Mohamed escucha su nombre por megafonía, abandona la fila y se dirige al piso de arriba de la escuela Mahdi. Allí es donde Hizbulá está repartiendo las indemnizaciones a la población cuyas casas han sido destruidas por los bombardeos israelíes. Mohamed entra en una de las aulas, hoy convertida en improvisado despacho de los funcionarios […]
Mohamed escucha su nombre por megafonía, abandona la fila y se dirige al piso de arriba de la escuela Mahdi. Allí es donde Hizbulá está repartiendo las indemnizaciones a la población cuyas casas han sido destruidas por los bombardeos israelíes. Mohamed entra en una de las aulas, hoy convertida en improvisado despacho de los funcionarios del Partido de Dios. Uno de ellos recoge y examina su documentación: las escrituras de la casa, el poder notarial, su carné de identidad…
Comprobado todo, firma un recibo. Entonces, el funcionario se inclina y mete la mano en una gran maleta colocada debajo de la mesa. Saca un fajo de billetes de 100 dólares y se lo entrega en mano a Mohamed. «Aquí tienes tu dinero», le dice.
Mohamed cuenta el fajo y se lo embolsa alegremente en su bolsillo.
«Escuché en la televisión Al Manar un discurso de Hasan Nasrala que decía que nos indemnizaría por nuestras casas destruidas», explica Mohamed ahora con un prominente bulto en el bolsillo de sus modernos pantalones vaqueros. «Hace cinco días que vine para dar cuenta de mi problema. La casa de mi hermano, que vive en el barrio de Haret Hreik, ha quedado totalmente destruida. Él está en Arabia Saudí, trabajando con mi padre, así que me ha extendido un poder notarial para que yo pueda recoger su dinero», señala a EL MUNDO el chico de 19 años, antes de salir del colegio.
Como Mohamed, más de 500 personas pasan por el colegio Mahdi de Beirut cada día para recoger su indemnización. El dinero lo entrega Hizbulá en efectivo. Lo transporta desde cuentas bancarias a nombre de testaferros en grandes maletas hasta el centro educativo, donde organiza su reparto. En Beirut, la asignación de ayudas está centralizada en el enorme colegio Mahdi, situado en el distrito de Burj al Barayne, en el sur de la capital. Hizbulá cuenta con centros similares en todas las grandes ciudades del sur y el este del Líbano, según fuentes del Partido de Dios.
El trasiego de dinero contante y sonante alcanza dimensiones sorprendentes. Si cada día se reparten 10.000 dólares (unos 7.750 euros) a más de 500 personas, esto significa que, sólo en Beirut, Hizbulá entrega cada día 5 millones de dólares. Si se extrapola esta cifra a todo el país, la cantidad resultante excede los 10 millones de dólares al día. En un mes, Hizbulá habrá donado a las familias sin hogar 300 millones de euros, 60 millones más que la ayuda total que ha prometido el Gobierno de Bush para reconstruir el Líbano. Pero la asistencia no acaba aquí: Hizbulá ha prometido a los que no tienen casa que en un año les dará las llaves de un nuevo hogar. «Les creo, porque todo lo que prometen lo cumplen», dice Mohamed.
La capacidad de Hizbulá para generar este dinero y reponerlo cada día es demoledora y da cuenta de las dimensiones de la organización chií, de su poder, de su nivel de implantación y de su eficiente sistema de financiación. De dónde viene todo este dinero, es un secreto que en Hizbulá nadie quiere revelar, aunque todo apunta a la conexión iraní y a las donaciones de particulares y multimillonarios árabes. Para los organismos oficiales, es imposible rastrear el proceso de colecta de todo este dinero.
«Nadie sabe muy bien cuánto dinero mueve Hizbulá. Pero puede calcularse a partir del número de casas destruidas, que son 20.000, y de que el grupo chií va a pagar 9.300 euros a cada familia para pagar el alquiler durante un año y comprar muebles», explica Zuhair Hawari, periodista del prestigioso diario libanés Al Safir y experto en temas económicos. «No sé de dónde saca tanto dinero y es muy extraño que tenga tanto efectivo disponible. Sin embargo, está claro que la mayor parte del dinero viene de Irán. No es verdad que todo venga de donaciones, hablamos de 1.000 millones de dólares…», prosigue estupefacto.
Mientras ni el Gobierno ni los especialistas parecen poder controlar el poderío financiero del Partido de Dios, el grupo chií lleva un efectivo control de cada céntimo. Su contabilidad es perfecta y tiene en cuenta cada recibo que se expide. «Cada fajo de dólares es controlado por 10 personas distintas. Nunca perdemos un dólar en el proceso», explica a EL MUNDO uno de los funcionarios de Hizbulá, que prefirió permanecer en el anonimato. «Somos conscientes de que con cada fajo nos jugamos nuestro honor», agrega.
Hizbulá sabe a quién paga y cuánto paga. Es un control perfecto. No hay forma de que una persona engañe a la organización alegando que ha perdido su casa si esto no es así: los funcionarios chiíes en el terreno comprueban cada reclamación y verifican cada dato: si la casa está dañada o no, cuántas habitaciones tenía, a quién pertenece… Y los trámites son rápidos. Mohamed sólo tuvo que esperar cinco días para recibir una llamada: «Ven y recoge tu dinero», le dijo Hizbulá. Una vez allí, ayer, sólo tardó unos minutos en hacer el trámite y obtener su indemnización. «Ahora estoy feliz, esto resuelve mis problemas», exclama el joven.
Los expertos de Hizbulá consultados por este periódico aseguran que en tres semanas habrán terminado con la primera fase de la operación, la de las indemnizaciones a las familias sin hogar. Entonces comenzarán la siguiente fase, el pago de ayudas a los que tienen daños relativos en sus casas. La tercera etapa la dedicarán a indemnizar a las víctimas mortales de la guerra: han prometido 27.000 dólares (casi 21.000 euros) por cada shahid -mártir en la jerga del partido chií-, contrapuesto a los 13.000 dólares que dará el Gobierno. La última fase de pagos se centrará a indemnizaciones a empresarios que han perdido sus mercancías.
Hizbulá no sólo ha reemplazado el papel del Gobierno, sino también el de las compañías de seguros. «Nunca he visto este fenómeno. Es algo muy peligroso. Siempre he pensado que los movimientos revolucionarios eran pobres, nunca les imaginé multimillonarios. He estudiado los movimientos palestinos, los del Vietnam, el Che Guevara y creo que lo de Hizbulá no tiene precedentes. Ningún partido en el mundo maneja tanto dinero como ellos», comenta el periodista Hawari en su despacho de Al Safir.
El Partido de Dios supera, en efecto, las donaciones del Gobierno en cuantía y en eficacia. Cuando el Gabinete libanés aún no ha puesto en marcha ningún plan de reconstrucción, Hizbulá está ya inyectando efectivo, utilizando la moneda del enemigo estadounidense para cambiar el paisaje ruinoso del país a golpe de dólar.