Traducido del inglés para Rebelión por J. M.
Unos palestinos participan en el festival Día del Patrimonio en la ciudad cisjordana de Hebrón el 7 de octubre de 2010. El festival fue organizado por el Comité de Rehabilitación de Hebrón y este festival es una parte de Amar Ya Baladna para apoyar a la ciudad vieja de Hebrón. Foto Najeh Hashlamoun
Visión de conjunto
Si la poetisa palestina Dareen Tatour pasara sobre el perímetro del camino de entrada de su casa en su pueblo de Reineh en la Galilea, una alarma sonaría en la empresa de seguridad multinacional británica G4S (empresa de seguridad británica, N. de T.) y serían alertadas las autoridades israelíes. La policía israelí detuvo a Tatour en la madrugada del 11 de octubre de 2015 por su poema Qawem ya Sha’abi qawemhum (Resiste mi pueblo, pon resistencia), que se publicó en su cuenta de YouTube a principios de ese mes. El 2 de noviembre Israel la acusaba de incitación a la violencia y apoyo a una organización terrorista.
En enero, después de tres meses de prisión, Tatour fue puesta bajo arresto domiciliario cerca de Tel Aviv, lejos de su pueblo. Después de una larga lucha, el fiscal admitió en julio que podría alojarse en la casa de su familia. Mientras avanza el juicio de Tatour ésta permanecerá bajo arresto domiciliario y seguirá siendo vigilada por G4S como una «amenaza» para la seguridad de Israel (1).
Esta complicidad británica en la represión cultural de los palestinos no es un fenómeno reciente. Se puede argumentar que tiene sus raíces en la Declaración Balfour de 1917, que al pedir el establecimiento de una nación para el pueblo judío, pero sin tener en cuenta la existencia de los palestinos que habitan en la tierra en cuestión, ponía en marcha el proceso de despojo, el exilio y la fragmentación social y cultural que continúa hasta nuestros días. Y esto no era más que el comienzo del enfoque británico sobre la población palestina que ha suprimido su cultura y su historia.
De hecho, mientras hoy Israel canaliza sustanciales recursos financieros para la promoción de su producción cultural a nivel internacional, el Reino Unido (UK) está tomando medidas para censurar la expresión y la creatividad cultural palestina. Desde la implicación de empresas privadas como G4S en el arresto domiciliario de Tatour hasta el ejercicio ministerial para bloquear el boicot cultural y reprimir el debate académico, añadiendo la frecuente negación de visas del Reino Unido a artistas y educadores, las acciones represivas de Gran Bretaña están apoyando a Israel en la narrativa unilateral para que continúe su ocupación del territorio palestino con la profundización del régimen de apartheid.
Probablemente habrá muchos análisis académicos políticos de las consecuencias de la Declaración Balfour en Palestina y los países vecinos en los últimos 100 años (en particular de los grupos de reflexión, como Al-Shabaka). Este comentario se enfoca en la dimensión cultural y proporciona los antecedentes y argumentos en los que se basa mediante el examen del papel británico, entonces y ahora.
Balfour y los orígenes de la represión cultural
A pesar de sus efectos devastadores sobre los palestinos, la Declaración Balfour significa poco para la mayoría de los habitantes de Gran Bretaña. Si se pregunta a una persona común en cualquier calle del Reino Unido acerca de ese hecho, lo más probable es que sepan aproximadamente nada sobre el documento.
Sin embargo el Gobierno británico está planeando conmemorar el centenario de la Declaración en noviembre de 2017. A principios de este año el ex primer ministro británico David Cameron dijo que quería que el Gobierno del Reino Unido conmemorase el aniversario junto con la comunidad judía «de la manera más apropiada». En ese momento no estaba claro por completo lo que él entendía por «manera apropiada». Hoy seguimos sin enterarnos, pero los planes para celebrar la ocasión, sin embargo, aún no están siquiera como rumores en los medios, aunque la conmemoración está bajo los auspicios del polémico nuevo ministro de Asuntos Exteriores británico, Boris Johnson.
En su breve pero fatídica declaración en 1917, el entonces ministro de Asuntos Exteriores Arthur Balfour, proclamó que el Gobierno británico haría «todo lo posible» para facilitar «el establecimiento de un hogar nacional para el pueblo judío». Por lo tanto, incluso antes de que el mandato británico hubiera comenzado oficialmente, Balfour prometió Palestina a la Federación Sionista sin el consentimiento de sus habitantes palestinos. Esa forma precisa de borrar la cultura y la historia palestina se encuentra dentro del mismo vocabulario que utiliza, en referencia a la mayoritaria población originaria sólo como «no judía».
Aunque Balfour reconoció a los habitantes de Palestina dos años después, él mismo asignó menor valor a sus vidas que al pueblo judío que tomaría posesión de la tierra. Anunció en un memorándum que «el sionismo, sea correcto o incorrecto, bueno o malo, tiene sus raíces en una larga tradición, en las necesidades del presente, en esperanzas futuras, de lejos de importancia más profunda que los deseos de los 700.000 árabes que ahora habitan esa antigua tierra».
La consecuencia lógica de esta negación de la cultura y la historia palestinas era un eventual despojo y la dispersión de la población palestina en 1948, seguidos de la demolición o judaización de ciudades y pueblos vaciados de sus habitantes.
El perjudicial sentimiento expresado por Balfour pone de relieve las relaciones del Reino Unido con Israel hasta hoy. Por lo tanto no es de sorprender que el Gobierno no haya consultado a la comunidad palestina del Reino Unido antes de anunciar su intención de conmemorar el centenario.
Sin embargo los palestinos ya se están movilizando para tomar medidas contra el Reino Unido por su papel histórico en el robo de Palestina. El año pasado la «Campaña Palestina Popular para demandar al Reino Unido» de Egipto inició un caso para «restablecer el derecho del pueblo palestino a su tierra». También el presidente palestino Mahmoud Abbas ha anunciado recientemente que tiene la intención de demandar al Gobierno del Reino Unido por la Declaración Balfour. También acusó a Gran Bretaña de apoyar los «crímenes» israelíes desde el final de su mandato sobre Palestina y pidió ayuda a la Liga Árabe para que la Autoridad Palestina lance su demanda.
El legado de Balfour y el Mandato Británico incluye la larga historia de Israel de reprimir la expresión palestina, desde el saqueo de las bibliotecas palestinas y el encarcelamiento de escritores palestinos hasta la prohibición de las actividades culturales palestinas y la destrucción de sitios culturales y escuelas de Gaza.
Inmediatamente después de la creación del Estado de Israel en 1948, a los palestinos que permanecieron dentro de las fronteras de lo que luego se convirtió en «Israel» se les prohibió estudiar su herencia cultural o recordar su pasado inmediato.
Un obituario de Mahmud Darwish en 2008 recordó que cuando tenía ocho años el joven poeta recitó un poema en la celebración anual de su escuela del nacimiento de Israel que hablaba de la desigualdad que observó entre las vidas de los niños árabes y los niños judíos. Después el gobernador militar de Israel lo llamó. «Si vas a escribir una poesía semejante», dijo, «voy a despedir a tu padre, que trabaja en la cantera.» La expresión por parte de un niño palestino de la más simple de las verdades claramente asustó al gobernador militar israelí lo suficiente como para poner en peligro el sustento de su familia. Entonces, como ahora, las autoridades israelíes no podían tolerar la expresión cultural de una conciencia palestina. Darwish fue encarcelado cinco veces por las autoridades israelíes, mayormente acusado de recitar poemas con pensamientos sediciosos y perjudiciales para el Estado y la estabilidad de Israel.
Los intentos de ahogar la voz de Darwish han continuado más allá de su muerte. En julio de 2016 el ministro de Defensa de Israel, Avigdor Lieberman, fue tan lejos como para equiparar la obra del poeta con Mein Kampf después de que, inesperadamente, la radio del Ejército de Israel transmitiese el poema de Darwish, «tarjeta de identificación«. Los comentarios de Lieberman se produjeron después de que la ministra de Cultura israelí, Miri Regev, lo invitase a dejar de financiar la estación de radio con el argumento de que se había «salido del carril» y estaba proporcionando una plataforma a la narrativa palestina.
Parece, pues, que muy poco ha cambiado desde los primeros días de la creación de Israel. Y los recientes movimientos por parte del Reino Unido para bloquear el boicot cultural y sofocar el debate académico muestran un aumento significativo en la medida en que el Reino Unido se ha involucrado abiertamente en la censura de los que hablan en contra de Israel.
La complicidad británica actual
No sólo es que en el caso en el caso de Dareen Tatour estén violando la libertad de expresión en nombre de Israel. En un momento en el que la presión internacional sobre Israel es cada vez mayor, el Gobierno del Reino Unido y una serie de instituciones británicas se están moviendo en la dirección opuesta, profundizando su apoyo a una ideología sionista decidida a reprimir la cultura y la historia palestinas.
Los esfuerzos para congelar los fondos de los grupos de artes y producciones consideradas «propalestinas» por la ministra de Cultura de Israel Miri Regev, siguen los pasos de la «Ley Nakba» de 2011, que permite la retención de fondos a instituciones públicas consideradas involucradas en desafiar la fundación de Israel o cualquier actividad que «niegue la existencia de Israel como Estado judío y democrático». Esta ley draconiana parece haber proporcionado una plantilla para que el Gobierno del Reino Unido empiece a censurar las voces culturales que en Gran Bretaña critican al Estado de Israel.
Este tema salió a la luz en agosto de 2014 cuando el London’s Tricycle Theater se negó a acoger el Festival de Cine Judío en el Reino Unido (UKJFF en inglés) -al tiempo que era parcialmente financiado por la Embajada de Israel- como respuesta a las pérdidas de vidas como resultado del bombardeo de Israel sobre Gaza. Aunque el mencionado teatro se ofreció a proporcionar financiación como alternativa para cubrir el coste de la contribución de la embajada de Israel, el UKJFF no estuvo dispuesto a declinar el patrocinio de la embajada y retiró su festival del teatro.
El London’s Tricycle Theater fue atacado sostenidamente y pronto fue sometido a una intervención del entonces secretario de Estado de Cultura, Sajid Javid. Junto con el ministro de cultura y el de la Economía Digital, Ed Vaizey, Javid trabajó estrechamente con el embajador de Israel en ese momento, Daniel Taub, para presionar al Teatro para que retirase sus objeciones a los fondos de la embajada de Israel. Incapaz de mantenerse firme frente a las amenazas a su propia financiación, el pequeño local retiró su objeción e invitó a la UKJFF de nuevo en las mismas condiciones que el año anterior.
Cuando asistió a un evento organizado por el Consejo de Diputados judíos británicos en 2015, Javid señaló que su intervención del año anterior también tenía la intención de disuadir a otras organizaciones de ejercer su derecho a boicotear, «he dejado absolutamente claro lo qué podría suceder con la financiación [del teatro] si lo intentan o si alguien trata ese tipo de cosas de nuevo», dijo.
El mensaje de Javid sonó alto y claro: cualquier boicot a Israel por parte de las instituciones culturales británicos está fuera de lugar si desean recibir los fondos. Las políticas y prácticas de Israel ya no son simplemente ignoradas por los ministros del Reino Unido; ahora se están adoptando.
La postura del London’s Tricycle Theater, aunque de corta duración, sin embargo marcó el inicio de un debate público sobre las amenazas de los defensores del Gobierno pro-Israel y la independencia de las instituciones culturales en el Reino Unido. En octubre de 2014 se celebró en el Amnesty International Action Center un debate público titulado «Después del Tricycle, ¿pueden las organizaciones artísticas decir «no» a la financiación de la Embajada?». Durante el debate, la necesidad de estrategias eficaces para impugnar la presión política sobre las artes se hizo más evidente a medida que se reportaron otros casos de censura y de manipulación institucional.
Un ejemplo citado fue la decisión de abril de 2014 del Donmar Warehouse, un teatro situado en el West End de Londres, de censurar una edición que era parte de una serie de debates que acompañó a la producción de Peter Gill «Versalles». Bajo el título de «Conversaciones imposibles», la característica de la serie era acerca de los principales comentaristas políticos y culturales que exploran el legado de la Primera Guerra Mundial. Veinticuatro horas antes de una de las discusiones -«la carta del Sr. Balfour a Lord Rothschild: Cómo la Gran Guerra rehízo el mapa del mundo»- el Donmar Warehouse recibió una denuncia de un donante afirmando que el evento era un ataque al Estado de Israel, una manifestación antiisraelí y antisemita. Amenazas de retirar la financiación acompañaron la queja, así como un compromiso de elevar quejas a instituciones culturales o eventos que contaban o eran financiados por programación con fondos tanto públicos como fiduciarios. Aunque el Donmar Warehouse llevó a cabo la discusión se decidió no publicar la edición al aire junto con las otras discusiones que tuvieron lugar.
La censura institucional y gubernamental en apoyo de Israel también ha entrado en el ámbito académico. En 2015 Eric Pickles, entonces secretario de Estado para las comunidades y el gobierno local, se aseguró la cancelación de una conferencia académica sobre la situación legal del Estado de Israel en la Universidad de Southampton. La conferencia incluía a un profesor de derecho israelí y un activista palestino de derechos humanos, pero Pickles afirmó que el evento daría voz al «golpetazo de la extrema izquierda de Israel, que a menudo se hunde en el antisemitismo», en lugar de ofrecer «una plataforma equitativa para todas las partes del debate». A continuación Michael Gove, el principal azote, se unió a la refriega declarando que «[eso] no era una conferencia, sino un festiva de odio antiisraelí».
En respuesta a la intervención del Gobierno, la universidad retiró el permiso para la conferencia que se iba a realizar en su propiedad por razones de sanidad y seguridad. La universidad afirmó que el evento podría dar lugar a protestas y que no contaba con los recursos para mitigar este riesgo, a pesar de una declaración de la policía confirmando que podría garantizar la seguridad del evento. En abril de 2016 la conferencia fue bloqueada por segundo año cuando los organizadores fueron incapaces de pagar los 29.000 dólares que la universidad les exigía para cubrir el costo de la contratación de seguridad privada y colocar vallas.
El aumento de la participación británica en la represión cultural de los palestinos también se produce a través de la negación de visas del Reino Unido. Las artes, la cultura y la educación ayudan a crear espacios en los que los problemas difíciles se pueden abordar de forma creativa, especialmente cuando participan personas de diferentes orígenes y contextos Por esta razón los intercambios culturales y educativos entre artistas y académicos palestinos e internacionales han sido bloqueados por décadas por el régimen de ocupación de Israel. Más recientemente Israel prohibió al académico británico Adam Hanieh entrar en Israel o Palestina durante 10 años después de que intentase viajar a la Universidad de Birzeit para ofrecer una serie de conferencias. Israel también negó la entrada al escritor palestino basado en el Reino Unido Ahmed Masoud para participar en el Festival de Literatura Palestina en Cisjordania a principios de este año.
Posteriormente también surgió una creciente cantidad de informes con respecto a la denegación de visados por parte de las autoridades del Reino Unido a artistas y académicos palestinos que tratan de llegar a Gran Bretaña para participar en exposiciones, obras de teatro, giras y conferencias. En dos oportunidades denegaron la visa de entrada al Reino Unido a Hamde Abu Rahma, un reportero gráfico palestino -a pesar del respaldo financiero y apoyo de un número de miembros del Parlamento británico- antes de que finalmente se le concediera el permiso para ir a Escocia al Festival de Edimburgo de este año. Se han hecho públicas otras denegaciones de visados a otros artistas palestinos en los últimos años que incluyen a Ali Abukhattab y Samah al-Sheikh, escritores que debían asistir al Instituto de Arte Contemporáneo como partes del festival de Shubbak, y Nabil al-Raee, director artístico del Teatro de la Libertad de Jenin, que debía hablar en una serie de eventos del Reino Unido. El sistema de visados del Reino Unido también se está convirtiendo en un obstáculo para el desarrollo de asociaciones académicas con universidades palestinas. Debido a que es extremadamente difícil obtener información clara sobre el proceso de visa, la capacidad de las instituciones para trabajar en colaboración se ve obstaculizada. A académicos y estudiantes palestinos por igual se les niega la entrada. De acuerdo con el British Council este año, por primera vez, a cinco de cada diez de sus estudiantes palestinos patrocinados se les negaron visas.
En gran medida las artes y las organizaciones de educación se han ocupado de estas cuestiones relativas al ingreso de forma individual, con la esperanza de llegar a una solución mediante el trabajo en silencio con las autoridades del Reino Unido sobre una base de caso por caso. Sin embargo los artistas y académicos israelíes no están sujetos a las mismas restricciones, incluso si proceden de los asentamientos ilegales de Cisjordania. Mientras un colono israelí puede obtener simplemente un visado de ingreso en el Reino Unido, un palestino que vive a la vera del camino debe pasar por un proceso de aplicación costoso y complicado antes de poder viajar, cada vez con menos esperanzas de éxito.
Es esencial que las instituciones británicas se animen a invitar a los palestinos a participar en sus actividades, especialmente cuando el Reino Unido reprime el boicot cultural y ahoga el debate académico con el pretexto de asegurar una plataforma a «todas las partes».
Promover la producción cultural palestina
No es tarea fácil promover el cambio de actitudes y prácticas del Reino Unido hacia la cultura y la identidad palestinas, que han sido relegadas a un papel inferior desde los días de Balfour. Hay, sin embargo, mucho más de lo que los grupos de la sociedad civil y de solidaridad con Palestina están haciendo, y pueden hacer, en el período previo al centenario de la Declaración Balfour, como crear las condiciones para poner fin a la complicidad británica en la censura a los palestinos y por las políticas perjudiciales del Gobierno del Reino Unido en apoyo de Israel.
La presión pública organizada es un elemento clave en la creación de tales condiciones. La poetisa palestina encarcelada Dareen Tatour ha recibido una creciente atención internacional y el apoyo de más de 250 renombrados escritores, poetas, traductores, editores, artistas, intelectuales y trabajadores de la cultura. Tatour cree que esta respuesta internacional podría influir en el resultado final de su caso. «La presión pública», dice, «puede obligar a las autoridades israelíes a reconsiderar la persecución de los artistas, escritores y activistas jóvenes palestinos simplemente porque expresan su rechazo a la opresión». Por lo tanto la sociedad civil palestina y los grupos de solidaridad pueden trabajar de manera conjunta para aumentar la presión internacional por la liberación de Tatour y para intensificar la campaña Alto G4S en solidaridad con todos los presos políticos palestinos.
De manera más general, estos grupos también pueden:
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Utilizar los medios de comunicación, foros públicos, y otro tipo de actividades para aumentar la comprensión de los efectos devastadores de la Declaración Balfour en la población palestina a través de su negación de la cultura y la identidad palestinas y seguir pidiendo al gobierno del Reino Unido la emisión una disculpa oficial.
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Coordinar una campaña creativa de comunicaciones públicas centradas en los ataques de Israel a la cultura y la historia palestinas y a la legitimidad del llamamiento de la sociedad civil palestina al boicot cultural y académico de Israel hasta que cumpla el derecho internacional.
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Proporcionar asistencia legal y otros apoyos a artistas, académicos y programadores culturales que enfrentan la presión política de los defensores pro-Israel y coordinar las actividades para detener a los ministros del Reino Unido de amenazar la independencia de las instituciones culturales y académicas británicas.
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Crear una base de datos exhaustiva que documente los casos de visas denegadas por el Reino Unido a los palestinos en los últimos cinco años para ejercer presión sobre las autoridades británicas para que dejen de tratar a los palestinos de forma diferente a los israelíes cuando se aplican al ingreso al Reino Unido.
Casi 100 años después de Balfour una cosa es cierta: es hora de que el Reino Unido adopte un nuevo enfoque. El centenario presenta una oportunidad para que el Reino Unido no sólo deje de ayudar a Israel en su intento de silenciar y evadir el intercambio cultural con los palestinos, sino para que promueva activamente la producción cultural palestina y asegure que las historias palestinas se difundan.
Se requiere una campaña extremadamente bien coordinada, sin embargo, para asegurar la suficiente presión pública para que el Gobierno del Reino Unido finalmente reconozca el impacto devastador de su intervención histórica y comience a hacer reparaciones por su complicidad pasada y presente en la represión cultural y la actual desposesión de los palestinos.
Notas:
(1) De ninguna manera Tatour es un caso aislado. Es una de los muchos palestinos que recientemente han sido detenidos y encarcelados por trivialidades como mensajes de Facebook. Y el caso contra ella es parte del historial de larga data de Israel de encarcelar poetas palestinos, incluyendo a Mahmud Darwish, Tawfiq Zayyad y Samih al-Qasim.
Aimee Shalan es miembro del comité político de Al-Shabaka y directora de Fobzu (Amigos de la Universidad de Birzeit), una organización benéfica del Reino Unido para apoyar el derecho a la educación de los palestinos. También es cofundadora y directora de Pressure Cooker Arts, una organización sin fines de lucro que promueve las artes y actividades. Anteriormente fue directora de Defensa en Ayuda Médica para los palestinos y jefa de Educación en el Consejo Británico para el entendimiento británico árabe. Ha sido colaboradora habitual de The Guardian y ha escrito para una variedad de medios de comunicación. Enseñó en City University y en la Universidad Queen Mary de Londres y tiene un doctorado en literatura política palestina.