red militar-civil. Y también podría decir que los estadounidenses eligieron dos veces un gobierno de Bush y eligieron representantes que no hicieron nada por detener la guerra, y que el propio pueblo estadounidense no hizo nada. Desde la perspectiva de un estadounidense, o de un israelí, y otros poderosos agresores, si uno es fuerte, todo lo que hace es justificable, y nada que hagan los débiles es legítimo. Es sólo cuestión del lado que uno elige: el lado de los fuertes o el lado de los débiles.
Israel y sus aliados en Occidente y en regímenes árabes como en Egipto, Jordania y Arabia Saudí han logrado corromper a la dirigencia de la OLP, sobornarlos con la promesa de poder a costa de la libertad para su pueblo, creando una primicia – un movimiento de liberación que colabora con el ocupante. Pronto tendrán lugar las elecciones israelíes y, como de costumbre, estas elecciones van acompañadas por la guerra para popularizar a los candidatos: No se puede ser primer ministro de Israel sin suficiente sangre árabe en sus manos. Un general israelí prometió retrasar décadas a Gaza, tal como amenazaron con retrasar décadas al Líbano en 2006. Como si estrangular a Gaza y negar a su pueblo combustible, electricidad o alimento no la hubieran retrasado ya en décadas.
El gobierno democráticamente elegido de Hamas fue un objetivo para ser destruido desde el día mismo en que ganó las elecciones en 2006. El mundo dijo a los palestinos que no pueden tener democracia, como si el objetivo fuera radicalizarlos aún más y como si eso no fuera a tener consecuencias. Israel afirma que apunta a las fuerzas militares de Hamas. Eso no es verdad. Está atacando a los policías palestinos y matándolos, incluyendo a algunos como el jefe de policía, Tawfiq Jaber, quien era en realidad un ex funcionario de Fatah quien permaneció en su puesto después que Hamas tomó control de Gaza. ¿Qué pasará con una sociedad sin fuerzas de seguridad? ¿Qué esperan que suceda los israelíes cuando fuerzas más radicales que Hamas conquisten el poder?
Un Israel sionista no es un proyecto viable a largo plazo y los asentamientos israelíes, la expropiación de tierras y las barreras de separación han imposibilitado hace tiempo una solución de dos Estados. Sólo puede haber un Estado en Palestina histórica. En las próximas décadas, los israelíes se verán enfrentados a dos opciones. ¿Harán una transición pacífica hacia una sociedad igualitaria, en la que los palestinos tengan los mismos derechos, como Sudáfrica post-apartheid? ¿O seguirán considerando que la democracia es una amenaza? Si es así, uno de los dos pueblos será forzado a partir. El colonialismo sólo ha funcionado cuando la mayoría de los nativos han sido exterminados. Pero a menudo, como en Argelia ocupada, son los colonos los que huyen. En última instancia, los palestinos no estarán dispuestos a llegar a un compromiso y buscar un Estado para ambos pueblos. ¿Quiere el mundo que se radicalicen aún más?
No nos engañemos: la persistencia del problema de Palestina es el motivo principal para todo militante anti-estadounidense en el mundo árabe y más allá. Pero ahora el gobierno de Bush ha agregado Iraq y Afganistán como agravios adicionales. EE.UU. ha perdido su influencia en las masas árabes, incluso si todavía puede aplicar presión a los regímenes árabes. Pero los reformistas y las elites en el mundo árabe no quieren tener nada que ver con EE.UU.
Un gobierno estadounidense fracasado se va, la promesa de un Estado palestino es una mentira, mientras más palestinos son asesinados. Un nuevo presidente llega al poder, pero el pueblo de Oriente Próximo tiene una experiencia demasiado amarga con los gobiernos de EE.UU. como para tener alguna esperanza de cambio. El presidente electo Obama, el vicepresidente electo Biden, y la Secretaria de Estado entrante Hillary Clinton no han demostrado que su idea de Oriente Próximo sea diferente en algo de la de los gobiernos anteriores. Mientras el mundo se prepara para celebrar un nuevo año ¿cuánto va a tardar antes de que se le haga sentir una vez más el dolor de aquellos cuya opresión ignora o apoya?
© 2008 Guardian News and Media Limited
Nir Rosen es un periodista especializado en política exterior de EE.UU. en Oriente Próximo, Iraq y Afganistán. Miembro del centro de derecho y seguridad de la Universidad de Nueva York, su trabajo ha aparecido en Atlantic Monthly, New York Times Magazine, New Yorker, Rolling Stone magazine, Harper’s Magazine, New Republic y Mother Jones. Su libro sobre Iraq de la postguerra: «The Triumph of the Martyrs: A Reporter’s Journey into Occupied Iraq» fue publicado en 2006. Sus artículos aparecen en