Traducido para Rebelión por Ricardo García Pérez.
Los presos políticos palestinos ilegalmente recluidos en cárceles israelíes están en huelga de hambre y algunos, a punto de morir. Entre la población huelguista hay 200 niños presos, 27 miembros de órganos legislativos palestinos y 456 prisioneros de Gaza a quienes no se ha permitido recibir visitas de su familia desde el año 2007. (1) Mientras, la colonización ha seguido a ritmo incesante. Ramzy Baroud y Jeff Halper sostienen que Israel está «asegurando» el resultado de la misma y que se trata de un escenario de «fin de partida» para apoderarse de la mayor parte de Cisjordania y dejarnos en pequeños cantones. (2) Sin embargo, a juzgar por mis investigaciones del proyecto sionista, meticulosamente planificado, los planes no corresponden a un fin de partida sino a marcar hitos para dar tiempo a los sionistas para consolidar conquistas y prepararse para la siguiente oleada de expansión en los precisos términos en los que Ben Gurion se la describió a su hijo en 1937. Ben Gurion expuso con claridad que el nuevo estado de Israel, cuando estuviera estabilizado en una parte de la codiciada tierra, sería una base para la expansión continua y el futuro crecimiento con o sin acuerdo de los «árabes». (3) He reflexionado sobre lo poco que ha cambiado en los 75 años transcurridos. La Israel colonial sigue saliéndose de sus fronteras y expandiéndose con o sin el acuerdo de los dóciles «árabes». Los dóciles árabes ya existían en 1937 (encabezados por Ragheb Al-Nashashibi) y existían en 1967 y 2012. También ha habido intelectuales árabes y árabes honestos a lo largo de toda la historia.
La colonización sionista no está impulsada por la emoción o la acción azarosa. Se lleva a cabo siguiendo las instrucciones del padre fundador del sionismo político, Theorodre Herzl, en 1897: «debemos investigar y tomar posesión del nuevo país judío utilizando todos los recursos modernos». Los recursos modernos propugnados por Herzl incluyen una estructura metódicamente planificada para expulsar a la población autóctona (con o sin acuerdo de algunos árabes) y crear un gran Estado judío. Herzl no especificó cuál era el tamaño del «suelo necesario», pero Ben Gurion y la gente de su tiempo consideró que podía abarcar nada menos que desde el Nilo hasta el Eúfrates.
Los planes de los colonizadores son asombrosamente parecidos y conocidos gracias a los diarios de Herzl de 1897, a la carta dirigida por Ben Gurion a su hijo en 1937, al plan Allon de 1967 y a los acuerdos de Hebrón de 1997. Es un plan de expansión sin el beneplácito de algunos árabes o, de vez en cuando, con el consentimiento de otros. Estos acuerdos, como los tratados que algunos indígenas norteamericanos firmaron con el gobierno de Estados Unidos en la fase de expansión de este último, fueron y son quebrantados porque no son más que meros instrumentos de consolidación. (4) Creo que, como los viejos jefes indios norteamericanos, algunos palestinos pensaban que estaban haciendo todo lo que podían bajo unas circunstancias muy difíciles. La mayoría de los «jefes» indios norteamericanos no iamginaban, ni comprendían, la auténtica naturaleza de los conceptos y emociones que impulsaban la expansión hacia el Oeste de los colonialistas blancos de Estados Unidos. No profundizaron mucho en los conceptos del destino manifiesto, el pueblo elegido y el racismo que caracterizan a sus opresores. Se podría decir que la ideología de los indios norteamericanos hacía gala exactamente de lo contrario de sus colonizadores y, por tanto, presuponían que los blancos, en última instancia, eran seres humanos con los que se podía negociar en plano de igualdad.
Para los indígenas, la paz es para recuperar la libertad, para vivir con dignidad y, sobre todo, para deshacerse de la bota de la colonización que les aplasta el cuello. Para los colonizadores, la paz es conseguir que la víctima deje de moverse bajo la bota. Para este fin concibieron planes ingeniosos, incluyendo una fuerza de seguridad palestina preventiva. Cualquier ser humano racional puede ver este dictado y desequilibro de poder en las noticias diarias. Así pues, se deja a la población al margen de las decisiones acerca de las «negociaciones», la «reconciliación nacional», intermitente para Naciones Unidas, o cómo se pueden liberar finalmente. Desesperada y en un barco sin brújula ni timón, la población refunfuña y hierve en las bodegas y, después, estalla en revueltas.
Las necesidades y los deseos de los colonizadores y los colonizados no son los mismos. Los ocupantes y colonizadores quieren más oportunidades para progresar a través de la consolidación y el fortalecimiento del statu quo y de que se les permita expandirse más. Nosotros, el pueblo ocupado y colonizado, queremos poner freno y, finalmente, invertir el avance de la injusticia. Los palestinos queremos regresar a nuestros hogares y nuestra tierra y vivir pacíficamente, como hemos hecho durante milenios. Insistimos en el derecho de retorno y la autodeterminación. Insistimos en que el país debe ser multi-étnico, multi-religioso y multicultural. Esta no es una disputa fronteriza, ni una queja por el control ilegal que Israel ejerce sobre los emplazamientos religiosos. Al igual que en la lucha de Sudáfrica bajo el régimen de apartheid, es una batalla que enfrenta a dos concepciones de la zona muy distintas: una, de racismo y apartheid y la otra, de justicia e igualdad.
Los actos esporádicos de heroica resistencia popular no bastan para alcanzar la paz con justicia. Se deben desarrollar acciones coordinadas y conjuntas. Lo que las dificulta es un sistema desarrollado por los ocupantes y aceptado por una parte de la población ocupada. Los beneficios económicos personales mantienen el statu quo. Lo que se hace con el apoyo de una autoridad palestina no es, ni más ni menos, que convertir esta ocupación en la más lucrativa de la historia (como consecuencia de la ocupación, cada año afluyen a las arcas israelíes varios miles de millones de dólares). En la zonas C, por ejemplo, ya se están llevando a cabo acuerdos empresariales entre israelíes y palestinos. Este es el «plan de paz económica» de Netanyahu y otros. Quienes piensen en la posibilidad de trastocar el statu quo son investigados y castigados. La mayoría de los palestinos lo diagnostican de forma excelente y se lo han imaginado. Pero creo que muchos no han empezado a manifestar soluciones o ideas para salir de este charco fangoso que han depositado sobre nosotros los Acuerdos de Oslo (en realidad, iniciados con el programa de diez puntos de 1976). No va a ser fácil y requiere sacrificio. Pero esos individuos engañosos que piensan que tienen un salario o un cargo y no quieren arriesgarse a hacer encallar el barco, deberían volver a pensárselo. Deben pensar cómo vivirán sus hijos y nietos bajo un régimen de racismo y opresión. Esto es igualmente válido para los israelíes y para los palestinos.
La campaña BDS (Boicot, Retirada de Inversiones, Sanciones) nos infunde esperanza. Simon Peres, el arquitecto del arsenal de armas de destrucción masiva de Israel y antiguo criminal de guerra, exponía: «Para exportar es necesario tener buenos productos, pero también hace falta tener buenas relaciones […]. [Si] la imagen de Israel empeora, empezará a sufrir boicots. Ya hay boicot contra nosotros en el ámbito del arte y están empezando a aparecer señales de boicot económico no declarado». Figuras de relieve internacional que combatieron el apartheid de Sudáfrica defendieron con contundencia por qué este asunto puede ser de utilidad en el Israel del apartheid. (5) Pero el BDS no es más que una herramienta y, sin duda, insuficiente para producir el cambio necesario. Tiene que haber un programa estructurado por la población que incluya la articulación de una imagen con objetivos concretos para el futuro. En mi libro Sharing the Land of Canaan [«Compartir al tierra de Canaán»], del año 2004, defendí precisamente un programa así para pasar del apartheid a un Estado de todos sus ciudadanos. Estos conceptos se han hecho acreedores de aprobación generalizada entre los intelectuales y activistas de distintos orígenes religiosos y políticos. Para dibujar esta imagen, necesitamos organización.
La organización requiere una dirección visionaria nacida orgánicamente de una población en pie y madura. No debemos ser reacios a presionar a nuestros dirigentes actuales y, si no están dispuestos a avanzar, debemos entonces establecer una dirección alternativa. TODAS las facciones tienen una dirección envejecida y poco innovadora y TODAS las facciones tienen individuos más jóvenes, llenos de energía y entregados a la causa (pero marginados). Sin duda, el statu quo es devastador para nosotros y no se debe prolongar. Sabemos por la historia que los pueblos se levantarán y RECLAMARÁN un cambio.
¿Ha llegado el momento de que se sumen otras voces a este rugido atronador que ya no se puede ignorar? ¿Podemos organizar reuniones y discutir públicamente el camino a seguir? Mientras que muchos, por ejemplo, sigan debatiendo el fracaso de la «solución de los dos Estados» y algunos expresen futuras concepciones, necesitamos algo más. ¿Podemos, como pueblo, en los territorios de 1948, en Cisjordania y Gaza y en el exilio, crear mecanismos y estructuras que nos lleven adonde decidamos ir? ¿Podemos convencer al mundo e, incluso, a los israelíes, de que estamos convencidos de trabajar por un futuro de paz con justicia y prosperidad para todos? Las voces del pesimismo no deben presidir esta fase crítica. Este debate debe estar abierto a las gentes de buena voluntad de todas las facciones y a individuos independientes. Aunque debe empezar entre los palestinos, posteriormente debemos implicar a aquellos en quienes más se puede confiar de quienes nos apoyan en todo el mundo. Tenemos los recursos: económicos, intelectuales, emocionales y físicos. Quienes tengan habilidades para organizar, que organicen; y quienes tengan habilidades para las labores de difusión en los medios, que se ocupen de hacerlo. Quienes tengan habilidad para trabajar en las redes sociales, que lo hagan. Quienes sepan música, que compongan canciones para la revolución. Imaginemos que aglutinamos al 5 por ciento de los palestinos de todo el mundo, o incluso al uno por ciento, para que participen en esta labor organizada. El cambio que se podría producir sería monumental.
Hoy día, el mundo solo respeta a quienes se respetan a sí mismos y luchan por sus derechos. No tenemos nada de que avergonzarnos como palestinos, aun cuando 7 millones de nosotros sean refugiados o población desplazada. Tenemos mucho de lo que enorgullecernos por nuestra historia. (6) No podemos abandonar ahora que la crisis de Palestina pesa en la conciencia del mundo y cuando las primaveras árabes podrían cambiar la realidad geopolítica de Oriente Próximo en su conjunto. Aun cuando no consigamos alcanzar el objetivo esta vez, el espíritu positivo conseguido con la tarea enriquecerá nuestra vida. Desatará la creatividad y la energía que sabemos que hay en nosotros. El cambio puede y debe producirse porque es nuestro, es una batalla vital para 11,5 millones de palestinos del mundo y para nuestros hijos y nietos… hayan nacido ya o no. Todos y cada uno de nosotros tiene un papel que desempeñar y tiene habilidades y recursos que aportar. Aun cuando comencemos despacio y siendo pocos, crecerá porque no tenemos otra alternativa. Pongamos manos a la obra.
Notas
(1) http://www.alhaq.org/documentation/weekly_focuses/569_palestinian_prisoners_near_death
(2) Ramzy Baroud_ Israel plots an end_game, http://www.foreignpolicyjournal.com/2012/05/03/illegal_settlements_bonanza_israel_plots_an_endgame/; Jeff Halper http://www.aljazeera.com/indepth/opinion/2012/04/2012428124445821996.html, pero véase también la respuesta de Susan Abulhawa a Jeff Halper en http://palestinechronicle.com/view_article_details.php?id=19274#.T6RigYJSHIA.twitter.
(3) Carta de Ben Gurion a su hijo, remitida el 5 de octubre de 1937. Traducción al inglés disponible en http://www.palestine_studies.org/files/B_G%20Letter%20translation.pdf.
(4) Los acuerdos de Oslo fueron una herramienta excelente para que Israel consolidara su posición y, violando la Convención de Ginebra, permitieron a Israel mantener el «control civil» en un territorio algo inferior al 60 por ciento de Cisjordania, denominado «Zona C». En posteriores negociaciones se filtró que muchas personas, como Saeb Erekat, estaban dispuestas a seguir entregando estas zonas a Israel; véase http://www.aljazeera.com/palestinepapers/.
(5) Sobre la necesidad de retirar las inversiones del apartheid israelí, según Desmond Tutu, véase http://www.tampabay.com/opinion/columns/justice_requires_action_to_stop_subjugation_of_palestinians/1227722.
(6) «Popular Resistance in Palestine: A history of Hope and Empowerment», disponible en http://www.qumsiyeh.org/popularresistanceinpalestine/.
Fuente original: http://popular_resistance.blogspot.com.es/2012/05/time_for_change.html