Cuando el 14 de marzo del 2003 el Sr. James Cason, jefe de la Oficina de Intereses de los Estados Unidos de América en La Habana, brindó nada menos que su residencia para que un grupo de contrarrevolucionarios practicantes de un llamado periodismo independiente realizara un taller de ética periodística, llegaba al punto crítico de […]
Cuando el 14 de marzo del 2003 el Sr. James Cason, jefe de la Oficina de Intereses de los Estados Unidos de América en La Habana, brindó nada menos que su residencia para que un grupo de contrarrevolucionarios practicantes de un llamado periodismo independiente realizara un taller de ética periodística, llegaba al punto crítico de una cadena de intromisiones en los asuntos internos de Cuba que para las autoridades cubanas fue la gota que colmó la copa.
Historia conocida, esta acción eminentemente provocadora, ampliamente cubierta por la prensa extranjera radicada en Cuba, provocó en el gobierno criollo una reacción que culminó en los juicios celebrados a 75 contrarrevolucionarios muy vinculados a la aplicación de la política de los Estados Unidos a la Isla, así como su sentencia a condenas fluctuantes entre 5 y 25 años de privación de libertad.
Durante la celebración de dichos procesos, la dirección política cubana tomó la decisión de revelar la identidad de 12 agentes de la Seguridad del Estado que llevaban años infiltrados en la contrarrevolución interna , quienes actuaron como testigos de cargo y cuyos testimonios, según reconoció la prensa, resultaron demoledores. Pese a las maniobras estadounidenses para tratar de mostrar a esos juicios como farsas, no pudo ocultarse que todos los acusados fueron juzgados de acuerdo con leyes anteriores al delito, pudieron nombrar abogados libremente y contaron con la asistencia a los mismos de cientos de familiares.
Quien escribe, uno de esos 12 agentes, tuvo la oportunidad de conocer las interioridades de la llamada oposición interna, y en particular al denominado periodismo independiente, en el cual se desempeñó durante casi 9 años hasta llegar a ser uno de los más conocidos en el oficio, así como encabezar a una de las organizaciones promotoras del taller de ética celebrado en la residencia del Sr. Cason.
Por ello, pudo vivir en carne propia el mundillo y fauna de las divisiones de esa oposición, y conocer bien de cerca hasta cuánto es dirigida, financiada y controlada por el gobierno de los Estados Unidos. En tal sentido, contar algunas interioridades de la organización y celebración del mencionado taller ofrece botones de muestra.
Si bien la idea de organizar el evento no partió de los norteamericanos, sino de quien escribe, su necesidad se había hecho obvia ante constantes violaciones de la ética cometidas por los llamados periodistas independientes, las cuales eran motivo de preocupación no sólo para los diplomáticos norteamericanos radicados en La Habana, sino incluso para la propia Seguridad del Estado, en tanto que muchas de ellas constituían delitos penados por las leyes. No puede olvidarse que el gobierno isleño había mantenido una política de cierta tolerancia ante la llamada oposición, dada su casi nula influencia en la opinión pública nacional. Pero esa tolerancia podía ser interpretada como un signo de debilidad, en un escenario donde la Administración Bush arreciaba sus medidas de bloqueo contra el pueblo cubano. De este modo, por lo menos lograr que los llamados periodistas independientes se atuvieran a normas internacionalmente reconocidas en materia de ética profesional, ya era un paso de avance en la dirección de evitar tensiones entre la Isla y los Estados Unidos.
Por su parte, los diplomáticos norteamericanos en La Habana y quienes están detrás de ellos, ya habían conocido de varios casos de violaciones deontológicas que abiertamente minaban la «credibilidad» del llamado periodismo independiente, algo que en nada convenía a sus intereses, y razón por la cual se produjo un extraño «consenso» entre adversarios: todos de acuerdo con la celebración del taller.
No obstante, desde el momento en que se propuso la idea de llevar a cabo el evento de marras, los norteamericanos hicieron todo lo posible por controlarlo y seguirlo de cerca. De inicio, el ofrecimiento de residencias diplomáticas como sede, lo cual lleva a preguntarse qué hace una legación extranjera sirviendo de albergue a una reunión de opositores al gobierno ante el cual está legitimada.¿Aceptaría la Administración Bush que la Convención Nacional del Partido Demócrata se celebre en un sitio bajo pabellón cubano?
Independientemente de todo el apoyo material brindado por los estadounidenses para la celebración del taller, hubo un momento donde su control sobre los asuntos se hizo particularmente evidente. Los organizadores principales de la reunión eran la llamada Federación de Periodistas Cubanos (FEPEC), dirigida por quien escribe y en la cual se afiliaban alrededor de la mitad de los denominados periodistas independientes actuantes en la Isla, y la autonombrada Asamblea para Promover la Sociedad Civil en Cuba, una coalición de organizaciones contrarrevolucionarias bajo la dirección de la economista Martha Beatriz Roque, cuyo carácter despótico y ansias de protagonismo eran vox populi al interior de la contrarrevolución.
Roque llegó tan lejos como para intentar desconocer a la FEPEC como organización promotora, al igual que la dirigida por ella, y en ese intento amenazó con suspender el taller e incluso se presentó ante el Sr. Richard Zúniga, segundo secretario para asuntos políticos y económicos de la Oficina de Intereses de los Estados Unidos en La Habana, y sencillamente le informó que el evento quedaba suspendido, debido a la actitud mantenida por quien escribe, en el sentido de no permitir bajo ningún concepto el desconocimiento de la FEPEC.
La sorpresa de Roque fue que el norteamericano se negó rotundamente a suspender la reunión .Y ella, en vez de defender sus posiciones, aceptó la orden estadounidense sin chistar. No hubo carácter despótico, ni ansias de protagonismo, ni nada que se pareciera, y bueno es apuntar que se trata de una de las más importantes dirigentes contrarrevolucionarias de Cuba.
Así pues, hubo taller. Y quedó como evidente prueba de las intromisiones de la Administración Bush en los asuntos internos de Cuba. Reportado por CNN, desde la residencia personal de James Cason, principal diplomático norteamericano en la Isla.