Recomiendo:
0

Colombia

Guamocó: olvidada por el estado y recordada por las multinacionales

Fuentes: Agencia Prensa Rural

Cuando se recorren los caminos y los territorios de las comunidades campesinas, particularmente en el Magdalena Medio, tierra olvidada por el estado en términos de inversión social, nunca había imaginado cuánta diversidad puede existir en estas tierras: de gente, de paisajes, de formas de vida, de subsistencia, de recursos naturales. En esta región se encuentra […]

Cuando se recorren los caminos y los territorios de las comunidades campesinas, particularmente en el Magdalena Medio, tierra olvidada por el estado en términos de inversión social, nunca había imaginado cuánta diversidad puede existir en estas tierras: de gente, de paisajes, de formas de vida, de subsistencia, de recursos naturales. En esta región se encuentra Guamocó, un territorio que ni siquiera aparece en los mapas de Colombia, y sin embargo es un territorio reconocido y valorado por sus pobladores. En términos institucionales Guamocó queda ubicada en el Sur de Bolívar, surcada por el río Tigüí, en las estribaciones de la serranía de San Lucas y las zonas rurales de los municipios de Santa Rosa del Sur (Sur de Bolívar), Simití y El Bagre (Antioquia). Es una extensa región, habitada por colonos que viven allí desde hace más de 30 años de distintas partes del país, como Chocó, Antioquia, Magdalena, Bolívar y Córdoba. Su economía se basa en la minería, agricultura de pancoger, ganadería y pesca. Se cultiva yuca, maíz, plátano, caña, fríjol, ñame, aguacate, piña, chontaduro, y se crían gallinas y marranos. Llegada a la tierra olvidada

 

Salimos de la ciudad de Barrancabermeja el 4 de abril, una comisión de organizaciones convocadas por la Asociación de Hermandades Agroecológicas y Mineras de Guamocó, una organización que nació como iniciativa de las comunidades campesinas en defensa del territorio, los derechos humanos, los recursos naturales y la creación de proyectos productivos autosostenibles para las comunidades campesinas. La Asociación de Hermandades Agroecológicas y Mineras de Guamocó, organización social que agrupa a las comunidades de esta región, se fundó el 24 de junio del 2007 en la vereda Marisosa (municipio de Santa Rosa del Sur). Nuestra comisión estaba conformada por un delegado de la Asociación Campesina del Valle del Río Cimitarra (ACVC), el Internacional Peace Observatory (IPO) y la Agencia Prensa Rural.

Después de tres horas de trayecto y luego de cruzar el río Magdalena, nos adentramos al río Inanea en chalupa. A lo lejos se divisaba la majestuosa Serranía de San Lucas, una cadena montañosa que hace parte de la cordillera central. Un sol resplandeciente y el aire fresco nos acompañaba. Llegamos al corregimiento de Cerro de Burgos, una pequeña montaña sobre la cual están construidas las pequeñas casas rodeadas por el río. Una vez llegamos, emprendimos el camino rumbo al municipio de Santa Rosa (Sur de Bolívar), a través del recorrido se observaba que por esta época los campesinos realizan el barbecho, una práctica ancestral de las comunidades agrícolas que consiste en quemar antes del cultivo o para sembrar pasto en la cría de ganado. Pasamos por una finca, donde según los pobladores los grupos paramilitares asesinaban a los campesinos y lideres comunales y donde luego los botaban al río. Una vez llegamos al municipio de Santa Rosa, se puede notar el comercio, las calles llenas de mercancías traídas de las capitales, la gran cantidad de iglesias cristianas, se alcanza a divisar a grandes rasgos el movimiento de grandes cantidades de capital que sin duda nunca se manifiesta en programas sociales para las comunidades.

Al siguiente día llegamos al corregimiento de Los Canelos. Allí nos topamos con el ejército del Batallón Nueva Granada, al mando del sargento segundo Luis Cárdenas de la Segunda División de artillería. Llegaron en las horas de la tarde y se repartieron por todos los alrededores del corregimiento. En una clara violación al derecho internacional humanitario, se paseaban con sus armas junto a los niños, que, como todos los domingos, salen a jugar a la plazoleta central del corregimiento. De allí partimos en motor canoa a la vereda Cañaveral, para luego continuar nuestro viaje a la primera vereda donde iniciaríamos nuestro trabajo.

Militares de Batallon Nueva Granada, en el corregimiento Los Canelos

Arribamos el 7 de abril a la vereda La Fortuna, en la cual comenzaríamos a conocer el duro trabajo de la minería. Allí fue nuestro primer acercamiento a la dura labor de los campesinos y campesinas mineros. La mina a la que fue toda la comisión se llama La Fortuna, nombre bastante peculiar para una vereda olvida por el estado. Entramos a una mina de veta, que son minas subterráneas de roca dura que requieren excavación. Es un túnel dentro de la tierra de varios metros de profundidad, tanto vertical como horizontal. De allí sacan las rocas, enalgunas de ellas se encuentra depositado el valioso metal. Hombres, mujeres y niños trabajan picando las piedras, que luego serán procesadas en los molinos de piedras de metal, y donde se la aplican químicos como el cianuro y el mercurio. Uno de los métodos de extracción del oro consiste en combinar el material de las rocas con mercurio, extrayendo luego el mercurio por destilación. Este tipo de minería artesanal se ha conservado por muchos años en esta región, donde gran parte de la comunidad participa de una manera u otra en esta actividad.

Extracción de oro en mina de veta

Seguimos muestro recorrido acompañando a Aheramigua. Desde el inicio de nuestro recorrido, después de la vereda La Fortuna, nos adentramos en las selvas de la Cordillera Central. La gran diversidad de plantas con flores de colores y formas que ninguno de la comisión había visto en nuestras vidas, árboles con diferentes formas, y de donde cuelgan otras plantas que se adhieren a sus estructuras imponentes, donde viven miles de animales y sólo se escuchaban los sonidos de los pájaros, de los micos y otros animales que ninguno de la comisión excepto el líder campesino identificaba. Él conocía a la perfección el territorio, los caminos, los nombres de los árboles, de las plantas y de los animales, y todos quedábamos sorprendidos cuando nuestro guía, nos decía y mostraba a lo largo del camino las huellas de los tigres, los venados, de las guaguas. Incluso a alguna de las acompañantes no le gustaba mucho la idea de encontrar en el camino las huellas de los tigres.

Seguimos camino a durante 14 horas sin parar hasta la vereda La Palma Chica. Creo que ninguno de la comisión, a excepción de los líderes campesinos Mauro y Willi, había caminado en su vida desde las 5:00 am hasta las 7:30 pm. Caminamos por la selva, y en realidad, a pesar de ser un camino tan duro, éste no se sentía a comparación del lugar tan majestuoso y tan diferente a la ciudad. Valieron la pena las horas de caminadas interminables por los ríos, con las botas pantaneras mojadas. Valieron la pena los moretones, las caídas, las montadas en mula, que hacen que una persona de la ciudad se gane muchos sustos, pasar las enramadas y las piedras de todos los ríos. Los recursos hídricos son una de las características de esta lugar. Una gran riqueza en aguas manantiales encontramos y gozamos en nuestro recorrido, como cuando se recuerdan, en la cultura típica colombiana, las salidas de olla y sancocho en las festividades decembrinas de las familias de nuestro sufrido, golpeado y querido país.

Llegamos a Palma Chica el día 11 de abril, vereda de aproximadamente 500 habitantes. Se llama Palma Chica porque en este sector abunda una especie de palma que es de un tamaño muy pequeño. Allí, como en todas las comunidades campesinas, nos acogieron en sus hogares, cocinaron sus platos y nos preguntaban cómo era la vida en la ciudad. En el día, en todas las veredas que recorrimos no hay luz eléctrica, en la noche se prenden las plantas de energía que son puestas en virtud de la gasolina que llega de las ciudades después de un largo recorrido a mula y gracias a las habilidades de los campesinos arrieros de la región, teniendo en cuenta que la labor tanto del arriero como del minero requieren de conocimientos y destrezas desarrolladas a lo largo de la vida, de la relación con su entorno y con sus comunidades. Sin duda, no imaginaria, la vida de los arrieros, de la selva y de los animales, con una carretera, simplemente no existirían ninguno de los dos. En esta vereda conocimos la mina Libertad. Esta es una mina al igual que la anterior de veta, pero particularmente es una mina que tiene una historia y un contexto particular. Se llama Libertad porque, según cuentan, era la mina donde los esclavos negros llegaban al igual que en los palenques, en busca de libertad, y la cual los habitantes las nombran como las minas de los antiguos, de los esclavos autoliberados. La comunidad nos mostró en esta mina de 500 metros de profundidad, los troncos de madera que los antiguos utilizaban para las excavaciones, que no eran cortados con sierra eléctrica, sino tallados. Nos mostraron las puntillas, que no eran echas en moldes, sino talladas. Todo en esta mina era un trabajo hecho por los antiguos y por los contemporáneos, una clara demostración de que en este territorio han vivido las comunidades mineras por muchos años. Antes de coger rumbo, miembros de la comunidad nos llevaron al lugar donde antes quedaba la vereda, pero que después de una incursión paramilitar el 7 de agosto del 2002, casualmente el día la de posesión a la presidencia de Álvaro Uribe Vélez, llegaron los paramilitares y quemaron toda la vereda, las casas, la escuela y la iglesia, motivó por el cual muchos de los habitantes se desplazaron.

Luego de hacer nuestro trabajo acompañando a la comisión, salimos rumbo a la vereda Raiceros el 14 de abril, después de recorrer uno de los caminos más empedrados de todas las rutas. Esta es una comunidad que se particulariza por tener una gran cantidad de habitantes afrodescendientes. Allí fuimos a las minas de aluvión, que es otro método y forma de extracción de oro que consiste en minas de cielo abierto o de superficie que adoptan forma de grandes fosas. El método para la extracción es cavar a cielo abierto, con palas y ablandando la tierra con chorros de agua de gran fuerza. Aquí se práctica la técnica artesanal de barequeo, que es un recipiente tallado en un tipo de madera especial, en el cual se depositan las piedras y el barro con agua, para que luego después de una barrida con el movimiento de las manos del minero, salga el preciado metal. Allí las comunidades se reconocían como barequeros, oficio practicado ancestralmente por estas comunidades y del cual están orgullosos ya que requieren destrezas que sólo se adquieren con el paso del tiempo y de la historia.

Extracción de oro con la técnica del barequeo. Vereda Raiceros

Salimos de Raiceros, camino hacia uno de los lugares donde se podía divisar toda la selva montañosa, pero antes de llegar tuvimos que recorrer la mayor subida. Nos elevamos a tal punto que cuando llegamos podíamos observar desde la montaña todo el camino que habíamos atravesado desde nuestra salida, toda la selva se divisaba en su máximo esplendor, y al siguiente día en la mañana, se podía observar las montañas cubiertas de neblina, como si estas fueran las cobijas de la selva en las noches de invierno. Luego partimos hacia la vereda El Alto de las Brisas, mejor conocida por la comunidad por la vereda Las Brujas, donde al igual que en la anterior, es en lo alto de la montaña. Sus habitantes nos mostraron los estragos que los militares ocasionaron a la escuela que los mismos vecinos habían construido. Cuando llegamos ya no quedaba escuela, fue convertido en un lugar donde los militares hacen fogatas y letreros. Aquí terminó nuestro recorrido. En este lugar tomaríamos rumbo hasta la vereda La Fortuna, otra vez y ya entrenados en la selva emprendimos nuestro viaje de retorno, no sin antes llevarnos lo mejores recuerdos de las comunidades que tan hospitalariamente nos acogieron en sus humildes hogares, enseñándonos todo acerca de sus formas de vida y de su hábitat.

De vereda en vereda

Desde la primera vez que llegamos a realizar nuestro recorrido, con la intención de acompañar el proceso de conformación de las hermandades, se puede notar el total abandono del estado en relación con la inversión social. En ninguna de las veredas hay puesto de salud, ninguna ha desarrollado un programa de servicios básicos. En las pocas veredas donde hay escuela es producto del esfuerzo de las comunidades. Para que haya luz, los campesinos tienen que comprar motores y generadores que se abastecen con gasolina, que es traída de afuera a muchas horas de camino en mula y a altos precios.

El motivo de nuestra gira era acompañar a la Asociación de Hermandades Agroecológicas y Mineras de Guamocó, a la conformación de las Hermandades por la Vida. La intención de conformar dichas hermandades era establecer la unión entre las distintas comunidades campesinas, mineras, agrarias y de arrieros de la región, con el propósito de defender el territorio de las políticas de estado que a lo largo y ancho del territorio colombiano entregan nuestras riquezas a las multinacionales. Una de las más graves problemáticas de la región tiene que ver con una nueva política de estado, donde se implanta un bloque de búsqueda para los «mineros ilegales», quienes son todas las comunidades campesinas mineras y agrarias que habitan en la región. Al parecer, para el gobierno son más ilegales las comunidades que han habitado esta región por años, que las multinacionales que extraen nuestros recursos.

Parte de la lucha por el territorio tiene que ver con el arraigo y la apropiación por el territorio. Si bien se dice que los mineros son itinerantes, y que estas comunidades no existen, la realidad muestra otra cosa totalmente diferente: las comunidades que allí habitan llevan más de 30 años habitando este territorio, construyendo sus vidas y las de sus familias en estas tierras. Ellos recuerdan a los antiguos, y los antiguos son sus ancestros, es aquí donde se vive y se comparte alrededor de la vida comunitaria. Sin embargo, el gobierno conformó un bloque de búsqueda, en los departamentos de Santander y ahora en Bolívar, con sanciones económicas y penales para los pequeños mineros campesinos, al mejor estilo de la búsqueda de delincuentes. Todo este bloque de búsqueda a los «mineros ilegales» tiene directa relación con las multinacionales, y en específico con la corporación transnacional de origen canadiense Anglo Gold Ashanti Mines, que tiene su filial en Colombia con el nombre de la Kedahda. Estos territorios de Guamocó, a su vez, están titulados al canadiense John Milller, empresario reconocido de dicha multinacional. El planteamiento de la multinacional se focaliza en la realización de una carretera, con la pretensión de extraer todos los recursos de la zona, tanto el oro, como la madera y los recursos hídricos. Dicho objetivo hace parte las políticas de estado, que so pretexto de declarar a esta región como reserva forestal, no hace titulación de tierras a las comunidades campesinas, y sin embargo, se adjudican y titulan tierras a las multinacionales. Condicionando a los pequeños mineros a sacar un permiso de explotación a través de POT que cuesta alrededor de 45 millones de pesos, dinero que un minero no podría conseguir, pero que seguramente una multinacional que maneja miles de millones de capital sí los tiene.

Estas políticas, claramente, son el reflejo del tipo de gobierno que maneja al estado colombiano, un gobierno que es aliado, no de las comunidades, sino de las corporaciones y de los acaudalados empresarios mundiales. Uno de los grandes peligros que se corre en la región es permitir que esta multinacional entre, no sólo a desplazar a través de grupos militares y paramilitares, como fue el caso de la incursión paramilitar en la vereda Palma Chica (Sur de Bolívar), en la vereda Ventarrón donde destruyeron todo a su paso, y que casualmente, según los registros de propiedad, pertenecen a John Miller.

El gobierno impide la titulación a las comunidades agromineras con el argumento de que esta región es una reserva forestal, pero lo que realmente sucedería con una carretera, como lo pretende la multinacional, implicaría la destrucción de la selva montañosa, y de toda la diversidad de especies que viven en la selva, así como la transformación absoluta de la forma de vida de los campesinos mineros, agricultores y arrieros, convirtiéndolos en simples asalariados, y sin las menores garantías para sus comunidades. Sin contar con que el gobierno delega su responsabilidad social a las multinacionales y a los supuestos beneficios que traería la llegada de las multinacional a la región, como «trabajo para todos», «escuelas» y «salud», y más aun si la carretera que de alguna manera seria necesaria para las comunidades, es construida por la multinacional, siendo ésta una obligación del estado. Por otro lado, el gobierno y las multinacionales amenazan a las comunidades advirtiendo que si ellos no están de acuerdo con la construcción de la carretera y de la llegada de la multinacional, el estado en conjunto con la multinacional construirá una pista de aterrizaje, traerá toda su tecnología de extracción para sacar los recursos naturales, se colocarán tres bases militares para que protejan los intereses del señor John Miller. Este es uno de los muchos y didácticos ejemplos de la «seguridad democrática» aplicados en el gobierno del presidente Álvaro Uribe Vélez.

Conformación de las hermandades

En nuestro recorrido de vereda en vereda, donde se conformaron todas las juntas directivas de base de Aheramigua, la comunidad asistió para escuchar los objetivos de la asociación, de la cual depende la unión en defensa del territorio, de la vida y la dignidad de las comunidades. Parte de la idea de que exista una organización es la generación de proyectos que ayuden a mejorar la calidad de vida de las comunidades y además fortalecer a las que ya existen. El principio fundamental es la alianza y el trabajo mancomunado de las comunidades, en virtud de defender lo que por derecho propio e histórico les pertenece: el territorio.

Parte de la lucha tiene que ver con la unión no sólo de las comunidades campesinas, es la unión de otros sectores sociales, como los estudiantes, los educadores, los sindicatos, los medios de comunicación alternativos, las organizaciones nacionales e internacionales defensoras de los derechos humanos, entre otros. Una de las organizaciones que más ha apoyado el proceso organizativo es la Asociación Campesina del Valle del río Cimitarra (ACVC), una organización campesina que trabaja hace más de 11 años en procesos organizativos de todas las comunidades del valle del río Cimitarra y el nordeste antioqueño. Parte de la experiencia organizativa es alimentarse y aprender de las demás experiencias de otras comunidades que también han tenido que defender su territorio, y que, a pesar de todos los obstáculos por los que han tenido que pasar, siguen resistiendo.

Felizmente culminamos cada uno de nuestros recorridos y nuestras visitas a todas las veredas, con la satisfactoria conformación de las Hermandades por la Vida en las veredas la Fortuna, Palma Chica, Raiceros, Ventarrón y Alto de las Brisas. En cada una de estas veredas, las comunidades constituyeron las juntas directivas de la asociación, con el objetivo de trabajar conjuntamente, de permanecer en comunicación, de generar, desde la unión, proyectos en conjunto para toda la población de la región, como también de construir lazos de hermandades independientemente de la religión, la raza o el género, sólo partiendo de la idea de que todos son campesinos, de que todos viven y comparten en el mismo territorio, y de que nadie más que ellos puede cuidar y proteger este lugar.

Mantener al pueblo ignorante, ¿una política de estado?

Al recorrer la extensa región de Guamocó, es triste llegar a las veredas y ver las escuelas, que con tanto esfuerzo las comunidades han construido, vacías y descuidadas. Claramente se puede observar que el olvido del estado no sólo se ve representado en las necesidades básicas como la salud, el agua potable, saneamiento básico y otras como proyectos productivos autosostenibles, asistencia técnica minera y agrícola, atención integral a población vulnerable, sino que trasciende a algo tan importante y básico como la educación.

Confiados en el cumplimiento de la constitución y de la responsabilidad social del estado de garantizar la educación, por ser éste un «estado social de derecho», la gente de las comunidades ha trabajado con las uñas para sacar adelante la construcción de pequeñas escuelas de madera, a la espera de la entrada de maestros contratados por el estado. Sin embargo no han recibido más que prórrogas a su necesidad y una profunda preocupación al ver cómo sus niños van creciendo sin recibir la posibilidad de la educación.

«Pensar en la escuela significa ir poniendo el acumulado personal de cada uno: ir descubriéndose en las ideas, las creencias, el ser político, en nuestra creatividad, en nuestros mitos, en nuestras imagines de conocimiento, que no son otra cosa que el entramado de significación – personal y colectivo – que nos hace partícipes de una cultura y de una sociedad» (Baquero, 1993).

Escuelas destinadas a reuniones, escuelas que sólo utiliza la maleza que crece a su alrededor, y en el peor de los casos, como en la vereda del Alto de las Brisas, escuelas destinadas a ser la zona de campamento del ejército. Cuando hacen sus visitas a la zona, donde quedan dibujos y palabras escritas en las maderas que forman las paredes, así como huecos en el piso donde prenden el fuego. Esto no tiene nombre, no tiene nada que ver con justicia, con equidad, con el derecho de los niños, ni mucho menos con el cumplimiento de la constitución.

Escuela de la vereda Ventarrón convertida en campamento militar.

Sumado a esto, el gobierno inventa la ley de trasferencias, un fuerte golpe a departamentos y municipios, afectando la educación, la salud, el agua potable y saneamiento básico, donde el mayor perjuicio lo recibe la población vulnerable, es decir la población campesina. El objetivo de estas políticas es recortar las trasferencias que la nación hace a los entes territoriales, al tiempo que se extingue la inversión social en las regiones, volviendo ingobernables e inviables municipios y departamentos ante la imposibilidad de atender los reclamos sociales de la comunidad.

¿Es acaso una de las políticas del estado mantener a la población sin educación, sin la capacidad de aprender, de recordar, de ejercitar su pensamiento, de ser líder? Parece recordar la época de la Conquista y la Colonia, el educar a los esclavos, porque de pronto se sublevaban. ¿Será posible que casi 500 años después, esto pueda tener relación alguna?

La concepción jerárquica de la educación impide el desarrollo sano, equitativo y social de las comunidades rurales y urbanas. Y esto hablando de una educación básica, sin remontarnos a la importancia de realizar una educación especializada para apoyar el estrés postraumático que viven todas las comunidades de Colombia víctimas del conflicto armado. Al escuchar a mujeres y hombres de distintas veredas, recordar situaciones de guerra en las que se han visto envueltos, sus ojos dejan de brillar, se lee en ellos el temor y la desconfianza, y más aún sabiendo que su historia de desplazamiento, puede no haber cesado.

Los habitantes de Guamocó están cansados de su condición de víctimas: víctimas de los paras, víctimas del ejército y ahora víctimas de las multinacionales, por el oro y la madera. La población de Guamocó exige que sean cumplidos los deberes del estado, principalmente en la defensa de los derechos humanos y en la educación de menores y adultos, gente sabia e inteligente de la selva tropical montañosa del sur de Bolívar, que conoce de la naturaleza, de la minería, de la agricultura, del clima, de los ríos, pero que en su mayoría es analfabeta y necesita y merece una educación digna y un gran respeto por su intención de formar niños sanos y que aporten para la construcción de un país más justo, con conocimientos integrales, en ecológica, matemáticas y arte.

El estado, la gobernación de Bolívar y la alcaldía de Santa Rosa del Sur no pueden seguir prorrogando más este derecho de la comunidad. ¿Acaso a este gobierno en particular le interesa tener gente ignorante para poder imponer poder? ¿Es más fácil reprimir a alguien que no conoce sus derechos? ¿O es tanto el presupuesto destinado a esta guerra interminable que no hay presupuesto para costear siete maestros anuales para estas veredas y sectores de Guamocó, entre los que se encuentran La Fortuna, Raiceros, Palma Chica, Ventarrón, Alto de las Brisas, Los Tomates, entre otros?

Guamocó, puede que no aparezca ni en el mapa como una región, puede que nadie conozca la historia de paramilitarismo y terror de esta zona, puede que nadie haya visto en los medios masivos de comunicación información sobre la destrucción total que sufrió la vereda Palma Chica, a causa de incendios causados por los paramilitares el 7 de agosto del 2002, fecha más bien recordada por la primera posesión de Álvaro Uribe Vélez en la Presidencia. Pero la comunidad sí se reconoce, tiene memoria, reconoce sus derechos, valores y sus necesidades, conoce la Constitución que exigen sea cumplida. Por tanto, luego de realizar un censo de la población infantil, líderes de las distintas juntas de acción comunal viajarán próximamente a Santa Rosa del Sur de Bolívar a buscar una solución definitiva a su derecho, convencidos de que sus hijos van a tener la posibilidad de estudiar y de que sus escuelas no serán más invadidas por la maleza, ni por campamentos militares, ni será un espacio deshabitado, sino un espacio para la educación, el arte y la creatividad.

http://prensarural.org/spip/spip.php?article1219

Agencia Prensa Rural
www.prensarural.org
[email protected]