Nos queda poco tiempo para lograr un cambio fundamental en la política de nuestros Estados para frenar y limitar el cambio climático. Estamos hablando de pocos años pues en 2030 (en menos de 12 años) tendríamos que haber reducido las emisiones de gases de efecto invernadero en más de un 45% para limitar el calentamiento […]
Nos queda poco tiempo para lograr un cambio fundamental en la política de nuestros Estados para frenar y limitar el cambio climático. Estamos hablando de pocos años pues en 2030 (en menos de 12 años) tendríamos que haber reducido las emisiones de gases de efecto invernadero en más de un 45% para limitar el calentamiento global a 1,5º C. Pero ni la política, ni el debate social están a la altura de este reto. Entonces, ¿estamos jodidos?
No lo creo. La historia social, la historia de las revoluciones y de los movimientos sociales, nos da esperanza. Como dijo Lenin: «Hay décadas en las que no pasa nada y semanas en las que pasan décadas». La pregunta es: ¿cómo crear estas semanas en las que pasan décadas?, ¿cómo podemos desencadenar un movimiento social que logre un cambio cualitativo y cuantitativo en torno al debate sobre el cambio climático? ¿Cómo logramos poner en el centro la justicia climática?
En 2016 Mark Engler y Paul Engler publicaron el libro This is an uprising. How nonviolent revolt is shaping the twenty-first century . Los hermanos Engler presentan el modelo del «organizing basado en el impulso», un intento de combinar la metodología del community organizing en la tradición de Saul Alinsky con la dinámica de los movimientos sociales y la resistencia civil.
¿Organizing paso a paso o utilizar la fuerza del torbellino?
El modelo más clásico de organizarnos, el community organizing de Saul Alinsky, es un proceso lento, de construcción de organizaciones de base potentes para lograr cambios sociales concretos paso a paso, aunque se basa en una visión radical de la justicia social. Maribel Casas y Sebastián Cobarrubias resumen los principios del community organizing de la manera siguiente:
Se parte de una serie de personas con lazos entre sí, que comparten un espacio común de interacción cotidiana, siendo este componente territorial el factor de unión. El community organizing trabaja en contextos donde no hay una comunidad como tal, pero sí existe un territorio compartido por diferentes organizaciones, grupos étnicos, religiosos, etc. Parte del arduo trabajo del community organizing es lograr cuajar estas multiplicidades y divisiones.
Se establecen una serie de demandas concretas realizables a corto plazo. A la vez, se mantiene una noción de cambio social estructural y multi-escalar, donde se relacionan temas económicos, raciales, de género, etc.
El énfasis se pone en el proceso, no sólo en las metas de una lucha particular: se tiene muy presente la importancia del proceso de empoderamiento, y de movilización por las necesidades y derechos de cada persona, generando liderazgo por el cambio social donde antes había impotencia y desconexión [ 1 ] .
Esta forma de trabajar tiene sus ventajas. Los cambios sociales conseguidos a través del organizing, aunque son más pequeños, son más estables y más concretos. Pero en el contexto de la emergencia climática tiene una gran desventaja: es demasiado lento. Y no sólo esto, porque construir paso a paso raras veces logra un cambio fundamental, una transformación profunda del pensamiento, un salto cualitativo.
Los movimientos sociales (y las revoluciones) tienen otras dinámicas que no se pueden explicar (ni movilizar) dentro del marco del community organizing. Y son estas dinámicas las que tenemos que entender y utilizar ahora. Los hermanos Engler lo llaman «la fuerza del torbellino». Pero, ¿qué es esa fuerza del torbellino? ¿Cómo hacemos despegar un movimiento social?
Recordemos el 15-M. Lo qué pasó en mayo de 2011 era el torbellino, el despegue de un nuevo movimiento. Aunque parece que ya no existe este torbellino (este es el problema de los torbellinos, no son duraderos), el 15-M significó un cambio cualitativo y cuantitativo de los debates sociales y políticos; fueron unas semanas en las que pasaron décadas. Como dice un articulo publicado en Público, aunque «ninguna de las demandas que enumeró el movimiento 15-M ha sido satisfecha, (…) aquel movimiento ciudadano espontáneo (…) consiguió instalar un discurso y señalar unos problemas que han guiado la vida política del país desde entonces».
Esta fuerza del torbellino es la clave para entender los cambios profundos conseguidos por algunos movimientos sociales. Cuando el movimiento por los derechos civiles de los Estados Unidos planificó la campaña de desobediencia en Birmingham en 1963 intentaron planificar exactamente esto: hacer despegar al torbellino. Antes ya hubo otras campañas como el boicot del transporte publico en Montgomery en 1955, pero la campaña de Birmingham cambiaba profundamente el discurso (y la política). Como dice Alex Browne, las protestas de Birmingham «ejercieron una presión sin precedentes para actuar sobre los derechos civiles en el gobierno federal y, así pusieron en marcha el proceso legislativo. También demostró ser el punto de inflexión en la opinión pública y llevó a la mayoría hasta ahora silenciosa a la acción. Expuso la brutalidad segregacionista del sur a una audiencia internacional. Durante demasiado tiempo, el blanco moderado pasivo había impedido el avance de los derechos civiles. Aunque Birmingham no fue de ninguna manera un remedio total, revitalizó y atrajo el apoyo a una causa delicada. En última instancia, creó una confluencia de fuerzas que obligaron a la administración Kennedy a introducir la legislación de derechos civiles.»
En la historia de los movimientos sociales y de las revoluciones podemos observar muchos otros torbellinos: el movimiento Act UP sobre todo en los Estados Unidos en la década 1980/90, la insumisión de los años 90 en el Estado español, la Primavera Árabe en 2011, etc. Lo que quizás distingue el Proyecto C de Birmingham de muchos otros torbellinos es que estaba planificado conscientemente por el movimiento.
El impacto principal de la fuerza del torbellino es una movilización rápida a gran escala que cambia profundamente el debate social y hace posible lo que antes era impensable. El torbellino por sí mismo raras veces logra cambios profundos, ya que éstos necesitan otro tipo de trabajo. Pero los hace posibles, deseables y hasta urgentes para mucha gente. El torbellino elimina las barreras del pensamiento y hasta puede derrocar dictadores (por ejemplo: Mubarak en Egipto), pero no puede implementar o construir una nueva política o sociedad. Solamente construye el deseo o la idea de que eso podría suceder.
Mientras las organizaciones existentes (organizaciones de presión o del tipo de community organizing paso a paso) muchas veces no son capaces de hacer despegar al torbellino y, hasta tienen miedo de esta dinámica pues parece poco controlable; después del torbellino son precisamente las que pueden aprovechar el discurso cambiado y presionar por la implementación de una nueva política. Dichas organizaciones (ONG, sindicatos, asociaciones de vecindad, entre otras) generalmente se plantean objetivos transaccionales, es decir, objetivos muy concretos que significan una mejora concreta principalmente para sus miembros. Raras veces salen de este tipo de objetivos y esto tiene como desventaja importante que no son capaces de crear la dinámica de torbellino, no son capaces de animar a mucha gente, de inspirar nuevos movimientos.
Por otra parte, los movimientos sociales tienen objetivos transformadores, que nos hacen soñar: el fin de la violencia de género, el fin de las guerras, otro mundo posible. Es difícil traducir estos objetivos transformadores en algo más concreto, transaccional, pero proporcionan una visión, estimulan el movimiento, apelan a nuestros deseos de un mundo más justo.
Aplicando todo esto a la emergencia climática presente, lo que hace falta ahora es desplegar el torbellino con objetivos transformadores. Una posible Ley de Cambio Climático, aunque fuera la mejor ley del mundo, no nos serviría. Necesitamos una visión concreta, objetivos transformadores a otro nivel, objetivos que nos inspiren y nos animen a actuar. La Rebelión contra la Extinción o la campaña By 2020 We Rise Up de la Red Climate Justice Action son propuestas en este sentido.
La resistencia civil: dosificar y planificar los torbellinos
Los torbellinos son poco duraderos y, además, a veces es difícil controlar qué dirección toman; esto supone riesgos. El torbellino polariza, intensifica el conflicto y se nos puede ir de las manos. Las estrategias de la resistencia civil son una manera de combinar el organizing paso a paso con la fuerza del torbellino, pero dosificada y planificada.
Para desplegar un torbellino de manera dosificada y planificada, ¿cuáles son los ingredientes imprescindibles?, ¿qué estrategias y tácticas deberíamos emplear?
El torbellino perturba el funcionamiento normal de la sociedad, no podría ser de otra manera. Necesita de la confrontación, precisa intensificar el conflicto entre el poner la vida en el centro o seguir hacia un camino de destrucción de las bases de la vida y hacia un calentamiento global por encima de los 3ºC e incluso más de 5ºC, con consecuencias catastróficas.
En este sentido, las tácticas de perturbación son claves: bloqueos masivos, ocupaciones, campañas masivas de boicot y de desobediencia civil.
Las acciones de perturbación hacen visible un conflicto, lo intensifican y esto causa polarización y hasta rechazo, lo cual implica ciertos riesgos de una respuesta negativa, de un contragolpe. Para minimizar este riesgo, las investigaciones en resistencia civil señalan aspectos importantes:
La no violencia: al menos en nuestras sociedades, las acciones violentas causan rechazo y proveen una justificación fácil para la represión. Mantener la no violencia de las acciones -que no es lo mismo que la legalidad- es importante para reducir el riesgo tanto de la represión como de una respuesta negativa.
El sacrificio: es decir, exponernos, poner nuestro cuerpo en la línea de batalla, mostrar nuestra cara, pero también hacer visible nuestro esfuerzo. Este tipo de sacrificio -de tiempo, de energía, de exponernos a riesgos- puede producir empatía. La gente se pregunta, «¿por qué hacen eso?, ¿qué les motiva?» y de esta manera se abre un debate. En el sacrificio es importante no reproducir las imágenes y estereotipos patriarcales, no necesitamos ni héroes ni heroínas. El sacrificio también va de la mano de las emociones: nuestra rabia e indignación por la falta de medidas para frenar al cambio climático, nuestra rebeldía…, pero también nuestra alegría, nuestra esperanza y nuestra visión.
Una estrategia de intensificación: No sirve una acción muy espectacular, ni repetir siempre la misma acción. Es necesario tener una idea sobre cómo aumentar la presión, la perturbación del funcionamiento normal de la sociedad, de la economía, de las instituciones. Esto puede significar lograr acciones de desobediencia con cada vez más participación o añadir otras tácticas como: bloqueos de puentes, en el inicio; obstrucción de refinerías y otras estructuras de suministro o extracción de combustibles fósiles, después; ocupaciones y boicots masivos, al final. Llenar las cárceles… Las estrategias de intensificación no solamente tienen como objetivo aumentar la perturbación. Tienen como blanco los distintos pilares de apoyo de ciertas políticas o de un régimen para neutralizarlos o hacerlos caer y, así, hacer cada vez más difícil mantener la política actual.
En su investigación sobre los mecanismos de éxito de los movimientos sociales, Felix Kolb señala que el poder político de la perturbación viene de la mano de su capacidad para romper el funcionamiento normal de las instituciones políticas y/o de algún(os) negocio(s) y crear un sentimiento de crisis [ 2 ] . El movimiento por los derechos civiles de la población afroamericana en los Estados Unidos, aunque continuamente se hablaba del «amor del enemigo», empleó este mecanismo en varias ocasiones. Un ejemplo entre muchos es el Proyecto C, la campaña de Birmingham. Esta campaña contra la segregación en Birmingham, Alabama, consistió en una serie de acciones de boicot que disminuyeron el volumen de negocio de muchos comercios hasta el 40%, seguidas por una campaña confrontadora de sentadas en cafeterías blancas, bibliotecas públicas, así como de acciones de plegaria en iglesias blancas en las que se colaban las personas activistas afroamericanas. Durante la campaña detuvieron a más de 2.500 personas, incluyendo a Martin Luther King Jr. No quedó ni un solo espacio libre en las cárceles de la ciudad.
Las perturbaciones y la polarización tienen sus riesgos, pero sobre todo logran que la gente tenga que posicionarse.
En el caso que nos ocupa las perturbaciones convertirían el problema de la emergencia o justicia climática desde uno más del montón a un problema de los más urgentes.
Al mismo tiempo la polarización causa cierta contramovilización, algo que pasó en Estados Unidos durante las movilizaciones de los movimientos de los derechos civiles o más tarde con el movimiento Act UP. Esto no tiene que ser preocupante si el movimiento es lo suficientemente fuerte, como fue el caso. Es previsible que con una polarización, cuando disminuye el espacio de indiferencia, aunque mucha gente empiece a apoyar al movimiento, también la oposición se radicalice.
Es previsible que un movimiento perturbador y potente sobre justicia climática también causara una polarización y contramovilizaciones y más si nos olvidamos del aspecto de la justicia social, de género, medioambiental, global.
Conclusiones
Aunque es cierto que tenemos que continuar trabajando en nuestros barrios y comunidades para la transición ecosocial y que necesitamos muchas calles, barrios, ciudades y regiones organizadas para la transición, que necesitamos muchos proyectos de transición energética, etc; esto no va a ser suficiente y, sobre todo, va a ser demasiado lento. Si queremos limitar el calentamiento global a 1,5ºC, necesitamos desplegar no solamente un torbellino sino muchos torbellinos. Necesitamos las fuerzas de estos torbellinos para hacer posible lo que ahora es impensable, para transformar profundamente los valores y relatos de nuestras sociedades, es decir, para poner realmente la vida en el centro.
Vivimos en un contexto de emergencia climática y colapso de nuestras sociedades capitalistas y productivistas y, para construir otro mundo -sustentable, justo, democrático e inclusivo- necesitamos una transformación profunda y rápida. Necesitamos crear estas semanas en las que pasan décadas, de las que hablaba Lenin. Sin la fuerza del torbellino no llegarán, sin muchos torbellinos no hay esperanza. Esta fuerza existe y ha mostrado su capacidad en nuestra historia de luchas ecosociales, ¿la hacemos despegar?
Notas:
[1] Maribel Casas y Sebastian Cobarrubias: «Introducción. Community Organizing: el legado de Alinsky en la cultura política estadounidense». En: Saul Alinsky: Tratado para radicales. Manual para revolucionarios pragmáticos, Madrid, 2012
[ 1 ] Felix Kolb: Protest and Opportunities. The Political Outcomes of Social Movements. Campus, Frankfurt y Nueva York, 2007.