Una pregunta: ¿Hamás sólo existe en Gaza o en toda Palestina? A tenor de lo que nos cuentan, parecería que sólo tiene presencia en la Franja. Sin embargo, no es así. Existe en Cisjordania, aunque desde hace unos años se haya vuelto casi invisible. A la fuerza ahorcan, dice un refrán castellano. Hamás comenzó a […]
Una pregunta: ¿Hamás sólo existe en Gaza o en toda Palestina? A tenor de lo que nos cuentan, parecería que sólo tiene presencia en la Franja. Sin embargo, no es así. Existe en Cisjordania, aunque desde hace unos años se haya vuelto casi invisible. A la fuerza ahorcan, dice un refrán castellano.
Hamás comenzó a replegarse en Cisjordania a raíz de las detenciones de cerca de un millar de sus militantes por el ocupante sionista tras la captura por parte de militantes palestinos del soldado israelí Gilad Shalit, en junio de 2006. En esa razzia al estilo nazi, Israel detuvo no sólo a militantes de base sino además a 64 altos funcionarios del movimiento, varios ministros (como el de Finanzas, para hacer quebrar la nueva administración) y 42 miembros del Consejo Legislativo Palestino, elegidos masivamente en las elecciones que ganó, limpia y democráticamente -obtuvo 444.000 votos-, la organización islamista ese mismo año.
La estrategia de Israel era terminar con la infraestructura de Hamás (sociedades, cooperativas y todo tipo de organizaciones de la red de asistencia social, incluyendo la asistencia a los prisioneros) y allanar así el camino de Fatah y su control de la Autoridad Palestina.
Y se terminó de replegar hasta casi hacerse invisible cuando la organización en Gaza tomó el control de la Franja, en junio de 2007 y la consiguiente razzia que la «Autoridad Palestina», dirigida por el colaboracionista Mahmoud Abbas, realizó contra los islamistas. Según éstos, se puede contabilizar en más de 30.000 las detenciones, bien permanentes (en número de 600) o bien sólo con carácter intimidatorio o con afanes de lograr información, así como decenas de cierres de sus organizaciones (unas 150) y confiscación de todos sus activos financieros en Cisjordania. Además, unos 1.200 de sus militantes han sido despedidos de sus trabajos, especialmente aquéllos que lo hacían en instancias gubernamentales de la llamada Autoridad Palestina. Y esta purga de islamistas ha llegado a la Universidad. De hecho, hoy es prácticamente imposible encontrar a un representante de Hamás, que hable como tal, en cualquier foro, incluyendo los universitarios. Aquí también Israel ha llevado de la mano a la AP, indicando cómo tiene que trabajar para impedir que nadie exprese una opinión que vaya en contra de las negociaciones.
No es la primera vez que Hamás hace como el Guadiana, aparecer y desaparecer en función de una situación de crisis. Ya lo hizo en 1992, cuando Israel deportó al sur de Líbano a 416 de sus militantes y de la Yihad Islámica. Ahora, en Cisjordania, Hamás no quiere exponer a sus militantes a una nueva oleada represiva de las fuerzas colaboracionistas de Abbas. En esto, Abbas se comporta como el mariscal francés Petain con los ocupantes nazis: les hace el juego sucio. A diferencia de Yasser Arafat, que mantuvo una prudente relación con los islamistas y los utilizó para fortalecer su posición negociadora, apareciendo como el único que podía contener a los islamistas, Abbas no duda en intentar destruir a Hamás por todos los medios.
Hamás sabe que la debilidad de Abbas, y de Fatah, juega a su favor. La incapacidad de éstos para presionar a Israel, conseguir algo de Obama y detener la construcción y ampliación de las colonias -«asentamientos», en la neolengua occidental y sionista- en Cisjordania refuerza día tras día a los islamistas. La corrupción de la AP, el paro galopante (sobre el 25%, una de cada tres familias está afectada) y la inacción de Abbas ante Israel han convertido a Hamás en la esperanza del pueblo palestino.
Cambios sutiles y no tanto
El perfil bajo de Hamás en Cisjordania se enmarca también en el sutil cambio político que se está produciendo en la organización islamista. Poco tiempo después de la agresión israelí contra la Franja (finales de 2008-comienzos de 2009) destacados dirigentes de la organización han expresado en diferentes foros y ante visitas internacionales (las pocas que han podido entrar en la Franja, aún sometida a un bloqueo brutal por Israel, Egipto y la famosa y democrática «comunidad internacional») que están dispuestos a formar parte de «la solución al conflicto». Es decir, la convivencia junto a Israel. Hamás ya ha aceptado públicamente un estado circunscrito a las fronteras de 1967 y ha participado -aunque le sirvió de poco, pese a ganar con limpieza, puesto que su triunfo no fue reconocido ni por Fatah ni por Israel y sus muy «democráticos» aliados en Occidente- las elecciones de 2006 que son, entre otras cosas, consecuencia del proceso iniciado en Oslo en 1993, rechazado tanto por los islamistas como por la izquierda palestina.
Curiosamente, mientras crece su popularidad en Cisjordania comienza a descender en Gaza. En la Franja, Hamás desempeña el gobierno y algunos ven en el comportamiento de sus funcionarios una similitud con las prácticas corruptas de Fatah. Ya lo dijo un alto responsable de la organización, tras hacerse con el control de la Franja en 2007, «es más fácil oponerse a la ocupación israelí que dirigir un gobierno».
Y, además, está el hecho de que una parte de la juventud gazatí, desempleada y sin futuro, considera que la «moderación» política de Hamás aleja la posibilidad de lucha contra Israel, por lo que están comenzando a acercarse a organizaciones islamistas como Jaish al-Islam, Jaish al-Sunna y Jund Ansar Allah. Con esta última Hamás tuvo un enfrentamiento sangriento el mes de agosto de 2009, cuando sus militantes proclamaron un «emirato islámico» en Rafah, poniendo de manifiesto que la nueva estrategia de Hamás es no permitir ningún movimiento que amenace no sólo su predominio en Gaza sino el monopolio de la resistencia contra Israel. Pero tras el enfrentamiento armado -que causó 20 muertos entre los militantes de Jund Ansar Allah, entre ellos su principal dirigente-, realizó un significativo guiño a estas organizaciones islamistas decretando la imposición del hijab para las mujeres y separando niños de niñas en las escuelas de la Franja.
Hamás quiere ser visto como el referente de la resistencia palestina y en este escenario juega un papel nada desdeñable el posible intercambio de prisioneros: el soldado sionista Shalit, por un lado, y un millar de palestinos, por otro. Esta es la gran baza de Hamás para presentarse de forma clara y palmaria ante el pueblo palestino como la alternativa a la OLP (convertida en una simple sigla que otorga «legitimidad» a la política de Abbas) en las elecciones de junio de 2010, tal y como se recoge en el acuerdo de reconciliación Hamás-Fatah elaborado por Egipto, si es que se firma finalmente, algo que no parece probable a corto plazo dado que Hamás ha exigido modificaciones al acuerdo tal y como está redactado mientras que Fatah -apoyado por Egipto- se niega en redondo puesto que le favorece ya que de esa forma volvería a Gaza.
El papel de Egipto
Dado que Hamás salió reforzado del ataque israelí contra Gaza, y conscientes que el tiempo juega a favor de la organización islamista, a Abbas y a Fatah sólo les queda esperar que la presión de Egipto haga mella en Hamás. Y Egipto se ha puesto con ahínco a la labor. En los últimos meses ha lanzado una serie de mensajes esclarecedores: construcción de un muro de hierro que asfixiará aún más a la cercada población de Gaza, total impedimento a la ayuda exterior -sea política o material- como lo ocurrido con el convoy solidario «Viva Palestina». Egipto quiere poner a Hamás ante la dura realidad del poder y la geografía. Es decir, la moderación.
Egipto ha cerrado el círculo iniciado en 2005 cuando, en virtud de los acuerdos con Israel tras la retirada de éste de Gaza, solicitó «maniobrabilidad» -es decir, la aquiescencia israelí para sus relaciones con la Franja- y reforzar así su papel en la política palestina. Todo se presentaba color de rosa. Hasta 2006. El triunfo de Hamás en las elecciones supuso un golpe para todos: Fatah, Israel y Egipto. El régimen de Murabak vio el peligro que suponía el ejemplo y comenzó a temer un estrechamiento de relaciones entre Hamás y la Hermandad Musulmana egipcia.
Ésta fue una baza que supo jugar Hamás para intentar evitar la presión de Egipto y equilibrar la influencia de El Cairo con la de Damasco. Como consecuencia, Egipto se encontró con más dificultades de las previstas. El régimen de Mubarak veía la experiencia de gobierno de Hamás como un desafío interno a medio plazo puesto que el modelo comenzaba a ser imitado por la Hermandad Musulmana. Además, la relación entre Hamás e Hizbulá -puesta de manifiesto con la captura de un militante de la organización político-militar libanesa, como así fue reconocido por ella, mientras realizaba tareas de solidaridad con los gazatíes tras la guerra desatada por Israel a comienzos de 2009- puso tremendamente nervioso al régimen, que comenzó a hablar de Hamás como «un problema de seguridad» para Egipto.
Ahora la situación da un nuevo y brusco giro con la nueva vuelta de tuerca de Egipto. Es una especie de Plan B: dado que no ha surtido efecto sobre Hamás la política anterior, el régimen de Mubarak considera que hay que someter a la organización a una mayor presión para que se doblegue. Con la construcción del muro Egipto quiere «detener el contrabando de armas, debilitar a Hamás y, de esta forma, hacer que disminuya la autoconfianza de la organización islamista en sí misma. En paralelo, y con menor repercusión mediática, Egipto está imponiendo fuertes restricciones a la circulación a través del paso de Rafah y está expulsando del país a familiares de significados dirigentes de Hamás, en especial a quienes estaban cursando estudios en el país del Nilo.
De cómo responda Hamás dependerá el futuro no ya de la Franja de Gaza, sino de toda Palestina y, en último extremo, la región. Egipto ha dado un paso al frente en la alianza anti-Hamás, pero, al mismo tiempo, existe cierta preocupación entre su clase dirigente por la respuesta islamista. Si Hamás opta por ceder, Egipto volverá a ser el eje sobre el que pivota la cuestión palestina. Pero si Hamás se enroca, los islamistas de Jaish al-Islam, Jaish al-Sunna y Jund Ansar Allah pueden considerarse legitimados para recurrir a la violencia dentro de Egipto por su colaboración con el enemigo sionista y hacia Israel.
Alberto Cruz es periodista y escritor.