Hoy se cumple una semana desde que la tierra tembló con inusitada potencia en Japón y entre otros males un tsunami encendió la mecha del que lleva camino de convertirse en el desastre nuclear más grande de la historia. Pensábamos que Chernobil era el pasado, que aquello no volvería a suceder, que era imposible tanta […]
Hoy se cumple una semana desde que la tierra tembló con inusitada potencia en Japón y entre otros males un tsunami encendió la mecha del que lleva camino de convertirse en el desastre nuclear más grande de la historia. Pensábamos que Chernobil era el pasado, que aquello no volvería a suceder, que era imposible tanta desidia, pero ha vuelto a ocurrir.
El viernes pasado la planta nuclear de Fukushima perdió todo el suministro eléctrico interior y exterior en los reactores de la central, nada menos que seis a orillas del tsunami (la planta de Almaraz, por ejemplo, tiene dos y sólo dos centrales de las siete que hay en España tienen ese número de reactores, las demás uno, en total nueve). Al fallar los sistemas de refrigeración, los reactores comenzaron a calentarse y empezó la pesadilla de Fukushima. Dos reactores tienen el nucleo fundido, dos se intenta refrigerar como sea y los otros dos también dan problemasde refrigeración.
Queríamos pensar que no volvería a suceder pero lo cierto es que el mundo está sembrado de centrales atómicas para mantener en el aire la burbuja del «bienestar». Un bienestar vacío que hay que llenarlo con energía artificial y peligrosa y cuyos residuos, efectos secundarios de un progreso mal entendido, no hay quien sepa qué hacer con ellos pues duran y duran y duran como las pilas del anuncio casi para siempre, como legado envenenado para futuras generaciones.
Las informaciones que circulan por Japón y por no Japón son confusas, el accidente es de tal magnitud que existe miedo a contar la poca verdad que se conoce. Cuesta mucho averiguar qué es realmente verdad. La compañía eléctrica responsable de la planta atómica no informa de la verdad a tiempo. Se trata de Tepco (The Tokio Electric Power Co.) que actúa en el país nipón casi en monopolio y tiene un historial plagado de puntos oscuros. La propia empresa ha reconocido algunas de estas prácticas. La seguridad no les preocupaba como debía preocuparles. Pero no es un hecho aislado.
Estos días no sé cuantas veces a cuantas instituciones he oido o leido que el resto de las plantas del mundo son seguras, que se van a revisar por completo, que se va a incidir en la seguridad de las mismas. Zapatero-Rajoy, Rajoy-Zapatero, PP-PSOE, PSOE-PP, no se cansan de aludir al Consejo de Seguridad Nuclear español (CSN) como la entidad capaz de velar por la seguridad de la ciudadanía. En el libro Conspiraciones tóxicas. Cómo atentan contra nuestra salud y el medio ambiente los grupos empresariales, escribí un capítulo entero dedicado al lobby en el CSN y otro a cómo se acalla a la población en las comarcas españolas que tienen una central nuclear. Contamos y documentamos cómo esta institución está al servicio de las compañías eléctricas y para defender los intereses del sector atómico en España.
El CSN, narrábamos, tiene en sus oficinas técnicos de las compañías eléctricas nucleares ¿cómo van a vigilar a esas empresas si forman parte del Consejo? También contamos cómo por ejemplo en Almaraz la compañía propietaria, Iberdrola, consiguió que tras un incidente la central no se parara durante el tiempo que marcan las normas y con diversos ardides comenzara a funcionar aunque esto pusiera en jaque su seguridad. Ha pasado algún tiempo de todo esto, ahora no sé cómo funciona el asunto aunque imagino que de manera similar.
Está claro que los desastres de Three Mile Island en 1979 o de Chernobil en 1986 no nos han enseñado gran cosa. Un proverbio japonés dice: «Después de tragarlo te olvidas de que quema». Significa que cuando la comida que quema está pasando por tu garganta sientes el dolor y dices que no más… pero al cabo de un momento lo olvidamos como si nada hubiese pasado y tomamos otro bocado que quema. «¡No más Hiroshima y Nagasaki!» fue un grito vano en el olvido y ahora los japoneses, el único país que ha sufrido bombardeos atómicos, enfrentan este desastre ecológico y por tanto humano una vez más.
No podemos parar la naturaleza cuando se agita. Ni siquiera debemos, hemos de adaptarnos a ella porque somos parte de la misma. Y hay maneras de saber cuánta energía necesitamos y conseguirla por métodos más o menos limpios y que no generen residuos irrecuperables. Pero sí podemos parar los desastres provocados por los humanos. Un informativo publicaba el otro día que sólo en Estados Unidos estaba previsto construir no sé si 20 ó 200 centrales nucleares. El lobby atómico lleva varios años explotando la idea de que la energía nuclear es ideal para combatir el cambio climático. A la vista están sus resultados.
Al menos se necesita un Pacto de Estado de política energética que apueste por un cambio en el modelo energético actual con el fin de apostar por una red energética sostenible basada únicamente en el uso de energías renovables y planes de reducción en el consumo energético.
¿Vamos a desperdiciar esta oportunidad?
Más info: El libro Conspiraciones tóxicas dedica dos capítulos (Consejo de Inseguridad Nuclear y Ley de Silencio) al lobby atómico en España.
Fuente: http://www.migueljara.com/2011/03/18/inseguridad-nuclear/