La ciudad despertó, tras cuatro días de ataques israelíes, con una relativa calma aunque a la madrugada los lanzamientos de proyectiles Katiushas desde bases cercanas a la ciudad sacudieron el ambiente. A la mañana, en la terraza de una de las casas un traductor encuentra unos de los panfletos que fueron lanzados desde el aire […]
La ciudad despertó, tras cuatro días de ataques israelíes, con una relativa calma aunque a la madrugada los lanzamientos de proyectiles Katiushas desde bases cercanas a la ciudad sacudieron el ambiente. A la mañana, en la terraza de una de las casas un traductor encuentra unos de los panfletos que fueron lanzados desde el aire hace diez días. En el texto se le informa a la población que por su seguridad se retiren de los lugares donde se encuentran las milicias chiítas.
A día de hoy, cristianos y musulmanes coinciden en que la guerra será larga y recuerdan todo el tiempo los sucesos de 1996. Una nueva recomendación, basada en aquella experiencia es dormir lejos de las ventanas, no por la onda expansiva de las bombas, sino por el vuelo de los aviones super sónicos israelíes que producen el estallido de los vidrios.
Por eso todo el equipo está alerta. Ambulancias entran y salen raudamente y a pesar de la situación el Hospital Jabal Amel brilla por donde se lo mire y su director, el doctor Ahmad Mroue de 54 años, que culminó sus estudios en Madrid, está en su oficina dispuesto para cualquier emergencia aunque su rostro esté surcado por el cansancio de las últimas dos semanas donde se recibieron a 340 heridos y se calculan unos 170 muertos.
El personal del hospital compuesto por 34 médicos y 50 enfermeras se dividen en dos grupos que trabajan a tiempo completo. Y todos tiene experiencia, esta no es su primera guerra. Los primeros ataques que recibió este hospital fue en 1982 cuando cuatro meses después de su apertura comenzó la ocupación israelí.
«Es la cuarta guerra que estamos aquí y no pedimos nada a los árabes y a los extranjeros. No pedimos democracia ni libertad pedimos una sola cosa a los organismos de derechos humanos: que nos dejen vivir», señala. «Porque esta guerra es matar y matar y matar a la gente. El 19% son niños, el 32% son mujeres y el resto son hombres de distintas edades. Esta es una guerra contra los civiles», ratifica.
«Pero en 1982 el hospital estaba perfectamente identificado y la Cruz Roja Internacional les dio aviso. Igual lo atacaron. Ahora estamos trabajando para que no nos ataquen porque aquí hay más de 400 personas entre los heridos y los desplazados que están en el sótano», manifiesta preocupado el director oriundo de esta ciudad. «Pero además es muy difícil recoger los muertos de las ruinas porque no tenemos medios para excavar. Y los casos se repiten en los pueblos y las rutas porque la Cruz Roja tampoco dispone de muchas ambulancias».
Esta carencia de vehículos para emergencias y los ataques sufridos aunque estén claramente señalados, no permite a los equipo de la Cruz Roja Libanesa llegar a los pueblos del sur para asistir a los heridos. Por ello en los caminos y en las casas permanecen los muertos sin sepultar y los heridos sin curación.
Hace dos días llegaron al hospital, dos ancianos de 83 y 73 años provenientes de Bint Jbayl , llegaron a Tibnin situada a 12 kilómetros al noroeste de Tiro y conocida por ser la ciudad de nacimiento de Sabih Barri, el líder de Amal, 24 horas más tarde y tres días después al hospital. Aunque parezca cinematográfico es real. El anciano herido por los ataques sentó a su esposa en una silla y pasaron 24 horas hasta que en un punto del camino recorrido, un vehículo pudo auxiliarlos y trasladarlos al hospital donde se encuentran ahora y fue el que recibió la mayor cantidad de víctimas. «Seguro que hay heridos de Hizbula. Es posible que se curen en sus hospitales de campaña. Pero ese no es nuestro problema. Nuestro problema son los civiles. Esto es una matanza», señala
Cuando se le pregunta a Mroue que piensa sobre esta guerra, sin dudar responde. «No tengo miedo, no voy a dejar este hospital ni voy a dejar mi tierra», afirma. «Esta es mi tierra, no es para los israelíes. Es de mi abuelo, mi padre, todo el mundo vivió aquí y yo tengo que vivir aquí y ayudar a esta gente». Mroue coincide en que esta será una guerra larga y que estaban preparados para un mes de provisiones. Pero la afluencia masiva de heridos modificó las previsiones. «Tenemos medicamentos para 10 días. Intentaremos traer algo de Beirut si las rutas nos permiten. Sino nos vamos a quedar, aquí a pesar de todo», concluye. –