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Israel: eje de la nueva alianza de la extrema derecha mundial

Fuentes: Counterpunch

Traducido para Rebelión por LB

La Ocupación israelí de Palestina presenta numerosos rasgos trágicos y auto destructivos para el propio Israel. Aunque el país nació con el pecado original de la exclusividad y de la expulsión de los refugiados, tenía (¿tiene?) el potencial para desarrollarse y transformarse en una sociedad normal e incluso progresista. Muchos de los principios socialistas que acompañaron al programa sionista apuntaban en esa dirección. Israel siempre habló de democracia, incluso de extender la ciudadanía a su población árabe en 1948, a pesar de que el concepto subyacente de una democracia judía, unido a un arraigado temor a la demografía -que la ocupación no ha hecho sino exacerbar-, lo ha vaciado en gran parte de su contenido.

Israel nació como un Estado del bienestar sólo para ver después cómo dicho Estado era ampliamente desmantelado mientras que el conflicto israelo-palestino daba predominio a la derecha, en cuya agenda se incluía, además de la expansión territorial, el antisocialismo y la privatización. Israel se convirtió en miembro de la Internacional Socialista y se implicó en labores de desarrollo constructivo en África y Asia y América Latina, pero su necesidad de poderío militar, unida a su alianza interesada con Estados Unidos, hizo que se convirtiera en un traficante de armas a escala global, en un subvertidor de los elementos de la sociedad civil progresista en todo el mundo en desarrollo.

Uno de los acontecimientos trágicos relacionados con esta deriva derechista de la política israelí y de sus políticas sociales -hasta el extremo de acabar definiendo el propio concepto de Israel en el mundo-, es su emergencia como centro de la derecha global, una constelación de ideologías nefastas, de grupos y fuerzas que persiguen nada menos que la hegemonía cristiano-estadounidense sobre todo el mundo. En una confluencia única y trágica de procesos históricos, el ascenso de una ideología agresiva neo-conservadora y de una política exterior militarista, centrada en los Estados Unidos pero no limitada a ellos, coincide con la emergencia de las derechas israelíes y de un Israel expansionista. La palabra «coincide» quizá no alcance a subrayar la cuestión con la suficiente fuerza: de hecho, el ascenso de una derecha religiosa en Occidente debe mucho de su ímpetu al sionismo y a Israel, mientras que Israel es capaz de continuar con su ocupación gracias exclusivamente a su voluntad de servir a los intereses imperiales occidentales (sobre todo los de Estados Unidos), incluyendo el actuar como centro galvanizador de las fuerzas neo-conservadores globales. Lo que sigue a continuación es un breve examen de esas fuerzas y de su interacción con Israel.

Israel como centro de la ideología y movilización neoconservadoras

Muchos de los fundadores del conservadurismo en los años 70 y la mayoría de sus más destacados partidarios actuales son judíos. Esto no es un dato irrelevante y tampoco una afirmación antisemita. El neoconservadurismo surgió no del conservadurismo tradicional republicano del anti New Deal, que fue mayoritariamente WASP y Oriente Medio en sus orígenes, sino del propio New Deal de Roosevelt, que resultaba atractivo para los inmigrantes judíos de la Europa del Este, muchos de los cuales pertenecían a la clase obrera y se inclinaban por el socialismo y el comunismo. Desde ahí, ellos y sus hijos gravitaron hacía la Nueva Izquierda y, posteriormente, hacia el liberalismo (Irving Kristol ha descrito al neo-conservador como un liberal acosado por la realidad). La revista judía Commentary, una publicación de judíos liberales que realmente sintieron el acoso de la década de los 60, se convirtió en fuente y portavoz del neo-conservadurismo tal como emergió y accedió al poder político con la Administración Reagan (cuando Jeane Kirpatrick se convirtió en la más eminente luminaria no judía).

Echemos un vistazo a algunos de los neo-conservadores más destacados.

Norman Podhoretz, fundador y editor de Commentary;

Irving Kristol, antiguo editor de Commentary y fundador de The Public Interest;

Elliot Abrams, jefe de la Oficina del Oriente Medio del Consejo General de Seguridad y yerno de Podhoretz;

Douglas Feith, Subsecretario de Defensa y uno de los arquitectos de la ocupación de Irak;

Paul Wolfowitz, antiguo Vicesecretario de Defensa, actualmente director del Banco Mundial;

Richard Perle, antiguo presidente del Consejo de Política de Defensa del Pentágono;

William Kristol, hijo de Irving, cofundador del Proyecto para una Centuria Estadounidense;

Daniel Pipes, profesor de Estudios de Oriente Medio y fundador del infame Campus Watch;

Charles Krauthammer, columnista del Washington Post;

Dov Zakheim, antiguo Interventor del Departamento de Defensa;

David Wurmser, principal asesor de Cheney sobre Oriente Medio;

Kenneth Adelman, halcón experto en control de armamentos y alto funcionario del Pentágono.

Solamente por nombrar unos pocos puntos de una conexión judía cuya importancia resulta difícil dejar de subrayar.

Israel, naturalmente, ha sido durante mucho tiempo la principal preocupación de estos pilares de la comunidad judía estadounidense, que goza actualmente de la influencia política necesaria para integrar a la perfección esa cuestión en la doctrina neoconservadora y, por consiguiente, en la urdimbre misma de la política exterior y estrategia militar estadounidenses. Ello constituye un indicio del modo como los judíos se han integrado en la cultura estadounidense y de hasta qué punto se identifican completamente con los Estados Unidos, de los cuales consideran a Israel como una extensión -la «única democracia de Oriente Medio». En el paradigma del «choque de civilizaciones» que define la perspectiva neoconservadora, los Estados Unidos se han embarcado en una cruzada preventiva destinada a desencadenar «una revolución democrática global» para el cambio de régimen que abra camino a gobiernos más comprensivos con los valores estadounidenses y, por ende, más acordes con los intereses estadounidenses, todos ellos bajo tutela (empresarial) estadounidense. Es el Imperio Estadounidense en una auténtica Nueva Centuria Estadounidense. Israel encaja perfectamente en la ecuación de tres maneras. En primer lugar, representa exactamente el tipo de subalterno que los Estados Unidos exhiben como modelo (el modo como Israel obtiene beneficios de la munificencia estadounidense debería ayudar a persuadir a otros regímenes); en segundo lugar, Israel posee la capacidad militar y la disposición política para respaldar los intereses americanos; y, en tercer lugar, está situado en Oriente Medio, el escenario principal de la «cruzada», allí donde se enfrenta al archienemigo declarado de los Estados Unidos: el «islamismo radical». Un Israel fuerte significa, por consiguiente, unos Estados Unidos fuertes.

Jugando con fuego: La centralidad de Israel para los fundamentalistas cristianos.

Todo esto encaja nítidamente con otra poderosa corriente de la ideología derechista: el sionismo cristiano. Según Stephen Sizer, autor de Sionismo Cristiano (2003), el moderno fundamentalismo cristiano viene definido en gran parte por la noción de dispensacionalismo, es decir, por la idea de que la Humanidad ha de pasar por siete períodos de pruebas divinas que culminarán en el Armagedón y en la Segunda Venida de Cristo. En esta escatología, los judíos y el moderno Estado de Israel juegan un papel tan central que el fundamentalismo, el dispensacionalismo y el sionismo cristiano son a la postre prácticamente intercambiables. Como explica Sizer, el sionismo cristiano proclama no solamente que todo acto ejecutado por Israel está orquestado por Dios y debería ser condonado, apoyado e incluso ensalzado por todos, sino que los judíos liderarán el proceso ya que, según la interpretación fundamentalista, ello hará recaer la bendición divina sobre todo el mundo en la medida en que los países reconozcan y respondan a lo que Dios obre en y a través de Israel.

Sizer define el sionismo cristiano en base a siete postulados:

1.- Hermenéutica literal

2.- Los judíos continúan siendo el pueblo elegido de Dios

3.- Los judíos tienen derecho divino sobre la tierra de Oriente Medio

4.- Jerusalén es la capital exclusiva de los judíos

5.- El templo judío debe ser reconstruido

6.- Los árabes son los enemigos del pueblo de Dios

7.- El fin del mundo llegará pronto en la gran batalla del Armagedón, pero los cristianos que apoyen a Israel sobrevivirán.

Este movimiento religioso hunde sus raíces en la Reforma Protestante, en cuyo seno la Biblia fue enseñada dentro de un contexto histórico contemporáneo, atribuyéndosele un significado literal. La escatología puritana, que llegó a ser dominante en el protestantismo estadounidense ya para finales del siglo XVII (piénsese en Jonathan Edwards y Cotton Mathers), asumió un carácter postmilenarista, enseñando que la conversión de los judíos traería consigo la bendición futura para toda la Humanidad.

En Gran Bretaña, donde el dispensacionalismo maduró, el sionismo cristiano produjo figuras tan influyentes como Lord Shaftesbury, Lord Arthur Balfour y Lloyd George (la propia reina Victoria asumió el título de Protectriz de los Judíos). Balfour trabajó estrechamente con el líder sionista Haim Weizmann (que llegaría a ser el primer presidente del Estado de Israel) para producir lo que se conocería como la Declaración Balfour. Considerada como la primera gran declaración de apoyo al sionismo realizada por una potencia mundial, proclama de forma un tanto insincera que «El Gobierno de Su Majestad contempla favorablemente el establecimiento en Palestina de un Hogar Nacional para el pueblo judío, y empleará sus mejores empeños para facilitar el logro de dicho objetivo, dejando claro que nada se hará que pueda perjudicar los derechos civiles y religiosos de las comunidades no-judías ya existentes en Palestina«. En una fecha tan temprana como ésa los sionistas cristianos privilegiaron los derechos de los judíos sobre los de los palestinos -en realidad, ignoraron completamente los derechos de los «nativos». En una carta extraordinariamente cándida escrita en 1919, Balfour expresó por primera vez la naturaleza engañosa de la política exterior de Occidente con respecto a los palestinos que ha sido la característica predominante durante el siglo pasado:

«Pues en Palestina no pretendemos ni siquiera pasar por la formalidad de consultar los deseos de los actuales habitantes del país«, escribió. «Las Cuatro Grandes Potencias están comprometidas con el sionismo. Y el sionismo, sea justo o injusto, bueno o malo, está enraizado en tradiciones seculares, en las necesidades del presente, en las esperanzas del porvenir, mucho más sustancialmente importantes que los deseos o los prejuicios de los 700.000 árabes que viven hoy en esta antigua tierra… Resumiendo, por lo que respecta a los palestinos, las Potencias no han adoptado ninguna resolución concreta que no sea evidentemente injusta ni ninguna declaración de intenciones que, al menos en su letra, no hayan intentado violar en todo momento«.

Aunque el sionismo cristiano cuenta con reductos de poder en otros lugares -en Holanda y Escandinavia, por ejemplo, así como entre muchos fundamentalistas de los países del Tercer Mundo-, su centro real lo constituye sin duda Estados Unidos, a donde fue llevado desde Inglaterra a mediados del siglo XIX por John Nelson Darby, personaje descrito por Sizer como «el padre del Dispensacionalismo» y que hizo de la idea de un Israel renacido la piedra angular de su teología apocalíptica. Darby, dice Sizer, «ha ejercido probablemente mayor influencia en el pensamiento apocalíptico [end-time thinking] que ninguna otra figura en los dos últimos siglos (aunque rivaliza con él la serie «Relegados», de Hal Lindsey Tim LaHaye, influido por él). A falta de un poderoso movimiento sionista, el sionismo cristiano estadounidense surgió de la confluencia de estas complejas asociaciones, evangelistas, premilenaristas, dispensacionalistas, milenaristas y protofundamentalistas. Los sionistas cristianos ya no esperaban que el arrepentimiento nacional judío precediera a la restauración; podría aguardar hasta después de la vuelta de Jesús con el milenio«.

Darby predicaba que Dios tiene dos pueblos distintos y separados: la Iglesia -su pueblo divino- y los judíos -su pueblo terrenal. Aunque ambos funcionan como una unidad, en realidad, tal como ya indicamos, los judíos asumen un papel de liderazgo a través de Israel. Por contra, los dispensacionalistas ven dos tipos muy distintos de «dispensa» al final de los tiempos. Mientras que los cristianos disfrutan de la Segunda Venida y la salvación del Milenio, los judíos, sus supuestos aliados, padecen un destino muy diferente: en el Armagedón dos tercios de los judíos mueren y el tercio restante se convierte al cristianismo, condición necesaria para la Segunda Venida. El dispensacionalismo tiene poco de teología amistosa con los judíos. A pesar de ello, las tres principales clases de dispensacionalismo -el Apocalíptico (preocupado por el Fin de los Tiempos, el Mesiánico (atareado evangelizando judíos para Jesús), y el Político (empleando medios políticos para defender y bendecir a Israel)- comparten los mismos postulados: compromiso con la literalidad bíblica, una escatología futurista y la restitución de los judíos a Palestina.

Varios dispensacionalistas han jugado un papel básico en la definición del moderno sionismo cristiano. William E. Blackstone, que predicaba que los judíos gozaban de un derecho bíblico sobre Palestina y pronto serían devueltos a esa tierra, apoyó económicamente a Darby y trabajó estrechamente con Louis Brandeis, el miembro judío de la Corte Suprema y pionero líder sionista estadounidense que en cierta ocasión proclamó: «Tú [Blackstone] eres el Padre del Sionismo puesto que tu trabajo precede al de Herzl«. Cyrus Scofield, cuya Biblia de Referencia Scofield, publicada en 1918, ha sido descrita como «la Biblia del fundamentalismo estadounidense», jugó un papel clave en la fundación del Seminario Teológico de Dallas, el principal brazo académico del dispensacionalismo (desde donde Lindsay predica). La independencia de Israel en 1948 y su arrolladora victoria en la Guerra de los Seis Días de 1967, premonitorias del Armagedón, galvanizaron a los sionistas cristianos, pero solamente con la elección en 1976 del presidente Jimmy Carter -un cristiano «renacido»-, que coincidió con la elección en 1977 de Menahem Begin como Primer Ministro de Israel, comenzaron a fusionarse verdaderamente en serio como una fuerza política organizada dentro del sistema político estadounidense, una tendencia que quedó consolidada por la ulterior elección de Reagan y por la emergencia de la «Mayoría Moral» de Jerry Falwell. No solamente el lobby judío sionista de los USA tenía un campeón en la Casa Blanca, sino que sionistas cristianos, incluidos el Fiscal General Ed Meese, el Secretario de Defensa Casper, el Secretario de Interior James Watt y, desde luego, el propio Reagan, accedieron por primera vez al poder político. Lindsay, Pat Roberson y Falwell, que en 1982 fue invitado por Reagan a dar una charla al Consejo Nacional de Seguridad, obtuvieron acceso formal a los líderes y gestores políticos estadounidenses.

Hoy, Jerry Falwell, que llama al «Cinturón Bíblico» estadounidense el «Cinturón de Seguridad» de Israel, calcula que existen 70 millones de sionistas cristianos y 80.000 pastores fundamentalistas cuyas ideas son diseminadas por 1.000 emisoras cristianas de radio y 100 cadenas cristianas de televisión. Constituyen de forma clara una facción dominante del Partido Republicano y representan un cuarto de los votantes de Bush.

Mobilizando a la Extrema Derecha Global

Al tiempo que se ha beneficiado del ascenso de la derecha en los USA y en otras partes de Europa, Israel se ha convertido bajo el Likud (pero no exclusivamente bajo el Likud) en un centro neurálgico de movilización para las fuerzas ideológicas y políticas de la extrema derecha a escala mundial. Más visible a este respecto es la anual Cumbre de Jerusalén (en realidad se celebra en la ciudad israelí de Herzliya), donde la tribu neoconservadora se reúne y define sus planes de dominio mundial a partir de su preocupación por Israel. No estamos hablando de una panda de «chiflados» marginales, sino de líderes derechistas de primera categoría procedentes de Israel, EEUU, Europa y de otras partes del mundo, de altos funcionarios militares y eminentes académicos. Entre sus más destacadas luminarias se cuentan la baronesa Caroline Cox, Vicepresidente de la Casa de los Lores británica y presidenta honoraria de la Fundación Andrei Sajarov (¡me pregunto qué pensaría de este hecho el propio Sajarov, que se pasó toda la vida defendiendo los derechos humanos!); Sam Brownback, senador republicano por Kansas; profesor Moshe Kaveh, presidente de la universidad Bar-Ilan; Profesor Daniel Pipes, miembro del consejo directivo del United States Institute of Peace, director del Middle East Forum, incitador del CampusWatch; Doctor Yuri Shtern, miembro del Knesset, National Union, líder de la comunidad rusa y miembro de la extrema derecha.

La visión de mundo y la agenda de estas personalidades están resumidos en lo que se denomina la «Declaración de Jerusalén». Dicha declaración abarca un espectro de temas que suscitan la preocupación de la derecha global, pero también pone a Israel en el centro de la agenda de la derecha global, subsumiendo a ésta en las reclamaciones y términos de Israel. Así, Israel y su «derecho» exclusivo a toda la Tierra de Israel aparecen insertos en el corazón mismo de la agenda neoconservadora. La Declaración de Jerusalén proclama:

« ISRAEL COMO CLAVE PARA LA ARMONÍA ENTRE LAS CIVILIZACIONES

Miles de millones de personas creen que la importancia espiritual e histórica de Jerusalén le confiere una particular autoridad para convertirse en centro de la unidad del mundo.

La posición geográfica e histórica únicas de Israel en la encrucijada de las civilizaciones lo capacita para reconciliar sus conflictos. La experiencia espiritual única de Israel lo capacita para encontrar un justo término medio entre las líneas de falla que dividen a las civilizaciones, entre tradición y modernidad, religión y ciencia, autoridad y democracia.

Hacemos un llamamiento a todas las naciones para que elijan a Jerusalén, la eterna e indivisible capital de Israel, como el centro de esta incipiente nueva unidad. Creemos que uno de los objetivos del renacimiento de Israel, de inspiración divina, es transformarlo en el centro de la nueva unidad de las naciones que conducirá a una era de paz y prosperidad, anunciada por los profetas.

Desgraciadamente, la mayoría de los países islámicos se han juramentado para destruir a Israel. Apelamos a los países del Mundo Libre para que tomen conciencia de lo siguiente: si el pueblo de Israel puede vivir en paz en su Tierra Prometida, la paz tendrá una oportunidad de reinar sobre todo el mundo. Si el islamismo radical triunfa y logra destruir a Israel, nunca habrá paz y la civilización occidental también perecerá bajo la Jihad.

En aras de la salvación del mundo y de todos los que en él moran, la Tierra de Israel debe pertenecer al pueblo de Israel.

El frente de batalla de la guerra que libramos descansa en la cuna de la civilización. Mucho es lo que está en juego: si Israel y Jerusalén salen fortalecidos se convertirán en el centro desde donde la humanidad se reunirá para inaugurar una era de paz y prosperidad. En cambio, el fracaso de Occidente en asegurar su salvación puede acarrear el fin de la propia civilización.

Igual que en el pasado el Mundo Libre se mantuvo unido contra el Fascismo y el Comunismo, así debe permanecer hoy para combatir el tercer desafío: el Islam radical. Prevalecimos entonces y prevaleceremos ahora. Unidos en torno a Jerusalén y armados con nuestros valores eternos, no podemos fracasar.»

¿Y qué pasa con los palestinos? La Declaración de Jerusalén los arrumba limpiamente, como si hacerlo así fuera la cosa más natural del mundo:

« EL ESTADO OLP COMO AMENAZA PARA LA PAZ

Apoyar la creación de un Estado de la OLP en Judea y Samaria constituye una injusticia histórica de proporciones colosales.

Se exige a una diminuta democracia que entregue lo único de lo que carece -territorio- a regímenes totalitarios a cambio de promesas de lo único que no pueden proporcionar -paz.

Presionando para conseguir este arreglo suicida, el «mundo libre» traiciona los principios mismos sobre los que se asienta. Actitudes antiisraelíes y antisionistas, disfraces de un antisemitismo primario, constituyen un ámbito en el que la hipocresía de la política internacional se hace más patente.

La creación de un Estado totalitario de la OLP representaría un acto de rendición ante la falsa retórica del Islam radical y una capitulación ante el terror.

El Estado totalitario de la OLP se convertiría en un refugio seguro para el terrorismo internacional, en una nueva guarida talibanesca rebosante de conspiraciones para destruir tanto a Israel como a Occidente. Así, las futuras generaciones del Mundo Libre pagarán con sangre la ceguera moral de sus padres.

Hacemos un llamamiento al Gobierno de Israel para que proporcione liderazgo moral al mundo en la lucha contra el terror:

Fin a la negociación con los árabes y a la puesta en libertad masiva de asesinos capturados

Eliminación de la capacidad de patrocinio del terror de la Autoridad Palestina.

Liberación de los árabes residentes en Judea, Samaria y Gaza de la maquinaria propagandística de la Jihad, que los ha convertido en un pueblo moralmente depravado que adora el asesinato y el terror.

Apoyo a una alternativa humanista viable para una paz justa y segura como alternativa a la creación de un Estado OLP terrorista.

Hacemos también un llamamiento a las naciones libres:

Para que se unan para derribar los regímenes islámicos despóticos y para reeducar a toda una generación de niños musulmanes a fin de que abracen las tradiciones democráticas del Islam normativo.

Para que reconozcan a la OLP /ANP como la organización terrorista que es.

Para que cesen de forzar a Israel a negociar con terroristas.

Para que animen a Israel a establecer su plena soberanía sobre la tierra de Israel.

Debemos rechazar el relativismo moral y combatir el antisionismo que se está extendiendo subrepticiamente por los campus de Occidente.»

Un blanco predilecto de los neoconservadores, de los fundamentalistas cristianos y de la derecha israelí es el «Islam radical», conveniente para Israel si consigue caracterizar a los palestinos como parte de esa nefasta pero mistificada conspiración/población. Como proclama una declaración emitida por la Cumbre de Jerusalén:

«El frente de batalla de la guerra que libramos descansa en la cuna de la civilización. Mucho es lo que está en juego: si Israel y Jerusalén salen fortalecidos se convertirán en el centro desde donde la humanidad se reunirá para inaugurar una era de paz y prosperidad. En cambio, el fracaso de Occidente en asegurar su salvación puede acarrear el fin de la propia civilización.

Igual que en el pasado el Mundo Libre se mantuvo unido contra el Fascismo y el Comunismo, así debe permanecer hoy para combatir el tercer desafío: el Islam radical. Prevalecimos entonces y prevaleceremos ahora. Unidos en torno a Jerusalén y armados con nuestros valores eternos, no podemos fracasar».

Un segundo blanco predilecto de los neoconservadores de la Administración Bush son las ONGs, el alma y cuerpo mismo de la sociedad civil. Bueno, no exactamente las ONGs. Al fin y al cabo, algunas de las organizaciones neoconservadoras, iglesias fundamentalistas, think-tanks derechistas, The Project for a New American Century, la Organización Sionista de América y otros grupos son también sociedad civil. Digámoslo de otra forma: un blanco predilecto de los neoconservadores son las ONGs progresistas. Se las acusa de ser organizaciones no democráticas (¡!) cuya principal raison d’être es limitar el poderío estadounidense. «La tarea del Estado«, escribe el prominente neoconservador australiano Gary Johns en su conocido artículo «El reto de las ONGs: Al fin y al cabo, ¿de quién es la democracia?», «consiste tanto en oponerse a la tiranía de las minorías, individuos incluidos, como en oponerse a la tiranía de la mayoría. La tarea consiste en limitar las demandas del común, despolitizar gran parte de la vida, hacerla menos proclive a convertirse en objeto de debate público. En las naciones más igualitarias y pacíficas se inventa una permanente letanía de abusos contra los derechos humanos«.

Ni más ni menos que la venerable American Enterprise Institute (Instituto Empresarial Estadounidense) (ONG), hogar de algunos de los más conspicuos neoconservadores, mantiene abierto un sitio web llamado ONG Watch que tiene un ojo clavado en otras ONGs «no democráticas». Dado que las ONGs constituyen una seria amenaza para el Imperio Estadounidense al poner en evidencia sus acciones, contrarrestar su desinformaciones y movilizar la oposición de la sociedad civil (las ONGs europeas son especialmente sospechosas), no resulta sorprendente que también Israel disponga de su propio sitio web anti-ONG: el ONG Monitor, un vástago de la ONG Watch cuyo objetivo declarado es «acabar con la práctica desarrollada por algunas ONGs que se autotitulan humanitarias consistente en explotar la etiqueta de los derechos humanos universales» a fin de impulsar agendas antiisraelíes de motivación política e ideológica». Operada por una ONG «aprobada» presidida por Dore Gold, embajador de Netanyahu en la ONU, la ONG Monitor escruta organizaciones como la Fundación Ford (la cual, según el Monitor, «facilitó fondos a un número de ONGs de defensa de derechos humanos dedicadas a labores de demonización y a actividades antiisraelíes«), Christian Aid, ICAHD, B’tselem, Human Rights Watch y Amnistía Internacional, junto con todas las ONGs israelíes partidarias de la «paz» (incluída la moderada New Israeli Fund) y, virtualmente por definición, todas las ONGs palestinas. Intimidando a los fundadores de ONGs cuyos puntos de vista resultan inaceptables a sus ojos, los «monitores», los neoconservadores y sus clones israelíes esperan limitar la efectividad de los grupos progresistas de la sociedad civil, reforzando así la mano de los gobiernos en los que elementos «democráticos» semejantes a ellos, fundamentalistas religiosos, corporaciones y militares, llevan la voz cantante.

Incorporando a la derecha israelí a la Alianza Neoconservadora Global

Aunque difícilmente habría podido ser considerado como un fan de los cristianos, Menachem Begin y sus colegas del Likud apreciaban sus afinidades ideológicas y la superposición de sus respectivas visiones de mundo políticas, especialmente en la medida en que un Israel militarmente fuerte, capaz de utilizar su ocupación con fines expansivos, constituía el centro común de sus desvelos. A fin no solamente de fortalecer la posición del ala derechista en casa sino también para influir en la política relacionada con Israel promovida por la comunidad internacional liderada por USA, la derecha israelí ha trabajado diligentemente para insertarse en la alianza global derechista.

El Likud ha cortejado durante mucho tiempo a la derecha cristiana. En 1980, Falwell se convirtió en el primer no judío en recibir, de manos de Begin, la medalla Vladimir Ze’ev Jabotinsky por su excelencia sionista. Es bien sabido que Benjamin Netanyahu, cuando visitaba Washington en calidad de Primer Ministro, solía reunirse primero con Falwell y la Coalición de Unidad Nacional por Israel, un foro que agrupaba a más de 500 líderes cristianos fundamentalistas, y luego con el Presidente y con los líderes del Congreso. Esa práctica continúa: Pat Robertson recibió el Premio por la Libertad de Israel el año 2004, y tanto Netanyahu como Benny Alon, líder del ultraderechista National Union Party, mantienen con ellos contactos intensos y continuos. Se trata de un caso de extraños compañeros de cama que se prestan una gran ayuda mutua: Alon y otros xenófobos rabinos ortodoxos que desprecian el cristianismo, abrazando a dispensacionistas que suspiran por el advenimiento del Fin de los Tiempos y el ocaso de los judíos. Sin embargo, cada uno tiene su propio interés en utilizar a Israel como vehículo para su programa político y, naturalmente, los neoconservadores judíos aportan legitimidad a la relación. Todos usan al otro.

Otro matiz interesante lo proporciona otra alianza xenófoba y en principio anticristiana de Israel, la protagonizada por Nathan Sharansky y Avidor Lieberman, antiguo jefe de presidencia de Netanyahu. Unidos por su feroz anticomunismo y por sus similares visiones neoconservadoras del mundo (Sharansky, a quien se ha llamado «el gurú de Bush», fue determinante para que los USA aislaran a Arafat), los líderes inmigrantes rusos mantienen una relación íntima con Washington a través de los neoconservadores y de la derecha cristiana, al tiempo que garantizan, mediante la movilización del millón de miembros con que cuenta la comunidad rusa de Israel, la continuación del gobierno del Likud (aunque en realidad ellos estén situados políticamente más a la derecha que éste).

A través de su control sobre la comunidad judía organizada de USA y de otros lugares, visible de la forma más evidente en el trabajo del AIPAC (American-Israel Political Action Committee [Principal lobby sionista en USA. N. Del T.]), el Likud y elementos rusos en Israel han tenido éxito incluso en convertir lo que históricamente era un establishment judío liberal en otro brazo acrítico de la política israelí y, por consiguiente, de la ultraderecha.

Conclusión operativa: Israel contra la Sociedad Civil Progresista

El resultado práctico de todo esto no es solamente una conciliábulo global bien organizado, bien financiado y bien articulado de neoconservadores, fundamentalistas religiosos, académicos que legitimarán sus posiciones y sus líderes políticos, sino la integración de Israel en un sistema militar global, liderado por USA pero que implica a las élites de prácticamente todos los países, incluidos los Estados árabes y musulmanes, cuyo propósito es subvertir los elementos progresistas de la sociedad civil y crear un «entorno» favorable al Imperio Estadounidense y al bienestar de esas complacientes élites internacionales. La posición preeminente de Israel en el seno de esta alianza militar tiene por consiguiente implicaciones globales, al tiempo que proporciona a Israel el poderío militar y el paraguas político necesarios para transformar su ocupación en anexión mientras promueve una Pax Americana en Oriente Medio.

La influencia militar israelí como país trampolín para el Imperio Estadounidense nace de cuatro fuentes:

1) Israel se ha insertado en el centro de industria militar estadounidense. Esto es, al menos, lo que permite al AIPAC vender Israel a los miembros del Congreso. Según su sitio web en el 2001 (www.aipac.org): los Estados Unidos e Israel han formado una alianza estratégica única [en 1985 fue firmada una «alianza estratégica»]. Probablemente de forma más intensa que en el caso de ninguna otra pareja de países, USA e Israel comparten inteligencia vital en materia de terrorismo, proliferación armamentística y otras amenazas. Con la ayuda de USA Israel es capaz de mantener su ventaja militar cualitativa para disuadir agresiones por parte de sus potenciales enemigos. Su colaboración con Israel le permite a USA contar con un socio fiable, democrático y tecnológicamente avanzado que garantiza los intereses estratégicos estadounidenses. Esta asociación incluye: acuerdos bilaterales estratégicos sobre planeamiento militar, defensa contra misiles balísticos y antiterrorismo, desarrollo conjunto de armamento y tecnología, intercambio tecnológico y ejercicios militares combinados. Igualmente, al trabajar estrechamente con el ejército israelí y al colocar anticipadamente equipamiento en Israel, el ejército estadounidense aumenta la disponibilidad de combate de sus propias fuerzas para responder a futuras crisis en Oriente Medio.

Los USA precolocan en Israel equipamiento militar valorado en cientos de millones de dólares, incluidos repuestos, camiones, municiones y blindajes. Estos equipos pueden ser utilizados por Israel como suministros de emergencia en períodos de crisis y están disponibles para ser utilizados por las fuerzas estadounidenses para responder a contingencias militares en la región. Las empresas de defensa israelíes se han convertido en importantes suministradores de material militar a las fuerzas armadas estadounidenses. Israel es uno de los cinco mayores suministradores de material militar de alta tecnología a los EEUU, y el primero en relación con su renta per cápita. Un promedio de 300 empleados del Departamento estadounidense de Defensa y de personal militar estadounidense viaja a Israel todos los meses -una cifra que supera proporcionalmente a la de cualquier otro aliado estadounidense.

Huelga decir que Israel proporcionó un apoyo clave a los EEUU en Irak, incluyendo la construcción de maquetas de barrios y aldeas irakíes en el Neguev para el entrenamiento de las tropas estadounidenses. El gobierno militar estadounidense de Irak, la llamada «Administración Civil», fue modelada a partir de la Administración Civil israelí encargada de controlar los Territorios Palestinos Ocupados. La imbricación israelí en las economías vinculadas al sector de la defensa de las circunscripciones de origen de la mayoría de los miembros del Congreso explica en gran medida por qué Israel disfruta del apoyo incondicional del que goza. El astronauta israelí que murió en el accidente del Challenger es una prueba de la estrechísima relación que mantiene Israel con los sectores más protegidos del ejército estadounidense, de los cuales están excluidos hasta los países europeos. De hecho, Israel acaba de recibir avanzados aviones F-16 y helicópteros artillados que los estadounidenses se han negado a suministrar a Europa.

(2) Israel actúa también como el mayor subcontratista de armamento estadounidense. Recientemente ha suscrito dos acuerdos valorados en 1.500 millones de dólares cada uno, para entrenar y equipar a los ejércitos chino e indio con armamento estadounidense acabado por Israel. Los EEUU utilizan a Israel como conducto cada vez que desea saltarse las prohibiciones del Congreso, encarnadas en el Acta de Control de Exportaciones de Armamento sobre la venta de armas a países con graves violaciones de derechos humanos o, en el caso de India y Pakistán, cuando desea no tomar partido.

(3) Gracias a su acceso a tecnología y apoyo financiero estadounidenses, Israel se ha convertido en el tercer productor mundial de armas, fabricando más armas que China, Gran Bretaña o Francia. De hecho, Israel produce el 12% de las armas que se fabrican en el mundo y vende a países con los que pocos otros países desean asociarse: la Sudáfrica del apartheid (en la que los israelíes adiestraban a las infames fuerzas de seguridad y ayudaban a desarrollar el programa nuclear del régimen), la Zaire de Mobutu, la Liberia de Charles Taylor, los generales birmanos, Argentina, Brasil, Chile, Honduras y Guatemala cuando gemían bajo la bota de sus respectivas dictaduras militares, los brutales y corruptos regímenes de Asia Central y Rwanda, donde vendió armamento ligero a los hutus antes y durante el genocidio y luego, sin solución de continuidad, a los tutsis.

(4) Israel se ha convertido en una superpotencia militar por derecho propio. Su ejército y sus fuerzas aéreas rivalizan con las de los principales países europeos y se ha convertido en la cuarta potencia nuclear mundial a pesar de no haber suscrito el Tratado de No Proliferación Nuclear. Trabaja en estrecha alianza con el ejército estadounidense. Por ejemplo, Seymour Hersh escribió en The New Yorker (24-31 de enero del 2005) que «El siguiente objetivo estratégico [es] Irán. La Administración [Bush] viene realizando misiones secretas de reconocimiento dentro de Irán al menos desde el pasado verano. Civiles del Departamento de Defensa bajo la dirección de Douglas Feith han estado trabajando con planificadores y asesores israelíes para desarrollar y refinar potenciales objetivos nucleares, de armamento químico y de misiles dentro de Iran«. Y desarrolla motu propio una agresiva política militar que cuenta con la «autorización» tácita o explícita de los EEUU. Israel se ha convertido en uno de los principales subversores de los derechos humanos y del cambio progresista en todo el mundo. Israel mantiene asesores militares y mercenarios en Colombia (tanto en el lado gubernamental como en el de los cárteles de drogas). Sus mercenarios (todos los cuales actúan bajo la supervisión del Ministerio de Defensa) operan activamente en Africa Occidental, donde violaron el boicot de la ONU sobre los «diamantes ensangrentados», así como en otros muchos conflictos locales. Los asesores israelíes construyeron de arriba abajo el ejército de Singapur, actualmente el más potente del sudoeste asiático. Israel lleva a cabo también grandes programas de desarrollo armamentístico con todos y cada uno de los Estados de la Unión Europea.

Como israelí (y como inmigrante en el país candidato a la expulsión) escribo todo esto con tristeza y preocupación. A pesar de toda la violencia y la injusticia que acompañó a su nacimiento, éste no es el país que yo quise que fuera. El eslogan del movimiento pacifista israelí, «la ocupación corrompe», ha demostrado hasta la saciedad ser cierto. Israel se ha transformado en Esparta, un país agresivo carente de frenos morales que pone en peligro a sus vecinos, a pueblos de países lejanos y, finalmente, a su propia población. El hecho de que Israel se haya convertido en la criada (por usar una palabra fina) del Imperio Estadounidense, que haya agravado los pecados de la ocupación uniendo sus fuerzas a las de neoconservadores chovinistas, empresas ávidas de beneficios de guerra, fundamentalistas antisemitas y otras dudosas fuerzas que subvierten los elementos progresistas de la sociedad civil en todo el mundo, constituye la mayor traición, no solamente a aquello que Israel podría haber sido si hubiera tratado de buscar un acomodo con los palestinos y la paz con ellos y con sus demás vecinos, sino al pueblo judío tomado en su conjunto, desproporcionadamente representado entre las fuerzas progresistas que buscan difundir los derechos humanos y civiles universales y que se juega mucho en la prevalencia de esos principios. El propósito de este artículo no es «zurrar» a Israel, sino agitarlo, gritar a sus líderes y ciudadanos: «¿Qué estáis haciendo? ¿En qué os habéis convertido? ¡Salvaos!». Y si no eso, al menos refrenarlo, igual que debemos refrenar al Imperio Estadounidense, por el bien de todos nosotros.

Jeff Halper es antropólogo y Director del Comité Israelí Contra la Demolición de Casas (ICAHD). Puede ser contactado en la siguiente dirección: [email protected])


Bibliografía

Prior, Michael 1999, Zionism and the State of Israel: A Moral Inquiry. London: Routledge.
Sizer, Stephen 2003, Christian Zionism: Road-map to Armageddon.

http://www.jinsa.org/home/home.html (Jewish Institute for National Security Affairs) http://www.rense.com/general18/JINSA.htm http://rightweb.irc-online.org/org/jinsa.php

http://www-hjs.pet.cam.ac.uk/patrons_html (Henry Jackson Society)

Texto original en: http://www.counterpunch.org/halper11072005.html