El pueblo y el gobierno de Cuba se encuentran enfrascados en un sustantivo proceso de transformaciones socioeconómicas y políticas con el objetivo de avanzar en la transición socialista. La actualización del modelo económico y la preservación de la justicia social, constituyen el núcleo de ese proceso, pero a la vez la reanimación y profundización de […]
El pueblo y el gobierno de Cuba se encuentran enfrascados en un sustantivo proceso de transformaciones socioeconómicas y políticas con el objetivo de avanzar en la transición socialista. La actualización del modelo económico y la preservación de la justicia social, constituyen el núcleo de ese proceso, pero a la vez la reanimación y profundización de la participación popular, el fortalecimiento institucional, el enfrentamiento al burocratismo, y el mantenimiento de un consenso político favorable, se convierten en condiciones para hacer viables los cambios a realizar.
Sobran los ejemplos de la prioridad que desde 1959 se ha concedido a la institucionalización del país y a la participación popular. Pero no es menos cierto que imperativos coyunturales, interpretaciones erradas con las conocidas influencias negativas del «socialismo real» y limitaciones en cuadros de dirección, entre otros factores, trajeron consigo confusiones en algunos roles institucionales, deformaciones burocráticas y formalismo. A ello se unió un desaprovechamiento o subvaloración de espacios participativos e incluso de su ocasional bloqueo por acciones burocráticas.
Esos problemas, que distorsionan la transición socialista, han sido analizados críticamente y con decisión de rectificación. No debe olvidarse que en otras ocasiones hubo intentos por sacudir la inercia burocrática o las tendencias voluntaristas que contribuyeron a erosionar la institucionalidad existente y a generar duplicaciones de vías de dirección y, a la larga, la hipertrofia de funciones del Estado. Lamentablemente los problemas han llegado a nuestros días con una urgencia de solución que sobrepasa a la existente en años anteriores.
A ello se suma con fuerza la necesidad de renovar constantemente los bríos y sentidos para el involucramiento popular en los procesos participativos que son imprescindibles en la transición socialista teniendo en cuenta, además, que hay nuevas generaciones de cubanos que no experimentaron los impulsos participativos de las primeras décadas del devenir revolucionario.
En los análisis realizados en los últimos años sobre el perfeccionamiento del modelo de desarrollo socialista, ha estado presente de una u otra forma, directa o indirectamente, la idea de que la sociedad cubana necesita generar los antídotos que puedan actuar contra la negativa triada que forman el burocratismo, el voluntarismo y la corrupción, y contra cualquier tendencia que arriesgue los ideales y los objetivos socialistas.
En esa dirección el VI Congreso del Partido Comunista de abril pasado, llamó a un fortalecimiento de la institucionalidad, a una mayor precisión sobre los roles que corresponden al Partido, al Estado y a los sectores organizados de la sociedad, a todos los niveles. Como algo más implícito quedan los planteamientos encaminados a potenciar la participación popular, donde con toda seguridad radica un insustituible potencial para enfrentar muchos de los problemas mencionados. Trabajar para fortalecer el protagonismo popular en la toma de decisiones y el control de la gestión, es un imperativo que corresponde a las condiciones de democracia socialista.
Institucionalidad y métodos de dirección perfectibles
Con relación a la institucionalidad vale la pena recordar los profundos y nada precipitados procesos que se desarrollaron a partir de 1959, primero, para constituir un Partido Comunista que a la vez fuera de la nación cubana por la amplia base popular de su integración y por su vocación unitaria martiana y marxista; segundo, para elaborar y refrendar una constitución socialista y un sistema político encabezado por ese Partido y con un Estado representante de un único poder definido como Poder Popular, con sus propios canales participativos y representativos. A ello se une la temprana formación de un amplio espectro de organizaciones sociales de base popular, junto con otras muchas entidades de la sociedad civil con incidencia en la vida sociopolítica del país. [1]
En todo momento se ha reconocido que los componentes del sistema político cubano son perfectibles incluyendo en sus elementos estructurales [2] a la vez que se tiene en cuenta que muchos de los problemas que han existido son de carácter funcional y subjetivo. En el caso del Estado, por ejemplo, entre los problemas detectados, se encuentran deficiencias en la gestión de los Consejos de Administración y de otras entidades subordinadas a nivel local, insuficiencias en la atención a los planteamientos de los electores, falta de vínculos de los dirigentes administrativos con las bases, insuficientes relaciones de las direcciones de las asambleas municipales con los delegados que la integran y confusiones en tareas que a ellos se asignan sin estar en correspondencia con sus funciones. [3]
El mencionado evento partidista puso sobre el tapete estos temas con la urgencia de buscar soluciones y de precisar y respetar los correspondientes roles y métodos de dirección acorde con la autoridad que corresponde a cada institución, tal y como se refrenda en la Carta Magna de la República. [4]
Al respecto destacamos la adopción de la «Resolución Sobre el Perfeccionamiento de los Órganos del Poder Popular, el Sistema Electoral y la División Político Administrativa» que refuerza el trabajo que desde el año 2010 viene realizando una Comisión del Partido, la Asamblea Nacional y el Gobierno para evaluar la organización y funcionamiento del Poder Popular con vista al perfeccionamiento institucional del Estado cubano. Los acuerdos adoptados por la Asamblea Nacional en su sesión del pasado primero de agosto, evidencian la puesta en marcha de dicho perfeccionamiento. [5]
También con esos fines, se requiere lograr una mayor coherencia entre las diferentes esferas de la sociedad y entre los niveles centrales y las bases locales con un equilibrio entre centralización y descentralización, en el marco territorial y en los ámbitos de las empresas y de otras formas de organización de la producción y los servicios.
Un importante desafío en materia de institucionalidad es la transformación de los métodos y estilos de dirección con el objetivo de enfrentar el burocratismo. Los análisis realizados, evidencian que en muchas esferas de la sociedad se han invertido las lógicas de la dirección y que para enderezarlas urge eliminar el lastre antisocialista en que se ha convertido el burocratismo con sus estilos tecnocráticos y verticalistas de ordeno y mando, fertilizados con formalismo, ausencia de debates y actitudes antidemocráticas.
El terreno del burocratismo es un campo minado cuya limpieza se hace compleja al integrar condicionantes objetivas y factores subjetivos por lo que el enfrentamiento a estos fenómenos tiene que ser integral. Por una parte se requiere modificar la exagerada red de disposiciones, reglamentaciones y prohibiciones de diverso corte que sirven de justificación y pretexto a la burocracia y que sobrepasan las lógicas normativas que la sociedad necesita. Por otra parte, y lo que es más complejo, urge desmontar el empoderamiento de sectores burocráticos y su alejamiento de las bases populares que en definitiva son a las que deben tributar.
Afortunadamente son temas que están en el centro de atención de la dirigencia del país con muy buena recepción en el pueblo.
Participación popular: sus diversas facetas
Para avanzar hacia una concepción más política e integral sobre el tránsito socialista, es imperativo ratificar que ese proceso es viable y perfectible sólo si se logra un permanente diálogo social y un interactuar entre las autoridades que dirigen las diferentes entidades y el pueblo al que están obligados a representar. En esa dirección también se entrecruzan las potencialidades de la participación popular y la continua legitimación de los dirigentes a todos los niveles.
Se trata de la reivindicación de la dialéctica entre dirigentes y dirigidos que cimentó la autenticidad de la Revolución Cubana y que de forma muy diáfana fue expuesta en 1965 por Che Guevara en El Socialismo y el Hombre en Cuba.
En esa obra, como buen marxista, Che reconoció el papel protagónico de los sectores populares en la construcción del socialismo; también precisó que la masa -como conceptualizó al pueblo- no es una suma mecánica de individuos sino que es un ente multifacético, educado y preparado por la propia Revolución, con conciencia de su quehacer y de su responsabilidad y que integra objetivos personales y sociales. [6]
Con relación a la interacción que debe existir entre el ser humano, la masa y la vanguardia política para que se traduzca en un liderazgo auténtico y efectivo, Che argumenta tres acertadas tesis que hoy retomamos: 1) no hay socialismo sin participación consciente de las masas; 2) el papel de los dirigentes debe estar subordinado a los intereses de las masas, 3) en el socialismo el liderazgo no se impone, sino que se gana a partir de lo que él llama «conexión estructurada con la masa» para auscultar permanentemente sus reacciones y necesidades.
En este y en otros trabajos Che resaltó el liderazgo de Fidel y su capacidad de interpretar y ser fiel a los anhelos del pueblo [7] lo que a la vez influye en el logro de una adecuada interacción entre ética y política en todos los niveles que ha sido una de las premisas de la Revolución Cubana llamada a legitimarse en el día a día. No olvidar que éste es también otro ángulo de las diferencias entre socialismo y capitalismo. [8]
Una de las concepciones políticas que tempranamente legitimó a la Revolución Cubana y a sus dirigentes, fue la comprensión fidelista de que los que ostentan cargos tienen en la participación popular y el diálogo sociopolítico con las bases un instrumento de trabajo ineludible. Raúl Castro también lo ha reiterado propiciando procesos de consulta popular y cuando en efectiva imagen del quehacer político subraya la necesidad de «tener los oídos bien pegados a la tierra». Algunos pueden haberlo olvidado, pero el momento actual exige del involucramiento popular en la toma de decisiones con un rol protagónico de los trabajadores a lo que se une el imperativo de armarlos con la requerida información para tan importante ejercicio.
Se trata de potenciar en las nuevas condiciones históricas la capacidad participativa que desde las primeras décadas de la Revolución formó en Cuba un sujeto con personalidad democrática y cultura de los derechos e influyó en la existencia de una comunidad política en el país y en los altos índices de gobernabilidad que, a pesar de factores adversos, se ha mantenido a lo largo de más de 50 años.
Hoy es imperativo elevar la calidad de la participación popular en todas sus formas -económica, política, social, cultural y otras – si se tiene en cuenta que se avizora como necesario avanzar en el control popular sobre la gestión de dirección, el uso racional de los recursos y el modo con que debemos asumir la producción y el desarrollo socialista en las nuevas condiciones. Los trabajadores cubanos están preparados para asumir con más fuerza ese rol susceptible de convertirse en un freno a los métodos burocráticos y a las manifestaciones de corrupción y voluntarismo.
Si el proceso que precedió al VI Congreso del PCC reivindicó el involucramiento popular, el reto es mantenerlo y continuar ampliándolo como requisito para el ulterior desarrollo hacia el socialismo que requiere de transparencia de la gestión pública y de la permanente evaluación y legitimación popular. El sistema político cubano cuenta con las vías para hacerlo, lo que también pone sobre el tapete un punto de tensión para precisar los roles de cada entidad y organización con vistas al correcto uso de la institucionalidad democrática con que cuenta el país.
Es obvio que procesos de consulta popular masiva pueden reservarse para toma de decisiones de alcance nacional y estratégico, pero es posible incrementar de forma estable la participación popular en la gestión pública local, en la promoción de iniciativas y proyectos comunitarios, laborales y sectoriales, incluso nacionales, entre otros. Ese tipo de prácticas puede influir positivamente en una mayor incidencia de los diferentes actores sociales en la innovación de las formas de gobierno de manera descentralizada como parte y equilibrio de la gestión política y antídoto a las «lógicas» verticalistas de la burocracia a todos los niveles.
De igual forma se revitaliza la participación popular cuando se potencian no sólo los viejos actores sociales, sino también los nuevos, como es el caso del sector trabajador emergente que no depende del Estado pero cuya inclusión en el proceso de construcción colectiva de la sociedad socialista es ineludible.
No es casual que en su concepción y diseño el Estado cubano cuente con canales endógenos para la participación popular, que la sociedad civil tenga los suyos y que a la vez pueda producirse una interacción participativa entre ambas esferas lo que sin dudas aporta a la calidad de la democracia. El hecho de que los ciudadanos se integren a diversas organizaciones sociales, como ocurre en Cuba, multiplica las vías para hacer efectiva la participación popular generando espacios de socialidad con influencia en la toma de decisiones, incluyendo las que afectan la vida cotidiana de las personas.
Sobre ese tema algunos politólogos, incluso no marxistas, han considerado que en la calidad de la democracia influye el que los ciudadanos pertenezcan al mismo tiempo a una variedad de instituciones y organizaciones con influencia en la vida sociopolítica [9] . Esto además propicia el equilibrio entre lo que corresponde a las instituciones y lo que potencie la participación popular e influye en que las decisiones políticas se asuman como propias por toda la ciudadanía.
Si bien para el éxito del actual proceso de cambios que tiene lugar en Cuba la existencia de variados espacios participativos es una fortaleza, al mismo tiempo debe reconocerse que es posible aprovecharlos en toda su potencialidad, de ahí la importancia de que se retome este tema teniendo en cuenta, además, que las vías y formas de participación popular pueden y deben renovarse de acuerdo con las nuevas exigencias de la sociedad.
Conferencia Nacional del PCC
Hay referencias que indican que la Conferencia Nacional del Partido Comunista de Cuba, convocada para enero del 2012 como continuidad del VI Congreso, profundizará sobre el rol de las instituciones que integran el sistema político cubano, el perfeccionamiento de la democracia y otros asuntos vinculados a esta importante esfera. Al respecto el Primer Secretario del Partido Comunista de Cuba, Raúl Castro, ha reiterado la decisión de enfrentar el burocratismo y eliminar las confusiones de roles institucionales que han existido y que nada aportan al desarrollo socialista y ha reconocido el papel decisivo de la participación popular en los actuales procesos que tienen lugar en la sociedad cubana.
Institucionalidad y participación popular se integran a la actualización del modelo económico con decisiva influencia en su desarrollo. La magnitud de los cambios que se implementen pudiera conducir a un nuevo momento de perfeccionamiento de la institucionalidad política en Cuba, que se suma a los ocurridos en 1976 y 1992. Es conocido que los procesos de institucionalización no sólo están dados cuando se crean nuevas instituciones, sino que también se producen cuando se revitalizan las ya existentes a través de un reordenamiento significativo, de innovación de las formas de gestión pública y cuando se perfeccionan métodos de correlaciones institucionales y de dirección.
En todo el proceso las potencialidades de éxito dependerán en gran medida de la capacidad de orientación, persistencia y exigencia que genere la dirección del país; del involucramiento popular y del perfeccionamiento de las formas de participación sociopolítica de la sociedad, muy especialmente de los trabajadores; también, y con mucho peso, de la coherencia de los cambios a implementar y del perfeccionamiento que se logre en la política encaminada a la selección y evaluación de los cuadros de dirección a todos los niveles.
Como ocurrió en los años 70 y principios de los 90, el proceso actual exige del conjunto de los sectores populares, de la militancia del Partido, de los trabajadores y estudiantes, de los intelectuales y científicos, profundos análisis y debates políticos y teóricos que urge retomar, sin formalismos y con responsabilidad, para la mejor orientación de los cambios a implementar, evitando improvisaciones y tergiversaciones acerca de la construcción del socialismo. El desafío estratégico será la permanente renovación de la hegemonía socialista en las nuevas condiciones históricas de la Revolución.
[1] El sistema político cubano se conformó a través de un proceso que entre sus hitos incluye la formación del Partido Comunista de Cuba culminada en 1965 y la realización de un referéndum popular en 1976 que aprobó la Constitución Socialista y con ella el sistema de órganos del Poder Popular y el sistema electoral. A esto se une la previa constitución o fortalecimiento de organizaciones de obreros, campesinos, mujeres, estudiantes, vecinos y otras.
[2] Desde el establecimiento de los Órganos del Poder Popular se han introducido ajustes para lograr más vinculación con las bases. En 1992 el sistema electoral y la propia Constitución fueron reformados a partir de un amplio debate popular que generó el IV Congreso del PCC. En esa oportunidad se amplió la democracia directa en la elección de delegados provinciales y diputados y se realizaron ajustes acorde al desarrollo socioeconómico que el país demandaba.
[3] Teniendo en cuenta estos y otros problemas recientemente se acordó iniciar un experimento en las provincias Artemisa y Mayabeque con vistas a estudiar una posible reforma del artículo 117 de la Constitución de la República en la dirección de separar los cargos y atribuciones de Presidente de las Asambleas Municipales y Provinciales del Poder Popular y de sus respectivos Consejos de Administración con vistas a erradicar algunas disfunciones que se han generado al estar unidos en una misma persona. Al respecto ver Sobre la experiencia a desarrollar en las provincias de Artemisa y Mayabeque, diario «Granma», 2 de agosto de 2011, p 6
[4] Al respecto ver los artículos 5, 6, 7, 8 y 9 de la Constitución de la República de Cuba en los que se precisan las funciones y deberes del Partido Comunista de Cuba, la Unión de Jóvenes Comunistas y el Estado.
[5] Para ampliar ver diario «Granma», 2 de agosto de 2011
[6] Ernesto Che Guevara, El Socialismo y el Hombre en Cuba, «Marcha», Montevideo, Uruguay, 12 de marzo de 1965. Puede consultarse esa obra en el sitio web del Centro de Estudios Che Guevara «http//cheguevara.cubasi.cu»
[7] Ernesto Che Guevara, Cuba, excepción histórica o vanguardia en la lucha anticolonialista, en «Obras 1957- 1967» , Casa de las Américas, T 2 p.404
[8] Ver Olga Fernández Ríos Socialismo, Ética y Política: Una reflexión a partir de El Socialismo y el Hombre en Cuba en «Revista Cubana de Ciencias Sociales» Nro. 38/39, octubre 2007-septiembre 2008, p 50-53.
[9] Ver Samuel Huntington, El orden político de las sociedades en cambio, PAIDOS, 1990, p 30
Olga Fernández Ríos trabaja en el Instituto de Filosofía de La Habana
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de la autora mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.