Traducido del inglés para Rebelión por Nadia Hasán y S. Seguí
Si bien la profundidad y la amplitud del dolor que provoca la incesante masacre sionista contra el pueblo palestino son inconmensurables, la victoria del pueblo palestino nunca ha estado más cerca. A pesar de los últimos 18 días de puro frenesí asesino fascista-sionista, que hasta la fecha ha causado la muerte de más de 971 palestinos y ha herido a más de 4.400, las condiciones resultantes a escala local, nacional, regional e internacional apuntan hacia una crisis política para el eje tripartito de escala monumental. Integrado por los EE.UU., el Estado sionista de Israel y varios regímenes árabes; este eje tripartito de conquista colonial y neocolonial se enfrenta ahora a un callejón sin salida en el ámbito geopolítico, demográfico y económico.
El balance político global en estos momentos muestra que las dos fuerzas que están diametralmente opuestas entre sí (los colonizadores y los colonizados) están mucho más firmes en sus posiciones. Por su parte, el eje de los colonialistas y neocolonialistas se está quedando sin espacio político para maniobrar.
La lucha de hoy se desarrolla en los últimos hogares (hablamos de viviendas auténticas) en las que vive el pueblo árabe, ya sea en Palestina, el Líbano, o en Iraq. En este contexto, la única opción disponible es conquistar físicamente no sólo a las familias que residen en estos hogares, sino también imponer una estructura política que sea aceptable para estas mismas familias asediadas. En Líbano e Iraq ha quedado demostrado que esto no sería posible en modo alguno, independientemente del nivel de devastación militar infringida. En el caso de Palestina, se ha intentado antes en numerosas ocasiones, y han fracasado en el tiempo todas y cada una de ellas, sin excepción. De hecho, las mismas zonas de Gaza que actualmente están siendo atacadas por los sionistas son las que fueron literalmente borradas con excavadoras durante los primeros años de la década de los 70 para dar cabida a los avances del ejército sionista. La política de tierra quemada sionista está también chamuscando eficazmente cualquier capacidad sionista para imponer su voluntad, sea directamente a través de un régimen militar, sea indirectamente a través de gobiernos títeres como el de Mahmud Abbas.
Además, la incesante brutalidad de estos últimos años en Iraq, Líbano y ahora Palestina de nuevo, ejercida sobre todos los ámbitos de la sociedad por medio de bombardeos y cerco de hambre a largo plazo, ha puesto de manifiesto para siempre el papel desempeñado por sus cómplices funcionariales locales y regionales. Las masas árabes, en cualquier lugar, están ya pidiendo al unísono el cambio de régimen, y acusan a sus líderes de traición sin precedentes. No cabe duda de que se trata de un preludio a un movimiento político organizado que puede conducir al cambio. Pero es una situación peligrosa para todos los déspotas árabes, cuyo papel ha quedado al descubierto en su totalidad así como su incapacidad para conquistar las conciencias del pueblo árabe. Es por esta misma razón que Estados Unidos optó por no vetar la Resolución del Consejo de Seguridad de la ONU no 1860. Simplemente, optó por ofrecer a sus gobiernos aliados árabes una hoja de parra con la que cubrirse al regresar a casa. Cualquiera que siga la televisión oficial de Egipto y la prensa escrita de este país puede comprobar la retirada abierta y defensiva del gobierno egipcio en un intento de justificarse y afirmar que no cometió traición. Traición es precisamente el término utilizado. Se trata de algo sin precedentes, en particular porque la inmensa mayoría de la población egipcia está efectivamente acusando de traición a su gobierno, a riesgo de ser detenida, lo que indica el carácter dictatorial del régimen.
La inhabilitación impuesta a los partidos políticos árabe-israelíes para participar en las próximas elecciones de febrero en Israel es probablemente el más claro indicador de la crisis a que se enfrentan los sionistas y sus aliados. Si bien estamos seguros de que la mayoría de activistas políticos se apresurarán a destacar el carácter estructural y orgánicamente racista del Estado de Israel, y con razón, nosotros optamos aquí por analizar las causas y las implicaciones reales de esta decisión.
Efectivamente, los líderes políticos sionistas están sucumbiendo a la exclusiva necesidad de autoconservación en tanto que clase política colonialista, y son incapaces de utilizar siquiera una pequeña hoja de parra para encubrir su sistema de apartheid. ¿Cómo si no podrían excluir al 20% de la población de una representación política, por superficial que fuera? ¿Cómo hacerlo sin, al mismo tiempo, dejar arrasado con el fuego -literalmente- su entorno? El sistema político sionista está mostrando claros signos de implosión. No consigue reconciliar el colonialismo de los asentamientos con la representación democrática, y sin duda no es capaz de reconciliar ciudadanía y exclusión teocrática. De aquí que los dos atributos más destacados del sionismo (la exclusión y el colonialismo) sean los mismos factores que tiene ante sí hoy la clase política israelí.
Este fue también el caso en Suráfrica. Varias décadas después de su fundación como colonia de asentamiento y años después de la imposición del apartheid como política de Estado, tuvo también que hacer frente a lo inevitable: el colonialismo y la representación democrática son irreconciliables. Y también Suráfrica implosionó en un momento en que muchos pensaban que era la potencia militar más fuerte de la zona y una de las mayores del mundo. Naturalmente, el principal aliado de Suráfrica en esa época era en esos momentos el Estado sionista mismo, dada la equivalencia de ideología, forma de gobierno y naturaleza militarista. De hecho, del mismo modo que Israel ha atacado varias veces Líbano, Suráfrica atacó repetidamente sus países limítrofes.
Es interesante notar que las dos décadas que condujeron a la implosión del régimen del apartheid ofrecían un escenario político similar al que tienen ante sí actualmente los sionistas:
- Una condena internacional que eventualmente condujo a generalizados boicoteos, sanciones y acusaciones de crímenes de guerra y crímenes contra la Humanidad. Ahora estamos en camino a una situación parecida. En este sentido, instamos a declarar un boicot amplio a todos los aspectos relacionados con el Estado de Israel: económicos, culturales, deportivos, políticos y diplomáticos. Este boicoteo debería transformarse luego en sanciones. En un primer momento, las sanciones populares pueden desarrollarse mediante un proceso de desinversión, a lo que seguirían las sanciones oficiales. El pueblo árabe debe situarse a la vanguardia de este proceso y poner fin a cualquier tipo de normalización con el sionismo, por forzada que sea.
- El colapso de los regímenes de su entorno, que condujo al aislamiento económico, diplomático y político regional. Todos los gobiernos vecinos están actualmente ante desafíos que exigirán cambios políticos estructurales.
- Contradicciones internas resultados de la dinámica política, los cambios demográficos y la incapacidad de imponer a largo plazo una estructura racista de gobierno a un pueblo colonizado, de ahí la inhabilitación de los partidos políticos árabe-israelíes de las elecciones.
- Deserciones políticas y organizativas en el seno de la estructura social y de los propios aliados.
- Fracaso en el intento de obtener victorias militares duraderas sobre una población muchísimo menos armada. Mientras que el ejército sionista debe mostrar una victoria militar y un control total reales, los palestinos sólo tienen que resistir el ataque y la brutalidad. Al final de sus ataques, el ejército sionista tendrá que retirarse dejando detrás un movimiento de resistencia que abarcará a todo el espectro político palestino -y no sólo Hamás- mucho más fuerte en términos de influencia política. La Franja de Gaza será ingobernable por cualquier entidad que no cuente con el apoyo del pueblo palestino.
- Incapacidad del régimen para imponer un sistema de gobierno aceptable para los colonizados, incapacidad que se exacerbará en función del nivel de brutalidad que se les imponga. De ahí que la opción de la obediente Autoridad Palestina sea en estos momentos nula.
- Reconocimiento por Estados Unidos y sus aliados occidentales de que el papel desempeñado por el gobierno constituye una amenaza a los intereses de las potencias occidentales en la zona. Aún no ha sucedido en el caso de Israel, pero está comenzando.
- Desaparición de las actividades comerciales y de suministro de recursos naturales necesarios, entre otros la de la fuerza de trabajo disponible.
- Reversión de los flujos migratorios, con más salidas de colonos que llegadas.
- Fracaso completo en los intentos de normalizar la conquista. Se trata de una tarea de importancia para todo el espectro político árabe en todos los países árabes (A-Wattan Al-Arabi).
Todos estos factores nos hacen llegar a la conclusión de que el sionismo, como sistema político, es incapaz de sobrevivir a largo plazo, del mismo modo que fue incapaz el régimen del apartheid, y ello porque requiere ejercer un nivel extraordinario de brutalidad durante un largo periodo de tiempo para imponer la presencia de un sistema político excluyente, incapaz de sobrevivir de otro modo.
Por todo ello, en la actual situación de resistencia palestina contra el fascismo sionista, el único resultado posible para los palestinos es el acercamiento a la victoria, y la única opción para los sionistas es soportar derrotas acumuladas. Llegará un momento en que habrán sucedido cambios cuantitativos de suficiente envergadura en el espectro geopolítico, y el cambio cualitativo tendrá lugar. Será en el momento en que con el firme avance palestino, apoyado por un movimiento popular árabe y un mar de solidaridad internacional, se cruzará el umbral a partir del cual las pérdidas para el eje colonial serán mayores que las ganancias. Estamos ahora en este punto.
Es preciso recordar aquí la importancia de los movimientos de solidaridad progresistas y de fuertes principios. Constituyen el único medio en el que puede sobrevivir un movimiento de liberación. Del mismo modo que la resistencia en la Franja de Gaza es obra de toda la población palestina (no es una lucha de Hamás contra Israel, es una lucha del pueblo palestino en su totalidad que resiste a un proyecto colonial, en Gaza como en otros lugares), el movimiento de solidaridad debe ser inclusivo. La Alianza para una Palestina Libre (Free Palestine Alliance, FPA) reconoce el importante papel desarrollado por muchas organizaciones y partidos políticos de todo el mundo, y pide que dicho papel se desarrolle y amplíe. La lucha palestina sigue siendo un banderín de enganche para todas las luchas anticolonialistas en todo el mundo, entre otras la lucha contra la guerra y las ocupaciones.
En Estados Unidos, la coalición A.N.S.W.E.R. (Act Now to Stop War and End Racism – Actúa ahora para poner fin a la guerra y el racismo) ha sido un aliado de primera línea del pueblo palestino que ha apoyado resueltamente la lucha de liberación nacional incluso ante ataques masivos de los sionistas y los progresistas. Si bien reconocemos que siempre habrá daños causados por los ataques de sionistas camuflados, las ganancias inherentes a una posición de fuertes principios exceden en mucho a los daños.
En ese contexto, la coalición A.N.S.W.E.R. ha evolucionado y se ha convertido en el principal espacio organizativo y político propio a la comunidad árabe y palestina para organizarse a gran escala en Estados Unidos. Es también un vehículo apropiado para establecer los vínculos necesarios de una solidaridad recíproca con otros pueblos y comunidades atacados: cuanto más fuerte sea el movimiento, antes llegará la victoria.
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