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Hizbollah se tranquiliza y Beirut va abriendo los postigos

Fuentes: CounterPunch

Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández

Notas callejeras del distrito de Hamra

La tarde del sábado 10 de mayo fue testigo de cómo la tensión iba en gran medida disminuyendo en Beirut.

Al parecer, y según una fuente del Congreso de EEUU, el gobierno de Siniora ha podido, con la aprobación estadounidense, ofrecer la siguiente propuesta a Hizbollah para salvar la cara y poner fin a la crisis actual:

  1. Hizbollah puede mantener sus cables de telecomunicaciones ópticas terrestres para utilizarlos en su lucha de Resistencia contra Israel. Pero deberán ponerlos bajo «Control Estatal».

Traducción: Hizbollah controla de forma exclusivo esas telecomunicaciones, de la misma forma que lo venía haciendo antes y nadie más las tocará. Pero, «oficialmente», estarán bajo control del ‘Estado’, i.e. de control estatal, nada.

  1. Sobre la otra cuestión importante, la relativa al director de la Seguridad del Aeropuerto de Beirut, el General Wafiq Shouqair, se le asignará un nuevo destino, pero Hizbollah tiene derecho a nombrar a su sucesor.

Traducción: Wafiq sigue en su puesto, mantiene su autoridad y coloca la tarjeta de su adjunto encima de la suya en la placa de su despacho.

La versión pública de la anterior propuesta anterior, según Siniora la ofreció esta tarde, parece algo distinta. En los puntos uno y dos anteriores no se hace mención alguna a «las sensibilidades sectarias». Incluye también la formación de un gobierno de unidad nacional en el que la minoría no pueda bloquear las decisiones y la mayoría no pueda imponerlas.

Siniora ha propuesto también cinco puntos como introducción a un acuerdo, y entre ellos figura que las dos decisiones anteriores del gobierno se pongan en manos del ejército, pensando sin duda en recuperarlas después de forma subrepticia.

El ejército libanés anunció a las 17,30, hora de Beirut, que recomendaba que se cumplieran las dos decisiones del gobierno y que instaba a los milicianos a retirarse de las calles.

A través de una declaración, el ejército manifestó que mantenía en su puesto al director de la seguridad del aeropuerto de Beirut, Wafiq Shouqair, y que se encargarían de gestionar la red de comunicaciones de Hizbollah de forma que «no dañara al interés público ni a la seguridad de la resistencia».

El Primer Ministro del Líbano, Fouad Siniora, que cuenta con el apoyo de EEUU, dijo unas horas antes que había puesto las dos cuestiones, que han hecho estallar los peores combates en Líbano desde la guerra civil de 1975-90, en manos del ejército libanés

Hasta el momento de elaborar este artículo, Hizbollah no había emitido ningún comentario sobre esas informaciones.

La situación actual en Hamra

Muchos combatientes de Hizbollah abandonaron las calles de Hamra, devolviéndoselas al ejército libanés, en gran medida ausente el viernes.

Algunos de los «regulares» en retirada de Hizbollah fueron reemplazados por las «reservistas».

«Es bueno para su entrenamiento» explicó a través de un intérprete un compañero que estaba obviamente encargado de proteger el Starbucks que hay en la calle Hamra. Algunas fuerzas de Hizbollah y Amal parecían muy dispuestas a hablar con los medios acerca de su misión.

Algunos comentaristas favorables a la oposición deambulaban por Hamra asegurando la vuelta de los vecinos.

«¡Esto no ha sido un golpe! Interprételo como una protesta y un mensaje para Bush y Olmert. Si hubiéramos querido dar un golpe habríamos rodeado el Serail [sede del Gobierno]. Y quizá el Sr. Siniora nos habría dado las llaves. No las queremos. Dejen que todos se preparen para las elecciones y dejen que el pueblo decida quién se sienta en el Parlamento y quién forma el gabinete».

Según se informa, Hizbollah tiene excelentes relaciones con el ejército libanés y quiere mantenerlas. Una prueba de ello se ha visto claramente hoy cuando las fuerzas de Hizbollah, de forma educada y casi paternal, cedieron el paso al ejército en las esquinas de muchos lugares con apretones de manos y besos en ocasiones.

Fuera de Costa Café, bajando desde el Hotel Bristol, un avezado combatiente de Hizbollah hablaba con algunos miembros del Partido obviamente más jóvenes y «más verdes» y les instruía con alivio en sus deberes, encaminándose hacia el sur para descansar. Explicó que en el día de ayer las cosas habían ido bastante bien y que era muy probable que los vecinos empezaran a volver a Hamra. «Ayudad a todos los que lo necesiten. Aseguradles que su barrio es seguro y que estarán a salvo. No vamos a propiciar ningún acto de violencia y si alguien quiere hacerlo, podemos asegurar a los vecinos de Hamra que nos encargaremos con toda rapidez de los alborotadores».

Ayer se informó de unos cuantos actos aislados de vandalismo y de que se había emprendido una investigación conjunta interna Hizbollah-Amal para averiguar todo lo ocurrido y asegurar que no habría reincidencias. «No se va a tolerar ninguna conducta inadecuada por parte de nuestros combatientes o aliados, el mal comportamiento (en nuestras filas) será severamente castigado y si llega a producirse algún acto vandálico, Hizbollah asumirá las responsabilidades y pagará. El Líbano conoce nuestras normas. Recuerden lo ocurrido durante la Guerra de julio de 2006. Cuando nuestros combatientes tenían que utilizar comida y agua que pertenecía a sus propietarios ausentes, dejamos IOUs [vales de débito con compromiso de pago] sobre la mesa. Y todo se pagó después».

Algunos tipos de Amal buscaban alguna tienda de bocadillos abierta pero dudaban de que «la gente de aquí en Hamra haga sándwiches tan estupendos como los que hacemos en Ouzai. ¡¡Nuestra zona tiene los mejores kebab de todo el Líbano!! (Este observador no tuvo valor para preguntar al joven si esa era la primera vez que salía de su «zona»).

«Seremos magnánimos con nuestros adversarios en la pequeña victoria que hemos conseguidos estos dos últimos días», explicó «Ali», un conocido de este observador que vive también en Haret Hreik.

«Si el ‘equipo gobernante’ quiere proclamar victoria, nos parece bien. Pueden atacarnos verbalmente todo lo que quieran. Ya estamos acostumbrados. Nos vimos metidos a la fuerza en esta situación y tuvimos que defendernos. Ahora debemos buscar una solución justa y rápida y que cicatricen las heridas», explicó una joven, obviamente seguidora de Hizbollah, al hablar con algunos combatientes y periodistas. Añadió: «Queremos dialogar y queremos una solución justa y pacífica. Somos un movimiento de resistencia y no participaremos en una guerra civil».

Hasta esta tarde perdedores y ganadores parecen ser los siguientes:

Los principales perdedores son, obviamente, la administración Bush, Israel y sus aliados del Club Welch (*). Perdedores, a nivel personal, son Amin Gemayel, que sigue siendo a duras penas el «líder» del Partido de la Falange, mientras se manifiesta bravuconamente e intenta recuperar a sus «fuerzas»… de París. Samir Gragea le ha cogido más o menos del codo para hacer un aparte y, según se informa, está dirigiendo su densa mirada hacia Saad Hariri, quien puede estar planeando retirarse de la política y dedicarse a los grandes negocios familiares. Una vez que las partes se reúnan con el Presidente Bush la próxima semana, puede que dé comienzo un proceso de «rectificación».

Walid Jumblatt es otro perdedor, a causa de todas sus provocaciones, pullas, y su papel de animador del Club Welch, para que le dejaran a Hizbollah a su merced tanto en las Montañas como en su hogar en Beirut. Cualquier credibilidad que aún le pudiera quedar se esfumó. Entre los drusos hay discordias y pulsos dentro del partido, como ocurrió la pasada noche en Choufeit cuando Jumblatt pidió al ejército que ocupara y protegiera la sede de su Partido Socialista Progresista (PSP), con algunos de los miembros más jóvenes amenazando con actos violentos, mientras los ciudadanos observaban bajo un inmenso cartel con la foto del fundador del partido, Kamal Jumblatt, y el ejército y Jumblatt hijo desistían. Los problemas del PSP requerirán la atención sostenida de Walid en varios aspectos, según explicaban la pasada tarde miembros de su partido a este observador.

El Primer Ministro Fouad Siniora pierde algo más de su menguante influencia y estatus. Uno de sus problemas principales es que cada vez se le considera más como un títere de la administración Bush. Y esta mañana, mientras se preparaba para evitar que Bush le deseche la próxima semana, no era la menor de sus preocupaciones la llamada de atención que ayer recibió de la Secretaria de Estado Rice, aunque sin atreverse a mencionar a Siniora por su nombre:

«Nuestro apoyo al legítimo gobierno libanés, a sus instituciones democráticas y a sus servicios de seguridad es inquebrantable. Este apoyo es reflejo de nuestro firme compromiso con el pueblo libanés y con sus esperanzas de cambio democrático, prosperidad económica y armonía confesional. Nos mantenemos al lado del gobierno libanés y de los pacíficos ciudadanos del Líbano en esta crisis y les proporcionamos el apoyo que necesiten para capear el temporal».

Ni siquiera mencionó su nombre cuando utilizó el vocabulario estándar habitual del Departamento de Estado cuando se apresta a desechar a uno de sus títeres. Sacudiendo el polvo, como en los días de Vietnam cuando John F. Kennedy (Ngo Dinh Diem) y Lyndon B. Johnson (Thies) utilizaban casi el mismo lenguaje antes de cambiar las apuestas.

El resto de los análisis de Rice les pareció a muchos en el Líbano, cuya población se encuentra en muchos sentidos entre las más sofisticadas políticamente, sencillamente obtusos: «Nadie tiene derecho a privar a los ciudadanos del Líbano de su libertad política y económica, de su derecho a la libertad de movimientos dentro de su país, de su necesidad de seguridad».

Los funcionarios del Departamento de Estado dijeron esta mañana que la coalición internacional que apoya al estado libanés contra Hizbollah no ha sido nunca tan fuerte. Washington cree que Hizbollah «ha apretado un poco demasiado» y ahora se arriesga a distanciarse del resto de la población libanesa, incluidos los aliados cristianos más importantes de Hizbollah, según manifestó un funcionario.

La administración de Bush se puso a recordarle al mundo que en los últimos dos años ha gastado 1.300 millones de dólares en apuntalar el gobierno de Siniora, dedicando unos 400 millones de dólares a levantar las fuerzas de seguridad del Líbano. Esta declaración constituye una broma de mal gusto según algunos informados observadores libaneses:

«El dinero que la administración Bush ha gastado se ha empleado en crear una ‘Fuerza de Seguridad Interna’ sunní no para los libaneses sino para el ‘equipo gobernante’ (el nombre con el que la oposición y sus aliados denominan al actual gobierno del Líbano), que no es más una milicia dirigida por oficiales pro-estadounidenses. Hizbollah podría derrotar y disolver esa milicia de Bush en un abrir y cerrar de ojos», según un funcionario que fue durante mucho tiempo administrador del programa de la FINUL.

Un frustrado miembro del Comité de Inteligencia del Senado estadounidense envió un email esta mañana con un matiz de ironía y cinismo refiriéndose al Presidente Bush:

«Este perdedor lo ha ya conseguido realmente. Habiendo entregado de hecho Iraq y Afganistán a Irán, ahora les ha dado el Líbano. Subraye mis palabras: Arabia Saudí es el siguiente y los saudíes lo saben y harán un trato con Irán».

Los ganadores principales resultan obvios: la población cristiana del Líbano aliada con el Movimiento Patriótico Libre del General Michel Aoun, Hizbollah, Amal y sus sunníes, los drusos y sus seguidores internacionales.

La posición de Hassan Nasrallah es ahora posiblemente más fuerte que nunca no sólo en el Líbano sino en toda la región. Si quisiera ser un dictador para todo el Líbano, cosa que evita, podría serlo en la actualidad.

Rami Joury acertó de pleno, según el punto de vista de este observador, cuando escribió esta mañana en el Daily Star de Beirut:

«La tarea de Nasrallah es crear ahora un entorno inclusivo propicio que dé respuesta a estos y otros desafíos. No puede esperarse que él y su partido encuentren todas las soluciones, y tampoco deberían intentarlo. Si durante ese proceso no puede atraerse a otros jugadores -y no sólo a sus más próximos aliados-, Nasrallah corre el riesgo de tener que asumir el papel de dictador por defecto».

Hizbollah y sus socios han defendido con frecuencia que sus homólogos en la coalición de fuerzas del 14 de Marzo no estaban interesados en una asociación auténtica, que funcionan sólo en términos de dictadura. Ahora Nasrallah tiene que probar que, por su parte, está preparado, que desea y puede cumplir con sus propias expectativas, y para eso la rapidez es vital: Tras quince años de de guerra civil, quince de soberanía diluida y tres de limbo, los libaneses se merecen finalmente tener un nivel de políticos acorde con sus talentos y energías. Si Nasrallah es el hombre que consigue que esto suceda, la historia juzgará sus acciones como una revolución, no como un golpe, y una revolución largamente dilatada.

Las últimas noticias dicen que es posible que el aeropuerto se abra el lunes, pero aún no es seguro.

N. de la T.:

(*) El Club Welch está integrado por : Walid Jumblatt (líder del partido socialista druso), siempre al servicio del más fuerte. Samir Gragea, líder del partido extremista de la Falange y sus Fuerzas Libanesas, el grupo que permitió que Israel llevase a cabo la masacre de Sabra y Chatila. Y Saad Hariri, el millonario presidente del Club (hijo del asesinado ex primer ministro Rafiq Hariri), y ahora líder del «Movimiento Sunni para el Futuro».

Puede contactarse con Franklim Lamb en: [email protected]

Enlace con texto original en inglés:

http://counterpunch.org/lamb05102008.html