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To shoot an elephant

Intercambio como compromiso

Fuentes: Diagonal

‘To shoot an elephant’ es una película de todos gracias a la iniciativa de su equipo, que con ella ha dado un paso importante en la defensa del trabajo en red. El asedio de Gaza la protagoniza.

En un momento en el que internet se ha convertido en otro campo de batalla por las libertades, y los agoreros de una industria cultural obsoleta y acomodada vaticinan la muerte de la cultura y se alían con las instituciones para cercenar derechos, todo el proceso de creación y distribución del documental To shoot an elephant, de Alberto Arce y Mohammad Rujailah, supone un paso al frente, firme, real y práctico, en defensa del trabajo en red, del intercambio, de la colaboración y de la cultura entendida como una herramienta de transformación de la realidad y no como un mero y trasnochado objeto de consumo.

En la noche, oscura y lluviosa, en la que To shoot an elephant se proyectó en Ámsterdam, en el marco de uno de los festivales de documentales más importantes del mundo, no se abrió una grieta en la tierra y la cultura se precipitó por ella. La cultura no expiró cuando, precediendo a las urgentes y durísimas imágenes grabadas por Alberto Arce y Mohammad Rujailah, aparecieron en pantalla las condiciones de la licencia Creative Commons bajo las que Eguzki Bideoak distribuye la película y que permiten la copia y la comunicación pública de ésta. Y mucho menos, cuando fue colgada en la red para que el 18 de enero, coincidiendo con el aniversario del fin de los bombardeos en Gaza, miles de personas en todo el mundo pudiesen ver, a la vez y con sus propios ojos, en las centenares de proyecciones que se organizaron esa fecha, lo que ocurrió en la franja durante aquellos días heridos por la violencia israelí a finales de 2008 y principios de 2009.

El del Festival Internacional de Documentales de Ámsterdam es un escenario al que otros documentales se suben.

Historias e imágenes que, en muchas ocasiones, se desvanecen cuando las luces del tradicional recorrido de festivales se apagan, ya que no encuentran un distribuidor o una televisión que las adquiera. Una desaparición de escena aún más dura cuando se trata, en ocasiones, de historias que necesitan ser proclamadas a gritos. Sin embargo, incluso sus propios autores las dejan languidecer si no media una retribución económica. Una de las muchas dinámicas sobre las que sostiene la actual industria audiovisual, que ante la (r)evolución del marco tecnológico y de las relaciones autoras-públicos, es incapaz de reinventarse. Un recorrido clásico -festivales, cine, televisiones, venta al público- que, al margen de limitado y sobremediado, finaliza abruptamente en alguna de estas fases en muchas ocasiones.

Multiplicando
Tras un proceso de producción en el que decenas de personas trabajaron de forma horizontal y colaborativa sobre el documental grabado, guionizado y editado por Arce, Rujailah y Miquel Martí Freixa, To shoot an elephant estuvo en Amsterdam. Pero también estuvo y está en muchos otros lugares, multiplicada su voz como en un juego de espejos gracias a las nuevas herramientas tecnológicas que permiten su descarga, su visionado on line, la traducción colectiva de sus subtítulos, la construcción de un mapa en la red donde se señalan las ciudades en las que se proyecta y en las que la gente se reúne en torno a ella para reflexionar sobre la actual situación de Gaza, la edición de nuevas obras derivadas, como el documental Gaza War in Media, de Óscar Martínez… Un proyecto activista que, al hilo de la convocatoria global del 18 de enero impulsada por Eguzki Bideoak y por el equipo de trabajo del documental, se prevé que se prolongue en el tiempo, ya que son numerosas las iniciativas que, de forma autónoma, se suman a él, iniciativas que van desde su incorporación a plataformas como Vodo.net a la organización de nuevas proyecciones en los próximos meses.

Y contra todo pronóstico, aunque quizás en otro aspecto, el proceso de To shoot an elephant también ha venido a desmontar algunas de las aseveraciones aparentemente irrefutables del lobby de las entidades de gestión de los derechos de autor sobre la ruina que para las obras y los autores suponen las redes P2P. En un momento en que el documental puede conseguirse y compartirse gratuitamente, y ‘To shoot an elephant’ es una película de todos gracias a la iniciativa de su equipo, que con ella ha dado un paso importante en la defensa del trabajo en red. El asedio de Gaza la protagoniza. quizás en parte a que eso multiplica su difusión, son muchos quienes también deciden apoyarlo económicamente comprando el DVD, haciendo donaciones para esta producción o para la puesta en marcha de otros trabajos audiovisuales críticos y transformadores.

También hay medios de comunicación que lo reseñan ampliamente, festivales que lo seleccionan, televisiones que se interesan en su adquisición, propuestas laborales que les llegan a sus autores… Todo un proyecto vivo, al fin y al cabo, siendo muchos, en permanente movimiento y suma, libre y, sobre todo, haciendo llegar a todos los rincones el testimonio y la denuncia de quien se quedó al lado de la población civil de Gaza aquellos días de diciembre y presenció su sitio y destrucción en medio del silencio internacional.

  Plomo, muerte y la cuestión del enfoque

El 27 de diciembre de 2008 y durante 21 días, la Operación Cast Lead (plomo fundido) dio paso al momento más cruento del estado de asedio que Israel mantiene sobre Gaza desde 2007. Según las autoridades palestinas, más de 1.400 personas murieron víctimas del plomo israelí, entre ellos más de 900 civiles. En la misma operación murieron 14 israelíes.

Un grupo de voluntarios, miembros autoorganizados del International Solidarity Movement, entre los que se encontraba el periodista Alberto Arce, denunció desde Gaza los abusos de Israel. Arce explica las motivaciones presentes en To shoot an elephant: «Preferimos médicos en vez de soldados. Preferimos la valentía de aquellos rescatadores desarmados a aquellos que se alistan y que tienen experiencias tal vez interesantes, pero moralmente rechazables. Es una cuestión de enfoque. A mí no me interesan los miedos, traumas y contradicciones de aquellos que pueden elegir quedarse en casa y decir no a la guerra».

 http://www.diagonalperiodico.net/Intercambio-como-compromiso.html