La geoingeniería parece tomar fuerza como forma de contrarrestar los efectos del cambio climático, pero expertos advierten de sus posibles peligros
“Cada vez hacía más calor”
Así comienza El Ministerio del Futuro, novela de Kim Stanley Robinson publicada en 2020. A diferencia del resto de los trabajos del escritor estadounidense, en los que suele plantear historias en un futuro distante, este libro está ambientado en 2025 y describe las consecuencias realistas del cambio climático que ya están sufriendo muchas personas, como olas de calor intensas y prolongadas, inundaciones y caos político.
Los más recientes escenarios planteados en el Panel Intergubernamental para el Cambio Climático (IPCC) indican que cada vez es más probable que la temperatura de la tierra supere el 1.5°C. El libro describe olas de calor intensas y prolongadas, inundaciones y caos político.
¿Qué es la geoingeniería? También llamada ingeniería climática, es un conjunto de técnicas diseñadas para modificar el clima con el fin de aliviar el calentamiento global.
La urgencia de la crisis climática despertó el debate entre científicos y gobiernos sobre métodos para frenar la subida de la temperatura. Allí aparece la geoingeniería, un término que engloba todos aquellas técnicas diseñadas para modificar el clima y aliviar los efectos del calentamiento global, de acuerdo al glosario del IPCC.
La comunidad científica los divide en dos tipos: remover gases de efecto invernadero de la atmósfera (GGR por sus siglas en inglés), y gestionar la radiación solar (SRM por sus siglas en inglés). Allí se incluyen una gran variedad de técnicas, desde pintar una azotea de blanco para reflejar los rayos solares hasta inyectar aerosoles a la estratosfera.
América Latina es una de las regiones con menor desarrollo en este campo. Existen pocos proyectos, y muchos de ellos persiguen intereses comerciales por fuera de la agenda climática. Sin embargo, científicos y organizaciones quieren invertir en investigación para entender las consecuencias de los métodos en el caso de su avance.
“Conforme nos acercamos a los 2 °C de temperatura global, muchos creen que la geoingeniería se convierte en una posibilidad para gestionar algunos de los riesgos del calentamiento global. El debate cambió completamente de no estar en la agenda a estar esencialmente en todas partes”, sostiene Janos Pasztor, director ejecutivo de la iniciativa de gobernanza climática Carnegie (C2G) y una de las personas más involucradas en las discusiones de alto nivel sobre la geoingeniería.
“Si no tenemos reglas claras, cualquiera podría hacer lo que quiera. Es un debate que debe involucrar a todo el mundo. Sin embargo, solo algunos países lo han hecho, aunque sea de manera incipiente”, agrega.
Geoingeniería en América Latina
Según información actualizada del Monitor de Geoingeniería, una iniciativa de la sociedad civil que localiza los proyectos de geoingeniería, en el mundo hay 764 proyectos activos relacionados con la geoingeniería. La mayor parte de estos se concentran en Estados Unidos, Europa y China. América Latina solo registra 22 proyectos, en siete países y territorios: Brasil, Argentina, México, Chile, Jamaica, Puerto Rico y República Dominicana. De todos los proyectos desarrollados en la región, la mitad están dedicados a la remoción de gases de efecto invernadero. Estas técnicas, como su nombre lo indica, tienen el único objetivo de sacar gases de efecto invernadero de la atmósfera, como el dióxido de carbono (CO2).
Algunas se basan en procesos naturales, como la plantación de bosques. Otras son procesos mixtos, como la bioenergía con captura y almacenamiento de carbono, la cual cultiva plantas para obtener combustible y energía, capturando el CO2. Otras son puramente tecnológicas, como la captura y almacenamiento de carbono en el aire, que consiste en extraerlo químicamente y concentrarlo.
Todas las técnicas son polémicas en un sentido u otro. Eliminar CO2 de la atmósfera a la escala que se necesita sería probablemente caro y requeriría mucha energía y recursos. Además, su aplicación traería desafíos logísticos.
Para la climatóloga argentina Inés Camilloni, profesora del Departamento de Ciencias Atmosféricas y Oceánicas de la Universidad de Buenos Aires e investigadora del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas de Argentina (CONICET), todavía no existen proyectos grandes de geoingeniería en la región. “Son técnicas más localizadas, de corto alcance y sin ningún tipo de impacto global”, sostiene.
Los proyectos de geoingeniería en la región son técnicas más localizadas, de corto alcance y sin ningún tipo de impacto global
En América Latina, la mayoría de los proyectos provienen de iniciativas privadas y son de bajo impacto: sirven para remover la producción de gases de una o dos industrias. Tal es el caso del acuerdo entre la empresa Air Liquide y Coca-Coca Femsa en Brasil. Desde el 2012, la primera empresa se comprometió a captar y almacenar CO2 de su producción para carbonatar las gaseosas producidas por la segunda. No existe registro público del volumen captado y almacenado.
Existen también algunos proyectos de mayor escala vinculados a gobiernos y empresas petroleras nacionales o extranjeras, como la empresa Highly Innovative Fuels Global (HIF Global), que desde 2016 inició el desarrollo de plantas eFUEL. La empresa tiene plantas en Chile para producir combustibles sintéticos como el metanol a partir de la combinación de CO2 capturado, agua e hidrógeno.
Reflejar el sol con espejos
La gestión de la radiación solar, el otro enfoque principal de la geoingeniería, es compleja, sostiene Camilloni, cuyo trabajo se centra en el manejo de la radiación solar. Camilloni explica que el objetivo principal es reflejar los rayos solares lejos de la Tierra, pero estas técnicas están aún menos desarrolladas que la eliminación del carbono.
“La más básica es la de pintar superficies de color blanco, que no tiene impactos globales. Como esta hay varias formas terrestres como cubrir el hielo con láminas. También están las no terrestres, como la siembra de nubes en los océanos, la instalación de espejos en niveles altos de la atmósfera, y el más peligroso de todos: la inyección de aerosoles a la estratosfera [SAI por sus siglas en inglés]. También es el más viable para lograr un efecto global”, sugiere.
La SAI surgió en junio 1991, cuando el volcán Pinatubo, en Filipinas, hizo erupción como nunca lo había hecho en la historia. Fue un fenómeno que se estudió por décadas. En 2005, más de una década después, John Church, investigador del Centro de Investigaciones Marinas y Atmosféricas CSIRO, de Australia, demostró que aquel volcán había detenido momentáneamente el calentamiento atmosférico y oceánico. Al parecer había formado una cortina de humo gigantesca que logró reflejar grandes cantidades de radiación.
Según Andy Parker, CEO de Degrees Initiative, una organización con sede en Londres que se dedica a promover la investigación sobre los posibles efectos de la radiación solar en el Sur Global, la SAI puede ser realmente útil. “Esta es la única forma conocida de detener o revertir rápidamente el aumento de las temperaturas globales si no reducimos nuestras emisiones globales de gases de efecto invernadero”, explica.
“Pero estos métodos también podrían ser muy peligrosos. No conocemos enteramente los efectos de implementar este tipo de tecnología. Puede haber cosas por ahí que los científicos aún no hayan descubierto. Sabemos que si lo hacemos sin moderación o de forma irregular se pueden alterar los patrones climáticos”, agrega Parker.
Parker se refiere a los importantes efectos secundarios que podría traer la radiación solar, como la lluvia ácida, el agotamiento de la capa de ozono o cambios en los patrones meteorológicos.
En América Latina, la Iniciativa Degrees ha financiado dos proyectos de investigación que miden los posibles efectos de la inyección de aerosoles en la estratosfera: uno en Buenos Aires, dirigido por Camilloni, y otro en Jamaica, dirigido por Leonardo Clarke, profesor del departamento de física de la Universidad de las Indias Occidentales.
En general, los reportes publicados hablan de una baja general en las temperaturas, y también, una modificación en los ciclos hídricos. “En la cuenca de la Plata, nuestros resultados nos indican que puede haber un aumento en las lluvias. ¿Qué quiere decir esto? De implementarse el SAI en el mundo, la Argentina tendrá que ver qué pasa con las represas hidroeléctricas del río Paraná, y los cultivos de la zona”, precisa Camiloni.
Por su parte Clarke, explica que en Jamaica y en el Caribe, según los datos recabados “habría un aumento de lluvias en ciertas partes del año, y más sequías en otras”. Este tipo de conclusiones, según coinciden ambos científicos, son necesarias a la hora de debatir las reglas del juego.
Tensión entre países respecto a la geoingeniería
Pasztor, director ejecutivo de la iniciativa de gobernanza climática Carnegie (C2G), trabaja en diferentes partes del mundo para impulsar la discusión entre representantes de diferentes grupos de negociaciones sobre la geoingeniería. Sin embargo, explica que todavía no muchas personas se animan a definirse al respecto.
“Primero porque no hay nada concreto y segundo porque es un tema que puede generar mucha tensión entre los países que podrían implementar esta tecnología,” sostiene. C2G está actualmente trabajando con gobiernos y con diferentes grupos de negociación climática como el G77 + China para impulsar la discusión sobre la gobernanza de la geoingeniería. En América Latina ya han hablado con funcionarios de alto nivel en Argentina, Uruguay, Chile, Colombia. Este año tienen planificadas visitas a Panamá, México, Costa Rica y Brasil.
“Los ministerios de Ambiente nos han asegurado que existe una preocupación seria respecto a los riesgos de la geoingeniería”, explica Pasztor.
El único país de la región que hasta ahora se pronunció públicamente acerca de la geoingeniería fue México a principios de año. La Secretaría de Medio Ambiente (Semarnat) y el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt) se pronunciaron en contra de la «experimentación con geoingeniería solar» en el país e implementarán una estrategia para prohibir estas prácticas dentro del territorio nacional.
La decisión se tomó luego de que Making Sunsets, una start-up estadounidense fundada en octubre de 2022, realizara un experimento no autorizado el año pasado, enviando globos inyectados con partículas de dióxido de azufre a la atmósfera desde el estado de Baja California. El gobierno sostuvo que el experimento se realizó “sin previo aviso y sin consentimiento”.
“La Semarnat implementará una estrategia que prohíba estas prácticas dentro del territorio nacional, que sirvan para robustecer las primeras referencias a nivel mundial”, informan en un comunicado de prensa.
Para adelante, C2G cree probable que la geoingeniería se discuta en la conferencia de cambio climático COP28 próxima en Emiratos Árabes este año. “Queremos que los grupos de negociación de América Latina tengan todas las cartas en la mesa”, sostiene Paztor. Esto, según sostiene, podría generar un debate político más profundo en América Latina sobre el rol de la geoingeniería.
En El Ministerio del Futuro, la geoingeniería era una de las principales formas que tenía la humanidad de mitigar el calentamiento global. Sin embargo, ese futuro tuvo un gran costo: millones de personas murieron y miles se convirtieron en refugiados climáticos. En el mundo real, es necesaria una mayor investigación para evitar los peligros que advierten los científicos.
Matias Avramow es un periodista ambiental mexicano. Actualmente vive en Buenos Aires, Argentina. Ha publicado en el diario La Nación y en el medio digital Energía Online, entre otros.