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Huesos y esperanzas rotos

Fuentes: El Corresponsal de Medio Oriente y Africa

¿Cómo es recordado Yitzhak Rabin por los palestinos? En primer lugar, como alguien que les ordenó a los soldados que les rompieran sus brazos y piernas, cuando empezó el levantamiento popular contra la ocupación israelí en 1987. Antes del apretón de manos en el césped de la Casa Blanca, antes del Premio Nobel y antes […]

¿Cómo es recordado Yitzhak Rabin por los palestinos? En primer lugar, como alguien que les ordenó a los soldados que les rompieran sus brazos y piernas, cuando empezó el levantamiento popular contra la ocupación israelí en 1987.

Antes del apretón de manos en el césped de la Casa Blanca, antes del Premio Nobel y antes del asesinato, cuando se les pregunta a los palestinos por Rabin, esto es lo que ellos recuerdan: Uno piensa en sus manos, cruzadas con cicatrices por las palizas de los soldados; otro recuerda a un amigo que anduvo entre la vida y la muerte en el hospital durante 12 días, después de haber sido golpeado por los soldados que lo sorprendieron pintando un eslogan en una pared durante una protesta. Otro recuerda el campo de refugiados de Al-Amari; durante la primera Intifada, todos sus hombres jóvenes usaban muletas o andaban enyesados porque -tras tirarles piedras a los soldados- habían sido cazados por los militares, que cumplieron la orden de Rabin.

Jamal, Bilal, Nadim y Said: Todos andan por los cuarenta años y todos han estado en varias ocasiones encarcelados por haber participado de la revuelta popular de la primera Intifada. Ellos son de la Franja de Gaza y de Cisjordania. Son graduados universitarios; dos siguen sus respectivos doctorados en Matemática y en Historia, mientras el tercero está completando un posgrado en Ciencia Política y el cuarto es artista y DJ aficionado. Ellos no son activistas de ninguna organización, y no se arrogan la representación de ningún grupo; sólo aceptaron contestar «qué es Rabin para usted». La pregunta los sorprendió, porque no piensan mucho sobre él, y ni siquiera tenían en cuenta que se cumplía el 10º aniversario de su asesinato.

Bilal (el DJ), que es oriundo de un pueblo del norte de Cisjordania y vive en Ramallah, dice: «Yo no pretendo hacer ningún análisis político, pero nunca me han convencido los comentarios de Arafat sobre que Yitzhak Rabin era un verdadero compañero para la paz; tampoco acepto la tesis de que si Rabin no hubiera sido asesinado, ya habría habido paz.»

Piensa, en cambio, que Rabin fue un hábil negociador, pero que no estaba dispuesto a hacer transformaciones profundas. «En los dos años que transcurrieron entre la firma de la declaración de principios y su asesinato, nosotros no experimentamos ningún cambio real en nuestras vidas», dice Bilal. «Yo vi reuniones, conversaciones alrededor de la mesa, sonrisas en la televisión, pero en el terreno, permanecimos bajo la ocupación israelí y Rabin continuó representando la ocupación para nosotros: asentamientos, apropiación de la tierra y una administración civil que arbitrariamente nos daba permiso para movernos o lo denegaba.»

El asesinato de Rabin no fue una gran sorpresa para Bilal. «Los políticos siempre se exponen a este tipo de cosas y yo siempre pensé que la sociedad israelí no era diferente de otras sociedades, que los israelíes son como nosotros.»

«En el primer momento, me alegré»

Nadim, el estudiante de Historia, admite que él se sentió feliz cuando supo que Rabin había sido asesinado. «En el primer momento, no bien oí que él había sido asesinado, sentí alegría», dice Nadim. «Un hombre que ordenó que nos rompieran los huesos… ¿cómo se esperaba que lo sintiera?» Él dice que muchos palestinos no piensan en Rabin. «Ahora que usted pregunta, yo recuerdo que él no honró el acuerdo, que rechazó algunas de sus cláusulas…»

Nadim, que nació en Gaza, recuerda que antes de Oslo, no bien fue excarcelado, en 1991, consiguió trabajo en Israel. Pero después de los Acuerdos de Oslo -dice- «Israel cada vez nos cercó más y yo quedé prisionero en Gaza, sin esperanzas, como la mayor parte de la gente».

Said, el estudiante de Ciencia Política de Nablús, ve a Rabin como un líder fuerte que comenzó un «proceso político», pero que al mismo tiempo estaba interesado en mantener los asentamientos. «Rabin fue una persona que tuvo la fuerza y la determinación para ir de la orden pública de romper los brazos y piernas de los palestinos a un proceso político, cuando sintió el cambio en el humor internacional», dice Said. «Yo no estoy diciendo ‘el proceso de paz’, porque no era paz. Él tuvo la fuerza para romper los tabúes en la sociedad israelí cuando estuvo de acuerdo en entablar conversaciones con la OLP y reconocerla. Al mismo tiempo, conservó las conquistas coloniales de Israel. Después de todo, no desmanteló un solo asentamiento. Él fue un buen exponente de esa generación de israelíes que quisieron terminar con la imagen de Israel como estado ocupante y al mismo tiempo buscó la manera de asegurar la expansión territorial de Israel.»

Si nosotros tuviéramos un líder como Rabin

Contrariamente a lo que sostiene Nadim, Said está convencido de que los palestinos tienen presente a Rabin. Algunos lo maldicen por traer «a los tunecinos aquí», dice, refiriéndose a Arafat y a otros líderes de OLP que habían sido desterrados allí. «Y algunos están convencidos de que si Rabin no hubiera sido asesinado, nosotros no estaríamos en la penosa situación en la que estamos.»

Said afirma que Rabin entendió que la sociedad palestina se había debilitado al final de la primera Intifada. «Nosotros estábamos en una situación similar a la de hoy: caos político, matones gobernando la calle, apatía. Él entendió que era el momento para establecer un acuerdo cuando nosotros estábamos en una posición de debilidad. Por eso algunos de nosotros lamentamos no haber tenido un líder como Rabin.»

«Además del recuerdo de aquella orden de rompernos los huesos, lo primero que apareció en mi cabeza cuando me mencionó a Rabin es la aversión con la que el ex primer ministro estrechó la mano de Arafat», dice Said. «Él transmitió un sentimiento de superioridad, una enfermedad común de los israelíes que todavía no han superado.»

A Jamal, que está trabajando en su doctorado en Matemática, le choca el contraste «entre la brutal, racista y fascista orden de romper los huesos y la habilidad de Rabin de nadar contra la corriente, tomar una decisión valiente y firmar un acuerdo con la OLP».

Jamal es un gazano «encarcelado» en Ramallah; desde que se firmaron los Acuerdos de Oslo, Israel no les ha permitido a muchos gazanos que viven en Cisjordania cambiar de residencia y los considera «ilegales» en Cisjordania. Jamal no deja Ramallah, donde vive desde 1987, porque teme ser apresado y enviado a Gaza. No obstante, cuando se le pregunta por Rabin, Jamal no menciona su «prisión», sino los comentarios de algunos de sus amigos cuando se firmaron los Acuerdos de Oslo: «Nosotros no queremos nada, además de Gaza, Cisjordania y Jerusalén Este.» En aquellas épocas -dice Jamal-, la gente estaba llena de esperanza, una esperanza que nació en los tiempos de la primera Intifada. Inspirado por ese espíritu de esperanza -sostiene- la gente creyó que Rabin había cambiado».

«Yo no puedo considerarlo una paloma, pero él experimentó un proceso de liberación de los modelos tradicionales», dice Jamal. «La orden que dio para rompernos los huesos liberó el aspecto más salvaje de los soldados israelíes. Pero la decisión de sostener un diálogo generó un buen clima en parte de la sociedad israelí y también en la nuestra. Pero Yigal Amir (el asesino de Rabin) ganó. El asesinato detuvo la oportunidad que hubo para avanzar».

La fuente: Haaretz