Doscientos muertos, trescientos, cuatrocientos, qué más da ahora mismo cien arriba o abajo. Son más de cinco mil desde que dio comienzo la segunda intifada y muchos miles más desde que existe Israel hace sesenta años sin que la ONU, la OTAN, la UE ni ninguna otra organización internacional hayan hecho otra cosa que recompensar […]
Doscientos muertos, trescientos, cuatrocientos, qué más da ahora mismo cien arriba o abajo. Son más de cinco mil desde que dio comienzo la segunda intifada y muchos miles más desde que existe Israel hace sesenta años sin que la ONU, la OTAN, la UE ni ninguna otra organización internacional hayan hecho otra cosa que recompensar a Israel por su política genocida en Palestina.
Israel fue admitido en la comunidad internacional como un Estado más, aunque se estableció en 1948 mediante la masacre y la expulsión de los palestinos que vivían pacíficamente en sus tierras hasta ese momento. Israel se mantiene financiado y armado por Estados Unidos a pesar de sus guerras y agresiones contra países vecinos. Israel ha sido premiado con un acuerdo político, económico y científico preferencial con la Unión Europea, aunque emplea sistemáticamente tanques y cazabombarderos contra la población palestina -de la que el 50% es menor de edad-, la cual mantiene bajo ocupación militar desde hace cuarenta años.
Los gobiernos de Estados Unidos, la Unión Europea y España informan habitualmente a sus votantes de que «apoyan totalmente a Israel, sean cual sean las circunstancias», como aseguró hace poco el ministro español de asuntos exteriores, así que la consecuencia lógica es que Israel haya matado ayer sábado a casi tres centenares de seres humanos como si fueran alimañas sin derecho alguno.
La lista de violaciones de la ley internacional por parte de Israel es tan larga como la de los árabes que ha matado en Palestina, Líbano, Iraq, Siria, Jordania, etc. La naturalidad y la tranquilidad, cuando no la sorna, con las que los líderes israelíes amenazan constantemente con castigos y con la muerte a los palestinos, revelan un carácter que se asocia a psicópatas de películas de la serie B y no a personas en cuyas manos -armadas con bombas nucleares- está la paz del mundo. Para más INRI los occidentales consideran un crimen criticar a Israel, para colmo de males el asesinato de palestinos se considera en Occidente como un mal menor necesario para que avance el proceso de paz.
Los que en Occidente alaban a la «única democracia en Oriente Medio» son cómplices de sus asesinatos, como lo son los israelíes que votan a los políticos que los ordenan. Hace muchos años que el significado de la palabra democracia ha sido pervertido, así como el de derechos humanos, ONU, derecho internacional, paz mundial y otras que usan los poderosos para justificar la imposición de su voluntad sobre los débiles.
Resulta increíble que el gobierno de Hamas en la Franja de Gaza haya ofrecido apenas cuatro días antes de esta última matanza, el 23 de diciembre, renovar la tregua, la cual ha respetado durante meses a pesar de que Israel ha mantenido y aumentado su cruel asedio contra Gaza en ese tiempo, tregua que rompió en un claro acto de provocación a primeros de diciembre con el asesinato de cuatro palestinos.
La ingenuidad de Haniye y su equipo contrasta agudamente con la perversión del primer ministro israelí Olmert y su ministro de defensa Barak. Al mismo tiempo, mientras periodistas árabes y algunos observadores han reflexionado en los días pasados sobre las señales evidentes del ataque israelí, la prensa occidental narcotizaba a la opinión pública para apoyar, una vez más, las acciones terroristas de Israel.
En el último mes Israel expulsaba de Gaza a periodistas, internacionalistas, delegaciones extranjeras, negaba el paso a diplomáticos y al relator de las Naciones Unidas, aumentaba el asedio, reducía aún más el paso de alimentos, medicinas y combustible. Al mismo tiempo amenazaba con agredir a los palestinos. Occidente dejaba de lado estas señales y criticaba a Hamas por dar por finalizada la tregua.
Ha quedado claro una vez más el concepto de derechos humanos y derecho internacional para los gobernantes occidentales, así como el concepto de prensa libre al servicio de la verdad y la justicia. Ríete de Radio Mil Colinas, enorgullécete de vivir entre la crème de la crème de la civilización judeo-cristiana mundial.
Ahora es el tiempo de las editoriales de prensa y de las declaraciones gubernamentales que amonestan a Hamas por terminar la tregua, léase por no aceptar que Israel es el pueblo elegido por Dios y por Estados Unidos. Es el tiempo de las resoluciones del Consejo de Seguridad de la ONU que piden el cese de la violencia a las dos partes, como si ocupante y ocupado, agresor y víctima, potencia nuclear y población desnutrida, fuesen dos contendientes en igualdad de derechos y condiciones.
Si se tiene la suerte de no ser editorialista ni político, es el tiempo de preguntarse cómo ha de responder un ser humano ante la falta de humanidad tan abyecta de la que somos testigos. Confiar en la ONU, creer en la declaración universal de los derechos humanos, reclamar la acción de la comunidad internacional, pedir a Israel que detenga los ataques… es proteger al agresor, es inhibirse ante su acción, es mirar para otro lado.
Resulta difícil pensar en un mundo -en particular en Occidente- más deshumanizado y cruel. Si aquí nadie es capaz -ni en Navidad- de «apiadarse de la víctima», de «no hacer al otro lo que no quieres que te hagan», «de estar junto al desheredado y oprimido», es lo más probable que otros en Oriente Medio defiendan al débil, protejan al perseguido y castiguen al agresor con los medios a su alcance.
Ya que la democracia, la ONU, la OTAN y el proceso de paz no valen en absoluto para proteger los derechos humanos de las víctimas de Israel y sus aliados, ni para hacer a éstos más humanos, hay que esperar que las operaciones de la resistencia intenten por todos los medios conseguir esa protección y -de rebote, no por propia iniciativa- que los demás recuperen algo de su humanidad.
En el peor de los casos, si no triunfan, al menos con el Apocalipsis que nos aguarda se acabarán los sufrimientos de las víctimas y comenzará el rechinar de dientes de los agresores.