Estados Unidos desde hace ya tiempo se ha convertido en el juez de la moral del planeta, y con su industria desmesurada del entretenimiento, de la informática y del mass media, y la hegemonía mundial que ejerce en sus colonias con sus comparsas los medios de comunicación domina y manipula la opinión pública mundial, y […]
Estados Unidos desde hace ya tiempo se ha convertido en el juez de la moral del planeta, y con su industria desmesurada del entretenimiento, de la informática y del mass media, y la hegemonía mundial que ejerce en sus colonias con sus comparsas los medios de comunicación domina y manipula la opinión pública mundial, y determina el predicado y los adjetivos éticos que deben de portar en sus identidades personajes, países y regiones.
Sadam Hussein hizo el papel de Ángel salvador cuando combatió la revolución religiosa instaurada por el ayatollah Khomeini en Irán, país considerado por Israel como su eterno enemigo. Sin embargo, se convirtió en el mismo Satanás cuando invadió Kuwait, y el uso de supuestas armas químicas que resultaron ser falsas, desencadenó el pretexto para que el mismo Presidente George Bush iniciara en 2003, dos años después de la caída de World Trade Center en New York, una guerra en el golfo pérsico contra la Iraq de Hussein.
Osama Ben Laden, cuya familia tenía intereses comerciales ligados a consorcios y Holdings de la de familia de George Bush, fue nombrado por la administración Carter y Reagan en su momento, junto con los muyahidines que lideró con entrenamiento de la CIA desde Paquistán, como héroes y luchadores de la libertad, cuando combatían a las tropas soviéticas que trataban de cooperar con el gobierno comunista instaurado en Afganistán y contener el paso de los fundamentalistas religiosos a su región federal. Estas movidas estadounidenses a la sombra de su asesoría y el suministro de armas a los rebeldes mercenarios, hicieron que Afganistán se mimetizara con el Vietnam que le tocó vivir a la misma Unión Soviética durante tanto tiempo, y ello desprestigió su ejército en momentos vitales de la guerra fría.
Osama Bin Laden desaparece de la escena mundial, y vuelve al teatro del maniqueísmo con motivo de la caídas de las torres gemelas en el 2001, y para los medios globales que administran el miedo y el terror mundial, llega a encarnar el mismo papel del Satanás moderno, curiosamente con ropajes anacrónicos de pastor de ovejas de la edad media, en el mero centro del postmodernismo occidental del siglo XXI, y en lo sucesivo será buscado con lupa, radares, sextantes y telescopios, y aviones teledirigidos por las regiones más inhóspitas del mundo para vindicar la afrenta contra la postración y la vulnerabilidad en la que dejó parado al mismo imperio estadounidense, y su cabeza y su turbante será valorada al precio de vivir en carne propia las bonanzas del sueño americano, para quien dé con la gruta escarpada donde reside su diminuto cuerpo de monje mahometano en retiro. Lo paradójico es que este evento catapultó la popularidad de un Presidente Bush, cuya legitimidad fue puesta en entredicho antes con unas elecciones fraudulentas que tuvieron que ser resueltas no por el veredicto popular como lo establecería una elemental democracia sino por la decisión antojadiza de la Corte Suprema de Justicia de los Estados Unidos, una institución secuestrada por los republicanos.
Bin Laden vuelve aparecer está vez ajusticiado, después de tanto tiempo viviendo entre parias y lugares de hojalata y piltrafas, y justo después de poner los nervios de punta a los ciudadanos estadounidenses, ingleses y españoles. Lo inaudito vuelve a poner énfasis en el trance, porque su muerte se suscita cuando la administración de Barack Obama experimentaba su peor momento de popularidad, y este acto guerrerista, que lo sacó de su lugar común de demócrata de aparente buenas formas y respetuoso de los derechos humanos mundiales, le elevó los índices de aceptación por el orden de un 40%, demostrando con ello, que en la política todo vale hasta darle muerte a un personaje de ficción que ataca cuando es preciso con sus flechas del paleolítico, y muere cuando ya su vida de anacoreta y monje cartujo carece de importancia.
Muerto Satanás es necesario crear otros ángeles del mal, y la denuncias fuertes de Gadafi en la ONU con un discurso incendiario y antiimperialista, desencadena la furia del imperio y el pretexto para que por medio de la invasión a Libia se le pueda sacar provecho a una de las mayores reservas de petróleo en el mundo por potencias como Estados Unidos, Francia, Italia, Canadá, Bélgica, Dinamarca, Catar, Noruega e Inglaterra, y se puedan utilizar nuevas armas sin licitaciones, y se asegura por derecho de guerra la reconstrucción del país con estados de emergencias y contrataciones directas, y se conquista no solo un nuevo país, sino también un nuevo mercado abierto a los productos de los conquistadores.
Consumadas las labores expansionistas en ese Estado nacional, el turno le llega a Siria, el nuevo satanás quien tiene en sus manos supuestas armas de destrucción masiva. La misma mentira de Iraq se intenta repetir con Siria, porque el monstruo extractivo de la savia del oro negro necesita nuevas víctimas, y sus agravios quedan bajo la marca registrada de atacar el terrorismo mundial, y acabar con una de las mayores resistencias que ha tenido hasta la fecha el imperio estadounidense y sus vasallos. Los occidentales dirigidos con el apoyo de Francia, Estados Unidos e Inglaterra, bajo el eufemismo de labores de humanidad, crea una zona de exclusión área en Siria y apoya con armamentos a los rebeldes mercenarios en cuyas filas militan mercenarios de muchos países y gentes de Al Qaeda dirigidos desde Jordania que en tiempos recientes han sido satanizados y ahora apuntalan los intereses occidentales. Sin embargo, el veto de Rusia, y China en el seno del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas salva en los tiempos extras de esa guerra inventada con el afán de ganar territorios, mercados y acabar con la resistencia árabe, a una Siria, victima propicia del expansionismo territorial. Este veto paraliza aparentemente a un Estados Unidos que intenta por caminos diplomáticos tener poco roce con una potencia atómica como es Rusia, y tampoco con su proveedora mundial de productos y su acreedor comercial la China. No obstante, los yankees para limpiar sus manos intervencionistas, crean en el 2014 en el imaginario colectivo mundial con armas y con movidas guerreristas entre las fronteras de los países de Irak y Siria, al denominado Estado Islámico, clonación hollywoodense de un imperio que pretende crear nuevos temores bajo las supuestas pretensiones restauradoras de los neoconservadores de califatos y gobiernos religiosos liderados por Alás y Mahomas desafiantes con manidos estereotipos de hombres barbados e inmaculados turbantes de color blanco y armados de faquires y Ak 47.
El Estado Islámico está conformado por treinta mil hombres en armas que incursionó desde el noroeste de Iraq y en pocas semanas batió al ejército kurdo-iraquí que se desbandó. El Estado Islámico se apoderó de un tercio de la zona autónoma kurda, instalando su capital en Mosul, amenazando la ciudad de Erbil, ambas en el corazón de la zona petrolera. También se hizo fuerte en el este y norte de Siria, en regiones donde el Estado central y sus fuerzas se encontraban ya debilitados como consecuencia de la guerra impuesta desde 2012 por miles de mercenarios yihadistas y que estaban de hecho en manos de los pechmergas kurdos ligados al PKK y al PYD enemigos eternos de Turquía. El conflicto implica a territorios de aproximadamente seis millones de km² y de manera directa o indirecta involucra a 268 millones de personas. La región alberga cuantiosas reservas de petróleo y si agregamos antecedentes de índole étnico o religioso y los intereses de las grandes potencias, tendremos un bosquejo del polvorín del planeta en el Cercano y Medio Oriente. El Estado Islámico es un movimiento suní de inspiración salafista, la corriente musulmana que propugna el retorno a los orígenes. En la jerga islamista designa a los ancestros y hace referencia al círculo íntimo del profeta Mahoma. El Estado Islámico es hostil a los chiíes y su objetivo declarado es el restablecimiento de la organización unificadora político-religiosa UMA, comunidad musulmana como el califato abasí. Algunos observadores hablan de takfiristas para referirse a una corriente más radical que tendría también influencia en el Estado Islámico. El marco donde se lleva a cabo este conflicto agrega otro aspecto. Y es que cada uno de los Estados de la región que están implicados directa o indirectamente, tiene sus propios intereses nacionales, que a veces se contraponen o no empalman con las diferencias étnico-religiosas.
Tampoco se puede desconocer que el pretendido Estado Islámico tiene territorios, población y reservas de petróleos dominadas convencionalmente, pero lo interesante de ello para los intereses estadounidenses, es que abre espacios a un imperio occidental que enfrentará en el futuro sin la dificultad de la fortaleza de los Estados nacionales, y solo contra intereses tribales de menor cuantía, a una resistencia que está siendo domesticada desde ya, por medio de abastecimiento de armas y de asesores de la CIA, que orientan las movidas del satanizado Estado Islámico hacia puntos estratégicos dominados por la administración de Bashar Al Asaad en Siria. Por esa razón hemos sido testigos, como la misma Turquía aliado de Estados Unidos, atacó Siria con el pretexto de que atacaba el Estado Islámico, derribó un avión ruso que pretendía atacar al Estado Islámico, y el mismo Israel apoya en la sombra el expansionismo del Estado Islámico en Siria porque busca con ello acabar con una de las mayores resistencias del mundo árabe, y de paso cercar a su eterno rival, el país de Irán. Francia por su parte, atacó a Siria directamente bajo el pretexto de que Siria apoyó el Estado Islámico en su ataque a ciudadanos franceses, cuando son hombres indignados de Siria, Libia, Iraq y otros estados que se han quedado sin familias y sin culturas los que han descargado su furia contra ciudadanos franceses, en forma clandestina porque no tienen otra opción, y con una guerra urbana de atacar e inmolarse han dirigido sus ataques, de forma asimétrica a una potencia estadounidense que con la prepotencia de sus armas de última generación masacran miles y miles de vidas humanas en esos Estados, sin que se otorgue un segundo de silencio a las víctimas cuyos cuerpos irreconocibles vuelven al polvo de donde vinieron, como si el ser humano tuviera más valor en occidente que oriente medio.
Israel ha efectuado bombardeos contra objetivos militares en territorio sirio, y colabora con los mercenarios yihadistas en la frontera con Siria, proveyéndolos de aparatos militares sofisticados de inteligencia, municiones y ayuda médica. Por eso se explica el acercamiento de Tel Aviv con ciertos países suníes que apoyan al Estado Islámico, y a los mercenarios que agreden a Siria. Es lo que un dirigente gubernamental israelí llama la diplomacia del champiñón, que se traduce por tentativas de acercamiento no sólo con Egipto y Jordania, sino también con Arabia Saudita y los países del Golfo.
La confusión de nombres y enemigos ha provocado un panorama complejo en el Medio Oriente que se mueve bajo el ritmo de reivindicaciones religiosas, tribales, nacionales y de geopolítica, de penetración de mercados, obtención del manejo de reserva de petróleo y expansionismo territorial.
Por su parte, Rusia juega un papel de equilibrio en la zona por muy diferentes razones que están alejadas de las motivaciones ideológicas que con nuestra corta visión pretendemos adjetivar. Rusia tiene tratos comerciales con Siria desde muy antes de que empezara la guerra. Empero, la estrategia rusa va más allá de ello, porque Moscú, como cualquier país que salvaguarda su seguridad territorial, considera que Siria pertenece a su zona de influencia fronteriza para cortar el paso a estas hordas mercenarias, que de no ser contenidas pasarían a Irán, la eterna enemiga y objetivo común de Israel y Estados Unidos, después pasarían a Georgia, aproximándose a su propio país a través del Cáucaso, y esto desde luego, crearía para la geopolítica mundial una visión de vulnerabilidad que no quiere mostrar por motivo alguno Putin, llamado por sus poses estéticos de latin lover Neanderthal en magazines mundiales: El Malboro de las Siberias, quien ha mostrado un moderno liderazgo mundial bajo el mandato de una Rusia que se ha creado de las cenizas de la balcanización de la unión soviética, pero que es sostenida por su recia personalidad de no ser pisoteado por los Estados Unidos, y por la posesión de armamento atómico persuasivo que le devuelve al sitial perdido de potencia mundial en ascenso.
Por de pronto, en el escenario del mal, el Estado Islámico creado y financiado por el mismo Estados Unidos para atacar a la propia Siria lleva la delantera en los imaginarios simbólicos pero no en la realidad geopolítica. Esperemos como termina la zaga, porque en ese Medio Oriente, lugar designado por la providencia para que habitara el petróleo, los amigos y los enemigos se reciclan, pero el afán y el expansionismo imperialista parece no dar tregua, por de pronto ya conocemos quien protagoniza el papel de Satanás, pero todos sabemos también quién es el que ha tenido el olor a azufre y a pólvora.
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