Este artículo es una versión reducida del artículo publicado en el informe de TNI State of Power 2021, y apareció en ROAR Magazine, 7 de junio de 2021.
En medio del horror de la escalada de violencia de Israel en mayo de 2021, desde el bombardeo de Gaza hasta el linchamiento de multitudes de colonos israelíes a palestinas, otra arma menos convencional del arsenal israelí también ha despertado el interés de los medios internacionales: la llamada «skunk-water” (agua putrefacta).
El “skunk-water” es una mezcla de productos químicos que huele a aguas residuales y a cadáveres en descomposición que causa náuseas intensas, arcadas violentas y vómitos. Fue desarrollada por la empresa israelí Odortec para el «control de multitudes» en Cisjordania. Más recientemente, también ha sido utilizada contra las familias palestinas que se resisten a la expulsión de sus hogares en Sheikh Jarrah, en Jerusalén Este.
La historia del “skunk-water” revela la forma en que la industria de armas y seguridad de Israel se ha convertido en una parte intrínseca del régimen de apartheid. «Los fabricantes de armas israelíes ni siquiera tienen que invertir en la comercialización de sus armas», escribe Yara Hawari en Al Jazeera, «los canales de noticias que transmiten imágenes de los ataques brutales del ejército israelí hacen el trabajo por ellos». Esta táctica ha demostrado ser útil y, desde la introducción del “agua putrefacta”, varios departamentos de policía de EEUU ya lo han comprado o han mostrado su interés.
Si bien los ataques de Israel contra el pueblo palestino están motivados por el racismo extremo y la mentalidad colonial de asentamientos que se encuentran en las raíces del estado israelí, también está claro que esta opresión estructural es altamente rentable para el régimen del apartheid. El Estado de Israel y sus empresas militares muestran cómo el capitalismo salvaje y el colonialismo de asentamientos se entrelazan. A través de sus exportaciones de armas, Israel está dando forma a las dimensiones coercitivas de los estados en todas partes, llevando la política y la metodología de la ocupación a sus aliados en el extranjero. Los estados que compran productos militares y de seguridad de Israel son, por tanto, cómplices de la limpieza étnica del pueblo palestino e importan conscientemente su brutal política de coacción y represión.
Lucrándose de la opresión
Israel es uno de los países más militarizados y securitizados del mundo; destina el 5,6 por ciento de su PIB al ejército. Israel es también el octavo mayor exportador de armas del mundo, representando el 3 por ciento del total global en los últimos cinco años.
Israel se ha convertido en un elemento central de la industria internacional de armas y seguridad nacional al exportar equipos, tecnologías y tácticas militares de última generación a otros países. Israel exporta a unos 130 países en todo el mundo, pero como explica la activista antimilitarista israelí Sahar Vardi, es imposible encontrar una lista completa de esos países porque Israel no publica información oficial sobre sus exportaciones de armas, aparte de sus informes al Registro de Armas Convencionales de las Naciones Unidas.
Algunos de los clientes de Israel incluyen dictaduras del pasado y del presente, y países que violan los derechos humanos; incluida la Sudáfrica del apartheid, la junta militar en Argentina, el ejército serbio durante el genocidio de Bosnia y Ruanda en los años previos al genocidio de 1994. Más recientemente, Israel ha vendido armas a Sudán del Sur y a la junta militar de Myanmar. Países como Marruecos, México, Arabia Saudita y otros han comenzado a utilizar software de espionaje israelí contra periodistas y opositores políticos.
Además de armas, Israel también exporta tecnologías de control y vigilancia a regímenes represivos y democracias «liberales» por igual. A nivel internacional, Israel se destaca como líder en la vigilancia y el control cotidianos y en sus metodologías de control de población y contrainsurgencia de alta tecnología. Como argumentan Maren Mantovani y Henrique Sánchez: «En un mundo globalizado, cualquier análisis de la militarización y las ideologías, metodologías y tecnologías represivas debe tener en cuenta la dinámica de importación y exportación de estos conceptos y herramientas a través de las fronteras. Uno de los exportadores de ideología y tecnología de represión más destacados del mundo es, sin duda, Israel».
La ocupación israelí de Palestina y el régimen de apartheid que mantiene sirven como campo de pruebas para el desarrollo de armas, sistemas de seguridad, medios de control de la población y tácticas. Sin él, Israel no podría competir en los mercados internacionales de armas y seguridad. Le da crédito a su condición de gran potencia militar.
La ocupación permite a Israel probar nuevos equipos militares y de seguridad sobre la población palestina antes de exportarlos. La empresa militar y de seguridad más grande de Israel, Elbit Systems, que se promociona a sí misma como proveedora del ejército israelí, vio aumentar sus ganancias un 6,1 por ciento solo en julio de 2014, en el pico del anterior asalto de Israel a Gaza. Elbit Systems vende sistemas de seguridad y armas a EEUU, Brasil, India, Filipinas y Azerbaiyán, entre muchos otros. La empresa comercializa sus productos como «probados en combate» y afirma tener «capacidades excepcionales» basadas en la «experiencia operativa obtenida a través de decenas de miles de salidas operativas por parte del ejército israelí». En otras palabras, se jactan de la forma en que sus tecnologías han sido probadas sobre la población palestina, para mejorar el grado y la velocidad de las matanzas y mutilaciones.
Tras los bombardeos de 2014, el director ejecutivo del fabricante de armas israelí Meprolight fue franco al explicar cómo se lucran de la guerra: «Después de cada campaña del tipo que está teniendo lugar ahora en Gaza, vemos un aumento en el número de clientes del exterior –y añadió– Por supuesto, estamos comercializando en el extranjero de manera agresiva, pero las operaciones del ejército israelí definitivamente afectan la actividad de marketing».
EEUU ha jugado un papel fundamental en el surgimiento de la industria de armas y seguridad de Israel. Desde el presidente Lyndon Johnson en 1967, todos los presidentes de EEUU han reiterado el compromiso estadounidense de mantener la «ventaja militar cualitativa» de Israel. Este es un concepto central israelí definido por Ben Gurion que afirma que Israel solo puede garantizar su existencia si puede defenderse militarmente. EEUU ha tratado de asegurar la supervivencia de su aliado clave en Oriente Medio armándolo y permitiéndole crear su propia industria militar.
Con el apoyo de EEUU, el sector militar y de seguridad de Israel se ha disparado. En 2017, el Ministerio de Defensa de Israel emitió 29.655 licencias de exportación a 1.546 empresas privadas y comerciantes independientes. En 2020, los acuerdos de exportación de defensa de Israel sumaron 8.300 millones de dólares, la segunda cifra más alta de la historia, lo que representa alrededor del 15 por ciento de sus exportaciones totales. El mismo año, Israel asignó 2.508 dólares per cápita, o el 12 por ciento del gasto total del gobierno, a la defensa.
Las empresas aprovechan el conocimiento militar cultivado en un contexto de ocupación prolongada, que luego se convierte en un producto y se vende al resto del mundo. El ejército israelí incluso alienta a los trabajadores y empleadores de alta tecnología a utilizar los conocimientos adquiridos durante el servicio militar para construir sus propias empresas. La estrecha colaboración entre las empresas de seguridad y el Estado es crucial para las industrias de seguridad y vigilancia de Israel y crea una cultura de puertas giratorias: un puesto de alto nivel en el ejército abrirá las puertas a un puesto en una empresa de seguridad nacional.
El mercado cibertecnológico
El ejército israelí también se ha convertido en un actor clave en el mercado mundial de la tecnología cibernética, gran parte de la cual se centra en la vigilancia y el control de la población.
Una investigación de The Guardian, El País y Citizen Lab, el instituto de ciberseguridad de la Universidad de Toronto, concluyó en 2020 que políticos catalanes independentistas habían sido espiados a través de Pegasus, un programa creado por NSO Group Technologies, una empresa de tecnología israelí. Dos años antes, Citizen Lab había advertido que Pegasus se usaba en más de 45 países, incluidos Bahrein, Kazajstán, México, Marruecos, Arabia Saudita y los Emiratos Árabes Unidos, todos países conocidos por su persecución de activistas de derechos humanos. Citizen Lab también reveló el papel de NSO Group en el asesinato del periodista Jamal Khashoggi.
El Grupo NSO afirma vender sus productos a gobiernos para luchar contra el «crimen y el terror» pero tal y como señala el Observatorio Euromediterráneo para la Prevención del Extremismo Violento, esto significa poco dada la falta de consenso sobre qué es el terrorismo y la forma en que el término se usa políticamente para condenar la disidencia y debilitar el respeto por los derechos humanos. El uso de narrativas de seguridad es típico de los gobiernos que buscan justificar sus acciones o refutar acusaciones sobre su cuestionable respeto hacia los derechos humanos. Israel no es el único país que usa este discurso para perseguir a un pueblo, en este caso, el palestino.
Si bien la pandemia de la COVID-19 ha sido una crisis sanitaria y no de seguridad, esto no ha impedido que Israel busque vender sus tecnologías de seguridad para el control y la vigilancia de poblaciones. En agosto de 2020, se otorgó al ejército israelí un papel destacado en la lucha del país contra el coronavirus. El Grupo NSO anunció sus servicios para monitorear la crisis de salud COVID-19 y controlar los movimientos de población en todo el mundo. Ahora Israel está comercializando sus tecnologías para hacer frente a las consecuencias sociales de la pandemia.
Una licitación de la Dirección de Cooperación de Defensa Internacional del Ministerio de Defensa de Israel argumentó que los estados necesitarían controlar y reprimir a las poblaciones debido a la devastación económica como resultado de la COVID-19. Ofrecía a los potenciales compradores su tecnología de recopilación de datos biométricos, sistemas de seguimiento de personas y vehículos, reconocimiento facial, monitoreo de matrículas, vigilancia celular y cibernética, así como software de bloqueo e interceptación de información que ha perfeccionado durante la pandemia. Los únicos países excluidos de la oferta fueron Irán, Líbano y Siria.
Con amigos como estos…
Mientras los estados estén comprando y vendiendo equipos y tecnología militar de y a Israel, no solo están aprobando implícitamente el estado colonialista de asentamientos de Israel y financiando su industria militar, sino que también están reproduciendo activamente sus medidas represivas.
Tras una reciente campaña de la sociedad civil, la Unión Europea puso fin a su contrato con los drones israelíes producidos por Elbit Systems para controlar a personas migrantes que buscan refugio, pero la presión continúa para que la UE rescinda otros dos contratos de Frontex con Elbit Systems. Durante la presidencia de Obama en 2014, Elbit Systems consiguió un contrato de 145 millones de dólares para instalar un «muro virtual» de torres de vigilancia permanentes en la zona fronteriza de Estados Unidos en el sur de Arizona, incluso en tierras indígenas de la Nación Tohono O’odham. A pesar de que Biden está retirando fondos para el muro físico construido por la administración de Trump, no hay señales de que Biden cancele el llamado muro «inteligente» que Elbit Systems está ayudando a construir.
Asistimos a una colusión similar, y en algunos casos incluso más fuerte, entre Israel y muchos regímenes de extrema derecha: Narendra Modi de India, Jair Bolsonaro de Brasil, Viktor Orbán de Hungría e Ivan Duque de Colombia han apoyado las políticas de Israel. Estos líderes de extrema derecha no solo están impresionados por la eficiencia del aparato militar y de seguridad de Israel para reprimir la oposición y la resistencia, sino que también están ideológicamente alineados y están a favor de construir relaciones militares sólidas con Israel.
India es actualmente el mayor importador de armas israelíes y recibe casi el 50 por ciento de las exportaciones de tecnología y equipos de defensa de Israel. El gobierno de Modi también enmendó recientemente la ley de ciudadanía de la India, agilizándola para los no-musulmanes de los países vecinos, pareciéndose mucho a la «ley de retorno» de Israel. La derogación del estatus especial de Cachemira allana el camino para la construcción de asentamientos al estilo israelí en el valle. En 2019, el cónsul general indio en la ciudad de Nueva York, Sandeep Chakravorty, incluso destacó los asentamientos israelíes en la Cisjordania ocupada como un ejemplo de lo que India espera lograr en Cachemira.
Existen fuertes afinidades ideológicas entre el sionismo y el nacionalismo hindú (Hindutva). Vinayak Damodar Savarkar, un activista por la independencia de la India y padre ideológico de Hindutva, se inspiró en la Alemania nazi y en el movimiento sionista para abogar para que India se convirtiera en un estado etnocrático hindú que tratara a los musulmanes como a la población negra en los Estados Unidos de su época.
Los estrechos vínculos económicos van de la mano del intercambio de conocimientos militares, incluido el entrenamiento militar con Israel, técnicas de control de masas, estrategias de control de la disidencia, intimidación de defensores de derechos humanos, estrategias de mecanismos judiciales y extrajudiciales de tortura y desaparición.
Colombia, por ejemplo, ha recibido apoyo del Mossad, la agencia nacional de inteligencia de Israel durante décadas, y las relaciones entre mercenarios israelíes y grupos paramilitares de extrema derecha han sido probadas incluso en tribunales. Existe un grupo de trabajo bilateral de diálogo político-militar entre el gobierno de Colombia y el de Israel, que según el Ministerio de Defensa de Colombia “no solo es para intercambiar conocimientos y tecnología, sino también información de inteligencia y doctrinas”.
Además, instructores del ejército israelí han formado en técnicas de combate y contraterrorismo a soldados de la División de Fuerzas Especiales del Ejército de Colombia, y muchas empresas israelíes operan en Colombia, incluidas Elbit Systems, IAI y NSO Group. Elbit ha participado en importantes talleres en seminarios del ejército colombiano. En una llamada reciente entre el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, y Duque, el primero elogió al régimen asesino de Colombia: «Iván, tu liderazgo en la lucha contra el terrorismo es un ejemplo para el resto de América Latina».
Brasil está avanzando para «israelizar» sus políticas y adoptar más de sus prácticas. Por ejemplo, esto se refleja cuando el exministro de Defensa de Israel señala que «no hay gente inocente en Gaza», y el gobierno brasileño trata a todas las personas negras en las favelas que son asesinadas durante redadas policiales como «narcotraficantes».
Gizele Martins, activista y comunicadora comunitaria de una de las favelas más grandes de Río de Janeiro dice: “El objetivo central que persiguen Israel y otros gobiernos aliados como el de Brasil es el control de la población empobrecida para ganar tierras, colonizar sus vidas, dominar la tierra y la cultura. Veo que este proyecto avanza rápidamente aquí en Río de Janeiro. Para lograr este plan, las élites del mundo trabajan juntas, e Israel y sus armas y prácticas son muy útiles para estos gobiernos.”
En los EEUU, la campaña “Deadly Exchange” ha destacado la larga colaboración entre los EEUU e Israel en el entrenamiento policial a través de programas de intercambio entre la policía, la patrulla fronteriza y el FBI de EEUU con soldados, policías, agentes fronterizos y otro personal de seguridad de Israel. En estos programas se comparten las «peores prácticas» discriminatorias y represivas, que incluyen la discriminación por perfil racial, el espionaje y vigilancia masivos, la deportación y la detención, y los ataques a defensoras de los derechos humanos. Estos intercambios son organizados por una variedad de actores gubernamentales y no gubernamentales, incluido el Instituto neoconservador Judío de Seguridad Nacional de América (JINSA), la Liga Antidifamación e incluso Birthright.
La necesidad de boicotear a Israel
El complejo industrial militar israelí está extendiendo la muerte y la represión por todo el mundo. El régimen israelí de apartheid, colonialismo de asentamientos y ocupación pone de manifiesto las conexiones entre las luchas internacionales feministas, antirracistas, anticoloniales, queer, anticapitalistas y antifascistas, por un lado, y las conexiones globales entre los oponentes de los valores progresistas y los derechos humanos por el otro. Aquellos que quieren negar a las mujeres el control sobre sus propios cuerpos son los mismos que apoyan la limpieza étnica en Palestina y se oponen al BDS; los que no permiten que las personas que buscan refugio se queden en Europa son los mismos que niegan la existencia del cambio climático.
Los crímenes que comete Israel contra el pueblo palestino no se quedan en los territorios ocupados. Se transforman en conocimiento que luego se vende para que las empresas israelíes e internacionales puedan beneficiarse de ellos. Como dijo la congresista estadounidense Cori Bush, “La lucha por las vidas de las personas negras y la lucha por la liberación de Palestina están interconectadas. Nos oponemos a que nuestro dinero se destine a financiar la vigilancia militarizada, la ocupación y los sistemas de opresión violentos y traumatizantes.”
Mientras que Israel se beneficie de la represión, la violencia contra el pueblo palestino continuará. Un alto al fuego en Gaza no ha terminado con la represión del apartheid israelí y la brutalidad colonial hacia todas las personas palestinas. Aunque la violencia de Israel solo aparece ocasionalmente en los medios internacionales, el pueblo palestino se enfrenta a la brutalidad de Israel a diario.
Esta violencia de Israel es parte de la Nakba continua, la limpieza étnica del pueblo palestino por parte de Israel que dura ya 73 años. Es parte de un proyecto racista y colonial destinado a expulsar, reprimir y someter al pueblo palestino. También constituye apartheid, una descripción que las palestinas han defendido durante mucho tiempo, que ahora cuenta con el apoyo de organizaciones israelíes e internacionales de derechos humanos, como Human Rights Watch.
Entender la lucha palestina como una lucha fundamentalmente antirracista y anticolonial, ha unido a movimientos de todo el mundo por Palestina de forma interseccional. En las últimas semanas, hemos visto una gran muestra de solidaridad generando un sentimiento compartido de que algo ha cambiado. Muchas personas que antes no se atrevían a hablar sobre los derechos de las palestinas ahora se han pronunciado contra el apartheid israelí. A pesar de las décadas donde Israel ha intentado dividir y conquistar al pueblo palestino, el éxito de la huelga general del 18 de mayo es una prueba de la actual unidad entre las palestinas, ya sean ciudadanas de Israel o vivan sitiadas en Gaza.
Pero mientras el pueblo de Gaza intenta reconstruir sus vidas después de una devastación incalculable y en el contexto de un brutal bloqueo, podemos estar seguras de que Israel una vez más comercializará su industria militar y de seguridad, que, como dijo Yara Hawari, ha sido mostrada en todas las pantallas de TV en todo el mundo recientemente.
Un claro ejemplo son los medios de comunicación que muestran entusiasmo hacia la «Cúpula de Hierro» de Israel. Ya en 2017, el Reino Unido compró un sistema de defensa israelí conocido como “Sky Sabre”, basado en tecnología desarrollada para la Cúpula de Hierro, para ayudar a defender las Islas Malvinas frente la costa de Argentina. No pasará mucho tiempo antes de que representantes gubernamentales lleguen a Israel para comprar las últimas armas y tecnología israelíes “probadas en combate” para sus propias guerras contra países vecinos o contra su propia gente.
Desde 2005, el movimiento de Boicot, Desinversión y Sanciones (BDS) liderado por el pueblo palestino, no violento y antirracista, pide a la comunidad internacional que actúe hasta que Israel respete los derechos de las palestinas. Cada vez más grupos como sindicatos, artistas y organizaciones estudiantiles se pronuncian sobre los derechos del pueblo palestino. Fondos de pensiones y empresas han decidido desinvertir del apartheid israelí.
La sociedad civil puede y debe ejercer presión para poner fin a la impunidad de Israel. Al igual que con el apartheid en Sudáfrica, no será hasta que Israel esté aislado política, económica y culturalmente que se verá obligado a poner fin a su régimen de apartheid. Dado que Israel es un eje en la exportación de la represión de la disidencia en otros lugares, el BDS como herramienta interseccional y anticolonial puede contribuir a terminar con los lazos con los opresores en todas partes. Por eso es necesario un boicot urgente a Israel, por el bien del pueblo palestino y por todas nosotras.
Este artículo forma parte del informe Estado del poder 2021, editado por Transnational Institute (TNI). En la traducción y edición de la versión en español han colaborado el Observatorio de Derechos Humanos y Empresas del Mediterráneo (de Suds y Novact) Centre Delàs, FUHEM Ecosocial y TNI.
Fuente original: https://www.tni.org/es/art%C3%ADculo/israel-modelo-de-estado-coercitivo