Traducido para Rebelión por J. M. y revisado por Caty R.
A pesar de que los asuntos de Oriente Medio están en el peldaño más bajo de las prioridades de los políticos australianos y no hay nada que hacer para los grupos judíos de presión, figuras centrales de la vida de Israel se encuentran en Australia.
Sidney, Australia.- Un hombre joven y sonriente que esperaba su turno ante el mostrador de las delicatesen en un supermercado del barrio de acaudalados vecinos de Bouble Bay, en el que viven muchos judíos, se pudo a conversar conmigo con el acento hebreo de las personas nacidas en Israel. Vino aquí hace ocho años y pronto volverá a su casa de Israel. La vida en Sidney es maravillosa. El clima es suave y es fácil ganarse la vida. Sabe que para la gente joven como él en Israel es difícil encontrar un buen trabajo, «así que tal vez usted pueda decirme por qué diablos me decidí a volver», fue su sorprendente pregunta.
La respondí que a los israelíes les cuesta relacionarse con los problemas de los demás, incluidos los de los ricos.
A juzgar por las portadas de los periódicos publicados en medio de las lluvias del verano durante las vacaciones de Navidad, la selección de los problemas de Australia es bastante limitada. La semana pasada, el diario Sydney Morning Herald dedicó un buen espacio a una entrevista con un hombre que se pudo en el camino de un nadador olímpico en una piscina local. Al día siguiente apareció en la primera página la foto de un jugador de tenis compartiendo un informe respecto a un gran avance en la legislación para establecer un límite legal de la cantidad de dinero que se puede apostar al póquer en Internet.
No es que 22 millones de australianos no tengan problemas económicos, una coalición problemática y también barriadas pobres. Pero la mayor parte de las 100.000 personas de la comunidad judía vive bien. Su porcentaje entre los multimillonarios del país es mucho mayor que el de la población general, pero este pequeño grupo de judíos del otro extremo del mundo no entierra su cabeza en sus piscinas privadas.
A pesar de que los asuntos de Oriente Medio están en el peldaño inferior de las prioridades de los políticos australianos y los grupos judíos de presión no tienen nada que hacer, Israel figura en el centro de la comunidad judía. No se encontrará un judío australiano que no haya visitado Israel al menos una vez, y muchos tienen parientes allí. En la farmacia del barrio hay una caja azul del Fondo Nacional Judío para las donaciones para redimir la tierra de Israel.
Aquí se sigue considerando a Israel un pequeño país rodeado de enemigos. La utilización del término «Territorios Ocupados» se considera una «deslegitimación» de Israel.
Y luego hace seis meses, en medio de la campaña sucia de Im Tirtzu -el grupo de derecha-, contra el New Israel Fund, tras el informe Goldstone, se estableció una nueva rama de esa fundación en Australia. 800 amantes judíos de Israel se hicieron miembros y dieron la bienvenida a su presidenta, la profesora Naomi Chazan, la misma persona cuya imagen presenta Im Tirtzu en las calles de Israel mostrando un cuerno que sale de su cabeza.
«Con frecuencia me descubro saltándome las informaciones del periódico acerca de los ataques contra los árabes e israelíes que se oponen a los asentamientos o a la segregación de las mujeres. La lista cada vez es más larga», me dijo una joven judía. «El trabajo en el New Israel Fund es el único camino que queda para gente como yo para apoyar a nuestros queridos hermanos de Israel».
Esto, si se quiere, es la contribución de los célebres criminales Zeev Elkin y Ofir Akunis, al New Israel Fund. El Israel de 2012 está forzando cada vez a más y más judíos en el extranjero a elegir entre la lealtad al Estado judío y la lealtad a sus valores humanos y universales.
Una minoría de judíos en los países bien informados no puede identificarse con un país que aprueba leyes racistas, persigue a los grupos de derechos humanos y mancilla a la prensa. Algunos simpatizantes de Israel han encontrado una manera de preservar su conexión con el país apoyando a los grupos que defienden la democracia israelí. La mayoría de ellos, especialmente las generaciones más jóvenes, prefieren cortar sus lazos. Se sienten avergonzados de nosotros.
Si el Primer Ministro Benjamín Netanyahu, el Ministro de Relaciones Exteriores Avigdor Lieberman, el Ministro de Justicia Yaakov Neeman y sus secuaces siguen en el poder durante unos años más, Israel se quedará solo con un puñado de grupos de presión invertebrados que hacen su trabajo de cabildeo como forma de vida, junto con los judíos multimillonarios borrachos de poder dispuestos a luchar por la Tumba de José hasta la última gota de sangre de nuestros hijos y nietos.
Cuando nuestros problemas dejan de ser los de nuestros hermanos de la diáspora, entonces podemos cerrar el negocio sionista y colgarle el cartel «empresa en venta».
Fuente: http://www.haaretz.com/print-