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«Hay que volver al repasador y la bicicleta»

Fuentes: www.eco-sitio.com.ar

El confort, la concentración demográfica y el consumo excesivo de hidrocarburos son factores de alteración climática. Pero, dice Barnes, buena parte de la humanidad puede extinguirse antes, por la maldad social y política. La Academia Nacional de Ciencias incorporó al geólogo y paleontólogo canadiense Chris Barnes, como miembro de honor. La trayectoria académica y autoral […]

El confort, la concentración demográfica y el consumo excesivo de hidrocarburos son factores de alteración climática. Pero, dice Barnes, buena parte de la humanidad puede extinguirse antes, por la maldad social y política.
La Academia Nacional de Ciencias incorporó al geólogo y paleontólogo canadiense Chris Barnes, como miembro de honor. La trayectoria académica y autoral de Barnes quedó manifestada en su ponencia titulada «Entendiendo los procesos y eventos oceánicos, climáticos y tectónicos». En Victoria (Canadá), dirige el Proyecto Neptuno, consagrado a la investigación y vigilancia submarina de una enorme área situada en el Pacífico. En diálogo con La Voz del Interior, dejó una tenue esperanza en que el hombre deje de ser autodestructivo.

-Tras largo apego al futurismo, el público ha vuelto a interesarse en el pasado. ¿A qué se debe?
-A que la mente necesita de una revitalización periódica y por eso las tendencias se reproducen cíclicamente. Lo mismo que ocurre con las modas. Muchos de los grandes museos de Ciencias Naturales fueron construidos para albergar dinosaurios, a medida que se descubrían sus restos y éstos capturaban la imaginación universal. Hemos visto cuánto fascinan películas como Parque Jurásico y la más reciente Era del Hielo. Por otra parte, las advertencias científicas acerca de un cambio climático global también influyen.

-La prehistoria y los dinosaurios, ¿realmente nos dejan alguna lección?
-Varios grandes grupos de reptiles se extinguieron durante o hacia fines del Cretácico. Prevalece la idea de que un asteroide se estrelló sobre depósitos de sal y yeso en Yucatán (México), y los volatilizó de tal forma que la luz y el calor del sol se redujeron a causa del polvo atmosférico y la lluvia ácida. Los dinosaurios, acostumbrados a las temperaturas de invernadero de los períodos jurásico y cretácico, no pudieron adaptarse al enfriamiento planetario. El nuevo entorno afectó asimismo a la flora con la cual se alimentaban. En cambio, los mamíferos, que en su mayoría eran pequeños y nocturnos, sobrevivieron. Si alguna lección nos aporta a los seres humanos (que también somos mamíferos), sería la conveniencia de ser adaptable y movible; de evitar la sobre especialización, y de mantener una variedad de hábitats y dietas. Sin embargo, ahí es donde estamos fallando. Todo se orienta hacia la superpoblación de ciertas áreas, al consumo desenfrenado de los recursos, y a la destrucción del ambiente.

Lo que dejó el tsunami

-El maremoto de 2004, ¿fue el resultado de fallas humanas o un desastre natural que se podría haber amortiguado?
-El tsunami de 2004, con epicentro cerca de Sumatra, fue un hecho excepcional marcado por una rápida sucesión de terremotos y por más de mil kilómetro de ruptura de la corteza oceánica, a lo que se sumó un desplazamiento vertical de muchos metros. El maremoto resultante golpeó las costas de Indonesia y Tailandia, que carecían de un sistema avanzado de advertencia y de medios para poner sobre aviso a otras comunidades costeras.

Contaminación

-La naturaleza, ¿podrá sobrevivir al hombre?
-En el pasado remoto hubo incontables cambios climáticos, de cortos a largos. Se los está documentando con las investigaciones en las capas de hielo de Groenlandia y la Antártida. El planeta lleva unos seis mil años de gran estabilidad, si tenemos en cuenta que la última glaciación ocurrió hace sólo 10 mil. El verdadero peligro hoy parece radicar en la explotación salvaje de las reservas de hidrocarburos. Por combustión, en menos de 200 años habremos convertido en gases contaminantes lo que la Tierra tardó millones en producir y ahorrar. El Comité Intergubernamental de Cambios Climáticos (IPCC, por sus siglas en inglés) ha predicho que el nivel de dióxido de carbono en la atmósfera subirá de las 350 partes por millón, registradas en 1950, a 1.100 por millón en menos de un siglo. Esto aumentará la temperatura global, derretirá los hielos y elevará el nivel del mar, recalentando los océanos. El hábitat terrestre puede variar enormemente.

– ¿Qué conductas tendríamos que modificar o incorporar?
– Con una población en aumento, que aspira a un alto nivel de confort y consumo, queda poca esperanza de que esas mismas sociedades puedan reconocer las amenazas globales y reducir los riesgos. Las medidas deben ser compulsivas. Algunas son tan simples como dejar de vender lavaplatos, por el gasto superfluo de agua, y andar menos en auto. Hay que volver al repasador y a la bicicleta. En lo macro, basta ver un mapamundi para notar que todos vivimos cerca del mar o de las costas, concentrando actividades y densidad. El problema acaso no es tanto la superpoblación, como el desequilibrio de que pocos residan tierra adentro.

– ¿Qué opina de la polémica entre la Teoría de la Evolución y el Diseño Inteligente (de Dios)? ¿La religión es enemiga de la ciencia?
– La primera fue introducida por Charles Darwin y está probada científicamente. El Diseño Inteligente es una marca registrada por el Creacionismo Científico, que adoptó ese nombre para implicar connotaciones científicas que no son parte de su metodología, ni de una doctrina apoyada por sectores de Estados Unidos. Allí es donde se produjo la controversia. Tanto Diseño Inteligente como Creacionismo Científico surgen de creencias religiosas que reniegan de hechos comprobados, en geología y biología, que demuestran el origen de las especies.

– Hipotéticamente, ¿cómo moriremos? ¿Por congelamiento, por una ola gigante, por calor o por falta de ozono?
– No creo que nos vayamos a morir todos juntos, como los dinosaurios. Algo estamos progresando, en la reparación del agujero de ozono. Para aniquilar a toda la civilización haría falta una catástrofe de proporciones mucho mayores a un terremoto o tsunami. Preocupémonos por cuestiones menos hipotéticas. A África le va peor que si le hubiera pegado un meteorito. No necesitó de una catástrofe ambiental para estar como está y correr el peligro de extinción.

 

 

Rosa Bertino
De Redacción La Voz del Interior