Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens
Generalmente se reconoce que el proceso de paz de Oriente Próximo está de capa caída, casi moribundo. La expansión de los asentamientos israelíes dentro de Palestina continúa, y los dirigentes de la OLP se niegan a participar en nuevas conversaciones de paz sin una congelación de los asentamientos, a sabiendas de que ninguna nación árabe o islámica aceptará un acuerdo general mientras Israel retenga el control de Jerusalén Este.
Objeciones de EE.UU. han impedido los esfuerzos egipcios por resolver diferencias entre Hamás y Fatah que podrían llevar a elecciones en 2010. Ante este impasse, los dirigentes de la OLP han decidido que el presidente Mahmud Abbas continúe en el poder hasta que se puedan realizar elecciones, una decisión condenada por muchos palestinos.
Incluso a pesar de que Siria e Israel, bajo el gobierno de Olmert, casi habían llegado a un acuerdo con la ayuda de Turquía, el actual primer ministro, Benjamin Netanyahu, rechaza a Turquía como mediador respecto a las Alturas del Golán. No hay una alternativa aparente a la vista.
La asamblea general de la ONU aprobó un informe emitido por su consejo de derechos humanos que pedía que Israel y los palestinos investigaran acusaciones de crímenes de guerra, pero parece poco probable que haya reacciones positivas.
En resumen: las resoluciones de la ONU, las convenciones de Ginebra, los acuerdos previos entre israelíes y palestinos, la iniciativa de paz árabe y las políticas oficiales de EE.UU. y de otras naciones, todo está siendo ignorado. Mientras tanto la demolición de casas árabes, la expansión de asentamientos israelíes en Jerusalén Este y Cisjordania, y la obstinación palestina amenazan toda perspectiva real de paz.
Una preocupación más inmediata es que los que están sitiados en Gaza enfrentan otro invierno de intenso sufrimiento personal. Visité Gaza después de la devastadora guerra de enero y observé a gente sin vivienda acurrucada en carpas improvisadas, bajo planchas de plástico, o en cuevas excavadas en los escombros de sus antiguas casas. A pesar de la oferta de garantías de dirigentes palestinos y agencias internacionales de que no se utilizarían materiales importados aunque fuera para propósitos militares defensivos, no se permite que pasen cemento, madera y vidrio por los puntos de ingreso hacia Gaza. EE.UU. y otras naciones han aceptado esta situación abominable sin una vigorosa acción correctiva.
He discutido maneras de ayudar a los ciudadanos de Gaza con una serie de dirigentes árabes y europeos y su reacción común es que el bloqueo israelí imposibilita toda ayuda. Los donantes señalan que han suministrado enormes fondos de ayuda para construir escuelas, hospitales y fábricas, sólo para verlas destruidas en unas pocas horas por bombas de precisión y misiles. Sin garantías internacionales, ¿quién arriesgará pérdidas semejantes en el futuro?
Es hora de enfrentar el hecho de que, durante los últimos 30 años, ninguna nación ha sido capaz o ha estado dispuesta a romper el impasse y a inducir a las partes en disputa a cumplir con el derecho internacional. Ya no podemos esperar más. Israel ha argumentado hace tiempo que no puede negociar con terroristas, y sin embargo ha vivido un año sin terrorismo y todavía no puede negociar. El presidente Obama ha prometido una participación activa del gobierno de EE.UU., pero no se han iniciado conversaciones de paz formales y no se ha propuesto un marco exhaustivo para la paz. Las potencias mundiales deben actuar individual y colectivamente.
Un reciente rayo de esperanza ha sido la decisión del 8 de diciembre de los ministros de exteriores de la UE de reafirmar los antiguos requerimientos básicos para la paz comúnmente aceptados dentro de la comunidad internacional, incluyendo que las fronteras de Israel previas a 1967 prevalezcan a menos que sean modificadas por un acuerdo negociado con los palestinos. Una semana después, la nueva jefa de la política exterior de la UE, la baronesa Catherine Ashton, reiteró esa declaración en términos aún más contundente y pidió que el Cuarteto internacional sea «revigorizado». Es una perspectiva prometedora.
El presidente Obama tuvo razón al insistir en una solución de dos Estados y una congelación total de los asentamientos como base para las negociaciones. Ya que Israel ha rechazado la congelación y los palestinos no negociarán sin ella, un paso lógico sería que todos los miembros del Cuarteto (EE.UU., la UE, Rusia y la ONU) apoyaran la propuesta de Obama, declarando la ilegalidad de toda expansión ulterior de los asentamientos y negándose a vetar decisiones del consejo de seguridad de la ONU para condenar semejantes asentamientos. Eso podría refrenar a Israel y también llevar a los palestinos a la mesa de negociación.
Al mismo tiempo, el Cuarteto debiera unirse a Turquía e invitar a Siria e Israel a negociar una solución a la disputa por las Alturas del Golán.
Sin achacar culpa a ninguna de las partes en disputa, el Cuarteto también debería comenzar a reconstruir Gaza organizando esfuerzos de ayuda bajo el control de un enviado especial activo, supervisando un cese al fuego entre Israel y Hamás, y mediando en una apertura de los cruces. Los gritos de gente sin vivienda y que pasa frío exigen una ayuda inmediata.
Es hora para una acción audaz, y la época para el perdón, la reconciliación y la paz.
© Guardian News and Media Limited 2009
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