Inmensos recursos financieros, diplomáticos y mediáticos han invertido los Estados Unidos infructuosamente en fomentar una mercenaria y raquítica quinta columna interna, que sus propios documentos reconocen como intrascendente y malograda Hace medio siglo, el 2 de junio de 1964, en la primera plana del diario Revolución aparecía una nota suscrita por el entonces primer ministro […]
Inmensos recursos financieros, diplomáticos y mediáticos han invertido los Estados Unidos infructuosamente en fomentar una mercenaria y raquítica quinta columna interna, que sus propios documentos reconocen como intrascendente y malograda
Hace medio siglo, el 2 de junio de 1964, en la primera plana del diario Revolución aparecía una nota suscrita por el entonces primer ministro Fidel Castro, en la que se denunciaba una abominable escalada en los incesantes ataques desde Estados Unidos contra Cuba: «Se ha tomado en consideración la probabilidad de que el imperialismo está intentando o ensayando el uso de una nueva modalidad de agresión más brutal e inhumana: el uso de armas bacteriológicas o virales contra nuestra economía y nuestro pueblo».
Los antecedentes, revelados en documentos desclasificados, y la cadena de acontecimientos posteriores que han infligido numerosas pérdidas de vidas, incluso de niños, y enormes daños a la salud y la economía cubanas, han confirmado sobradamente la responsabilidad del Gobierno de Estados Unidos en estos hechos.
Tal convicción se fundamenta en la absoluta falta de escrúpulos de la política yanqui en su obsesión por el «cambio de régimen» en Cuba. La desfachatada fundamentación de su fracasada estrategia de guerra económica, dejó bien claro el propósito de asfixiar al país, bloquear toda la gestión gubernamental, para que el pueblo, hambreado y desesperado, se rebelara contra las autoridades revolucionarias y propiciara la intervención y restauración de la «normalidad» conveniente al Imperio. Les falló también en Girón, y con la liquidación miliciana del bandidismo, cruentas agresiones devenidas épicas victorias populares. La esencia de esa sostenida política criminal contra todo principio ético y de derecho internacional, no ha variado hasta hoy. Solo cambian las prioridades tácticas y los rostros presidenciales, también de los sumisos aliados y servidores.
Así, luego de incontables atentados y sabotajes y de inundar la nación de plagas y enfermedades letales, convirtieron a connotados terroristas con largas hojas de servicio a las órdenes de la CIA en «hombres de negocios y políticos» que se encargarían de los destinos de su victimado país de origen tras la supuesta caída de la Revolución. Inmensos recursos financieros, diplomáticos y mediáticos han invertido infructuosamente en fomentar una mercenaria y raquítica quinta columna interna, que sus propios documentos reconocen como intrascendente y malograda. Sin deshacerse de unos promueven y premian a otros, preferentemente expertos y nativos digitales. No importa cuánto acrecentado cinismo y dinero haya que derrochar para disfrazar el mismo avieso objetivo, ni cuánto sufriría nuestro pueblo si lograsen alcanzarlo.
En los últimos años están poniendo casi todos sus huevos podridos en la canasta de la subversión. Nada nuevo. La misma idea desde el añejo bloqueo, solo que extremarlo en cuanto a su eficiencia dañina al mismo tiempo que maniobrar para mejorar la imagen imperial a la vista de los cubanos. Y potenciar, manipular y magnificar efectos negativos de dificultades y defectos reales.
Ello transcurre en un cambiante escenario internacional en el que los propósitos imperiales permanecen invariables, pero las realidades económicas, políticas y militares les obligan a otorgar la mayor prominencia en su arsenal agresivo a la Guerra No Convencional. Diseñada hace más de cinco décadas, busca el mismo fin estratégico de derrocar gobiernos indóciles a sus intereses, mediante diversas formas de erosión paulatina y prolongada aprovechando eventuales debilidades y vulnerabilidades del país objetivo. De ello ha venido alertando Raúl en sus más recientes intervenciones, al referirse a evidentes analogías de los procedimientos descritos en manuales de las Fuerzas Armadas de Estados Unidos con los métodos aplicados «en varios países de nuestra región latinoamericana y caribeña, como hoy sucede en Venezuela» y, con matices similares, en otros continentes, fundamentados en todas las modalidades subversivas. Cuba ha sido escenario, y sigue incluida, en su teatro de operaciones.
¿Hasta cuándo tendremos que soportar esta multiforme y perversa agresión permanente? No lo sabemos. Pero sí que los cuantiosos medios y personajillos de su renovada ofensiva subversiva, y quienes ex profeso o por tontería útil sirvan al juego enemigo, pasarán al mismo basurero de la historia donde yacen todos los anteriores planes y acciones agresivas que nuestro pueblo unido seguirá derrotando, aunque tengamos que completar el siglo de espera combatiente.