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Entrevista a Tarek William Saab

«He podido descender a los infiernos y sobrevivir»

Fuentes: Rebelión

Antes que nada, Tarek William Saab es poeta, oficio en el que ha sido reconocido como un baluarte por otros oficiantes del verso en Venezuela y América Latina. Sólo que esta condición se le ha agazapado por la ebullición política de la época. -Tu trayectoria fundamental es en la poesía, ¿que ha sido de la […]

Antes que nada, Tarek William Saab es poeta, oficio en el que ha sido reconocido como un baluarte por otros oficiantes del verso en Venezuela y América Latina. Sólo que esta condición se le ha agazapado por la ebullición política de la época.

-Tu trayectoria fundamental es en la poesía, ¿que ha sido de la vida del poeta en estos años de brega política?

-He tenido un respeto muy grande a la poesía y a la literatura, porque ha sido una de las bases de mi formación humana, como persona, como ciudadano, como revolucionario, desde la lectura y desde la escritura, las dos cosas, no solamente escribir poesía, sino leer mucha literatura. Yo creo que es un placer para mí que se ha convertido en un método, en una forma de vida, en una característica de mi existencia. Como tú entenderás, independientemente del hecho político, he seguido leyendo de manera enorme, casi diaria, sobre todo literatura, y en el caso de que no sea literatura, narrativa y ensayo político y filosofía. Y también psicología, en un grado importante.

Pero el ritmo de lectura de Saab no es proporcional al de su escritura. Reconoce que lo hace menos que antes, cuando tenía más tiempo, como en los años 80 y 90. A pesar de eso, en los últimos diez años ha publicado de tres a cuatro libros, incluido En un paisaje boreal, una especia de antología de 1984 a 2007, editado por El Perro y La Rana.

escribo menos que antes, que los años 90 y 80, cuando tenía más tiempo. Para escribir hay que tener tiempo. No es que no haya escrito, sí lo he hecho: en los últimos diez años he publicado de tres a cuatro libros. Y recientemente hubo que me publicó la editorial El Perro y la Rana, En un paisaje boreal, que es una especie de antología de 1984 hasta el 2007.

«Yo no tengo una disciplina que levanto todos los días a las seis de la mañana a escribir, como un método mecánico… a mí me surgen como unas imágenes que se me van cruzando, cruzando en el tiempo y llega el momento en que cuando comienzo a escribir, salen. Entiendo que hay escritores que lo hacen así (con método), pero no es mi caso.

-¿Nunca ha seguido un método?

-Nunca. Lo que sí ha sido como una constante es escribir de noche o de madrugada. Y cuando comienzo a escribir no paro hasta que termino ese largo poema o ese libro de poemas que va surgiendo. No es que escribo un poema y luego espero veinte días para otro poema. Cuando empiezo algo lo voy terminado, independientemente que tarde meses incluso años en ponerme a escribir un texto. Te pongo como ejemplo un libro al que le guardo un afecto enorme: Los niños del infortunio. Lo escribí en nueve días. Tiene casi 120 páginas. Lo escribí de día, de noche y de madrugada durante esos nueve días. Dormía dos horas. Era una necesidad de terminarlo.

-¿Cuál era esa necesidad?

-Yo asumí un compromiso, creo que es la única vez que me ha ocurrido, con Fidel Castro, a quien yo había visitado en el año 2005 en La Habana, cuando fui a hacer una actividad política, y me ocurrió como muchas veces, que él me llama para conversar. Él estaba muy emocionado por los médicos cubanos que estaban en Pakistán, por el terremoto que dejó más de tres millones de damnificados y 100.000 muertos, algo similar a lo ocurrido en Haití. Él estaba muy emocionado y agitado por la organización de treinta hospitales de campaña que envió Cuba, y al final fue una cosa impresionante, una atención de más de millón de pakistaníes entre octubre de 2005 y junio de 2006.

La visita no se quedó allí, el propio Comandante le dijo a Tarek William Saab que quería que fuera a Pakistán a ver cómo los médicos cubanos a los habitantes de uno de los países más pobres del planeta. «Me lo insistió durante la entrevista, que fue desde la noche hasta la madrugada, donde incluso me tocó despedir junto con él a unos médicos que iban a Pakistán. De verdad yo me sentí comprometido con él de ir. Aprovechando que en enero la actividad merma mucho, me fui el 2 de enero y estuve una semana (salí de La Habana a Pakistán). Vi cosas impresionantes. Yo le dije que no quería ir por ir, que quería escribir un libro. Le dije: voy a asumir el reto de escribir el libro, pero quisiera pedirte un sólo favor: que pudiera ser presentado en la Feria del Libro de La Habana, que es espectacular, en el sentido de que el libro pudiera estar a tiempo para la feria. Me dijo: «eso no depende de nosotros, depende de ti, del tiempo en que lo escribas y que lo escribas bien». Yo sabía que había cosas que me iban a estremecer, investigué mucho, de hecho él me había dicho que ir a Pakistán me iba a rememorar todas las historias de mis antepasados, porque ese es un pueblo musulmán, y así fue.

-Tomé notas durante esos siete días, visité campamentos, llegué hasta el Himalaya, vi tropas pakistaníes. El hotel donde me quedé la noche que me iba (antes lo hice en campamentos) a los días fue volado por unos terroristas… fue una cosa tan increíble que llegando a Anzoátegui descansé una semana de todo ese viaje para asimilarlo y comencé a escribir y escribir. Fue una cosa impresionante, no paré.

Cada capítulo que escribía se lo mandaba a Fidel a su despacho por correo electrónico y él lo revisaba y lo llamaba por teléfono «y me decía que me gustó eso, esta imagen, sin corregir nada, simplemente comentando. Pero me decía, oye, se está acercando ya la fecha y tú sigues escribiendo y me sigues mandando capítulos. Yo le dije me quedan nada más dos capítulos. Me preguntó: cuánto tiempo te falta. Yo recuerdo que eso era un 23 de enero. Le dije: en dos días escribo los dos capítulos, y así fue. Él después me dice, cuando se bautizó el libro, que por cierto estuvo el presidente Chávez, que junto con Fidel fueron los presentadores del libro, me confesó: mira, yo pensaba que tú nunca ibas a poder escribir ese libro, no porque no tuvieras la capacidad, sino en el tiempo que te comprometiste. De verdad él se sintió tan conectado con el libro que sinceramente la distribución que hicieron fue espectacular. Sacaron dos millones de ejemplares y lo distribuyeron por toda América Latina y España a través de las redes que tienen los cubanos de solidaridad y las embajadas. Ahí coloqué un número de teléfono y un correo y todavía a esta fecha, a cuatro años, he recibido llamadas de Perú, de Colombia, de Chile, diciéndome que habían leído el libro y que los había conmovido mucho. Escribí ese libro en medio de un trance. Al principio comencé a escribirlo y luego tuve que dictarlo, tuve que tener un equipo de transcriptores. Corregía la gramática y después lo enviaba. De verdad que fue una experiencia inédita que me enseñó mucho, porque incluso ahora yo la uso, me quedó como método, cosa que yo no creía, normalmente yo escribía con el lápiz y el papel. Pero ahora dicto y me ha resultado muy bien.

-Es una revolución en tu manera de concebir la poesía.

-Sinceramente sí, porque me di cuenta de algo que decía Jack Kerouac (padre de la Beat Generation), a quien yo admiro por lo que hizo en los 50: rompió con su literatura el esquema conservadurista y ultra derechista de Estados Unidos. Él decía que uno tiene que escribir con la rapidez automática que la mente te va dictando el pensamiento, para que no haya una distorsión. Noté que es cierto, la mente te va dictando frases, imágenes que van viniendo, y si tú tienes a alguien al lado que es veloz en la transcripción, evidentemente no vas parando, porque el hecho de tu dictar y escribir al mismo tiempo es un doble esfuerzo.

Azorado por la política, Tarek se campea en la lectura, que es otra forma de cultivar la poesía.

-Trato de que la lectura me acompañe diariamente, desde los clásicos, creo que me los he leído todos, los griegos y los latinos, y los releo. Toda la poesía moderna francesa de los simbolistas, los surrealistas que me impactaron mucho. Yo reivindico a André Bretón, que es un olvidado de este siglo veintiuno, lo que es lamentable, porque Bretón fue el precursor de unir el marxismo con la psique, en función de lo que Freud buscaba explorar, el subconsciente. Él lo hizo en los años 20 del siglo pasado con más fuerza y mayor sustento ideológico que Rimbaud (sin menoscabar a esos maestros) o Lautremont, o el propio Baudelaire, que es el padre de todos ellos. ¿Qué te enseña Bretón, para uno que es un revolucionario o que intenta serlo en esta época tan difícil y contradictoria? Que tú puedes unir esas corrientes del pensamiento: el estudio del marxismo más avanzado y el inconsciente como mecanismo de liberación humana y la postura de un artista frente a la sociedad y tratar de avanzar en mundo mejor. ¿Sonará extemporáneo? No lo creo, creo que está mucho más vigente que en el siglo pasado. De la poesía, particularmente la que comenzó a escribir Nicanor Parra en los años 30, lo que hizo Ernesto Cardenal, José Emilio Pacheco, lo que hizo Caupolicán Ovalles, que tenemos que reivindicarlos nosotros.

-Eduardo Sifontes es una referencia en mi vida, al igual que Roque Dalton, porque los leía muy jovencito, a los 13 y 14 años. Yo no entré a la poesía revolucionaria, o interiorista, por la vía clásica, como entraron muchos poetas de mi generación, por ejemplo con Neruda, o Rubén Darío. Entre por la vía de las antípodas: Pablo de Rokha, Roque Dalton, Eduardo Sifontes, y por la vía de ellos rápidamente me conecté con Víctor Valera Mora, con su libro Amanecí de bala, con Caupolicán Ovalles y partir de ahí José Emilio Pacheco, Antonio Cisneros

-¿No es una meta para ti hacerte de ese premio que lleva el nombre de Valera Mora (Premio Internacional de Poesía del Ministerio de Cultura de Venezuela, con dotación de 100.000 dólares?

-Pensar en los premios como una meta a veces te trunca. Yo quisiera ser menos vidente o visionario con lo que va a ser el tránsito de mi poesía. Siento que las claves para ser escritor las he trabajado con mucho esfuerzo y sacrificio porque conozco los infiernos, he podido descender a los infiernos y sobrevivir, porque mi vida en los personal no ha sido fácil.

-Quienes te conocen desde hace mucho tiempo notan que hay un cambio en tu cosmovisión que era muy rígida, te vestías de negro, usabas un sombrero…

-Todavía me sigo vistiendo de negro. Muchos amigos con afecto me dicen que por qué yo me visto de negro desde siempre, creen que hay un misterio en eso…pudiera tal vez haberlo, ¿no? Yo no lo hago ni por moda ni por hobby porque desde adolescente lo he hecho. Pudiera decir que aparte de que me gusta vestirme así, tiene un significado para mí porque me ha acompañado desde que era adolescente, por lo tanto debe tener una simbología. Sin embargo, yo siempre fui una persona no dogmática, nunca practiqué el sectarismo y el dogmatismo a nivel de limitar mis cambios. Mi esencia es la misma, sin embargo, me ha abierto a líneas de pensamiento que han enriquecido mi formación inicial, que en lo ideológico fue de carácter marxista. A nivel artístico siempre me ha encantado explorar todo lo que tiene que ver con la literatura, la psicología, el arte de plástico me gusta mucho como elemento lleno de simbología colectiva y personal. La música me ha acompañado desde pequeño, el cine. La formación cultural que yo me tracé ha ampliado, junto a viajes fuera y dentro de Venezuela, la persona que soy, tratando de ser un buen compañero, un buen amigo, un buen padre, un buen revolucionario. Me queda un largo camino por recorrer pero soy de las personas que trata de aprender de sus errores y las enseñanzas de los demás. Emocionalmente siempre traté de avanzar y no caer en las trampas del impulso emocional, que tiene dos extremos terribles, el furor vinculado a la ira y la melancolía vinculada a la depresión. He estado en el equilibrio de esos abismos para no caer.

-Una imagen te rapta, te extrae de la realidad…

-Es como una imagen que te va persiguiendo o una imagen de muchas imágenes y te abstrae de la realidad y te transportas porque son ciudades imaginarias o reales, son rostros, son paisajes. Es como las ondas o ecos de vidas pasadas y presentes que las miras por dentro. Independientemente de que la persona no escriba el poema o no haga la pintura, ese estado es maravilloso, es un estado de contemplación interior, pero que te ayuda mucho a la orientación o al liderazgo.

-Ahora yo leo mucho budismo. Uno vuelve a los orígenes de su adolescencia. Siendo adolescente leí el Tao te King y eso me marcó para toda la vida y comencé a leer todo lo que era budismo. Comencé a recuperar esa práctica, de encontrarme con ese pensamiento, no para yo ser un budista, sino para tomar de allí la parte de la paz interior de la búsqueda del pensamiento bueno, del sufrimiento no visto como un infierno ni el camino a tu destrucción sino como la parte que pudiera sensibilizarte frente al dolor ajeno. Porque la gente que no sufre por sí misma y por los demás ya se convierte en una máquina. El dolor ha sido inspiración de todos los artistas de la humanidad de todos los siglos, incluso modestamente para uno mismo. Es un mecanismo para expresarte y liberarte de ese dolor.

-Algún poema ajeno que merezca ser citado…

-Te pudiera hablar de algunos libros. Por ejemplo, aunque pudiera sonar un lugar común pero no lo es: La Ilíada de Homero, es el libro madre de todos los libros. Lo voy releyendo siempre. La Eneida de Virgilio, que fue la manera como los romanos quisieron continuar la epopeya de los griegos. Esos dos libros dentro lo que lo clásico. Las mil y una noche y noche, que la escribió un anónimo árabe. Para mí inspiró el infierno de Dante. La Divina Comedia de Dante Alighieri, su pasaje más impresionante es el infierno. Dentro de lo que es nuestro origen, yo siento que tiene mucha fuerza el Popul Vul. Es impresionante como se escribió eso, como se concibió el mundo desde nuestra identidad indígena.

-Yo diría que en la parte norteamericana, la literatura que produjo la Beat Generation. Libros como Aullidos de Ginsberg, o En el camino, de Kerouac, o los poemas de Gregory Corso, o Un coney island de la mente de Lawrenc Ferlinghetti, por nombrar solo a tres.

-En lo venezolano soy muy apegado para lo que fue y es Ramón Palomares para Venezuela, porque nos enseñó a amar el paisaje desde una perspectiva casi surrealista, como no lo había hecho ningún poeta de este país desde el habla campesina. Víctor «El chino» Valera Mora porque utilizó el lenguaje con una violencia tan insólita en nuestro medio, que él fundó un tipo de lenguaje (tan cotidiano que es literatura mayor), junto a Caupolicán Ovalles, con el Caupolicán de ¿Duerme usted, señor presidente? o Copa de huesos.

-Por supuesto Juan Sánchez Peláez, quien en los años cincuenta escribió un libro que se llama Elena y los elementos, que es una joya.

-¿Y Eugenio Montejo?

-Evidentemente es un gran poeta, al igual que (Rafael) Cadenas, yo no lo niego, pero te diría que esos momentos polares, esas cimas son Palomares, en su estilo campesino, rupestre, andino, que fundó el realismo mágico en la poesía nuestra. Fue mucho más allá de lo que fue Vicente Gerbasi. Y Juan Sánchez Peláez para el surrealismo latinoamericano con Elena y los elementos y los libros que siguieron en los años 60.

-Mucha de la poesía que se comenzó a escribir en los 70, 80, 90 y ahora le debe a esos cuatro poetas que te mencioné (Palomares, Sánchez Peláez, Valera Mora y Ovalles).

-¿Quiénes son tus proximidades, con quiénes compartes?

-En medio de toda esta vastedad, estos son temas que no puedes tratar con cualquier persona, no porque sea algo elitesco porque no lo es, sino porque hay gente que tiene otras necesidades, gente que está sometida a la imagen inmediata, son mentalidades de videoclip, es una perversión de la tecnología para matar la razón. Por eso hay que hacer un esfuerzo para que el libro no muera como sujeto y como objeto.

-Comparto con mis amistades que no necesariamente son célebres. Comparto con gente sobre cine, de música, veo mucho cine. Cuando voy a ver una película me fijo mucho en la trayectoria del actor, porque hay muchos que son mercenarios.

-Admiro a la escuela de la que surgieron James Dean y Marlon Brando, que si sufrían lo hacían de verdad. Eso creó ese sistema de actuación en el que los argentinos avanzaron mucho, y los españoles con Javier Barden y en México Gael García Bernal.

Saab cita de referencias a directores como Pier Paolo Pasolini, Wim Wender y Luis Buñuel, y en la interpretación decanta por Sean Penn, quien integra una corriente que tiene valor agregado: «Su postura ética frente a la vida y su valentía, desde el principió comenzó a enfrentarse abiertamente al poder de los Bush. Defiende a Chávez y a Fidel».

También pontifica sobre Oliver Stone, «antes y después de haber conocido a Chávez. Estados Unidos tiene un mundo paralelo al imperio», diferenciación que emplea para también reivindicar al poeta Vladimir Mayakovsky.

Sus inquietudes cinematográficas remontaron a la pantalla, pues hizo de extra en una película (el film Francisco de Miranda) en una escena en la que le correspondió firmar el Acta de Independencia de Venezuela. «Soy amigo de (Diego) Rísquez y me invitó a participar. Esa escena, que puede durar un minuto, comenzamos a filmarla a las doce del mediodía y Rísquez estuvo satisfecho a las nueve de la noche. Es una amistad que va más allá de ponderables de otro tipo.

-¿Con qué libro estás trabajando actualmente?

-Tengo un cuaderno de versos sueltos, como tengo tanta prosa dispersa la estoy reuniendo en forma de libro, cosas que comencé a escribir en los años 80, crítica literaria sobre otros poetas, testimonios, entrevistas, va a ser bien interesante porque tal vez es un lado mío que mucha no conoce.

-¿La política te obligó a hacer un alto en tu consagración a la poesía?

-He tenido un altibajo porque el tiempo histórico me consume. Pero no me arrepiento, la revolución también es poesía: darle sonrisa y felicidad a los más oprimidos es un acto tan grande en lo ético. El ser poeta es un estado mental y no he dejado de cultivarlo. Me consumiré en la dinámica de esta revolución, yo seré un anciano y estaré inmerso, no voy a separar las dos cosas hasta el final de mis días, viviré atormentado con las dos cosas. A nosotros nos conmueve la praxis, más que estar separado en una biblioteca pensando. Yo no me concibo en una mecedora con una barba blanca. Seré un anciano vagabundo, viajando, viendo cosas.

-¿Pero te afecta no tener suficiente tiempo para la poesía?

-Es como un sentimiento contradictorio porque tengo la conciencia de que ha habido un camino irregular, pero la vida es así, ninguna vida es lineal, vertical, hemos tenido que vivir múltiples circunstancias existenciales que en un momento me afectó. Sé que ese tiempo vendrá, el de la contemplación, de la rememoración contemplativa sin tanta agitación vendrá, pero no será en una hamaca.

-¿La poesía te flagela por la ausencia?

-No es así cuando estás conectado a la lectura. Me hice mejor lector, notablemente mejor lector, por obligación. En todo este tiempo he sido mejor lector. Eso se expresará en el consciente y en el sub consciente

-Haberte convertido en mejor lector, ¿te ha hecho calibrar mejor el uso de las palabras, de las frases, te ha profesionalizado?

-No diría profesionalizado porque eso suena muy mecánico. Me ha hecho tener una lucha más consciente con la palabra, que tal vez no tenía. Antes yo decía el primer pensamiento (verbal o literariamente) que se me atravesaba, y eso me causaba muchos problemas. No es que he roto mi espontaneidad, todo lo contrario, la he cultivado mejor. Porque mucha gente cree que la primera imagen es la correcta y no es verdad, la vida me enseñó que no es verdad. Mucha gente conmigo se ha equivocado y yo me he equivocado con algunas personas. Ahora soy más maduro en eso. He madurado más en el respecto a la palabra, en decir algo y cómo decirlo, a pesar de que todos los días me equivoco, pero estoy consciente de que tengo que luchar contra eso. Hay gente que se deja hundir por eso.

-¿No has coqueteado en ese camino con la narrativa?

-Pienso que algún día, así yo no lo quiera, voy a hacerlo porque he visto que la prosa en el ensayo o la crónica me sale con cierta facilidad. El verso es lo más difícil de escribir. La estructura y la síntesis de la imagen de un poema son más difíciles que la narrativa. Es algo a lo cual no me he vedado. Tengo un esbozo, una idea de lo que pudiera ser una especie de autobiografía novelada real, no unas memorias típicas.

-¿La cuentística?

-Me gustan los cuentos cortos, tengo algunos de los años 90, muy intervenidos por la poética.

Cita al rompe a Alfredo Armas Alfonzo (El osario de Dios) como uno de los grandes de la cuentística venezolana.

-Tú dirás que la literatura se convirtió para mí en una encrucijada, en un talismán. La primera que yo viajé por mucho tiempo fuera de Venezuela fue en 1993 a España (Málaga), por un premio de literatura de Ministerio de Educación español. Si ganabas el concurso estabas 21 días con premios nobel como Han Suyin, Saramago (lo ganó después), Juan Goytisolo, Amado.

 

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.