El Estado judío goza del estatus de socio preferente, pese a que el ejército israelí destruye una y otra vez lo que se financia en Palestina con impuestos europeos
Nada más que unos pocos escombros es lo que queda del orfanato Al Karameh en la ciudad de Gaza. La residencia, que acogía a 50 niñas y niños palestinos, fue destruida por la aviación israelí durante la operación Plomo Fundido en enero del año pasado. El centro costó 1.198.718 euros y la mitad del presupuesto había sido aportado por la Agencia Española de Cooperación Internacional (AECID) y la Fundación Internacional Olof Palme.
Ese es sólo uno de los 78 proyectos financiados con dinero europeo que Israel ha destruido en los últimos diez años en los territorios palestinos. Según un informe de la Comisión Europea al que ha tenido acceso Público, el ejército israelí se ha dedicado a atacar en los territorios palestinos infraestructuras y proyectos humanitarios financiados por los países miembros de la UE por un valor superior a 79,5 millones de euros, según los cálculos más conservadores. De ellos, al menos ocho instalaciones han sido pagadas íntegramente con fondos españoles, por un importe superior a 33 millones de euros.
Pero al mismo tiempo que destruía sistemáticamente esos proyectos europeos, Israel conseguía establecer con la Unión Europea una relación de lo más beneficiosa. «El Acuerdo de Asociación aporta a Israel muchas ventajas en su relación con la Unión Europea, tanto en la esfera política como en la económica» . Así presume el Ministerio de Exteriores israelí de las bondades del Acuerdo de Asociación firmado con la UE en el año 2000.
Europa se ha convertido en el principal mercado para los productos agrícolas israelíes y ha destinado 637 millones de euros a Israel desde 1981 a través del Banco de Inversión Europeo, dependiente de la UE. Sólo el año pasado le concedieron 25 millones de euros para un proyecto de una planta desalinizadora en Hadera, al norte de Tel Aviv, que ya había sido financiado con otros 120 millones en 2007.
En cambio, desde que comenzó la segunda Intifada en 2000, el Gobierno israelí emprendió una campaña de destrucción de las instalaciones palestinas. El aeropuerto, las carreteras, los puentes, las centrales eléctricas, las depuradoras, los hospitales, los invernaderos y las granjas han padecido el castigo colectivo que suponen las operaciones militares israelíes.
La UE ha tenido un comportamiento pusilánime a la hora de reclamar a Israel por los daños causados a sus construcciones en Palestina. «Los proyectos financiados por la UE pertenecen legalmente a la Autoridad Palestina y no hemos tenido constancia de ninguna petición por su parte de una reclamación contra Israel», regateó en marzo del año pasado la entonces comisaria europea de Exteriores, Benita Ferrero-Waldner, las preguntas de los europarlamentarios sobre los proyectos europeos destruidos por el ejército israelí.
«Lo justo sería pedir una compensación a Israel por la pérdida del dinero europeo», sostiene el eurodiputado austriaco Johannes Swoboda, en una conversación telefónica desde Viena.
Pagador pero no mediador
La pasividad europea ha sido criticada por numerosas ONG internacionales. «El problema es que la UE quiere dejar de ser el pagador en el proceso de paz mientras EEUU se apunta el papel de mediador. No quiere presionar a Israel y quedarse sin ningún tipo de influencia» , cuenta por teléfono desde Bruselas Brigitte Herremans, experta en Oriente Próximo de la ONG belga Broederlijk Denle.
España es uno de los principales pagadores. La cooperación española ha destinado entre 2005 y 2008 un total de 257.961.192 euros a los territorios palestinos.
El proyecto más costoso fue el del aeropuerto de Rafah, situado en el sur de la Franja de Gaza. España aportó 31 millones de euros para su construcción. Los numerosos bombardeos israelíes y la acción de sus bulldozers sobre la única pista lo han destruido por completo . En el lugar sólo quedan los esqueletos de la terminal y algún edificio auxiliar. No hay rastro de la torre de control, mientras la pista se ha convertido en una cantera en la que los palestinos recuperan el asfalto en trozos para usarlo como material de construcción.
Los proyectos españoles tampoco se libraron del castigo israelí durante la operación Plomo Fundido del año pasado. Un ataque israelí acabó con un grupo de invernaderos financiados por la AECID en la ciudad de Gaza.
En su despacho en la planta baja de la sede de la Unión de los Comités del Trabajo Agrícola (UAWC en sus siglas en inglés), Basir Al Ankah, el coordinador de aquel proyecto, explica el resultado: «Destrozaron seis invernaderos que daban trabajo a 20 personas . No podía tratarse de un objetivo militar». Sólo el coste de la instalación arrasada alcanzó los 56.000 euros. «En los últimos diez años han destruido unos 2.000 invernaderos», añade Al Ankah.
Amago de protesta
El último amago de protesta español data de 2004. Unas excavadoras israelíes arrasaron un vivero y una granja avícola en la que murieron 3.000 pollos. La AECID cifró en 230.000 euros los daños materiales y se anunció una respuesta desde Madrid de la que nunca más se supo.
Desde el Ministerio de Exteriores español se remite a las reuniones del Comité de Enlace Ad Hoc (AHLC, por sus siglas en inglés), que coordina la ayuda de los principales donantes. Según Exteriores, «en las reuniones del comité se ha pedido a Israel que ayude, coopere e impulse la ayuda europea al pueblo palestino».
El coordinador general de la Asamblea de Cooperación Por la Paz, Miguel Ángel Blanco, considera que en los últimos años «la diplomacia española ha logrado una mayor coordinación de los países europeos frente a Israel». Blanco tiene claro que la UE puede presionar más al Gobierno israelí: «No deberíamos romper relaciones diplomáticas, pero sí podríamos congelar los acuerdos comerciales actuales».
El 1 de febrero, durante una visita a Jerusalén, Silvio Berlusconi, primer ministro italiano, afirmó: «Tengo un sueño: que Israel pueda entrar un día en la Unión Europea». El sueño de Il Cavaliere podría acabar siendo la peor pesadilla de muchos europeos.
Fuente: http://www.publico.es/internacional/332321/israel/miembro/ruinoso/ue