Cada vez que se abre un frente de guerra en Medio Oriente, las embajadas israelíes y las comunidades judías organizadas de todo el mundo ejercen la defensa de la causa de Israel. Su argumento más persuasivo es el antisemitismo de la prensa o los gobiernos que critiquen la política exterior de ese país. Los periodistas […]
Formalmente, los hechos indican que el asesinato de ocho soldados israelíes y el secuestro de otros dos a manos de la milicia libanesa Hezbolá (Partido de Dios) dieron pie a que Israel iniciara el 12 de julio una ofensiva militar contra ese grupo chiita, prosirio y apoyado por Irán.
Otro hecho: la recuperación de los secuestrados no es el único ni el más importante de los objetivos israelíes. El fin, lo ha dicho el gobierno, es destruir o desarticular a Hezbolá.
También es un hecho que en el ejercicio de esa «legítima defensa», como la define Israel, otra parte resulta principal agredida: Líbano, cuyo territorio fue bloqueado por aire, mar y tierra en los primeros días del conflicto y cuya población civil aporta el grueso de las bajas.
América Latina no fue ajena a la guerra de declaraciones y comunicados registrada en todo el mundo, que tuvieron como beligerantes a gobiernos, medios de comunicación, organizaciones de las comunidades judías y representaciones diplomáticas israelíes.
El 30 de julio, el nuevo presidente peruano Alan García hizo un alto en su primer Consejo de Ministros para expresar su rechazo al ataque israelí contra la población libanesa de Qana –en la que murieron al menos 54 civiles, entre ellos 34 niños–, a través de su canciller José Antonio García Belaúnde.
«Acá no tenemos presiones palaciegas para no actuar. Es verdad, hay un cambio respecto a la posición que tomó (el mandatario saliente Alejandro) Toledo. Se puede decir que Perú ha vuelto a recuperar su independencia respecto del tema Israel», dijo a IPS García Belaúnde.
El canciller hacía alusión al entorno del ex presidente: su esposa, Eliane Karp, de origen judío, al igual que uno de sus mejores amigos y consejeros, el empresario Adam Pollak.
Farid Kahhat, analista internacional y profesor de la Pontificia Universidad Católica del Perú, dijo a IPS que no solo «había una suerte de lobby pro-israelí encabezado por la primera dama», sino que el gobierno «buscaba ser un aliado privilegiado de Washington».
«Esa actitud complaciente con Israel tenía que ver con la subordinación, con esa alianza casi carnal con Estados Unidos que Toledo quería para el país», opinó Kahhat.
Toledo gobernó hasta el 28 de julio. El 13, cuando el Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) discutió una resolución de condena de las incursiones militares de Israel en la franja de Gaza, Perú fue uno de los cuatro países integrantes del órgano (y el único latinoamericano) que se abstuvo, mientras Estados Unidos, como es habitual, vetó la propuesta.
Según García Belaúnde, hasta el momento la embajada de Israel no ha dicho nada sobre la posición peruana. «Tampoco nos someteríamos a presiones de ningún tipo», agregó.
Con relación a Hezbolá, sostuvo: «Condenamos la política suicida de esos fanáticos religiosos. No aceptamos ninguna justificación de violencia de una o de otra parte. No convalidamos la actitud violenta ni terrorista».
El capítulo peruano de la organización de derechos humanos Amnistía Internacional realizó el lunes a una vigilia por el cese del fuego en un campo neutral: la plaza principal del tradicional distrito de Barranco, en la capital peruana.
«No queremos politizar el tema. El mensaje fundamental es que cesen los ataques, sin apoyar a uno u otro sector. Por eso también hemos pedido que se embarguen las transferencias de armas a los dos bandos en conflicto», dijo a IPS Ismael Vega, representante de Amnistía en Perú.
La comunidad judía no se ha pronunciado sobre la posición del gobierno peruano y la cobertura de los medios de comunicación sobre el conflicto. Pero sí lo hizo uno de sus miembros, León Trahtemberg, en un artículo de opinión publicado el 22 de julio en el diario El Comercio.
«Los medios, por supuesto, han reportado el ataque israelí como si fuera el agresor. Solo se ven los muertos libaneses. Los israelíes no existen», escribió Trahtemberg.
Las cifras oficiales de bajas del lado libanés indican unos 1.000 muertos, 90 por ciento de ellos civiles. Y las muertes israelíes suman algo menos de 100, la mayoría soldados. La Cruz Roja sostuvo que unas 800.000 personas han sido desplazadas en Líbano.
«Nosotros no tenemos ningún problema con el pueblo libanés. El problema es con el Hezbolá», aclaró el 20 de julio el embajador israelí en Uruguay, Yoel Barnea, al responder lo que consideró declaraciones «inexactas» e «infelices» de gobierno de Tabaré Vázquez.
La cancillería uruguaya había emitido un comunicado referido a «la crisis bélica entre Israel y la población del Líbano» y a favor de «un cese del fuego inmediato» y «la iniciación de conversaciones de paz bajo la supervisión de Naciones Unidas».
Barnea agregó que en las últimas semanas hubo «algunos posicionamientos uruguayos que han causado malestar en Israel».
Se refería a la declaración del partido gobernante Frente Amplio sobre el conflicto con los palestinos –calificado como «la agresión israelí contra el gobierno electo de Palestina»–, y al reclamo de la «liberación de los ministros, diputados y miles de detenidos palestinos» y el «cese de los bombardeos contra la población civil» de la franja de Gaza.
«Sentimos rabia y rebeldía ante la actitud de muchos actores nacionales e internacionales. Corren presurosos a condenar a Israel por tomar represalias contra los actos terroristas de que es objeto», dijo el dirigente sionista uruguayo Gerardo Stuczynski dijo en un acto de solidaridad con Israel el 24 de julio.
Las acciones en el Líbano han generado una ola de declaraciones en todas partes. El gobierno de México condenó la incursión de fuerzas libanesas en territorio israelí y el uso «desproporcionado de la fuerza en respuesta».
El 26 de julio, México criticó también el ataque de Israel a instalaciones de la ONU en Líbano. Ese mismo día, un periódico nacional publicó un llamado «urgente» al foro mundial para frenar la incursión militar israelí en Líbano, respaldado por 352 artistas, políticos, empresarios e intelectuales.
El remitido también condenaba las acciones «paramilitares de Hezbolá». Pero el embajador de Israel en México, David Dadonn, convocó el mismo día a una conferencia de prensa para recriminar a los firmantes por «apoyar indirectamente al terrorismo» y exigirles una disculpa pública.
Dadonn también señaló a la prensa mexicana por realizar una cobertura parcial y tendenciosa del conflicto.
«A los que firman esa petición, yo les acuso de falta de valor moral, yo les acuso de hacer diferencias entre víctimas civiles israelíes y víctimas libanesas… Yo les acuso de apoyar indirectamente al terrorismo islámico, porque para el Hezbolá ese texto es un aliento», dijo el diplomático.
Uno de los firmantes, el director fundador del diario La Jornada, Carlos Payán, replicó en una carta: «En el Holocausto hubo un crimen activo, el que cometieron los nazis, y también un crimen de omisión, el que cometieron todos aquellos que guardaron silencio frente a la atrocidad».
«No voy a guardar silencio frente a lo que considero una matanza sistemática desatada por el Estado de Israel», añadió.
El 27 de julio, el Departamento (ministerio) de Relaciones Exteriores calificó de «lamentables» las declaraciones del diplomático israelí y sostuvo que «se excedió en sus funciones».
En Argentina, la influyente comunidad judía y la embajada israelí se abstuvieron de comentar los pronunciamientos de Buenos Aires sobre la crisis en Medio Oriente. Pero, según el diario Ámbito Financiero, hubo presiones de dirigentes judíos sobre dos grandes diarios, Clarín y Página/12, cuya cobertura fue vista como parcial.
Ámbito Financiero informó de una campaña por correo electrónico para boicotear al diario Clarín «por manifiesta parcialidad» en sus informaciones del conflicto. Ni éste ni Página/12 se refirieron al asunto.
Pero el diario Clarín ofreció poco después entrevistas con el embajador israelí, Rafael Eldad, y con los tres principales dirigentes de la comunidad judía argentina.
«No digo que no hay que criticar a Israel, pero a veces se lo sataniza y criminaliza y eso viene de prejuicios de siglos», dijo Eldad.
Jorge Kirszenbaum, de la Delegación de Asociaciones Israelitas Argentinas, dijo a Clarín que le parecía «inadecuado, injusto, el tratamiento que la prensa internacional da al conflicto, porque se pone el énfasis en los muertos de un solo lado».
Cuando la periodista le dijo que columnistas israelíes habían cuestionado la moralidad del Estado de Israel, sobre todo después del bombardeo sobre Qana, el dirigente replicó: «Hay una súper exigencia hacia Israel, un doble estándar. Israel ha sido satanizado en esta cuestión desde el comienzo de su existencia».
En Argentina son frecuentes las manifestaciones antisemitas, pero no se ha registrado ninguna desde el inicio del actual conflicto. Hezbolá es considerado responsable de dos atentados explosivos perpetrados en los años 90 en Buenos Aires, contra la sede de la embajada de Israel y contra la Asociación Mutual Israelita Argentina, en los que murieron más de 100 personas y que permanecen impunes.
El gobierno chileno de Michelle Bachelet emitió varios pronunciamientos. Consideró «inaceptable» el ataque israelí a una oficina de la ONU y condenó la muerte de cuatro observadores del foro mundial y las acciones contra la población civil libanesa e israelí.
«Como gobierno, nosotros condenamos cualquier ataque que signifique la muerte de personas inocentes», dijo Bachelet. «No podemos permitir que sigan muriendo víctimas inocentes y sobre todo niños», añadió.
En una posición más radical, los diputados Iván Paredes y Sergio Aguiló y el senador Alejandro Navarro, todos socialistas, pidieron el retiro de la embajadora chilena en Israel y la salida del embajador israelí de Chile como protesta por los ataques.
(*) Con aportes de Marcela Valente (Argentina), Daniela Estrada (Chile), Adrián Reyes (México) y Milagros Salazar (Perú).