El jueves comenzó en Ginebra la cuarta ronda de conversaciones de paz (llamémosla así) en Siria y lo primero que ha hecho Moscú ha sido pedir al régimen de Damasco que no bombardee las zonas declaradas bajo alto el fuego según lo acordado en las últimas semanas en las negociaciones de Astaná (Kazajistán), gestadas por […]
El jueves comenzó en Ginebra la cuarta ronda de conversaciones de paz (llamémosla así) en Siria y lo primero que ha hecho Moscú ha sido pedir al régimen de Damasco que no bombardee las zonas declaradas bajo alto el fuego según lo acordado en las últimas semanas en las negociaciones de Astaná (Kazajistán), gestadas por Rusia, Turquía e Irán. Rusia, cuyo apoyo militar a Bashar el Asad ha sido decisivo, se ha convertido ahora en la gran potencia interesada en una solución pactada para acabar con seis años de guerra. Pero, ¿cabe esperar algo de Ginebra IV?
¿Habrá finalmente una pax rusa en Siria?
Para evaluar todo esto, primero hay que fijarse en quién está y quién no está en Ginebra.
Estados Unidos ha salido del cuadro sirio. Toda su implicación en el país árabe parece ser la lucha contra el Estado Islámico. Que se sepa, al margen del siempre activo senador John McCain, que ha hecho una visita secreta y relámpago al norte de Siria después de pasar por Iraq, los republicanos que ahora ocupan la disfuncional Administración Trump no muestran mayor interés. De hecho, el nuevo secretario de Estado, Rex Tillerson, ha permanecido casi invisible hasta su viaje a México, y ni siquiera tiene portavoz conocido. El enviado especial para Siria, Michael Ratney, que ocupa este cargo desde el 2015, ha acudido de todos modos a Ginebra.
Tampoco están presentes (una vez más) en Ginebra los kurdos sirios que ocupan una extensa franja del norte del país y a cuya participación se niega Turquía, además de ser vistos por la oposición siria como agentes de Damasco.
Desde luego están asimismo ausentes -y no se les echa de menos- los yihadistas que antes se hacían llamar Frente Al Nusra y el Estado Islámico.
Entre los que acuden, lo más interesante es la presencia en la delegación oficial de la oposición política, el Alto Comité Negociador, del jefe del Ejército del Islam, Mohamed Alloush. El Ejército del Islam es una de las principales facciones armadas, no la mayor pero sí lo bastante representativa. Otra milicia islamista importante, Ahrar al Sham, sumida en problemas internos y divisiones, no acude.
El bloque opositor se completa con dos grupos políticos, la llamada Plataforma de Moscú y la de El Cairo. Sus nombres ya dan a entender de qué pie cojean, y si sirven para algo será para dar color a Ginebra y para airear ideas de pacto que puedan interesarle a Rusia.
De entrada, nadie espera mucho de esta nueva ronda auspiciada por Naciones Unidas, que alberga en su sede suiza el encuentro del equipo negociador de Damasco y las delegaciones de la oposición. La novedad, y no es poca, es que el grupo principal, el Alto Comité Negociador (ACN), ha dicho que esta vez quiere hablar directamente con los representantes del Gobierno sirio (encabezados por el incombustible embajador Bashar al Yafari) en vez de usar el formato habitual hasta ahora, con cada parte sentada en una habitación y el mediador de la ONU, Staffan de Mistura, y su gente yendo de una a la otra.
Como gesto por parte del ACN no está mal, sobre todo teniendo en cuenta que las expectativas son bajas. El propio De Mistura dijo el miércoles que tan solo espera que esto sea el inicio de nuevas conversaciones. El mediador de la ONU, según observa un destacado experto en el conflicto sirio, Aron Lund, estaría buscando la forma de irse desprendiendo del contenido de la Resolución 2254, que data del 2015 y es heredera de los posicionamientos del 2012; es decir, una transición política que dejaría fuera a Bashar el Asad.
El ACN, respaldado por Turquía y Arabia Saudí, mantiene la misma posición de siempre. Sin embargo, la realidad es muy terca y las cosas han cambiado mucho, sobre todo desde que las fuerzas de El Asad reconquistaran Alepo. ¿Las fuerzas de El Asad? Quizás no exactamente. El Hizbulah libanés y las milicias chiíes enviadas por Irán junto a comandantes de la Guardia Revolucionaria iraní han sido los artífices del éxito militar de Damasco en tierra, mientras que Rusia ponía los aviones (entre otras cosas). Hay rumores de que Irán está cambiando la demografía de Alepo y su entorno asentando población chií -procedente de Irak y otras partes.
Ahora Turquía se ve obligada a aceptar la permanencia del presidente sirio y se ha alineado con Rusia en el esfuerzo negociador, como se ha plasmado en los encuentros de Astaná. Ni a Turquía ni a Rusia les interesa que Irán se afiance en Siria. Tampoco que Bashar el Asad salga triunfador de esta guerra. Y de ahí el interés de Moscú en que las negociaciones de paz, tarden lo que tarden, tengan éxito.
Fuente original: http://www.lavanguardia.com/internacional/20170223/42244550149/siria-ginebra-paz-rusa-rusia.html