Uno de los mayores experimentos con seres humanos que se han llevado a cabo en cualquier lugar se está realizando justo ante nuestros ojos, y el mundo permanece en silencio. El proyecto está en su apogeo y el mundo no muestra ningún interés. Este experimento con seres humanos, no sancionado por ninguna institución científica internacional […]
Uno de los mayores experimentos con seres humanos que se han llevado a cabo en cualquier lugar se está realizando justo ante nuestros ojos, y el mundo permanece en silencio.
El proyecto está en su apogeo y el mundo no muestra ningún interés. Este experimento con seres humanos, no sancionado por ninguna institución científica internacional cuya supervisión es exigida por la Declaración de Helsinki, busca examinar la conducta humana en situaciones de estrés y privación extremos.
El grupo experimental no está compuesto por unas pocas personas, ni por unas decenas o centenares, ni por algunos miles o decenas de miles, ni siquiera por algunos centenares de miles de personas. La población sometida al experimento es, al menos, de dos millones de seres humanos.
Hasta ahora, han resistido la prueba increíblemente bien. Aunque hay alguna turbulencia dentro de la olla a presión en la que están confinados, todavía no ha explotado. La Franja de Gaza está siendo vigilada para ver cuándo y de qué forma acaba explotando. Aparentemente, es solo cuestión de tiempo.
Tal como ha sido presentado por Israel, la Autoridad Palestina y Egipto, ¿qué pasa con dos millones de seres humanos cuando se les priva de electricidad casi todo el tiempo, día y noche? ¿Qué les pasa en invierno, en primavera y, sobre todo, ahora, en el espantosamente caluroso verano de Oriente Medio?
Al igual que todos los experimentos de esta clase, este está siendo conducido de forma escalonada. La rana debe ser hervida poco a poco hasta que estire la pata.
En un principio, Gaza fue privada de electricidad durante una tercera parte del día, luego la mitad y ahora el nivel ha sido aumentado de tal manera que los dos millones de habitantes del enclave tienen electricidad solo 2,5 horas al día. Vamos a ver lo que les pasa. Vamos a ver cómo responden. ¿Y qué sucede cuando se les suministra electricidad solo una hora al día? ¿O una hora a la semana? Este experimento está todavía en sus primeras fases y nadie puede prever su final.
La ubicación de este experimento es uno de los territorios más malditos de la Tierra. Cuarenta kilómetros de largo, su anchura varía entre los 5,7 y los 12,5 kilómetros, lo que nos da un total de 365 km2. La Franja de Gaza es uno de los lugares más densamente poblados del mundo. Según la CIA, en julio de 2016 había allí 1,7 millones de personas; la Autoridad Palestina ha estimado su población en dos millones en octubre de 2016.
En cualquier caso, un millón de los palestinos que viven en Gaza son refugiados o hijos y nietos de refugiados, y aproximadamente la mitad siguen viviendo en campos de refugiados. En comparación con los demás campos de refugiados que existen en otros países árabes, los de Gaza son considerados especialmente miserables, tal vez con la excepción de los que hay en Líbano y Siria. Los refugiados de Gaza fueron expulsados o huyeron del territorio ocupado por Israel en 1948 y representan aproximadamente una quinta parte de todos los refugiados palestinos que hay en el mundo.
Esta población no ha conocido prácticamente ningún periodo de tranquilidad, seguridad o mínimo bienestar económico. Su situación actual puede ser la peor y más desesperante, y un informe de la ONU ha concluido que, dentro de dos años y medio, para 2020, la Franja de Gaza ya no será habitable, en gran parte debido al gravísimo problema del agua. Los nuevos cortes de electricidad están agravando aún más la difícil situación en que se encuentran estos seres humanos a medida que el experimento continúa.
En la última década, esta atribulada franja de tierra se ha convertido en una jaula, la jaula más grande del planeta.
Gaza está rodeada: por Israel al norte y al este, por Egipto al sur y por el mar al oeste, donde las fuerzas navales israelíes han impuesto un bloqueo absoluto. Desde la llegada de HAMAS al gobierno en Gaza, Israel, con la colaboración de Egipto, ha impuesto un bloqueo. Aunque ha sido aliviado ligeramente con el paso de los años, sigue siendo un bloqueo, especialmente por lo que se refiere al movimiento de personas hacia y desde Gaza y la prohibición casi total de exportación de bienes.
Pero ni siquiera eso es suficiente. Los tormentos de Gaza están lejos de haber acabado. Ahora le llega el turno al suministro de electricidad.
Gaza tiene una única central eléctrica, que no puede producir toda la electricidad que se necesita. Construida en 2002 con una capacidad de producción de unos 140 MW, la planta está limitada por la capacidad de carga de su red y en 2006 tan solo producía 90 MW, por lo que importaba 120 MW adicionales suministrados por Israel, pagados en su totalidad, por supuesto.
La planta fue bombardeada por Israel tras la captura del soldado israelí Guilad Shalit, en el verano de 2006, cuando estaba produciendo el 43 por ciento de la electricidad que consumían los gazatíes. Tras su reconstrucción, la planta alcanzó una capacidad de producción de unos 80 MW. Pero también para esto depende totalmente de Israel, que es el único proveedor de repuestos y del combustible diesel que alimenta la central.
Cuando se estableció el bloqueo, Israel comenzó a restringir la cantidad de combustible que suministraba a Gaza. Los gazatíes necesitan entre 280 y 400 MW de electricidad, dependiendo de la estación del año. Aproximadamente una tercera parte de toda la electricidad requerida, unos 120 MW, provenía de Israel y otros 60-70 MW los producía la central. Había una escasez crónica de electricidad en Gaza incluso antes de esta última reducción. Los gazatíes han estado sin electricidad durante varias horas al día desde hace años.
El 11 de junio de este año, el gabinete de seguridad de Israel decidió reducir el suministro de electricidad a Gaza en respuesta a una solicitud del presidente de la Autoridad Palestina (AP), Mahmud Abás. Este es el origen inmediato del agravamiento de la crisis. La lucha por el poder entre Abás y HAMAS, que gobierna Gaza, una lucha en la que Israel colabora de manera apreciable con la AP, ha creado la crisis actual. En esta situación, no hay buenos y malos, sino solo malos.
Unas dos semanas después de la citada decisión del gabinete israelí, Tel Aviv recortó nuevamente su suministro de electricidad y eliminó otros ocho megavatios de los 120 que venía proporcionando. En consecuencia, la distribución de electricidad en algunas partes de Gaza, especialmente en el oeste y el sur, se ha reducido a solo dos horas y media al día. Dos horas y media de electricidad al día.
Resulta difícil imaginar la rutina del día a día con este calor sofocante y solo dos horas y media de electricidad al día. Resulta difícil imaginar cómo se puede mantener fresca la comida, asusta pensar en todas las tareas humanas ordinarias que se hacen sin electricidad, es horrible lo que pueden estar pasando los enfermos de los hospitales cuyas vidas dependen de la electricidad.
El 4 de junio, Mohamed Azaizeh, que trabaja en la organización israelí de derechos humanos Gisha, escribió un artículo en HAARETZ en el que describía lo que estaba pasando en el hospital Al Rantisi de Gaza.
En la unidad de cuidados intensivos infantil, los niños estaban conectados a unos respiradores que solo podían funcionar unas pocas horas al día. Sus vidas dependen ahora de un generador. A veces, el generador se estropea. El director del hospital, el doctor Mohamed Abu Sulwaya, calificaba la situación del hospital como catastrófica. Evidentemente, en los otros hospitales de Gaza la situación es parecida.
Así las cosas, los habitantes de Gaza vuelven a ser víctimas de maquinaciones políticas que se desarrollan a su costa. Las luchas desenfrenadas por el poder y los juegos ególatras entre Abás y HAMAS, entre Egipto y HAMAS, y entre Israel y todos los demás tienen consecuencias que llegan hasta los respiradores pediátricos para los niños del hospital Al Rantisi.
Mientras las partes en conflicto se dedican a afianzar sus posiciones y el mundo responde con apatía, nadie puede prever adónde llevará todo esto. La falta de electricidad se traduce en falta de agua potable y en inundaciones de aguas residuales no tratadas. Los gazatíes están acostumbrados a todo eso, pero incluso la fantástica e incomparable resistencia de los habitantes de este diminuto territorio tiene sus límites.
La principal responsabilidad por esta situación recae en Israel, por el bloqueo que impone. Pero, ciertamente, no es el único culpable.
La AP y Egipto tienen también su parte de responsabilidad en este crimen. Sí, crimen. Estamos en 2017 e impedir que millones de seres humanos reciban electricidad significa privarles de oxígeno y agua. La responsabilidad de Israel clama a los cielos porque Gaza sigue estando bajo ocupación parcial israelí.
Aunque Israel retiró a su ejército y sus colonos de la Franja de Gaza, mantiene la responsabilidad exclusiva de muchos otros aspectos de la vida en Gaza. Esto hace que el estado judío sea responsable de suministrar electricidad a los habitantes del territorio. La AP también tiene una parte importante de responsabilidad en esta situación, tomando decisiones que perjudican a su propio pueblo. Y Egipto también: aunque le gusta referirse a sí mismo como la hermana de los palestinos, su papel en el bloqueo de Gaza es intolerable.
Gaza se está muriendo, lentamente. Su sufrimiento no le importa a nadie en otras partes del mundo. Ni en Washington, ni en Jerusalén, ni en El Cairo, ni siquiera en Ramala. Es increíble que nadie se preocupe de que dos millones de personas hayan sido abandonadas a la oscuridad por la noche y al calor sofocante de los días de verano, sin ningún sitio a donde ir y sin esperanza. Nada.
Gideon Levy es columnista de HAARETZ y miembro del consejo editorial del periódico. Ha recibido el premio Olof Palme a los derechos humanos en 2015 y el premio Euro-Med de periodismo en 2008, el premio Libertad de Leipzig en 2001 y el premio del sindicato de periodistas israelíes en 1997, así como el premio de la Asociación de Derechos Humanos de Israel en 1996. Su último libro, The Punishment of Gaza acaba de ser publicado por Verso.
Publicado originalmente en: Gaza: Israel’s experiment on humans in situations of extreme stress and deprivation Middle East Eye, 30/06/2017
Traducción: Javier Villate (@bouleusis)