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Iconoclasia y resignificación de un monumento boliviano

Isabel la Católica como «chola globalizada»

Fuentes: Revista Nueva Sociedad

El 12 de octubre de 2020, activistas del colectivo Mujeres Creando atentaron contra el monumento a Isabel la Católica en la plaza epónima de La Paz, lanzando pintura roja y vistiendo a la estatua con pollera, sombrero bombín y aguayo. Se trata de una intervención sobre uno de los monumentos emblemáticos de la ciudad que, como varios otros, formó parte de los esfuerzos de las elites del Centenario por modernizar el país, exhibir una «Bolivia regenerada» y construir una identidad nacional con miras al futuro.

El paso del siglo xx al siglo xxi ha marcado, en distintos países de América Latina, un rechazo a ciertos símbolos del espacio público y la voluntad de una resignificación de fechas y estatuas. Se ha observado en las últimas dos décadas un doble movimiento: por una parte, protestas contra monumentos dedicados a figuras vinculadas al pasado colonial o al sometimiento y aniquilación de los pueblos originarios; y por otra, en particular en ocasión de las celebraciones de los bicentenarios de las independencias, el afán por destacar el rol de grupos considerados subalternos o marginalizados, los tradicionales «olvidados» de las conmemoraciones1.

En este artículo se explora esta doble tendencia, indagando en la historia, aún poco conocida, de la estatua boliviana de Isabel la Católica, emplazada en la ciudad de La Paz. Obsequiado por la comunidad española de Bolivia a la ciudad en el primer centenario de su independencia, un tiempo de celebraciones y acercamientos diplomáticos, este monumento mucho tiempo intocado e intocable, e instalado en la plaza que lleva su nombre desde 1950, sufrió en 2020 una degradación-resignificación dirigida tanto a protestar contra lo que podía simbolizar Isabel I de Castilla como a visibilizar e incluso exaltar a otro sector de la sociedad boliviana, recién empoderado, el de las cholas paceñas2 y, más recientemente, el de las indígenas de Bolivia. Con este doble enfoque –la presencia del monumento y sus recientes intervenciones–, se pretende indagar en la historia de una estatua que se mantuvo en su lugar sin ser cuestionada durante casi un siglo, hasta sus intervenciones y recientes resignificaciones. ¿Cómo y por qué se ideó su integración en el espacio urbano paceño en la década de 1920? ¿Qué dificultades enfrentaron su entrega, ubicación e inauguración? ¿Cómo se puede explicar que no se haya cuestionado su presencia a lo largo del siglo xx? Y ¿cómo se pueden entender las intervenciones que ha sufrido desde 2020?

Afanes conmemorativos y la arteria estatuaria de la Bolivia de 1925

En la primera y segunda décadas del siglo xx, un nutrido grupo de naciones latinoamericanas celebraron el «centenario» de su acceso a la independencia. Pero en el sentido estricto de la palabra, como lo recordó Tomás Pérez Vejo en 2010, cuando empezó la ola de los bicentenarios, la mayoría de los países no había proclamado su independencia 100 años antes3. Se celebraba el inicio de una sublevación aquí, una batalla ganada allá, una primera declaración… Pero estas «confusiones deliberadas», que ya hemos analizado en otras ocasiones4, son una constante de las políticas simbólicas que se implementaron en el siglo xix con el propósito de legitimar la existencia de los nuevos Estados latinoamericanos. Bien se sabe, en efecto, que el propósito de las conmemoraciones históricas no consiste tanto en celebrar la historia de lo que aconteció como en negociar su «representación» y la construcción de una historia compartida celebrada. En el caso de Bolivia, al conmemorar el 6 de agosto de 1825, se eligió celebrar la firma de la Primer Acta de Independencia, rubricada al año de la victoria de la batalla de Junín, el 6 de agosto de 1824, que marcó un paso decisivo hacia la victoria final.

La voluntad política es la que dicta y elige lo que se debe festejar, la historia digna de transmitirse a la posteridad, y por eso el fenómeno conmemorativo ocupa un lugar señero en la construcción de los Estados-nación. Cuando se acercó el «momento centenario» en Bolivia, el país acababa de vivir el periodo de estabilidad política más largo de su historia, con un gobierno liberal que gobernó entre 1898 y 1920, impregnado de las corrientes positivistas y evolucionistas-darwinistas en boga. En este ideario y proyecto de nación, las distintas sociedades se enfrentaban en una lucha por la vida que les imponía, si querían sobrevivir, modernizarse a toda costa y, en el caso boliviano, superar la situación atrasada del país mediante la «regeneración» nacional5. Todo y todos deben modernizarse. En ese marco, la ciudad de La Paz, como otras capitales o grandes ciudades del continente, pasa por una etapa de cambio y por una fase de «necesaria ostentación», frente al resto del mundo y ante los mismos ciudadanos, de sus transformaciones, para incentivar cierto orgullo nacional y patriotismo6
La erección de grandes monumentos públicos es, pues, bastante tardía en Bolivia. Coincide con esta fiebre conmemorativa de los primeros centenarios (1909 y 1925) y con la necesidad de celebrar la nación en grande en el espacio público. El presidente Bautista Saavedra, al hacerse cargo del gobierno, a mediados de julio de 1920, busca promover este sentimiento de orgullo patrio incorporando monumentos en el espacio urbano.

Uno de los objetivos de estos monumentos era revalorizar a los héroes en la memoria colectiva e insertarlos en una narrativa nacional exitosa que se buscaba promover, a pesar de dos guerras perdidas hasta entonces (del Pacífico, 1879-1883; del Acre, 1903). Se trataba, como lo menciona Raoul Girardet para el caso francés, de «rehacer una conciencia» tras la(s) derrota(s)7. Apareció entonces este afán estatuario que se plasmó, en las grandes ciudades del país, en monumentos ecuestres, bustos de medio cuerpo o figuras de cuerpo entero en pedestales (Estatua de la Libertad en Potosí, traída de Francia en 1909 para la conmemoración del primer grito libertario; monumento a Pedro D. Murillo, héroe de la insurrección de 1809 en La Paz, inaugurado con un mes de retraso en agosto de 19098), para visualizar, en la ciudad, una historia significativa para el Primer Centenario, que pudiera generar unión y orgullo nacional. Se trataba de perpetuar la memoria de héroes «cual sacerdotes de una religión santa, que no otra cosa es el patriotismo», como recordaba el periódico La República en la inauguración del monumento ecuestre al mariscal Sucre en la Plaza Tamayo (hoy conocida como Plaza del Estudiante), un año después de las celebraciones centenarias, el 6 de agosto de 19269.

Si se observa el álbum que se publicó para las fiestas de agosto de 1925, titulado Bolivia en el Primer Centenario de su Independencia, ya se ve la importancia de ostentar, en lo que designamos como un «monumento de papel»10, la modernización de las principales ciudades del país, mostrando sus plazas y estatuas. Unos 12 monumentos fueron erigidos entre 1920 y 192811. Pero esos proyectos escultóricos que coincidieron con las conmemoraciones centenarias iban de la mano de la política exterior y la construcción de alianzas internacionales, armando lo que Pablo Ortemberg llamó una «geopolítica de los monumentos»12.

Así, y para centrarnos en el eje troncal de la ciudad de la Paz, ya se encontraba la Alegoría de la República, y se colocaron, en esos años: la estatua del capitán José Alarcón, realizada en 1917 como reconocimiento al primer aviador boliviano; el monumento ecuestre de Simón Bolívar, regalo del gobierno venezolano para las celebraciones; la estatua de Cristóbal Colón, regalo de la colonia italiana para la misma ocasión13; y el monumento ecuestre del mariscal Antonio José de Sucre. En efecto, el Centenario fue una etapa en la que distintas colonias extranjeras hicieron obsequios como «actos de homenaje a Bolivia» en la conmemoración de su fecha gloriosa. Tal acto tenía una significación peculiar, como lo recordaba la prensa del momento, a la vez retrospectiva y prospectiva, pues se trataba de «hacer perdurar el recuerdo de un país extranjero en nuestra tierra por medio de un monumento, una obra de arte, etc.». El diario La Repúblicamencionaba con orgullo las colonias amigas que habían cumplido con el «cortés ofrecimiento»: la colonia alemana había regalado un avión (que dio origen al Lloyd Aéreo Boliviano, la compañía aérea nacional); la colonia francesa, un busto de Bolívar; la colonia suiza, un reloj; la colonia italiana, la estatua de Colón; y la colonia española, el «Monumento a la Reina Isabel la Católica cuya ubicación aún no ha sido determinada, existiendo la intención de inaugurarlo el 12 de octubre del presente año»14

El plazo no iba a cumplirse, pero el obsequio sí se entregaría.

La entrega de la estatua y el fraternal apretón de manos

Se pueden registrar más de 80 estatuas y monumentos a Isabel la Católica, en España y América, para homenajear, como lo indican textos grabados, a la reina que hizo posible la aventura de Colón y que prohibió la esclavitud de los indígenas. Sin embargo, tratándose de América Latina, muchas de estas estatuas son de la década de 1970 y posteriores, y solo cuatro (la de Bogotá, ciudad de Guatemala, San Salvador y La Paz) son de las dos primeras décadas del siglo xx. La estatua paceña de Isabel la Católica es, precisamente, de las primeras en inaugurarse en la región, en ese momento centenario en el que se busca exaltar nuevas hermandades, en particular entre la antigua colonia y su metrópoli.

En marzo de 1924, un año antes de las grandes fiestas centenarias, la Sociedad Española de Beneficencia de La Paz15 conformó un Comité Pro Monumento para erigir y regalar a Bolivia un monumento16 dedicado a la reina Isabel la Católica17. La iniciativa fue propiciada por Emilio Bonel, quien había presentado la idea en 1915 en Sucre, como expresión de su «deseo de contribuir a que la raza iberoamericana, unida por fuerte y fraternal abrazo, marchara a la cabeza de la civilización». ¿Cómo se podía encontrar la forma de unir a España y Portugal y los países de Europa con los de América? La respuesta, según Bonel, era con un símbolo, como lo aclaró en un discurso suyo que Juan Bosacoma leyó en la inauguración del monumento: se necesitaba «algo muy alto y muy noble que pudiera ser mirado y alabado por todas [las repúblicas latinoamericanas] como gloria propia, y fuera su enseña común, sin que en ninguna de ellas despertara un mal recuerdo: ese símbolo era Isabel la Católica»18.

Una vez aprobado unánimemente el proyecto, Bonel pidió a la Unión Iberoamericana de Madrid que se hiciera cargo de la realización. En 1917, seguía buscando apoyos para construir el monumento anhelado, hasta que la colonia española de Bolivia aceptó por unanimidad hacerse cargo del proyecto y erigir el monumento. El comité español de La Paz, respaldado por un comité boliviano establecido en Barcelona, logró que este encargara la obra al escultor balear Jaime Otero Camps19.

Otero Camps la esculpió en el puerto de Barcelona. Luego, la compañía Trans Atlántica Española la transportó gratuitamente como una contribución al embellecimiento de la ciudad de La Paz20. Sobre la fecha de la inauguración han circulado datos contradictorios. Se anunció primero para el Centenario de 1925. Algunos autores han mencionado un retraso y su entrega en 1926. Y cuando la declararon «patrimonio arquitectónico y urbano de La Paz», en 2017, El Diario publicó que se trataba de un regalo de 1928, como también lo hizo la Agencia Municipal de noticias, el año anterior21. De hecho, la inauguración se produjo el 12 de octubre de 1927, como lo muestran las ediciones de El Diario de los días 12 y 13 de octubre, anunciando el primero la ceremonia de inauguración y relatándola a posteriori el segundo.

En el relieve del pedestal, se puede observar el estilo neoclasicista de una alegoría de la concordia entre la Monarquía española y la República de Bolivia, representada al modo de las estelas atenienses, como un apretón de manos. Este simboliza la amistad lograda entre ambos países a 100 años de la guerra que separó políticamente ambos territorios. Encarna, como quería Bonel, «la raza iberoamericana unida por fuerte y fraternal abrazo»22.

Marie-Angèle Orobon mostró que «la pareja formada por el león y la alegoría femenina para representar a la Monarquía española se impuso en la iconografía de exaltación de la realeza en el siglo xvii»23. Obviamente, en este caso no hubo león (que en América Latina se ha usado para denunciar la soberbia colonial y mostrarlo abatido y vencido). Las mujeres descalzas y de tamaño parecido se presentan en pie de igualdad. A la izquierda, la primera representa a España, con su corona rematada en pequeños castillos como referencia a la tierra de la reina católica. Si bien las figuras tienen el mismo tamaño, España afirma su condición de antigua metrópoli, extendiendo el brazo sobre el hombro de su compañera. Los rostros, figuras femeninas e indumentaria se inscriben en una tradición clásica y siguen los códigos del arte griego del siglo v a. C. A la derecha, Bolivia también lleva una túnica, pero en lugar de corona tiene un gorro frigio, símbolo revolucionario de la Independencia, y sostiene a su izquierda los fasces con el hacha que desde tiempos romanos son el símbolo de la unión y del pueblo constituido jurídicamente en República. En cuanto al monumento, y como lo deseaba Bonel, la reina Isabel la Católica parece dominarlo todo, con feminidad e infinita dulzura.

La ubicación en un lugar clave

Ya antes de que la estatua se entregara, el Concejo Municipal, de acuerdo con la Prefectura del Departamento de La Paz, había decidido colocarla en la parte centro-sur del eje troncal de la avenida Arce, que reunía para entonces varios de los monumentos aludidosEl Concejo resolvió: «Autorizar al señor Cónsul de España, para que pueda colocar la estatua de Isabel la Católica en sitio denominado el Óvalo, en la Avenida Arce, previa traslación que se efectuará del Parque Infantil»24.

La decisión de los concejales, en ese momento, parece haber sido de consenso, pero rápidamente se manifestaron resistencias. Entre varias de las razones para oponerse, se consideró que, de erigirse allí una estatua, el espacio debía reservarse para héroes más republicanos y más guerreros. Si bien se le debía a Isabel la Católica el «descubrimiento de América» y era justo que su estatua ocupara un sitio notorio, «la plaza del Óvalo, por el hecho de ser el centro de la extensa avenida Arce y posiblemente el nudo de otra avenida que comunicará [el barrio de] Sopocachi con Miraflores es a propósito para que en el centro de ella se erija un monumento ecuestre»25. Sin pensar en un héroe particular, se consideraba que la plaza sí se debía reservar para «un monumento verdaderamente tal» que «por su magnificencia» se merecería dicho lugar. Lo que designaban como monumentos ecuestres y verdaderos eran monumentos a la República, a la Independencia, al Ejército, pensando en figuras heroicas como Bolívar, Sucre, Santa Cruz. Isabel −por española o por mujer− no calificaba allí. El monumento a la reina de Castilla no dejaba de ser un «monumento de la colonia española», que bien podía erigirse en cualquier otro sitio. El consulado español defendió, no obstante, el lugar para la «reina de las reinas» ante otras ubicaciones que despertarían «justas susceptibilidades en la colonia española», y se ratificó finalmente el lugar elegido, aceptando por una ordenanza del 28 de septiembre el traslado del parque infantil del Óvalo a la Plaza Abaroa. Pero no dejó de ser una batalla entre las ambiciones de unos patriotas para contar con símbolos republicanos en la Plaza del Óvalo y el afán de la representación española por lograr que la estatua ocupara, como lo mencionaba Bonel, «el vértice de la Pirámide formada por la América del Sur, a muy cerca de 4.000 metros de altura y casi al pie del Illimani, cuyas nieves eternas le servirán de majestuoso fondo». De tal forma, «estará donde la gloria de Isabel la Católica merece y simbolizará la unión espiritual de las naciones ibero-americanas»26.

En ese marco se concretó, por fin, la entrega (por el encargado de negocios, don Eduardo Sáenz) e inauguración de la estatua el 12 de octubre de 1927 a las 10 de la mañana. Con la presencia del presidente Hernando Siles, se descorrió el velo que cubría el monumento, atribuyéndole el doble significado de homenaje a «la memoria de la soberana que con clarividencia admirable hizo posible el descubrimiento de un mundo» y «el de materializar el afecto de la colonia española a nuestra patria»27. La estatua no había podido tributar a la conmemoración del Centenario pero sí iba a hacerlo, y por mucho tiempo, al Día de la Raza, promoviendo una confraternidad visible y palpable entre ambas naciones.

En 1950, la plaza adoptó el nombre de Plaza Isabel la Católica, que perdura hasta hoy. El dato es significativo porque muestra que, en ese momento de ascenso revolucionario compartido por varias naciones latinoamericanas, las referencias históricas de los monumentos públicos no estuvieron en conflicto, sino que algunas referencias nuevas se añadieron a las existentes28. El Movimiento Nacionalista Revolucionario (mnr), que lideró la Revolución de 1952, buscaba unidad nacional y no era necesario deshacerse de los símbolos anteriores ni correr el riesgo de nuevos conflictos o tensiones.

La nueva plaza de la chola globalizada

En 2016, como anticipando que debía proteger este espacio de memoria, el Concejo Municipal declaró la plaza y su monumento como patrimonio arquitectónico de la ciudad de La Paz. Pero el 12 de octubre de 2020, Día de la Descolonización −en reemplazo del Día de la Raza−, varias activistas del colectivo Mujeres Creando atentaron contra la estatua de Colón en el Paseo de El Prado y contra el monumento a Isabel la Católica, lanzando pintura roja, vistiendo a la estatua con manta, pollera, sombrero (bombín) y aguayo29 y bautizando el espacio con su nueva denominación: «Plaza de la Chola Globalizada». De ese modo, rompían con el cliché de las cholas como supervivencia de la tradición y las presentaban como vitales actoras del mundo de hoy.

El grupo feminista Mujeres Creando nació en 1992, liderado por María Galindo y Julieta Paredes ‒quien luego se desvinculó del movimiento‒ y utiliza los grafitis y performances como modos de acción en una propuesta «despatriarcalizadora, anticapitalista, antirracista y anticolonial». El grupo, sumamente disruptivo por sus posiciones feministas radicales y el lesbianismo declarado de sus líderes, se alimentó de las reflexiones del Taller de Historia Oral Andina (thoa) fundado por Silvia Rivera Cusicanqui con otros jóvenes sociólogos aymaras en la década de 1980, y de los subaltern studies que llegaron en esos mismos años a Bolivia con sus teorías en torno de la colonialidad del poder.

El año 2020 también fue un momento inspirado por el movimiento Black Lives Matter[Las vidas negras importan], como eco de una protesta globalizada en el marco de lo que Mauricio Tenorio Trillo llama la «inmediatez cibernética»30. De modo que ese 12 de octubre de 2020 fue una jornada marcada, en varios puntos del continente, por actos reivindicativos en contra del colonialismo y la conquista de América. Los blancos de las protestas fueron a menudo las estatuas de Colón. En La Paz también, pero con una atención especial dirigida a la estatua de Isabel la Católica.

En Facebook, los comentarios fueron miles. Muchos se indignaron ante el «vandalismo» de Mujeres Creando y su falta de respeto a los monumentos patrios; lamentaron además los gastos que iba a significar la limpieza y pidieron que se les iniciaran procesos judiciales.

El colectivo respondió apuntando el racismo implícito de esas reacciones y preguntándose por qué el nuevo traje de Isabel la Católica constituiría un agravio: «¿Por qué? ¿Por qué desvestir a la reina y ponerle un traje que caracteriza a la mujer indígena es un agravio? Ahí opera una mentalidad racista que entiende eso como un insulto»31.

Otros vieron una contradicción: para criticar la estatua española, se usaba la vestimenta de la chola, que no era sino otro legado de los españoles. Algunos encontraron el happening artístico interesante y felicitaron a María Galindo por el esfuerzo para que los monumentos fueran el reflejo del pueblo. Otros expresaron en una forma más directa su rechazo a los símbolos coloniales con un «A la mierda Colón. A la mierda Isabel la Católica». Finalmente, hubo quienes se indignaron, pero arguyendo que era una falta de respeto… a la chola paceña, chola que prefería que la dejaran en paz.

Retomando la tipología de William García Ramírez, podemos pensar esas acciones como prácticas decolonizadoras sustentadas en la convicción de que deshacer es el primer paso para un nuevo hacer32. El primer objetivo que buscan esas prácticas es, según este autor, «deshacer para reivindicar una causa». El happening sí fue una acción performativa contra una narrativa colonizadora impuesta en el espacio público. Cuestionó valores impuestos y defendió que la estatuaria representara a la sociedad y a sus miembros. Puso de realce el lugar de las mujeres indígenas-mestizas en la sociedad boliviana y quiso visibilizarlas. La heroína, digna de admiración, al final era esta mujer indígena-mestiza, con su cuerpo, su vestimenta, sus adornos. 

Otra modalidad de esas prácticas es «deshacer para revertir un hecho o un relato». Aquí, en efecto, homenajearon a la mujer chola, que sustituyó a la reina blanca. Como lo señaló María Galindo: «El colonialismo español trae la figura de la mujer blanca e instaura, en todo el continente, un modelo de mujer, de belleza y de virtud, un sujeto de feminidad muy específico que funciona hasta el día de hoy en las sociedades latinoamericanas. La mujer no blanca es, por excelencia, la fea, la no deseada, la destinada a los trabajos más baratos y duros»33. De modo que el happening habría alterado el significado y el sentido original del monumento al anular, parodiar y transformar esas normas del poder colonial. El tercer objetivo de esas prácticas, según García Ramírez, sería «deshacer para reconstruir una memoria». En el caso de la Isabel resignificada, no solo se trataría de darle un lugar a la «mujer de pollera», sino de reconocer y valorar el espacio que ya ocupaba en la sociedad boliviana. Así se explica también el cambio de nombre de la plaza Isabel la Católica como «Plaza de la Chola Globalizada», para combatir la idea falaz, según María Galindo, de que «la mujer indígena está aprisionada en la cultura originaria alejada del mundo (…) chola sí, pero supercosmopolita». Mientras tanto, las demás mujeres de pollera presentes en el lugar gritaban: «No nos quedaremos sumisas ni subordinadas».

Más allá de los propósitos mencionados, la performance asumió un claro posicionamiento político. Se realizó en 2020, tras la dimisión forzada de Evo Morales y la llegada al poder del gobierno interino de Jeanine Áñez, quien debía organizar nuevas elecciones en las que no se presentaría como candidata, y decidió finalmente, tras permanecer más tiempo en el poder en el contexto de la pandemia, no solo postergar la votación a octubre de 2020, sino además postularse ella misma. Algunos carteles proclamaban: «Ni Jeanine, por ser mujer, ni Isabel, con su poder, representan para las mujeres libertad y placer», o «Nuestros sueños no caben en sus urnas». A esas reivindicaciones políticas se sumaron otras más sociales, como «Jubilación para las amas de casa ¡ya!»34. Isabel de Castilla, resignificada en chola paceña, se convirtió así en un espacio adecuado para expresar nuevas demandas políticas y sociales.

De chola globalizada a reina india

Si bien en la década de 1920 la estatua de Isabel la Católica pudo generar algunas reservas en cuanto a su ubicación, impresiona su mantenimiento y estabilidad en el siglo que siguió. Vio cómo otros símbolos se agregaban sin desplazarla ni cuestionarla, hasta esta fecha reciente, cuando la intervención transgresora de Mujeres Creando tuvo el mérito de generar un debate público sobre los significados de esa estatua en la historia nacional y las representaciones colectivas. Las intervenciones y el debate siguen vigentes, como lo han reflejado, en 2024, las láminas metálicas de protección colocadas en la base de la estatua, que han acogido tanto las pintadas que repetían el nuevo nombre de la Plaza de la Chola Globalizada como las que buscaron borrarlas.

El último 12 de octubre de 2024, la elección militante fue otra. En las rejas, un cartel de cartón la designó como «Patrona del Colonialismo», como lo indicaba también la enorme corona de bufón de la corte que Mujeres Creando le colocó a la estatua en tono de burla, a la vez que de denuncia. La chola globalizada pasó a ser la reina india, pintada de rojo. Le pusieron un manto de virgen de corte militar, subrayando la violencia del proceso histórico que quieren condenar, afirmando: «Colonialismo es despojo, racismo es genocidio». En el pecho del monumento, una placa indicaba «India violada». 

En la prensa, varios artículos condenaron de nuevo la acción, con títulos como «Colectivo liderado por María Galindo daña la plaza Isabel la Católica en La Paz»35, mientras algunos reconocían y explicitaban su propósito: «Arrojan pintura a estatua de Isabel la Católica en rechazo al ‘colonialismo’».

El alcalde de La Paz, Iván Arias Durán –elegido en 2021–, denunció el mismo día, en la red X: «Vándalos que odian la ciudad de La Paz dañaron el ornato público que nos cuesta a todos los paceños». El tuit provocó la furia de varios internautas que, a pesar de compartir sus lamentos, se indignaban más aún por la ineficacia del funcionario a la hora de castigar o prevenir esos atropellos de unos «acomplejados izquierdistas». Ya que el alcalde conocía a las autoras de los ultrajes mencionados y que tenía en sus manos los recursos políticos y jurídicos para procesar a sus responsables, que solo se quejara en las redes demostraba su impotencia o su hipocresía. 

Como cada 12 de octubre de estos últimos años, mientras algunos les gritaban a Mujeres Creando que estaban arruinando la plaza, otros valoraban la intervención y llamaban incluso a sacar la estatua, arguyendo que «nadie hoy en día quiere monumentos de sus verdugos». 

Así, la última intervención de 2024 se enmarca en una tradición de lucha contra una historia que sigue invisibilizando o minimizando el saqueo que han padecido los pueblos indígenas a lo largo de la historia, así como las relaciones racializantes que el sistema colonial instauró. Sin embargo, lo notable es que, en 2024, se dejó espacio también a las denuncias de abusos sexuales y violaciones. La última intervención de la estatua puso de realce la importancia de escuchar a las mujeres víctimas de género, de clase y de raza. Ha sido un nuevo llamado a que los monumentos y plazas públicas puedan interpelar y ser parte de las reflexiones y del debate social. Y es que el bufón no es solo el personaje ridículo de quien uno se ríe, sino también el que observa y se ríe de las debilidades y los vicios de los demás; es a la vez actor y observador de la locura, al servicio de la denuncia y la toma de conciencia de los fallos de su época.

Nota: una primera versión de este trabajo se presentó en el coloquio «Construir, renovar y destruir monumentos», organizado por David Marcilhacy y Javier Moreno Luzón en la Casa de Velázquez, Madrid, en febrero de 2024, y se publicó luego como «Isabel la Católica, o la reina chola y globalizada» en Mélanges de la Casa de Velázquez vol. 54 No 2, 2024.

  • 1.F. Martinez: «Les ‘oubliés’ des vitrines commémoratives» en Cahiers des Amériques Latines No 102, 2023.
  • 2.«Chola» designa, en Bolivia, a mujeres de origen aymara y quechua o mestizas que suelen usar una vestimenta tradicional con polleras, sombrero típico y aguayos en los que llevan a sus bebés o sus mercancías.
  • 3.T. Pérez Vejo: «Presentación. Los centenarios en Hispanoamérica: la historia como representación» en Historia Mexicana vol. LX t. 237 No 1, 7-9/2010, p. 7 y sigs.
  • 4.F. Martinez: Celebrando la nación. México y Bolivia en su primer siglo de vida independiente (1810-1925), UAM Ediciones, Madrid, 2024.
  • 5.Desarrollamos esta cuestión del pueblo considerado, por sus características étnicas, responsable del atraso nacional, en Regenerar la raza. Política educativa en Bolivia (1898-1920) [2010], CIS / Vicepresidencia, La Paz, 2021. La vertiente modernizadora de las dos décadas anteriores al momento centenario rima, en particular, con una urbanización de las capitales.
  • 6.Se organizó un coloquio sobre este tema en la Casa de Velásquez, en febrero de 2020, con el título «El momento centenario entre América Latina y España».
  • 7.R. Girardet: Le nationalisme français (1871-1914), Seuil, París, 1983.
  • 8.La historia de este monumento es digna de una novela: muchos repiten hasta la fecha el rumor de que el monumento a Pedro Domingo Murillo no corresponde a la imagen del personaje sino a la de un torero. De hecho, se aprobó en 1907 el proyecto de un monumento al prócer encargado al italiano Orazio Ferruccio Cantele. Pero debido a varias peripecias, la estatua recién se inauguró el 22 de agosto de 1909. Para más detalles sobre su construcción, piezas perdidas y retrasos, v. Margarita Vila Da Vila: «Arte y alegoría política en el primer centenario de la República de Bolivia: el monumento a Pedro Domingo Murillo en La Paz» en Classica Boliviana. Revista de la Sociedad Boliviana de Estudios Clásicos N° XI, 2022.
  • 9.«Un solemne acto cívico patriótico constituyó la inauguración del monumento al mariscal de Ayacucho» en La República, 6/8/1926.
  • 10.F. Martinez: «Monumentos de papel. Las obras conmemorativas publicadas en México y Bolivia en el primer centenario de su independencia» en Revista Boliviana de Investigación-Bolivian Research Review vol. 10, 2013.
  • 11.Mario Yujra Roque: «La construcción del imaginario histórico nacional a través de la iconografía de monumentos 1900-1930», tesis de licenciatura, Universidad Mayor San Andrés, La Paz, 2004.
  • 12.P. Ortemberg: «Geopolítica de los monumentos: los próceres en los centenarios de Argentina, Chile y Perú (1910-1924)» en Anuario de Estudios Americanos vol. 72 No 1, 1-6/2015.
  • 13.Las colonias italianas acostumbraban obsequiar monumentos a Colón a los países latinoamericanos que las acogían, como ya lo habían hecho a la ciudad de Lima en 1860 o a Buenos Aires en el centenario de la Revolución de Mayo. La de La Paz fue inaugurada el 16 de julio de 1926 «a las 4 p.m. en la avenida 16 de Julio», como lo recordó La Razón en su edición del 9/8/1921.
  • 14.«Obsequios de las colonias extranjeras en el Centenario de Bolivia» en La República, 5/6/1926.
  • 15.La institución se había creado como «sociedad humanitaria» de auxilio en 1882, para los españoles e hijos de españoles. Ver Estatutos de la Sociedad Española de Beneficencia de La Paz, reformados y aprobados en Junta General de 05/06/1882, Tip Rel, La Paz, 1882.
  • 16.Se volvió, a continuación, el Comité Pro Monumento a Isabel la Católica.
  • 17.Carlos Gerl Pardo y Randy Chávez García: Patrimonio escultórico público de la ciudad de La Paz, Gobierno Autónomo Municipal, La Paz, 2010. La iniciativa fue propiciada por Emilio Bonel, de nacionalidad española y vecino de Sucre. Los residentes españoles en Sucre, La Paz y Cochabamba realizaron sus aportes y se contó además con la contribución del industrial minero español Matías de Mendieta, que radicaba en Potosí. M. Yujra Roque: ob. cit., p. 129.
  • 18.«Discurso de Emilio Bonel» en El Diario, 13/10/1927.
  • 19.Se encuentra en catálogos con su nombre catalán, Jaume Otero Camps (1888-1945). Ya tenía una trayectoria reconocida en el país y en el extranjero.
  • 20.«La inauguración del monumento a Isabel la Católica» en El Diario, 13/10/1927.
  • 21.Gobierno Autónomo Municipal de La Paz: «Concejo Municipal declara patrimonio a la plaza Isabel la Católica», 1/8/2016.
  • 22.El Diario, 13/10/1927.
  • 23.M.-A. Orobon: «El cuerpo de la nación: alegorías y símbolos políticos en la España liberal (1808-1874)» en Feminismo/s No 16, 12/2010, p. 44.
  • 24.En Resoluciones Municipales, 1924-28, Libro G, foja 127.
  • 25.«Una medida de ornato desacertada» en La República, 11/9/1926.
  • 26.«La inauguración del monumento a Isabel la Católica» en El Diario, 13/10/1927.
  • 27.«Hoy será inaugurado el monumento a Isabel la Católica» en El Diario, 12/10/1927.
  • 28.Nicolas Vincent y Pablo Quisbert: Pachakuti. El retorno de la nación. Estudio comparativo del imaginario de nación de la Revolución Nacional y del Estado Plurinacional, PIEB, Sucre, 2014.
  • 29.«Ponen manta, pollera, sombrero y aguayo a la estatua de Isabel la Católica» en El Deber, 12/10/2020.
  • 30.M. Tenorio Trillo: La historia en ruinas. El culto a los monumentos y a su destrucción, Alianza, Madrid, 2023, p. 11.
  • 31.José Pablo Criales y Almudena Barragán: «Un grupo de activistas interviene la estatua de Isabel la Católica» en El País, 13/10/2020.
  • 32.W. García Ramírez: «Deshacer para rehacer: arquitecturas frente a la decolonización» en Dearq No 36, 2023.
  • 33.J.P. Criales y A. Barragán: ob. cit.
  • 34.«Feministas visten de chola a Isabel la Católica el mismo día en que Colón aparece pintado» en Opinión, 12/10/2020.
  • 35.El Mundo-Bolivia, 13/10/2024.

Fuente: https://nuso.org/articulo/315-isabel-la-catolica-como-chola-globalizada/