Como una constante que se ha acentuado en Israel de forma posterior a su triunfo en la guerra del ’67 -aquella guerra que según Idith Zertal transformó «lo que debería ser un refugio, un hogar y una patria en un templo y un eterno altar»-, este país se encuentra actualmente reforzando su poder en Medio […]
Como una constante que se ha acentuado en Israel de forma posterior a su triunfo en la guerra del ’67 -aquella guerra que según Idith Zertal transformó «lo que debería ser un refugio, un hogar y una patria en un templo y un eterno altar»-, este país se encuentra actualmente reforzando su poder en Medio Oriente a partir de la militarización de las relaciones internacionales. La pretensión israelí de dominio regional por la vía del militarismo se ha expresado en sus últimos ataques a Gaza, que incluyen la operación Plomo Fundido de 2008 y en el actual bombardeo con amenaza de exterminio a partir del ingreso por tierra, que ya ha implicado movilizar a 75.000 reservistas. No ha intentado otra cosa que activar la amenaza del exterminio el canciller israelí Avigdor Lieberman cuando señaló que «si entramos en Gaza por tierra tenemos que ir hasta el final», a pesar de que podría ser solamente una estrategia para amenazar y luego negociar en mejores condiciones.
Sin embargo, la estrategia militarista adoptada por Israel pareciera en cierta medida anacrónica, explicable por una excepcionalidad cultural constituida por el dominio que ejercen las IDF (Israel Defense Forces) en la sociedad israelí y por la heroificación religiosa. Ya lo había percibido Michel Warchawsky ante el inicio de la primavera árabe al señalar que » cuando escuchamos las declaraciones israelíes sobre la rebelión egipcia, el aspecto más chocante resulta el gran abismo que existe entre estas declaraciones y las del resto del mundo. Se hace evidente que Israel habita un planeta totalmente diferente».
La complejidad del escenario reside en que, a pesar del interés israelí de recuperar posiciones frente al nuevo escenario geopolítico regional con esta nueva ofensiva militarista [1] , así como a partir del importante resguardo que le brinda su alianza estratégica con EE.UU, el contexto actual ya no es el mismo. Las recientes rebeliones en el Mundo Árabe han expresado la vocación popular por demandas democráticas e igualitarias capitalizadas en ciertos casos por grupos religiosos tradicionales como los Hermanos Musulmanes. Así también, hemos visto últimamente una ronda de hostilidades frente a las autoridades diplomáticas estadounidenses en la región, que incluyeron el asesinato del embajador Chris Steven en Libia, así como las violentas manifestaciones frente a la embajada estadounidense en El Cairo, Túnez, entre otras, que dan cuenta del profundo sentimiento antinorteamericano de ciertas multitudes.
Suman a ello la constatación de que Egipto ya no se encuentra bajo los designios de Hosni Mubarak, sino de Mohamed Morsi, quien pertenece a la cofradía de los Hermanos Musulmanes y que triunfó en las primeras elecciones realizadas de forma posterior a la rebelión egipcia. Éste último, al igual que el primer ministro turco Recep Tayip Erdogan, expresa cierta autonomía frente a los poderes occidentales, mientras que Mubarak era un incondicional aliado de los intereses estadounidenses en la región y garantizaba el bloqueo a la Franja de Gaza.
Las consecuencias de esta nueva radicalización militar israelí posiblemente sean más inciertas actualmente, puesto que Israel actúa como «pez grande» -lo que efectivamente era y sigue siendo- en un escenario en mutación. A pesar de lo incierto del escenario regional, lo que sí parece asegurado con esta escalada de violencia, es la derechización del electorado nacional hacia a las elecciones en enero. Como ha demostrado Idith Zertal, revivir la amenaza del holocausto y el aniquilamiento ha sido una constante en las formas de manipulación de la política israelí instrumentada desde las elites político-militares, y resulta evidente señalar que este contexto a nivel interno favorecerá una vez más a la derecha.
Ariel Goldstein es Sociólogo (UBA). Becario Conicet en el Instituto de Estudios de América Latina y el Caribe (Iealc).
[1] Agradezco al sociólogo Nicolás Damin por señalarme esta cuestión.
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