Traducido para Rebelión por J. M. y revisado por Caty R.
Nuestros hijos se están volviendo cada vez más desagradables mientras el Ministerio de Educación invierte sus recursos en «el fortalecimiento de los valores judíos y sionistas».
Hoy -domingo- es el día en que se conmemora el 96 aniversario del asesinato de un millón y medio de armenios. Cuando se trata del holocausto de otros pueblos, también Israel entra en la negación. Es cierto que actualmente Turquía es un aliado que violó la alianza, por lo que hemos expresado nuestro justo enojo con él, pero aún no hemos cambiado nuestra política.
Es porque aún están buscando las manos que lo perpetraron. Y no sólo en las relaciones entre los países no ocurre nada nuevo. Veamos entre nosotros, las cosas siguen como de costumbre también en el área de la educación. Desde el último intento de hace 10 años de enseñar un módulo sobre el tema, los horrores del genocidio, en general, han sido totalmente retirados del plan de estudios. La Universidad Abierta es hoy la única institución en Israel que desarrolla un curso sobre «El olvido y la negación» en el cual 700 estudiantes están deseosos de saber lo que el sistema está tratando de ocultar.
Se paga un precio muy alto por la negación. Este mes se publicaron cifras sobre las opiniones de los jóvenes de nuestro país, cifras que nos revelaron una situación. Un 60% cree que un líder fuerte es más importante que el Estado de derecho y que es preferible un Estado judío a un Estado democrático. Aproximadamente la mitad de los encuestados prefiere que se impida que los árabes puedan ser elegidos miembros de la Knesset. También se oponen a tenerlos como vecinos y no creen en la coexistencia. Ese es el fruto del trabajo de la versión local de las madrasas. ¿Hay que formar al niño en el camino que él quiere seguir o en el camino que elegimos seguir?
Entonces veamos a nuestros hijos y alumnos, que se están volviendo cada vez más desagradables mientras el Ministerio de Educación invierte la mayor parte de sus recursos espirituales y materiales en «el fortalecimiento de los valores judíos y sionistas». El enfoque es tan fuerte en «la cultura israelí y el patrimonio» que la educación sobre la democracia, educación cívica y convivencia se ha dejado caer en el nuevo plan de trabajo que se envió recientemente a las escuelas. Del Estado judío y democrático quedó la mitad, pero sin las dos partes el todo no puede existir. Si no es democrático, simplemente no existe.
Eso es lo que sucede cuando el mundo entero se concentra en Kiryat Arba, que es Hebrón, cuando nos revolcamos sólo en nuestro propio polvo. Si nos desprendemos por un momento del gueto mental y cultural, si abrimos una pequeña ventana a los valores de la democracia, la paz, la tolerancia y el pluralismo -para llegar a conocer al otro y aceptarlo- la cara de esta generación de jóvenes se vería menos canina y más humana.
¿Qué tiene de bueno aumentar un dos por ciento el número de estudiantes de la escuela secundaria que les da un certificado, si la mente judía de los ciudadanos que resulta es un lavado de cerebro con ideas racistas y antidemocráticas? Un buen judío, cuando está en su tienda o en el exterior, tiene que ser un ser humano y ésta es una condición previa, a menos que uno crea que los dos son mutuamente excluyentes y que colisionan entre sí. Para ser judío, es suficiente nacer de la madre correcta, el esfuerzo es totalmente de ella, con o sin anestesia epidural. Para ser un ser humano se requiere una contribución personal.
Y nadie es un ser humano sin reconocer que el otro también lo es, y que es importante que el otro sepa que se lo reconoce, tanto en sus defectos como en sus esperanzas. Nadie nace siendo un asesino y nadie está destinado a que lo asesinen, tampoco ninguna nación tiene el monopolio del sufrimiento y el duelo. La señal de advertencia antes de un holocausto, de un genocidio, de un «politicidio», el etnocidio o la limpieza étnica es la misma en todas partes y en todo momento. Es cierto que lo aprendido en las investigaciones distingue entre cada uno, pero las víctimas no se preocupan por esas menudencias.
Israel es el último país que puede permitirse vivir en la negación porque se abre un abismo que cultiva asesinos, y aquí vienen. Y si en el despacho de la residencia presidencial, en las oficinas del Primer Ministro y del Ministerio de Relaciones Exteriores aún se niegan a comprender, entonces el Ministerio de Educación tiene que enseñarles, y ése es su trabajo. No es suficiente contar más certificados de estudios secundarios amontonados sobre la mesa para que firmen el ministro y el director general si se trata de certificados de un fracaso calamitoso.
Armenios conducidos a la cárcel por soldados turcos en 1915. Desde el último intento de hace 10 años para enseñar un módulo sobre el genocidio en general, el tema ha sido retirado del plan de estudios. Foto de la Cruz Roja estadounidense.
Fuente: http://www.haaretz.com/print-