En Egipto, cuna de inventos y descubrimientos del mundo árabe, nace el liberalismo islámico, considerado una solución al estancamiento de las negociaciones entre islamistas y políticos laicos sobre cómo gobernar el país tras la caída a comienzos de este año del régimen de Hosni Mubarak. Las tratativas llevan a los islamistas a suavizar su intención […]
En Egipto, cuna de inventos y descubrimientos del mundo árabe, nace el liberalismo islámico, considerado una solución al estancamiento de las negociaciones entre islamistas y políticos laicos sobre cómo gobernar el país tras la caída a comienzos de este año del régimen de Hosni Mubarak.
Las tratativas llevan a los islamistas a suavizar su intención de construir un Estado islámico puritano y optar por una versión más atenuada admitiendo posturas pragmáticas de política liberal, como la libertad de expresión y de pensamiento, y prácticas modernas de gobierno, como instituciones y elecciones de tipo occidental.
Por su parte, los partidos laicos dejarán de atacar a los sectores confesionales, mostrarán más respeto por la fe y reconocerán su historia y su capacidad de implantar justicia, equidad social y elevación espiritual.
Las primeras señales de acercamiento procedieron de los sectores religiosos más radicales.
Nageh Ibrahim, el principal ideólogo del Grupo Islámico, que se alzó en armas contra Mubarak en los años 80 y 90, ostensiblemente utilizó el término «liberalismo islámico» para ganarse a los laicos contrarios a los principios islámicos.
«El liberalismo tiene muchos costados buenos que no entran en conflicto con los principios universales de la shariá (ley islámica)», declaró en un encuentro de miembros del liberal Partido Wafd, realizado en julio.
«En la coyuntura actual debemos buscar una forma de liberalismo islámico compatible con las normas de la sociedad egipcia y que no aleje a otras fuerzas», arguyó.
El mensaje de Nageh fue el primero ente varios otros emitidos por islamistas que, con tono conciliador, hacen referencia al nuevo mantra del liberalismo islámico.
Uno de los críticos más duros contra los laicos, el clérigo Mohammad al-Zoghbi, llamó a los manifestantes que se concentran en la plaza Tahrir en reclamo de cambios profundos, «hermanos de buen corazón y patrióticos que solo deben conocer mejor a los islamistas».
Todo un cambio respecto de unas semanas antes cuando los tildó de «sin techo que terminaron en la plaza Tahrir tras ser golpeados por sus esposas en casa».
La declaración conciliadora de Zoghbi fue difundida por el popular canal de televisión religioso Al-Nas, del movimiento ultraconservador salafi.
Actores menos conservadoras también saltaron a la palestra.
El jeque Ahmed al-Tayeb, gran imam de Al-Azhar, bastión de la rama sunita del Islam, divulgó un documento que busca congeniar elementos laicos con otros más conservadores.
La Carta Al-Azhar subraya que un estado civil basado sobre el derecho, a diferencia de uno religioso, no es contrario al Islam. También declara que las libertades individuales deberán estar consagradas en la futura Constitución y legislación de Egipto.
La Hermandad Musulmana, que según los pronósticos obtendría la mayoría en las próximas elecciones parlamentarias, dio un paso más y prometió no monopolizar la redacción de la ley fundamental. Todas las orientaciones políticas, incluidos los seis millones de cristianos, deberán participar, añadió.
Los laicos alertaron de la intención de los islamistas de imponer su ideología en la próxima Constitución.
La reciprocidad de los laicos no fue contundente, pero tampoco totalmente displicente.
Una de las estrellas laicas nacientes, Amr Hamzaway aplaudió el acercamiento de los islamistas.
«Hay una cantidad sustancial de parecidos entre islamistas y liberales», dijo Hamzawi a IPS. «Ambos aspiran a tener un país donde prevalezca el estado de derecho y la ciudadanía y en el que el cambio de poder sea pacífico», indicó.
«Lamentablemente se vieron empujados a una confrontación en la que perdieron de vista los intereses comunes», apuntó.
Pero el coqueteo no convenció a algunos férreos opositores de los islamistas, quienes siguen considerando que su nueva plataforma es una mera actitud política.
La forma de ser de los islamistas muestra que pretenden un estado religioso puritano y no uno democrático, señaló Refaat Saeed, crítico de la Hermandad Musulmana de Egipto.
«Por las manifestaciones y pancartas que llevan se ve que realmente aspiran a un estado religioso y no a uno democrático, como dicen», dijo Saeed a IPS, refiriéndose a las últimas protestas que realizaron en la capital en las que gritaban, «Egipto islámico, Egipto islámico».
Abogar por un liberalismo islámico es, en cierta forma, una marcha atrás para los islamistas, que durante mucho tiempo criticaron a los laicos acusándolos de empujar a Egipto a una actitud servil en el concierto internacional y de atentar contra las tradiciones y la identidad islámica en pro de una actitud más occidental.
Llevará tiempo que se arraigue una verdadera tendencia islámica pragmática en Egipto, sostienen analistas políticos.
«Se necesitará mayor creatividad», señaló Hossam Maklad, investigador de movimientos islámicos. «El incentivo para que los islamistas den un paso al centro está», dijo a IPS.
«Lo que llamamos liberalismo islámico necesita improvisar una forma de gobierno basado sobre el patrimonio y la civilización islámica como cimiento, al tiempo que goza de todos los beneficios de la estructura liberal de Occidente», sostuvo Maklad. «Si podemos combinar ambos nos salvaremos de todas las disputas y enfrentamientos de nunca acabar», añadió.