Traducido para Rebelión por J. M. y revisado por Caty R.
Imagine un Israel diferente a los ojos del mundo. Sin B’Tselem, sin Rompiendo el Silencio, sin Anarquistas contra el Muro, tampoco Gush Shalom. Sin New Israel Fund ni el pequeño grupo de intelectuales y periodistas radicales disidentes. Imagine otro Israel que silencia y aplasta todas las voces, por ejemplo. Imagínese cómo lo vería el mundo.
La poca simpatía que Israel sigue recibiendo se la debe a estos grupos. La campaña de deslegitimación contra el país, la real y la que nosotros inventamos, se la debemos a Avigdor Lieberman y Beiteinu Israel, a Benjamin Netanyahu y la inundación de las leyes anti-democráticas de su gente y de Kadima; al desenfrenado ejército israelí y a los colonos que no conocen fronteras. Un día de la Operación Plomo Fundido hizo más daño a Israel que todos los artículos críticos tomados en conjunto, el ataque mortal contra el buque de la flotilla Mármara Mavi que llevaba ayuda humanitaria a Gaza hundió la imagen de Israel más que todas la declaraciones antiisraelíes en su conjunto, la «ley Nakba» apesta más que todos los petitorios.
La creciente iniciativa de boicot para erosionar y aislar a Israel nació al calor de las imágenes de Gaza y las escenas del Mármara. El hecho de que haya israelíes que se han unido a la crítica sólo se puede atribuir a la disminución del crédito de Israel en las universidades de los Estados Unidos, en el mundo académico de Europa y en los periódicos de ambos lugares. Imagínese cómo se vería sin ellos Israel, comparable a Corea del Norte.
Los embajadores del gobierno y sus propagandistas apenas pueden convencer a alguien en el mundo, excepto a sí mismos. Los destructores de la democracia israelí sólo atinan a avivar el fuego contra ella misma. Las voces críticas que todavía se escuchan, como un elogio a la libertad, suscitan la estima del mundo. Los disidentes son los que mejor explican a Israel, cuyo régimen está todavía en su haber.
Hace aproximadamente dos semanas me invitaron a la Semana del Libro Judío en Londres, tras la publicación en inglés de mi libro «El castigo de Gaza«. La comunidad judía en Gran Bretaña amenazó con boicotear el evento, los organizadores consideraron contratar guardias de seguridad, y alrededor de 500 personas, principalmente judíos apacibles, llenó la sala, preguntaron y sobre todo, modestamente, dieron muestras de gran simpatía. Hablé, como siempre hago, contra la ocupación, las injusticias y el daño que hacen a Israel y a los palestinos, contra los ataques a la democracia israelí tal como escribí a lo largo de cientos de artículos que se han publicado en Haaretz en hebreo y en Inglés, y como hice en la Escuela de Economía de Londres y en la Universidad Trinity en Dublín.
Como en ocasiones anteriores, enviaron un «espía» de la Embajada de Israel a la Trinidad University. En esta ocasión era un estudiante israelí a quien se le pidió que tomara apuntes sobre mis palabras y las transmitiera a la embajada. La embajada envió rápidamente un informe al Ministerio de Relaciones Exteriores en Jerusalén y el Ministerio de Relaciones Exteriores rápidamente lo filtró a un periódico bien conocido que publicó sólo mis declaraciones más duras, sin el contexto en el que las dije, y de ahí surgió una acusación de disidente.
Uno puede pasar por alto la forma en que la embajada espía a los periodistas, que evoca los regímenes más oscuros. Me habría gustado ver a un representante del gobierno al descubierto en mis conferencias, si tiene algún interés. Pero no se puede ignorar el mensaje que transmite dicha conducta, una caza de brujas contra un periodista cuyas opiniones difieren de la línea del partido.
En el nuevo mundo de la alta tecnología ya no hay diferencia entre lo que está escrito y lo que se dice de aquí o de allí. En el nuevo mundo, que es fundamentalmente hostil a Israel, se da importancia a las voces alternativas que salen de Israel, voces diferentes a las del oficialismo que amenazan y dañan. Estas voces pertenecen a los verdaderos patriotas de Israel, que se preocupan por su destino y están afectados por su imagen mucho más que las personas que amenazan con silenciarlos. Los disidentes no tienen que disculparse por nada. Su país les debe mucho porque ellos son la fuerza que está salvando la imagen de Israel en el mundo. «Tus destructores y los que te convirtieron en residuos saldrán de ti» (Isaías 49:17). Y así es. Netanyahu y Lieberman, los legisladores de la derecha, los instigadores del nacionalismo y el racismo, los jóvenes encumbrados y los indiferentes de Tel Aviv. Pregunten a (casi) cualquier intelectual europeo o estadounidense.
Fuente: http://www.haaretz.com/print-