Traducido para Rebelión por Carlos Sanchis
«En una dramática transmisión televisiva, el presidente ruso, Vladimir Putin, hizo un llamamiento al millón de emigrantes rusos en Israel para que regresen a la que una vez fue su patria, a la vista del creciente peligro para su seguridad en el citado país».
Esto no ha sucedido, por supuesto. Pero es fácil imaginar cuál habría sido la reacción en Israel si Putin hubiera hecho, de verdad, semejante llamamiento. O si el presidente de Francia, Jaques Chirac, se hubiera dirigido a todos los ciudadanos de habla francesa en Israel, a los cientos de miles de inmigrantes de Francia y del norte de África, invitándoles a regresar a Francia, donde sus vidas no están amenazadas por atentados suicidas.
Los medios de comunicación israelíes se hubieran vuelto locos. El Knesset, en una sesión de emergencia, habría denunciado el ultrajante arranque antisemita del presidente de Rusia y/o Francia. Los políticos habrían tratado de superarse unos a otros en condenas a la inadmisible injerencia en los asuntos internos de Israel. La oficina de Asuntos Exteriores habría ordenado el regreso del embajador en Moscú y/o en París para » consultas».
Lo que ha sucedido ha sido, por supuesto, lo contrario. Ha sido el Primer Ministro israelí el que ha invitado a los judíos franceses a abandonar su patria «lo más pronto posisble» y venir a Israel, a la vista de la, pretendida, ola antisemítica en Francia. El gobierno y los medios de comunicación franceses reaccionaron exactamente igual como sus homólogos israelíes hubieran hecho. Uno de cada cien franceses (y francesas) es judío. «Un deplorable malentendido» el portavoz oficial francés recitó melancólicamente. Lo que significa en un lenguaje no diplomático: «¡Calla la boca, bastardo!»
Comentaristas de gran calado por todo el mundo han tratado de adivinar el motivo oculto de Ariel Sharon. ¿Era esto un velado aviso a Francia para que no votara a favor de la resolución de la Corte Internacional de Justicia en la Asamblea General de las Naciones Unidas? (Francia habría votado por ella de todas maneras, obligando a toda Europa a seguirla en bloque) ¿Le estaba haciendo un favor al presidente Bush, quien detesta a Chirac?.
La verdad es mucho más simple. Es imposible adivinar las intenciones de Sharon, porque no tenía ninguna. Fue un discurso inconsecuente ante una audiencia inconsecuente. Sharon quiso decir algo que le diera cinco segundos en televisión, y los tuvo. Todo el mundo quedó satisfecho: las cadenas de televisión, el Primer Ministro, su audiencia y el público en general. Todo el mundo, claro está, excepto los franceses.
A los oídos israelíes fue una declaración de rutina, carente de importancia. Los líderes israelíes no pierden oportunidad para hacer en cada ocasión que se les brinda un llamamiento a las comunidades judías para que dejen cualquier lugar y vengan a Israel. Si hay un signo de antisemitismo en cualquier parte, esta es una respuesta automática. Si hay un «malentendido», es mutuo. Podría ser llamado, recurriendo a la frase en boga, un «choque de civilizaciones»: la franco-europea y la israelí-sionista. Bajo el punto de vista francés, los judíos franceses son franceses. La república no se basa en orígenes religiosos o étnicos. En la forma que los franceses lo ven, cada ciudadano es un socio de la cultura y de la república francesa, sin importar si es cristiano o judío, alsaciano o bretón, norteafricano o corso. Este es el fundamento de la Republique.
Y en eso va el Primer Ministro de un país extranjero y tiene el descaro, por no decir la imprudente prepotencia, de atacar los más profundos fundamentos de la república y sembrar la discordia entre sus ciudadanos. Esto es el más grave ataque para Francia, exceptuando un patente ataque militar.
Bajo el punto de vista israelí, parece totalmente diferente. Conforme a la doctrina oficial, Israel es «el Estado del Pueblo Judío». El «Pueblo Judío» está constituido por todos los judíos del mundo, independientemente que vivan en Brooklyn, Barcelona o Bratislava.
Cada niño aquí aprende que todos los judíos del mundo, tarde o temprano, vendrán a Israel. No tendrán elección, puesto que los Goyim (gentiles) odian a los judíos, de esta forma los antisemitas tomarán el poder en todos los países a su debido tiempo. Israel existe para ofrecerles un paraíso cuando sean obligados a huir, una vez que inevitablemente ocurra.
Esto explica la ambivalente reacción de la clase dirigente israelí a cualquier acto antisemita en cualquier lugar. La reacción natural, por supuesto, es de ira y condena. Pero también hay otra reacción, una oculta que roza la satisfacción: Veis, lo que os decíamos. Ahora ha sucedido. Teníamos razón desde el principio.
Ambas reacciones conducen al lamento: ¡ Venid, hermanos, antes de que sea demasiado tarde!. Esto más bien parece el chiste del buen boy scout que ayuda a cruzar la calle a la viejecita, sin importarle si ella quiere, o no, hacerlo.
Así Chirac está furioso, Sharon obstinado y repitiendo su llamamiento, y en medio están los pobres judíos franceses, quienes solo quieren que los dejen en paz.
21.7.04