Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens
Estambul se ha convertido en un campo de batalla cubierto de gas lacrimógeno. La policía, sin duda a pedido del Primer Ministro Tayyip Erdogan y su gobierno del AKP, ha estado atacando a manifestantes en el centro de la ciudad, cerca de la Plaza Taksim, durante cinco días consecutivos. En principio, eso no hubiera sido ninguna noticia: la policía turca es famosa por su brutalidad en el trato de manifestaciones indeseadas por el gobierno. Hace solo un mes, el 1º de Mayo, había dispersado una reunión de miles de trabajadores y sindicalistas utilizando despiadadamente gas lacrimógeno. De modo que no hay nada nuevo en el frente policial. Esta vez es diferente por otro motivo.
La diferencia es la determinación y audacia de los manifestantes. Durante los primeros cuatro días llegó una cantidad creciente de personas, llegando a muchos miles el jueves por la noche, es decir el cuarto día de acción. Cada noche, establecieron un campamento en la Promenade, cerca de la Plaza Taksim. Cada noche, en las primeras horas de la madrugada, la policía atacó a los acampados y desmanteló sus carpas, quemándolas en la tercera y cuarta noche. Los manifestantes están tratando de proteger la vida, la vida de árboles muy preciados en medio de una ciudad con áreas verdes extremadamente limitadas. La Municipalidad Metropolitana de Estambul, dominada por el AKP, ha estado preparando el terreno para construir un centro comercial (bajo la apariencia de un edificio histórico) en el lugar en el cual se encuentra actualmente la Promenade.
Brutalidad policial
La pura brutalidad de la policía y de algunos matones de civil que afirman ser policía municipal (fueron los que quemaron las carpas) provocó la movilización de la gente de Estambul para ayudar a los manifestantes atacados. Istiklal, la principal arteria que va de Taksim varios kilómetros hacia el sur, una zona peatonal que es el corazón de la cultura, la política, el entretenimiento y, recientemente, del turismo, estuvo pronto repleta de gente desde el principio al fin, mientras la propia Plaza Taksim estaba controlada por la policía. Istiklal resonó con coros contra el gobierno y algunos llegaron, de un modo algo apresurado, a predecir su inminente caída.
Ha habido demandas desde hace un cierto tiempo de que el Ministro de Exteriores, responsable de la criminal política del gobierno en Siria, y el Ministro del Interior, a quien llamamos «Muammer Químico» como referencia a «Ali Químico» del gobierno de Sadam, sean removidos de sus cargos. La remoción del segundo se ha convertido directamente en el objetivo. Esta noche ya había rumores inconfirmados de que el jefe de la policía de Estambul ha sido despedido. ¡Incluso si fuera cierto, lo que sería demasiado optimista, no es donde debe detenerse la limpieza!
La clase trabajadora, las fuerzas de izquierdas y la juventud de Turquía están saliendo de un período de extrema pasividad política. Con la excepción de la incesante lucha librada por el pueblo kurdo, Turquía ha sido un desierto en cuanto a las luchas de masas durante por lo menos los últimos 15 años, interrumpido excepcionalmente por la lucha de los trabajadores de Tekel (la compañía de tabaco y bebidas alcohólicas, privatizada anteriormente) en el invierno de 2009-2010, traicionada por desgracia por la burocracia sindical. Por lo tanto sería apresurado decir que el movimiento ya se encuentra en un punto sin retorno. Pero el espíritu es definitivamente de recuperación de la confianza en sí mismas por parte de las masas. Lo que es más importante es ver cómo reaccionará la clase trabajadora organizada. Últimamente ha habido varias acciones industriales de importancia. Podrían radicalizar la actitud de algunos sectores de la clase trabajadora, incluidos los trabajadores de Turkish Airlines. Han estado en huelga durante una quincena presentando reivindicaciones serias, pero con una participación limitada. Su demanda central es la rehabilitación de 305 trabajadores, despedidos hace un año por una huelga salvaje en protesta contra la prohibición parcial de las huelgas en la aviación civil, que ha sido un derecho reconocido en el último medio siglo. La prohibición de huelgas tuvo que ser revocada, pero los trabajadores despedidos aún no han sido rehabilitados.
Más huelgas
Se espera que tenga lugar otra huelga, que podría tener consecuencias devastadoras para el gobierno. Es la huelga de los trabajadores metalúrgicos que ya ha sido anunciada (una condición legal previa), pero aún no ha sido iniciada. Si todos los trabajadores involucrados se declaran en huelga (por motivos legales esto tendría que ser durante el mes de junio), esto representará más de cien mil trabajadores, en un sector que se ha convertido en el principal motor de la exportación de la industria manufacturera del país en los últimos años. Aunque hay que considerar factores inmensamente complicados al analizar esta huelga potencial, no solo la posición política claramente reaccionaria de la burocracia dominante en el mayor sindicato en la industria, los resultados pueden ser calamitosos en el contexto de esta explosiva situación.
La historia parece estar ayudando a las masas populares de Turquía. KESK, la Federación de Sindicatos de Empleados Públicos, una de las organizaciones combativas dentro del movimiento sindical, ya había declarado una huelga de todo el sector para el 5 de junio. Esto tiene que ser transformado en una huelga general, adoptada por todo el movimiento sindical, presentando demandas en la esfera política así como expresando las considerables quejas de los trabajadores de diferentes sectores e industrias. Actualmente se presencia una revuelta popular ante la arrogancia y práctica represiva del gobierno. Si esto se combinara con un movimiento insurgente de la clase trabajadora, Turquía se abriría a todo tipo de cambio revolucionario.
No se puede exagerar el tremendo impacto que tendría una transformación revolucionaria de Turquía en el resto de Medio Oriente y el Norte de África. Bajo Erdogan, Turquía se ha convertido en un actor decisivo en la región, un «aliado modelo» de EE.UU., un modelo para los recientemente tambaleantes gobiernos musulmanes de Egipto y Túnez, un combatiente de primera línea para el frente suní establecido por los reinos saudí y catarí en una confrontación sectaria potencialmente desastrosa entre los frentes suní y chií en la región y una creciente potencia económica y militar con un proyecto hegemónico. La eliminación de este protagonista reaccionario y su posible reemplazo por una fuerza progresista al mando de este miembro de la OTAN tendrá inmensas repercusiones en toda la región. La solidaridad con los movimientos de masas de Turquía ayudará definitivamente a los objetivos progresistas y revolucionarios en todo Medio Oriente.
Estambul 3 a. m.
Acabo de abandonar otra plaza central de Estambul, no lejos de Taksim. La plaza está repleta de miles de personas y incluso se ve a miles, decenas de miles de coches que se mueven lentamente hacia esa plaza. No habría nada extraordinario al respecto… si no fueran las tres de la madrugada. Ankara, la capital, también está manifestando hoy. Izmir, la tercera ciudad por su tamaño en el mar Egeo, sigue viva, y las protestas callejeras continúan.
Un bloguero dijo anoche: «¡Bueno, Tayyip Erdogan, mediante su arrogancia, ha terminado por unir a turcos y kurdos, suníes y alauíes y seculares!» Bueno, es lo que hemos estado diciendo todo el tiempo. Es lo que sucedió cuando los trabajadores de Tekel iniciaron su lucha de dos meses y medio. Es lo que está sucediendo ahora en una escala mucho más gigantesca.
Todavía no es Tahrir. Pero las manifestaciones en los dos continentes de Estambul, Asia y Europa a las tres de la madrugada, es algo decididamente inusual y tiene un sabor a Tahrir. Todavía no es una revolución, pero el aire de Estambul no está solo marcado por el gas lacrimógeno. También hay un perfume de aspiraciones revolucionarios.
Sungur Savran es editor del periódico Isci Mucadelesi (Lucha de los trabajadores) en Estambul, Turquía.
Este artículo fue publicado primero en The Bullet