La creación de la Organización de las Naciones Unidas tenía la finalidad de procurar la paz y establecer leyes basadas en el entendimiento y en el respeto. Pero crearían un problema que ha ido creciendo hasta situarlo en la noche más oscura de la colonización: Palestina no fue tratada en el marco de igualdad que […]
La creación de la Organización de las Naciones Unidas tenía la finalidad de procurar la paz y establecer leyes basadas en el entendimiento y en el respeto. Pero crearían un problema que ha ido creciendo hasta situarlo en la noche más oscura de la colonización: Palestina no fue tratada en el marco de igualdad que se trazaba, las potencias la reservaban para establecer sobre sus cimientos el edificio de una nueva colonización, por lo que debía servir de alimento al germen de un ente agresivo, de conquista y exterminio, de egocentrismo teológico y descendencia divina, racista hasta dejar pequeña la denominada «limpieza étnica», y clasista. Ese era el principio de un mundo que se disponía en el lado oscuro de la organización naciente, de propósitos pacíficos, para sobrepasar los acuerdos tomados.
En 1948 el 85% de la población palestina fue expulsada de su tierra a otros países por esa fuerza letal preparada por Inglaterra como potencia colonial sobre Palestina. El proyecto estaba oculto esperando su momento, y así permaneció en los primeros años del siglo XX aunque había sido denunciada por la revolución soviética triunfante. El monstruo creado por el gran capital iba a dar continuidad al robo de las materias primas con las que el viejo poder había vivido. Las guerras de liberación nacional dejaban inerme a ese poder decadente, que a su vez buscaba una vuelta atrás, aquel lugar político alto, de dominación, con el que más adelante pudiese sobrevivir.
La expulsión del pueblo palestino de su propia tierra pronto se vió reforzada con la legislación creada por el ente israelí: la nueva potencia colonial prohibía la vuelta de los refugiados. Y empezó una carrera por hacer llegar a Palestina una emigración de raza y creencia judía venida desde todo el mundo, la financiación la garantizaba el Banco Mundial Judío, de carácter sionista, y su gobierno sobre tierra de Palestina que hasta hoy incentiva los asentamientos, desoyendo las Resoluciones del Consejo de Seguridad, 9 hasta el 2011, que los declaran como Violaciones del Derecho Internacional Humanitario; otras 17 resoluciones manifestándose en contra y condenando la anexión de Jerusalén; y otras 26 Resoluciones para que se aplique el Cuarto Convenio de Ginebra en el que se declara los asentamientos como crímenes de guerra.
No hay tribunal en el mundo que no haya condenado a Israel, pero Israel desobedece todos los mandatos, y sin embargo ninguna potencia bloquea al ente colonialista, ninguna potencia le impone sanciones, ninguna potencia rompe relaciones, … de tales sitios vienen sus raíces. Las Naciones Unidas, el Consejo de Seguridad, las Cuatro Convenciones de Ginebra, la Comisión del Derecho Internacional, la Corte Internacional de Justicia, … condenan, no hay parangón en el mundo. Pero Israel no sufre más consecuencias que las que se deducen de la protesta de las organizaciones defensoras de los Derechos Humanos, organizaciones solidarias con los derechos de todos los pueblos a su independencia. Son las instituciones gobernantes en cada país las que permiten que Israel siga con su tarea recolonizadora, son esas instituciones gobernantes hoy las que firman Resoluciones, y después se cruzan de brazos, desde 1948. El mundo entero está al tanto, en los ojos de todos los gobiernos y los pueblos permanece desde hace muchos años la crueldad de Israel con Gaza, población que el colonialista mantiene aislada del mundo hasta impedir que le lleguen alimentos, agua, medicinas, … sometida a las mayores atrocidades guerreras porque Israel prueba sobre ella sus armamentos que luego vende a otros gobiernos. También está en la retina del mundo lo que el ejército colonial hace dividiendo el escaso territorio en que habita el pueblo palestino, Jerusalén Este y Cisjordania, encerrándolo en pequeñas poblaciones, islas rodeadas de colonos, muros y controles militares, gobernadas con el mando militar y leyes racistas: detenciones, encarcelamiento, tortura y muerte, todo eso se permiten los colonos y su ejército regular: el símbolo de nuestros días es Muhammad al-Qiq, 94 días matándole con hambre y no hay un gobierno europeo, estadounidense, o de otra dimensión capitalista que alce su voz contra ese crímen.
EEUU, la Comunidad Europea, … tienen establecidos acuerdos de libre comercio, acuerdos de cooperación militar, acuerdos financieros, incumpliendo la legalidad internacional: ¿hasta cuando?
En estos momentos, cuando la guerra mundial más destructiva está más próxima que nunca, empezada hace tiempo en el mismo punto geográfico que los antíguos colonizadores retuvieron tras la creación de la ONU, es una exigencia ineludible para todas las conciencias volcarse con la defensa de Palestina, punto, territorio por el que debe empezar nuevamente el propósito de paz, igualdad e independencia de todos los pueblos.
Ramón Pedregal Casanova es autor de «Dietario de Crisis», «Siete Novelas de la Memoria Histórica. Posfacios», y «Gaza 51 días». Presidente de AMANE, Asociación Europea de Cooperación Internacional y Estudios Sociales.
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