Traducido para Rebelión por Germán Leyens
Los israelíes no podían quedarse afuera de la fiesta. Pero después de todo las historias de tortura – de prisioneros encapuchados, humillados en Abu Ghraib y otros sitios tenían un aire familiar, como si los israelíes estuvieran dictando clases a sus marionetas de mano estadounidenses sobre los detalles más delicados de cómo apretar a esos ‘cabeza de trapo’ hasta que canten. Tortura – del tipo «suave» – tiene el imprimátur oficial de la corte suprema de Israel, y tiene mucho sentido que se convoque a los israelíes como «expertos» en el arte (¿ciencia?) de acorralar y controlar a multitudes de molestos árabes, pero además el siguiente testimonio de la general Janis Karpinski, ex comandante de Abu Ghraib, apunta explícitamente hacia los israelíes:
«Una vez me encontraba visitando una instalación de interrogación – no la tenía bajo mi control, pero escoltaba a uno de cuatro estrellas. Quiso volver y observar un interrogatorio que tenía lugar. Me preguntaron si quería ir y dije que no. Así que, estaba ahí de pie y, ya sabe, la conversación usual, sólo una especie de cháchara, allí (estaban) tres individuos y uno de ellos tenía puestos pantalones DCU [de camuflaje para el desierto], otro tenía unos jeans, pero todos llevaban camisetas. No parecían militares. Y le dije a uno – uno de ellos me preguntó: ‘¿Qué hay de nuevo?’, o: ‘¿qué hay de raro en que haya una general mujer en este sitio?’ Y le dije: ‘¡Vaya! La historia es demasiado larga, pero es todo divertido’. Y le dije a ese tipo que estaba sentado sobre el mostrador, le dije: ‘¿Eres de aquí?’ Porque se veía como si fuera kuwaití. Dije: ‘¿Eres intérprete?’ Dijo: ‘No, soy interrogador’. Y le dije: ‘Vaya, ¿eres de aquí?’ Y respondió: ‘No, en realidad, soy de Israel’. Y como que me sorprendió. Y creo que me reí. Y dije: ‘No, ¿de verdad?’ Y me dijo: ‘No, de verdad, así es’. Y – pero fue – no continué, sólo dije: ‘Vaya, yo visité su país hace un par de años y me sorprendió que haya tan poca diferencia en la apariencia de israelíes y estadounidenses’, y – en realidad sólo estaba ahí haciendo cháchara.
«Pero no me pareció nada fuera de lo corriente, creo, hasta después. Y recuerdo que le hice un comentario, le dije: ‘¡Ah!, es medio raro’. Y dijo: ‘No, no en realidad’. Así mismo. De manera que – Sé con seguridad que por lo menos en un caso – ahora, yo no le pedí documentos de identidad o nada. No era asunto mío. Pero es lo que dijo.»
Ocupados, ocupados, ocupados – eso ciertamente describe a los israelíes en los sangrientos días después de nuestra victoria a lo Pirro en Irak. Lo niegan, por supuesto, pero eso es normal. Después de todo, Karpinski vio y habló con uno de sus interrogadores, que estaba sentado ahí mismo frente a ella. La verdad es que andan pululando por todo Kurdistán, fomentando líos, azuzando a la administración Bush respecto a Irán y – más importante aún – Siria. Dios mío, incluso están en Nueva Zelanda, de todos los sitios, robando pasaportes de parapléjicos postrados en cama. ¡Y hablen de malas relaciones públicas! ¿Y qué les importan?
No demasiado. Ahora que han maniobrado al despistado Bush hacia Irak, y han cambiado para siempre la cara del Medio Oriente, Ariel Sharon y su coro de amenes en este país se vuelven más atrevidos, sacando a la luz su propia bandera por sobre lo que antes presentaban como iniciativas exclusivamente estadounidenses. Así que sus aliados kurdos se muestran belicosos cuando se refiere a la conexión israelí, al hablar con Ha’aretz:
«‘En Kurdistán el público no está dispuesto a aceptar más humillaciones. Mientras pensamos que podíamos persuadir a los estadounidenses de que apoyaran nuestras posiciones, nuestros dirigentes eran apoyados por el público’, dijo. ‘El público kurdo está desilusionado y enfurecido, y quiere resultados. Ustedes, en Israel, hablan del gran Eretz Yisrael y nosotros aquí hablamos del gran Kurdistán. Hoy comienza nuestra guerra política.'»
Nuestra guerra – ¿contra quién?
Disfrazados de empresarios israelíes, agentes del Mossad, según Seymour Hersh, han infiltrado los territorios kurdos para crear un tapón – Kurdistán – entre Israel y el emergente estado iraquí dominado por chiíes, que es considerablemente influenciado por los iranios. Todo el proceso de «transferencia», aunque no representa el retiro de EE.UU., indica sin embargo el nerviosismo en Washington por ser identificado demasiado de cerca con el desastre que se desarrolla, y los israelíes ven esto como un mal presagio. ¿Tambalea el Tío Sam? Esa pregunta ha preocupado a la facción neoconservadora de la Derecha – que actúa efectivamente como la quinta columna de Israel en EE.UU. – y tienen razón, desde su perspectiva. Es lo que motiva toda esta actividad en Kurdistán, y en otros sitios. La idea es extender el caos, escalar la guerra e imposibilitar que George W. Bush vaya a retirarse de alguna manera del atolladero iraquí.
En un esfuerzo de control de daños, el lobby de Israel está realizando un esfuerzo concertado por calumniar a cualquiera que diga lo obvio: que gran parte de la «inteligencia» que nos condujo falazmente hacia la guerra provino directamente de Tel Aviv y fue «descargada» en la Casa Blanca por asesores neoconservadores de la Casa Blanca y que, en retrospectiva, esta guerra ha favorecido la ventaja estratégica de sólo una nación del globo: Israel. Escribiendo en el Jewish Journal of Greater Los Angeles, un cierto James D. Besser ataca las «teorías conspirativas» de «la izquierda desquiciada y de la derecha chiflada» que «convergen en teorías que acusan a los neoconservadores judíos por una Guerra de Irak que desprecian». Persigue a ese conocidísimo extremista de izquierda, el senador Ernest Hollings (demócrata de Carolina del sur), que «estalló» recientemente atreviéndose a nombrar a Israel como el factor principal que motivó a partidarios clave de la guerra, y luego se vuelve contra… nosotros:
«Al otro lado de la división partidaria, vean antiwar.com, un sitio en la red para – entre otros republicanos descontentos y libertarios como el antiguo candidato presidencial republicano Pat Buchanan. Aquí también, un tema común es la conspiración neoconservadora que condujo engañosamente a la nación a un catastrófico conflicto.»
La idea de que Antiwar.com esté a uno o al otro lado de la «división partidaria» es ridícula, y como autor de «Go F*ck Yourself, Mr. President,» me ofende que se insinúe que soy sólo un «republicano descontento». El resto del ensayo de Mr. Besser es igual de exacto.
Clama contra la «extrema izquierda», que supuestamente odia a Israel porque es «colonialista» y contra la «extrema derecha» – donde el antisemitismo, asegura con petulancia a sus lectores, «nunca ha dejado de estar de moda». No cita ninguna declaración específica de la «extrema derecha» para justificar su declaración – y, naturalmente, no existe un enlace con material que pudiese explicar, si no justificar, su posición, a pesar de que el artículo de Besser fue publicado en línea. Los mentirosos se refugian en vaguedades, mientras lanzan calumnias contra todo el que representa la verdad ante el poder. «¡Desquiciados! ¡Chiflados!» Es lo mejor que pueden producir Besser & Cía., pero también presenta una serie de argumentos aún más débiles, incluyendo la barbaridad de que Bush subió al poder con una agenda bélica a la vista de todo el mundo.
«Todo lo que sabemos sobre el presidente Bush es que llegó al poder determinado a completar el trabajo que su padre dejó sin terminar en 1991, cuando el presidente George H.W. Bush terminó la Guerra del Golfo sin sacar a Sadam Husein del poder. Lo mismo vale para el vicepresidente Dick Cheney y el Secretario de Defensa Donald Rumsfeld.»
Ambos candidatos presidenciales en 2000 prometieron librarse de Sadam, pero lo presentaron como un proyecto a largo plazo, no como el primer ítem en sus respectivas agendas. Además, Bush hizo campaña con la plataforma de una política externa «más modesta». Los neoconservadores, al comienzo, fueron un pequeño -aunque bien relacionado – factor en las deliberaciones sobre política externa de la administración: les horrorizó, y, parece, se sintieron relativamente impotentes, cuando el presidente habló a favor de un estado palestino. Sólo después del 11-S los neoconservadores se convirtieron en la tendencia dominante.
«Sus motivos eran diversos» asegura Besser, «iban desde el deber familiar de proteger vitales intereses petroleros a una preocupación frenética por las armas de destrucción masiva después del 11-S, pero Israel nunca estuvo cerca de la punta de la lista». Besser podrá ser adivino, pero este autor por cierto carece de ese talento. Sin embargo, no precisa ser telepático para comprender que los diversos otros motivos que Besser imputa al Partido de la Guerra resultaron ser todos vacíos de cualquier contenido.
Los «vitales intereses petroleros» que se supone estemos protegiendo han sido puestos en más peligro, no asegurados. Mientras los precios de la energía aumentan rápidamente debido a la desestabilización regional causada por la guerra, el petróleo iraquí no llega a los consumidores occidentales. Esto, desde luego, fue un resultado perfectamente predecible de la invasión, y considero difícil si no imposible que se crea que los analistas del gobierno de EE.UU. no lo hayan previsto.
Las famosas «armas de destrucción masiva» tampoco aparecieron y no hay motivo para suponer que alguien en la administración haya jamás esperado que las encontrarían – después de todo, estaban tan ocupados fabricando y seleccionando «inteligencia» bruta (y a veces, artificial), que seguramente no tuvieron el tiempo o la inclinación, necesarios para examinar cualquier evidencia real.
Si «Israel nunca estuvo cerca de la punta de la lista» cuando se habla de motivos para esta guerra, entonces ¿cómo sucede que Tel Aviv resulte ser el principal beneficiario de tantas maneras? Mientras el Mossad infiltra Kurdistán, exige reconocimiento del «gobierno» iraquí, e incluso envía sus expertos torturadores a ayudar a los ocupantes estadounidenses a subyugar y degradar con más efectividad a los iraquíes a su cargo, no resulta tan fácil echar a un lado la evidencia demostrable de que los partidarios más leales de Israel encabezaron el camino a la guerra.
La táctica de las calumnias no va a dar resultados, no esta vez. No cuando destacados antiguos funcionarios del gobierno y dirigentes militares, como el general Anthony Zinni, dicen lo que nosotros en Antiwar.com hemos estado diciendo desde mucho antes de la invasión de Irak.
«Creo que es el secreto peor guardado en Washington. Que todo el mundo – todos aquellos con los que hablo en Washington han sabido y saben perfectamente cuál fue su agenda y lo que trataban de hacer.
«Y en un artículo, porque mencioné a los neoconservadores, que ellos mismos se describen como neoconservadores, me llamaron antisemita. Quiero decir, sabe, es increíble que ése sea el tipo de ataque personal que se utiliza cuando uno critica una estrategia y a los que la proponen. Ciertamente no los critiqué por quiénes eran. Ciertamente no conozco cuáles son sus antecedentes étnico-religiosos. Y tampoco me interesan.
«Sé, qué estrategia promueven. Y lo hacen abiertamente. Y durante muchos años. Y de qué han convencido al presidente y al secretario para que lo hagan. Y no creo que haya algún dirigente político, dirigente militar, o diplomático serio, en Washington que no sepa de dónde provino.»
Un nuevo libro por el experto en inteligencia James Bamford llega a las mismas conclusiones sobre los orígenes de la guerra de Irak; y este análisis de cómo llegamos a embrollarnos en el desastre iraquí – mordazmente resumido en un excelente artículo de Jeffrey Blankfort en Left Curve – se está convirtiendo rápidamente en sabiduría convencional. ¿Es Bamford un «desquiciado» de la «extrema izquierda»? El general Zinni podrá ser un republicano inscrito, pero en realidad está lejos de ser un neonazi o un artista de la calumnia neoconservadora como quisiera presentarlo Joel Mowbray.
Al respecto, quisiera orientar la atención de Besser a un reciente editorial en The Forward, un periódico judío de Nueva York, que tiene muchos años en el Jewish Journal of Greater Los Angeles, y también, parece, mucha sabiduría:
«Hace sólo una semana, la gente razonable todavía podía descartar como maniobras conspirativas antisemitas la afirmación de que la seguridad de Israel fue el verdadero motivo tras la invasión de Irak. Ya no es el caso. La afirmación ha pasado ahora de la periferia a la línea dominante. Sus defensores ya no pueden ser simplemente ser acallados o descartados como fanáticos. Los que no están de acuerdo tienen que argumentar con buenas razones.»
Como dije en su momento:
«Tener que argumentar a favor o contra algo estrictamente sobre la base de buenas razones va a ser una experiencia totalmente nueva para los neoconservadores. El uso de la calumnia contra sus enemigos y la mentira es, para ellos, algo normal – no es problema de táctica, forma parte de quién y qué son.»
Yo no identificaría a Besser como neoconservador, o al Jewish Journal como una publicación neoconservadora: un neoconservador jamás apuntaría el dedo a Bush como lo hace Besser. Escribe que la utilización de los argumentos a favor de Israel en cuanto a la guerra fue sólo una «excusa» – sólo «política» – una artimaña para atraer a los demócratas para que apoyaran la invasión. Pero Besser debiera preguntarse por qué, después de todo, este argumento tuvo semejante resonancia con los demócratas – y por qué John Kerry se está apresurando por mostrarse aún más abyecto en su lealtad a los Likudniks estadounidenses que incluso esta administración dominada por los neoconservadores.
Sí, pero Besser no quiere meterse en eso, imagino. Podría convertirse en un «desquiciado de extrema izquierda» o, peor todavía, un «chiflado de extrema derecha». Es mucho mejor dejar de lado, y sin analizarlas, ciertas realidades, que tener que renunciar a los insultos y las calumnias como un substituto para la argumentación de un caso sobre la base de sus méritos.
Ralph Nader dio en el clavo:
«Lo que ha estado ocurriendo durante los años es una rutina predecible de visitas extranjeras del jefe del gobierno israelí. El titiritero israelí viaja a Washington. El titiritero israelí se reúne con el títere en la Casa Blanca, y luego baja por Pennsylvania Avenue, y se reúne con los títeres en el Congreso. Y luego vuelve a casa con miles de millones de dólares del contribuyente. Es hora de que el show de títeres en Washington sea reemplazado por el show de la paz en Washington.»
Todos los sospechosos habituales exigen estos días la cabeza de Nader, incluso algunos de sus compañeros «verdes», pero Ralphie tiene al enemigo en su mira y hay que darle más poder. Ha pasado la época en la que un poderoso grupo de presión puede exigir exenciones y consideraciones especiales porque alguna crítica de sus actividades es automáticamente atribuida a «prejuicios» e «intolerancia». Soldados estadounidenses mueren cada día en Irak, mientras Israel anexa Kurdistán y sus torturadores lo pasan bien en las prisiones dirigidas por EE.UU.
¿Qué pasa aquí, en nombre de todo lo que es sagrado? Es la pregunta que comienzan a hacerse los estadounidenses y Antiwar.com va a continuar dándoles algunas respuestas. Si a Besser, y otros, no les gusta, qué lástima: los hechos, como dijera el difunto presidente Reagan, son cosas obstinadas, y no pueden ser borrados o prohibidos de la discusión civilizada por el bien de la corrección política – o, por lo menos, no durante mucho tiempo. La verdad sale a la luz: más vale tarde que nunca.
5 de julio de 2004