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Entrevista a Jordi Bonet, presidente de la Federación de Asociaciones de Vecinos y Vecinas de Barcelona

«Hemos confundido el modelo de ciudad con la marca Barcelona»

Fuentes: La Vanguardia

El recién investido presidente de la Federación de Asociaciones de Vecinos y Vecinas de Barcelona no cumple con el perfil típico de un líder vecinal. Bonet tiene menos de 40 años, es investigador del IGOP-UAB y licenciado en Filosofía y ha trabajado como técnico informático bastantes años. Incluso ha cambiado de barrio, ya que nació […]

El recién investido presidente de la Federación de Asociaciones de Vecinos y Vecinas de Barcelona no cumple con el perfil típico de un líder vecinal. Bonet tiene menos de 40 años, es investigador del IGOP-UAB y licenciado en Filosofía y ha trabajado como técnico informático bastantes años. Incluso ha cambiado de barrio, ya que nació en Hostafrancs, ha vivido y ‘militado’ en la red asociativa de Ciutat Vella y hace poco ha regresado a Sants. Llegó al asociacionismo vecinal hace unos cuatro años, como evolución natural de su participación en movimientos sociales y altermundistas (V de Vivienda, Moviment Global) y desde la AVV del Casc Antic ha contribuido a destapar las tramas del Hotel del Palau de la Música y de corrupción en la adjudicación de licencias comerciales. Pausado y jovial, defiende la necesidad de cambios internos y externos para resucitar el potencial transformador de la ciudadanía organizada.

¿Está en crisis, el movimiento vecinal?

No lo está. Está en transformación, que es distinto. Debe afrontar nuevos retos, repensarse. Ya lleva 40 años, así que si acaso sería una crisis de madurez.

¡Una crisis de los 40, vaya!

¡Los 40 es un momento habitual para repensarse a uno mismo y hacer cambios! [Bromea] Hay muchas entidades asociadas que ya han hecho la apuesta de la renovación y ha dado frutos importantes en varios barrios, como el acercamiento a los movimientos sociales.

¿Se convertirá en una especie de ‘movimiento de movimientos’, como un gran paraguas para diferentes luchas?

No exactamente. No podemos pretender liderar todas las luchas que se dan en Barcelona. Pero podemos darles la especificidad local, la traslación de los problemas globales a ese barrio o comunidad. Por ejemplo, sobre la especulación y la burbuja de la construcción, podemos mostrar en qué puntos de nuestro entorno se está dando acoso inmobiliario o cuánto han subido los alquileres, reclamar que falta parque público de vivienda, pedir que nuestro Distrito atienda a las personas que sufren un desahucio…

La imagen pública de las asociaciones de vecinos sufre dos grietas notables. Algunas defienden o han defendido luchas muy NIMBY, como en el rechazo a las narcosalas, y otras han actuado con sospechas de partidismo por la militancia política de sus presidentes o Juntas. ¿Lo constata?

Hay más desconocimiento que desconfianza, considero. Justamente una de las razones de ser de la FAVB es potenciar la perspectiva de ciudad, para contener estas dinámicas excesivamente locales, las de «aquí no». Sin la FAVB proliferarían muchas más plataformas de afectados y reivindicaciones Nimby. Respeto a la politización, defendemos la independencia de los partidos, porque tenemos funciones sociales distintas. Los integrantes del movimiento vecinal pueden militar y simpatizar con las siglas que quieran, siempre que en su acción asociativa dejen el carné en la puerta y se deban sólo a la comunidad.

¿Qué grado de representatividad puede ostentar una AVV hoy en día, si su cifra de afiliados es un porcentaje muy pequeño de los vecinos de ese barrio?

Una AVV no es la voz de todos los vecinos de un barrio. No es El Barrio. Pero representa a un número significativo de vecinos que voluntariamente se interesa por el progreso de su comunidad, y es por ese valor cualitativo que las Administraciones deben escucharla. No siempre tienen por qué hacerle caso, es cierto, pero debe tenerse en cuenta para diseñar las políticas municipales, para que den mejores resultados, más eficientes y que hagan sentir concernidos a los vecinos. Además, las AVV forman parte del tejido asociativo de un área, junto con muchos otros colectivos, y deben aprovechar esta diversidad para engendrar propuestas más sólidas y complejas.

¿Cómo debe articularse la participación? En Barcelona básicamente hemos visto dos fórmulas: los referéndums, con sus problemas de abstención y poca flexibilidad en las opciones; y los órganos regulares, en los que acaban participando sólo los sectores de población con más tiempo libre.

El modelo de participación en Barcelona ha sido un fracaso, porque se ha entendido como una legitimación de las políticas públicas ya decididas en vez de una forma de empoderamiento de la ciudadanía. Hay una excesiva burocratización y se han multiplicado ad infinitud los consejos y mesas de participación, pero tan vaciados de contenido que generan «fatiga participativa»: la gente va allí a desahogarse, pero se cansan de asistir porque no creen que resolverá sus problemas. Por otro lado, el Ayuntamiento tiene miedo de las iniciativas que salen exclusivamente de los ciudadanos, se las toma como ataques a su acción política, en vez de propuestas de mejora o alternativas. Hay otros sectores sociales, como el empresariado, que también influye, propone y es tenido en cuenta para planificar las políticas, pero sus aportaciones no se reciben como ataques. Es una asimetría en la participación, esta diferencia.

¿Y qué alternativas propone?

Experiencias nuevas, en las que la gente pueda decidir cosas. Por ejemplo, en los presupuestos participativos de Porto Alegre se votaba cada partida económica, mientras que en Barcelona te pasan un Power Point y debes votar sí o no. En Catalunya hay varios ejemplos también. En Figaró (Vallès Oriental) se han hecho presupuestos participativos de verdad, trabajados desde las escuelas, los centros cívicos y también con la población inmigrada. O se podrían hacer Plenos participativos, como hace el Ayuntamiento de Arbúcies desde hace años.

De cara a los comicios de mayo, ¿reactivarán la vieja demanda de un sistema electoral descentralizado?

Sí, porque es urgente descentralizar la política de los diez Distritos, que tengan más competencias y que los regidores y consejeros sean elegidos por ese territorio. Y la designación de los candidatos debería despartidizarse. En un Districto vive más población que en la mayoría de pueblos y ciudades, pero tenemos mucho menos margen de decisión y recursos. La ‘Casa Gran’ debería ejercer de coordinadora de los territorios, no dictarles las políticas.

La nueva Junta de la FAVB es más plural que la anterior. ¿Esto puede conllevar que sea menos ágil tomando decisiones?

No tiene por qué. Pese a la parálisis y conflicto que hemos vivido, pese a albergar diferentes sensibilidades, el movimiento vecinal sigue teniendo en común unos ideales de participación ciudadana, de justicia social, de igualdad entre barrios, de una ciudad más orientada a las personas que a los negocios. Y estos ideales siguen cohesionando las entidades federadas. La diversidad a veces la vemos como un obstáculo, los partidos políticos lo contraponen a la eficiencia. Pero puede ser también una oportunidad de excelencia, porque los problemas de hoy son complejos y no admiten soluciones simples.

La nueva Junta, con 6 mujeres para 19 cargos, suspende en paridad. ¿Faltan mujeres en el conjunto del movimiento vecinal?

Sí. Pero también faltan personas inmigradas, jóvenes… Debemos hacer una reflexión más allá de este órgano. Así como hemos ganado heterogeneidad de estratos económicos desde los años 70 hasta ahora, excepto las clases más altas que nunca han participado, la diversidad de edades, género y procedencias todavía se resiste.

¿Cómo interpreta que la FAVB le haya aupado como presidente, pese al poco tiempo que lleva en el asociacionismo vecinal digamos ‘convencional’?

Ha influido la voluntad de promover el relevo generacional: es importante que la FAVB pueda identificarse con una persona más joven y de un perfil profesional que no es el tradicional en el movimiento. Y creo también que ha tenido que ver con el trabajo hecho en Ciutat Vella, de renovación y de denuncia de los abusos y irregularidades de los poderes públicos.

¿Se ha marcado objetivos-meta, para su mandato de cuatro años?

Sí, toda la Junta nos planteamos el reto de acelerar la renovación del movimiento vecinal actual. No puede ser el mismo que el de los años 70 ni de los 90. Tiene que repensar su función en la ciudad y abrirse a nuevos perfiles. Incluso debe repensar si el vínculo con el barrio debe ser la residencia, tener el domicilio en él. El concepto de ‘barrio’ ha cambiado, es mucho más líquido. Cada persona se identifica con un espacio, no siempre donde se ha nacido, sino quizás donde trabaja, donde disfruta de su tiempo libre…

Y para la ciudad de Barcelona, ¿qué reto se ha planteado?

El debate sobre el modelo de ciudad se ha apagado. La precampaña electoral, que ya ha empezado, no está girando alrededor de este debate. Hemos confundido el modelo de hacia dónde queremos ir y cómo queremos relacionarnos, con el márqueting de la ‘marca’ Barcelona, cómo nos mostramos al mundo. Y no es lo mismo un modelo que una marca. La ‘marca’ Barcelona está muy orientada al poder económico, al consumo, a la venta.

¿La FAVB ha perdido beligerancia en la última década?

No, el movimiento vecinal sigue siendo activo y la FAVB ha apoyado sus denuncias. Como federación debe ir más allá de la protesta y ser propositiva, pero sin arrinconar la reivindicación. Fue muy beligerante con el Fórum de les Cultures en 2004 y la Ordenanza Cívica en 2005, por ejemplo.

Pero apenas se la oyó en la reforma de la Diagonal, los proyectos para la plaza de las Glorias o el debate sobre si el AVE debía ir por el litoral o bajo el Eixample. ¿La nueva Junta será más reivindicativa?

No se cortará si tiene que convocar una manifestación, pero estudiará el contexto de cada reivindicación, porque no siempre hay que salir a la calle con pancartas. En este nuevo mandato, la FAVB debe reforzar su perfil siendo más presentes en los problemas de barrio y de toda la ciudad.

En el conflicto de la federación con su revista ‘Carrer’, ¿cómo casarán la independencia periodística con una relación más estrecha con la FAVB?

‘Carrer’ es un activo muy importante para la FAVB y para Barcelona, y debe seguir siéndolo. Tenemos que estrechar la bilateralidad, para garantizar su calidad informativa y que pueda seguir siendo una herramienta de ciudad que canaliza las reflexiones y propuestas del movimiento vecinal. También es voluntad de la nueva Junta que todas las personas que han participado en la revista, incluidos los codirectores cesados, tengan cabida en la nueva etapa. El número pendiente de publicar saldrá enseguida que solucionemos por completo el conflicto.

Señáleme un éxito y un fracaso del actual equipo de gobierno.

Aplaudo que se haya aumentado el presupuesto para servicios sociales, porque era muy necesario. Como error más destacado debería señalar dos, no uno: la reforma de la Diagonal y cómo se gestionó el escándalo de las licencias de Ciutat Vella y las presiones a Itziar González.

Y en cuanto a Barcelona, ¿qué tres déficits crónicos le diagnosticaría y qué tres virtudes le enorgullecen?

Como males crónicos, la falta de un modelo de ciudad, el fracaso de los mecanismos oficiales de participación y el acceso a la vivienda. Como orgullos barceloneses, que nuestra noción de barrio nos distingue de cualquier otra ciudad del mundo; que eso nos ha permitido históricamente ser una ciudad integradora, que acoge; y que tenemos una potencia de reivindicación y resistencia envidiable.

Fuente: http://www.lavanguardia.es/politica/20110125/54106351715/jordi-bonet-hemos-confundido-el-modelo-de-ciudad-con-la-marca-barcelona.html