El alto el fuego alcanzado el domingo «es puro humo», teme Bachir Nachouane. El restaurante de este hombre de 52 años se encontró en el fuego cruzado entre los ministerios, bastión de los seguidores de Hamas, y la sede de la presidencia de la ANP, protegida por su guardia personal. «Había tiros por todas partes, […]
El alto el fuego alcanzado el domingo «es puro humo», teme Bachir Nachouane. El restaurante de este hombre de 52 años se encontró en el fuego cruzado entre los ministerios, bastión de los seguidores de Hamas, y la sede de la presidencia de la ANP, protegida por su guardia personal. «Había tiros por todas partes, hombres armados en todas las calles. He tenido que cerrarlo. Ahora estoy inquieto. Todo puede volver a empezar en cualquier momento».
Como muchos palestinos, Nachouane no tiene esperanza alguna en el acuerdo. A cientos de metros del restaurante, la guardia presidencial, capucha en el rostro y rifles automáticos en ristre, ocupa un amplio perímetro.
«Eso que han firmado se lo lleva el viento. Todos los días hay acuerdos. Esto no es serio», se lamenta Bachir.
Cerca de la oficina del presidente Mahmud Abbas, Baha Khalaf, trabajador de la televisión, se lamenta de que «la situación es crítica. Es la primera vez que tenemos una guerra entre palestinos, que la gente muere bajo las balas de nuestro propio campo».
Uno de sus amigos, trabajador de la Presidencia, advierte tajante: «aquí y ahora ya no hay líneas rojas. Si tienes un problema con alguien, le disparas».
Riwa al-Hilou, que va a la Universidad islámica con una amiga, arremete contra Abbas, a quien acusa de haber «arruinado al país».
«Hemos votado por Hamas y tiene su derecho a concluir la legislatura de cuatro años, como hizo Al Fatah», denuncia la estudiante.