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J. F. Kennedy y la idea de la «dulce aproximación a Cuba»

Fuentes: Rebelión

Al triunfar la Revolución Cubana el 1 de enero de 1959, la administración republicana de Dwight D. Eisenhower, aunque reconoció a regañadientes el nuevo gobierno el 7 de enero de ese año se lanzó a evitar la consolidación de la Revolución Cubana, tratando de evitar que los intereses estadounidenses en la Isla fueran lastimados. i […]

Al triunfar la Revolución Cubana el 1 de enero de 1959, la administración republicana de Dwight D. Eisenhower, aunque reconoció a regañadientes el nuevo gobierno el 7 de enero de ese año se lanzó a evitar la consolidación de la Revolución Cubana, tratando de evitar que los intereses estadounidenses en la Isla fueran lastimados. i

En abril de 1959, el vicepresidente norteamericano Richard Nixon se entrevistó con Fidel Castro en Washington con el objetivo de informarse de los rumbos que seguiría Cuba bajo su liderazgo. Al concluir la entrevista, Nixon resumió sus impresiones en un memorándum, del cual envío copias a Eisenhower, al director de la CIA, Allen Dulles, al Secretario de Defensa, al Jefe de Estado Mayor Conjunto de las Fuerzas Armadas yanquis y a otras figuras de los círculos de poder estadounidenses. En dicho documento, Nixon argumentó que el triunfo de la Revolución Cubana afectaría sustancialmente los intereses económicos y políticos de los Estados Unidos al sur del río Bravo y que el Jefe de la Revolución Cubana era, sin duda, un hombre influido por el comunismo internacional.ii

Hay que destacar que el simbolismo que ejercía la Revolución Cubana, con todas sus medidas populares, para el resto de los países del hemisferio, incluso antes de ser declarado su carácter socialista, era incompatible con los intereses hegemónicos del gobierno norteamericano. De este modo, una vez que Cuba mostró su posibilidad de actuar como nación independiente tanto en el plano interno como en política exterior,iiien una región que los Estados Unidos consideraban su traspatio seguro, la esencia del conflicto Cuba-Estados Unidos, incólume desde el siglo XIX, llegó al pináculo de su expresión.iv

Como ha dicho Noam Chomski:

«La agresiva e intervencionista política exterior norteamericana de la posguerra, ha tenido mucho éxito en crear una economía global en la cual las corporaciones ubicadas en Estados Unidos pueden operar con amplia libertad y altos beneficios. Pero ha habido fracasos, por ejemplo, en Cuba e Indochina. Cuando algún país tiene éxito en desembarazarse del sistema global dominado por Estados Unidos, la respuesta inmediata ha sido (sin excluir el terror y el sabotaje), evitar lo que, algunas veces, ha sido llamado, en documentos internos, «éxitos ideológicos»…, el temor de los planificadores ha sido siempre que el éxito de la revolución o de la reforma social pueda influir en otros para seguir el mismo ejemplo».v

Por tales razones, no pasó mucho tiempo para que la administración Eisenhower desplegara un amplio espectro de políticas agresivas contra la Revolución Cubana como: las campañas difamatorias, los sabotajes a los bienes económicos de la Isla, los ataques piratas, el apoyo por medio de operaciones encubiertas de la CIA a la contrarrevolución interna en actos de sabotajes, la incitación y el apoyo a todo tipo de bandidismo, los intentos de asesinato contra los líderes de la Revolución, la utilización de la Organización de Estados Unidos (OEA) para condenar y aislar diplomáticamente a Cuba, entre otros actos de agresión. Sin embargo, muy pronto la CIA y el Presidente llegaron a la conclusión de que el único modo de «solucionar» el asunto de Cuba, era sobre la base de asesinar a Fidel Castro o invadir la Isla. De este modo, desde marzo de 1960 comenzaron la organización de un ejército de mercenarios cubanos, algunos de ellos criminales batistianos, para invadir Cuba. Al año siguiente, el 3 de enero de 1961, el gobierno norteamericano rompió las relaciones diplomáticas con Cuba. A esas alturas, el demócrata J.F.Kennedy había triunfado en las elecciones presidenciales de los Estados Unidos.

En los inicios del gobierno de John F. Kennedy (1961-1963), lo que se vislumbraba era que nada cambiaría en la política hacia Cuba. Durante la campaña electoral, Kennedy había hecho alusión a los contrarrevolucionarios cubanos definiéndolos como «luchadores por la libertad», pidiendo su apoyo y heredando los planes de invasión a Cuba aprobados por la administración Eisenhower. Kennedy aportó al diseño de política norteamericana hacia Cuba el llamado «libro blanco», donde se situaba a Cuba como un satélite soviético y una amenaza comunista para el hemisferio, continuando junto a ello la política de sabotajes, ataques piratas y planes de asesinatos de los líderes de la Revolución.

La invasión de Cuba por Playa Girón en abril de 1961 fue un duro revés para Kennedy, quien comprendió hasta que punto había sido mal asesorado, e incluso engañado, por sus colaboradores más cercanos, sobre todo por la CIA.vi

De la humillación surgió entonces la idea del desquite. Esta se expresó en la «Operación Mangosta», el plan subversivo más grande orquestado contra Cuba desde Washington que debía culminar con la intervención en la Isla de las Fuerzas Armadas de los Estados Unidos en octubre de 1962. Luego, la llamada «Crisis de los Misiles», que puso al mundo al borde del holocausto nuclear, concluyó con un acuerdo entre los Estados Unidos y la URSS de retirar los cohetes nucleares soviéticos instalados en la Isla, sin tener en cuenta los criterios de la máxima dirección de Cuba. A cambio, Estados Unidos desmantelaría meses después los que tenían en Turquía y se comprometía a no invadir la Isla. Sin embargo, Cuba fue la más afectada con la solución de la crisis, pues la garantía de la palabra del presidente norteamericano, como ya se había puesto en evidencia en otras ocasiones, tenía muy poco valor. Por eso, Fidel Castro planteó los conocidos «Cinco Puntos».vii

Como ha destacado el prestigioso investigador cubano Esteban Morales Domínguez, constituyó un error moral, ético y político estratégico de la dirección soviética, dejar a Cuba al margen de la negociación con Estados Unidos para la retirada de los cohetes. De no haberlo hecho así, la URSS habría podido fortalecer su posición frente a Estados Unidos, además de mostrar respeto a su aliado estratégico, aunque fuera un país pequeño, tal y como correspondía a las relaciones entre Cuba y la URSS, y a la confianza que la dirección cubana había depositado en ellos. Asimismo, habría sido posible vencer a Estados Unidos en la confrontación política producida por la crisis ; viii dado que tanto políticamente, como moralmente, Cuba tenía pleno derecho a contar con las armas necesarias para su defensa, aunque se tratara de cohetes nucleares, y estuviesen a noventa millas del territorio de Estados Unidos .

De haber prevalecido la concepción cubana, esgrimida desde el principio por Fidel Castro, tanto respecto a la instalación de los cohetes -de no hacerlo en secreto-, como sobre los términos y el momento en que debió negociarse su retirada, la conclusión de la crisis de octubre hubiese servido de base para resultados fundamentales en el desenvolvimiento ulterior de la confrontación Cuba – Estados Unidos, evitando así que Kennedy sacara el mayor provecho de la misma. ix

«La operación Mangosta» se disolvió inmediatamente después de la Crisis de Octubre y se creó un «Comité Cubano de Coordinación», dentro del Departamento de Estado de los Estados Unidos en el que participaban diversas agencias, con la responsabilidad de fomentar proposiciones de acciones clandestinas contra Cuba, analizadas y aprobadas o no por un «Grupo Especial» presidido por el asesor para Asuntos de Seguridad Nacional, McGeorge Bundy.

Mas la política hacia Cuba fue formulada en el año 1963 de manera general por un Grupo Permanente del Consejo de Seguridad Nacional integrado por: Robert Kennedy, Fiscal General; Robert McNamara, secretario de Defensa; John McCone, nuevo director de la CIA; Theodore Soresen, ayudante del Presidente; y el ya mencionado McGeorge Bundy.

De todos estos reajustes en lo que respecta a la toma de decisiones con Cuba, se puede deducir sin mucha dificultad, que el presidente Kennedy quería que el control de la política hacia Cuba quedara en el ejecutivo y saliera de las manos de la CIA, pues a su entender, la agencia durante mucho tiempo había actuado con demasiada autonomía en lo relacionado con la Isla, apoyándose en la contrarrevolución cubana. Las decisiones de la CIA en torno a Cuba quedaron, a partir de ese momento, subordinadas oficialmente al ejecutivo estadounidense, aunque entre bastidores continuó tomando decisiones por su cuenta y desarrollando acciones que eran desconocidas por el ejecutivo.x Robert F. Kennedy actuaría como representante personal del ejecutivo en las tareas de la CIA contra la Revolución Cubana.

Sin embargo, después del fracaso de la invasión estadounidense por Playa Girón y de la terrible experiencia de la Crisis de Octubre de 1962, Kennedy, al parecer convencido de que no era inteligente en ese momento intentar cambiar el régimen cubano por la vía militar directa, comenzó a valorar un extenso espectro de tácticas donde quedaran por igual satisfechos los intereses estratégicos de los Estados Unidos. Entre el amplio abanico de opciones que se discutía, el presidente estadounidense aceptó explorar, de manera cautelosa y discreta, un posible modus vivendi con la Isla, pero antes necesitaba saber qué concesiones estaba dispuesta hacer Cuba a los Estados Unidos en caso de lograrse algún tipo de arreglo. Al mismo tiempo, la decisión de la URSS de retirar los cohetes sin contar con los cubanos y el disgusto de la dirección de la Isla con tal actitud, parecían mostrarle a Kennedy una brecha entre cubanos y soviéticos que valía la pena explotar. También un posible arreglo con Cuba sintonizaba muy bien con las intenciones de Kennedy de construir una estructura de paz con la URSS en esos momentos. Como bien señaló en un brillante libro Arthur M. Schlesinger, quien tuvo la oportunidad de estar muy cerca del presidente Kennedy durante su mandato presidencial, dado su responsabilidad de asesor personal:

«En cuanto a Kennedy, sus sentimientos experimentaron un cambio cualitativo después de lo de Cuba (la Crisis de Octubre de 1962); un mundo en el que las naciones se amenazasen mutuamente con armas nucleares, le parecía ahora, no precisamente un mundo irracional, sino un mundo intolerable e imposible. Así, Cuba, hizo surgir el sentimiento de que este mundo tenía un interés común en evitar la guerra nuclear, un interés que estaba muy por encima de aquellos intereses nacionales e ideológicos que en algún tiempo pudieron parecer cruciales». xi

En su célebre discurso en la Universidad Americana en junio de 1963, Kennedy hizo un fuerte llamado a la paz mundial y reexaminó la actitud norteamericana hacia la URSS.

«Ninguna nación en la Historia -dijo- ha sufrido más que la Unión Soviética en el curso de la Segunda Guerra Mundial. Si volviese de nuevo la guerra mundial, todo lo que ambas partes han construido, todo aquello por lo que hemos luchado, quedaría destruido en las primeras veinticuatro horas. Sin embargo, unos y otros estamos acogidos a un peligroso y vicioso círculo, en el que la sospecha de un lado alimenta la sospecha del otro, y las nuevas armas originan otras para contrarrestarlas.

(…)

Si no podemos ahora poner fin a todas nuestras diferencias, al menos podemos contribuir a mantener la diversidad del mundo. Pues, en último término, el lazo fundamental que nos liga es que todos habitamos este pequeño planeta. Todos nosotros respiramos el mismo aire. Todos acariciamos el futuro de nuestros hijos. Y todos somos mortales».xii

Pasos como la firma de un tratado con la URSS sobre prohibición de pruebas nucleares, el establecimiento del llamado «teléfono rojo» para establecer comunicación directa para casos de urgencia entre el Kremlin y la Casa Blanca y el autorizo estadounidense a vender excedentes de su producción de trigo a la Unión Soviética, contribuyeron a establecer un clima de relajación de las tensiones entre las dos grandes potencias adversarias durante el transcurso del año 1963. Por supuesto, todo eso tuvo su impacto en la política norteamericana hacia Cuba.

Ya desde el 11 de abril de 1963 Gordon Chase, quien se desempeñaba como asistente de McGeorge Bundy, había señalado en memorándum enviado a este último, que todos estaban preocupados por solucionar el problema cubano, pero que hasta ese momento solo habían tratado de resolverlo a través de «maldades abiertas y encubiertas de diversa magnitud», obviando la otra cara de la moneda: «atraer suavemente a Castro hacia nosotros». Chase expuso a Bundy sus consideraciones de que si la «dulce aproximación a Cuba» tenía resultado, los beneficios para los Estados Unidos serían sustanciales.

«Probablemente -sostenía Chase- pudiéramos neutralizar a corto plazo por lo menos dos de nuestras principales preocupaciones en relación con Castro: la reintroducción de los misiles ofensivos y la subversión cubana. A largo plazo, podríamos trabajar en la eliminación de Castro a nuestra conveniencia y desde una posición de ventaja».xiii 

Asimismo, Chase planteó a Bundy que los dos obstáculos que se divisaban frente a este posible giro político en relación a Cuba: el rechazo interno y la renuencia de Fidel a dejarse seducir, eran difíciles, pero no imposibles de superar.

Lo que proponía Chase no era más que una manera distinta de presentar y ejecutar la política de Estados Unidos hacia Cuba a través de métodos más suaves, flexibles y sutiles. Mas está claro que la finalidad de dicha política permanecía inmutable: cercenar la postura soberana de Cuba en política exterior a corto plazo (sobre todo en lo que respecta a sus relaciones con la URSS y el apoyo a los movimientos revolucionarios en América Latina) y destruir a largo plazo la Revolución Cubana, con lo que se satisfacían los intereses fundamentales de Washington. La historia posterior demuestra que Kennedy estuvo de acuerdo con explorar esta posibilidad.

Para abril de 1963 la administración Kennedy analizaba todas las variantes que pudieran resolver el «problema cubano», lo cual se convirtió prácticamente en una obsesión del presidente hasta el fatídico 22 de noviembre de 1963. De esta manera, junto con las propuestas de sabotaje encubierto, presiones diplomáticas y planes de contingencia militar, en los documentos ultrasecretos del Consejo de Seguridad Nacional de los Estados Unidos se incluía la posibilidad de un desarrollo gradual de cierta forma de arreglo con Castro. En un memorándum sobre «El problema cubano», McGeorge Bundy explicó la lógica de este tipo de iniciativa:

«Siempre existe la posibilidad de que Castro u otros que actualmente ocupan altos cargos en el régimen vean alguna ventaja en un viraje gradual de su actual dependencia de Moscú. En términos estrictamente económicos, tanto Estados Unidos como Cuba tienen mucho que ganar con el restablecimiento de las relaciones. No es inconcebible que Castro siga la línea de Tito, y una revolución diplomática total no sería el suceso más extraordinario del siglo XX».xiv

Las negociaciones para el regreso a los Estados Unidos de 1 200 mercenarios, encarcelados en Cuba después de la invasión de Girón, propició el primer canal de comunicación entre ambos países. James Donavan, abogado de Nueva York, encargado por el gobierno estadounidense de negociar la liberación de los prisioneros de Bahía de Cochinos,xv se convirtió en el primer trasmisor de la disposición de Fidel -con el que se reunió en varias oportunidades- de resolver el conflicto entre ambos países.xvi Peter Kornbluh ha señalado que, para fines de junio de 1963, «la CIA había recopilado media docena de informes de inteligencia que, según un resumen secreto realizado por su vice director Richard Helms, «sugerían el interés cubano por un acercamiento con Estados Unidos».xvii

 

No fue hasta el 6 de junio de 1963, que el «Grupo Especial» evaluó el tema de las conversaciones de James Donavan con Fidel Castro y los demás informes de inteligencia sobre el interés de Cuba en mejorar las relaciones. En dicha reunión se valoraron las distintas vías para establecer canales de comunicación con el líder de la Revolución Cubana y el grupo coincidió en que este era un esfuerzo útil.xviii

Sin embargo, la periodista estadounidense de la ABC, Lisa Howard,xix que había viajado a Cuba en abril de ese año con la intención de entrevistar a Fidel, fue el elemento catalizador de los contactos entre ambos países. En septiembre de 1963, Howard le expresó a William Attwood,xx funcionario de la administración Kennedy adscrito a la misión de Estados Unidos en las Naciones Unidas, que Fidel Castro, con el que se había reunido por varias horas durante su visita a La Habana, le había expresado su disposición a establecer algún tipo de comunicación con el gobierno de los Estados Unidos y a explorar la posibilidad de un modus vivendi. Este criterio se lo había trasladado también a Atwood el embajador de Guinea en La Habana, Seydon Diallo. Por otro lado, Atwood había leído también el interesante artículo de Howard en el periódico liberal War/Peace Report, bajo el título «Castro`s Overture» (Las insinuaciones de Castro), donde la periodista señalaba que en 8 horas de entrevista con ella, Fidel había sido aún más enfático acerca de su deseo de sostener negociaciones con Estados Unidos.xxi Como resultado, Atwood y Howard echarían a andar un plan para iniciar conversaciones secretas entre Estados Unidos y Cuba.

Attwood, entusiasmado con la idea de establecer algún tipo de acercamiento entre Estados Unidos y Cuba, conversó el asunto en Washington el 12 de septiembre de 1963 con el subsecretario de Estado, Averell Harriman, quien le sugirió que escribiera un memorándum al respecto. Attwood no perdió tiempo y seis días después tenía listo el documento. Este comenzaba diciendo:

«Este memorándum propone un curso de acción que, de alcanzar resultados positivos, podría eliminar el tema de Cuba de la campaña (presidencial estadounidense) de 1964″.

«No propone ofrecer un «trato» a Castro -decía a continuación- , lo que desde un punto de vista político sería más peligroso que no hacer nada, pero sí una investigación discreta sobre la posibilidad de neutralizar a Cuba según nuestros propios intereses…

Ya que no pretendemos derribar el régimen de Castro por la fuerza militar, ¿hay algo que podamos hacer para promover los intereses estadounidenses sin que se nos acuse de contemporizar?

Según diplomáticos neutrales y otros con los que he hablado en las Naciones Unidas y Guinea, existen motivos para creer que a Castro no le agrada su actual dependencia del bloque soviético; que no le agrada ser en realidad un satélite; que el embargo comercial lo daña, aunque no lo suficiente como para hacer peligrar su posición; y que le gustaría tener algún contacto oficial con Estados Unidos y haría mucho por obtener una normalización de las relaciones con nosotros, aunque la mayoría de su séquito comunista a ultranza, como Che Guevara, no lo acogiera con beneplácito.

Todo esto puede no ser cierto, pero parecería que tenemos algo que ganar y nada que perder averiguando si en realidad Castro desea hablar y qué concesiones estaría dispuesto a hacer…

Por el momento, lo único que desearía es autoridad para hacer contacto con (Carlos) Lechuga (el jefe de la misión de Cuba en las Naciones Unidas). Veremos entonces que ocurre».xxii

Muy difícilmente, los líderes cubanos, de saber la malevolencia que se escondía en las intenciones de Washington en cuanto a la exploración de un posible acomodo con Cuba, hubieran accedido a tener algún contacto con las autoridades de Estados Unidos. Pero también cabe la posibilidad de que la máxima dirección de la Isla, sin ignorar las malas intenciones de Washington, aprovechara la maniobra para ganar tiempo y preparar al país política y militarmente para enfrentar a los yanquis. La finalidad de los tenues acercamientos a Cuba, que iniciaría Estados Unidos bajo la anuencia de Kennedy, había quedado muy bien definida en el memorándum de Attwood: neutralizar a Cuba según los intereses de Estados Unidos, sacándole la mayor cantidad de concesiones posibles. Por supuesto, esas concesiones implicaban que Cuba cediera parte de su soberanía en política exterior, sobre todo en lo que respecta a sus relaciones con la Unión Soviética y el apoyo a los movimientos revolucionarios en América Latina. De no ser bajo esas condiciones, Estados Unidos no se arriesgaría a un modus vivendi con Cuba. Esta posición de Estados Unidos ha sido una constante en los pocos momentos en que han existido intenciones de normalizar o restablecer las relaciones entre ambos países. Como también ha sido una constante la posición de Cuba favorable a la normalización de las relaciones, en condiciones de igualdad y sin imposiciones y condicionamientos que impliquen la renuncia de Cuba a sus más sagrados principios o el menoscabo de su soberanía.

Attwood mostró el propio 18 de septiembre el memorándum al entonces embajador de Estados Unidos ante la ONU, Adlai Stevenson, quien se comprometió a discutir el asunto con el presidente. Al día siguiente, se reunió de nuevo con Harriman en New York y le mostró el memorándum. El subsecretario de Estado, después de leer el memorándum, le sugirió a Attwood que lo discutiera también con el Fiscal General, Robert F. Kennedy. Mas ya al día siguiente de este encuentro, Stevenson había obtenido la aprobación del Presidente para que Attwood sostuviera un discreto contacto con el embajador cubano en Naciones Unidas, Carlos Lechuga. Inmediatamente, Attwood habló con Lisa Howard para que le preparara el contacto con Lechuga. En medio del salón de delegados de las Naciones Unidas, Howard se acercó a Lechuga el 23 de septiembre y, según recuerda el propio Lechuga, le dijo que Atwood deseaba hablar con él y que era algo urgente.xxiii

El encuentro se produjo en la casa de la periodista en la noche del propio 23 de septiembre, de manera bastante informal -como lo había pedido el propio Atwood-, aprovechando una fiesta que la misma preparó y a la cual invitó a Lechuga. xxiv

A este primer contacto de Atwood y Lechuga, siguieron otros en el salón de delegados de las Naciones Unidas. En esa primera reunión informal, se había valorado la posibilidad, a sugerencia de Lechuga, de que Atwood viajara a Cuba a conversar con Fidel. La respuesta llegó unos días después cuando Atwood le trasmitió a Lechuga que el gobierno de Estados Unidos, después de evaluar la propuesta, había decidido que no era conveniente que él viajara a Cuba en esas circunstancias debido al peligro de filtración dada su «condición oficial»,xxv pero que su gobierno estaba en la mejor disposición de reunirse con Fidel o algún emisario suyo en Naciones Unidas. El 28 de octubre, Lechuga le comunicó a Attwood que La Habana no pensaba que enviar a alguien a las Naciones Unidas fuera de utilidad en ese momento, pero que esperaba que pudieran seguir los contactos entre ellos.xxvi Desde la Casa Blanca, Gordon Chase, designado por Bundy, controlaba y dirigía los nuevos pasos de Estados Unidos en relación con Cuba.

Posteriormente, Lisa Howard ofreció su casa para que Atwood conversara directamente con Fidel Castro por intermedio de su ayudante René Vallejo. También para que a través de ella, Vallejo le trasladara mensajes a Atwood.xxvii

El 31 de octubre, en una llamada que Vallejo realizó a Lisa Howard, este trasladó el mensaje de que Fidel estaba dispuesto a enviar un avión a México a recoger a un enviado de Washington y trasladarlo a un aeropuerto secreto cerca de Varadero, donde tendría una reunión a solas con el líder de la Revolución Cubana. Lisa Howard respondió que dudaba que eso fuera posible y que quizás lo mejor era que él (Vallejo), como vocero personal de Fidel, viajara a Naciones Unidas o a México a reunirse con un representante del gobierno de los Estados Unidos.

El 11 de noviembre, Vallejo se comunicó telefónicamente con Lisa Howard y le reiteró el interés de Fidel de reunirse con algún emisario de Estados Unidos y que, en ese caso, un avión cubano podía recoger a la persona designada por el gobierno de los Estados Unidos en Key West y trasladarlo a uno de los aeropuertos cercanos a La Habana donde participaría en una reunión con Fidel. Cuando Atwood comunicó esto a Bundy, este le indicó que primero debía realizarse un contacto de él (Atwood) con Vallejo en Naciones Unidas para saber que tenía en mente Fidel, particularmente si estaba interesado en conversar sobre los puntos señalados por Stevenson en su discurso en Naciones Unidas el día 7 de octubre, considerados inaceptables por Estados Unidos:xxviii la «sumisión de Cuba a la influencia comunista externa», «la campaña cubana dirigida a subvertir al resto del hemisferio» y «el no cumplimiento de las promesas de la Revolución respecto a los derechos constitucionales». Como indicó Bundy en un memorando oficial: «sin tener indicios de la disposición de ir en esa dirección, es difícil ver qué podríamos lograr con una visita a Cuba».xxix

Attwood trasmitió el 18 de noviembre por vía telefónica el mensaje a Vallejo, quien le contestó que no era posible que él viajara en ese momento a New York, pero que en cambio, se enviarían instrucciones a Lechuga para discutir con él (Attwood) una agenda con vistas a una posterior reunión con Fidel. Al día siguiente, Atwood reportó telefónicamente su conversación a Gordon Chase.xxx El asistente de Bundy le indicó entonces a Atwood que, luego que recibiera la llamada de Lechuga para fijar una cita para el análisis de la agenda, se pusiera rápidamente en contacto con él, pues el Presidente quería conocer de inmediato el resultado para considerar el próximo paso que debía dar la administración.

Paralelamente, en esos días Kennedy se enteró de que el periodista francés Jean Daniel, que se encontraba en Estados Unidos, se dirigía camino a Cuba para entrevistar a Fidel Castro. De inmediato lo invitó a tener una reunión con él. En dicho encuentro, el presidente estadounidense conversó con Jean Daniel sobre varios temas que le interesaba este los analizara con Fidel Castro. Según relató posteriormente Jean Daniel, Kennedy le había señalado que Estados Unidos estaba pagando por los pecados cometidos por su país durante el régimen de Batista y que el estaba de acuerdo con los planteamientos iniciales de la Revolución, pero que «Castro había aceptado ser un agente soviético en América Latina» y por su culpa «el mundo había estado al borde de una guerra nuclear en octubre de 1962″. También cuenta el periodista francés que el presidente estadounidense le añadió:

«Los rusos entendieron muy bien, al menos después de nuestra reacción, pero en lo que se refiere a Fidel Castro, debo decir que yo no se si se da cuenta de esto,…Usted me lo puede decir si lo hace cuando regrese. En cualquier caso las naciones de América Latina no van alcanzar la justicia y el progreso de esa manera, quiero decir a través de la subversión comunista. (…) Los Estados Unidos tienen ahora la posibilidad de hacer todo el bien en América Latina como lo han hecho mal en el pasado,…En cualquier caso, no podemos permitir que gane la subversión comunista en los demás países de América Latina. Dos diques son necesarios para contener la expansión soviética: el bloqueo, por un lado, un enorme esfuerzo hacia el progreso, por el otro. Este es el problema en pocas palabras. Ambas batallas son igualmente difíciles».xxxi

Según Jean Daniel, Kennedy hizo un último comentario: «La continuación del bloqueo depende de la continuación de las actividades subversivas».xxxii (Se refiere al apoyo cubano a los movimientos revolucionarios en el hemisferio)

Asimismo, el 18 de noviembre, en un discurso pronunciado en Miami, Kennedy había enviado otro mensaje a Cuba. Una cuadrilla de conspiradores, dijo, había hecho de Cuba instrumento de un esfuerzo dirigido por potencias externas para subvertir el orden de las restantes Repúblicas americanas.

«Esto y sólo esto nos divide -enfatizó Kennedy-. Mientras esto siga siendo así, nada es posible; sin ello, todo es posible. Una vez que se haya suprimido esta barrera, estaremos dispuestos a trabajar de todo corazón con el pueblo cubano para alcanzar esos objetivos de progreso, que hace muy pocos años despertaron las esperanzas y las simpatías del hemisferio».xxxiii

Cuatro días después, el 22 de noviembre, se produjo el asesinato de Kennedy en Dallas, coincidentemente el mismo día que el periodista francés, Jean Daniel, bajo el encargo personal de Kennedy, conversaba con Fidel Castro. Sobre esa entrevista amplió también el líder de la Revolución Cubana en una conferencia celebrada en La Habana en 1992 al conmemorarse el 40 aniversario de la Crisis de Octubre:

«Se presenta en nuestro país un periodista francés, era conocido, que acababa de tener una reunión con Kennedy. Vino muy impresionado de Kennedy, bien impresionado, decía que era una máquina, tal como lo tenía organizado todo, todas las cosas. El me trasmite que se hospeda en un hotel de La Habana, y tan pronto recibo la noticia le digo que sí, que me voy a reunir con él, y él dijo que traía como un mensaje de Kennedy.

Para poder hablar con más calma, le dije: lo recojo y lo llevo a Varadero, para crear un ambiente relajado, pudiéramos decir, en que él pudiera explicar las ideas y el mensaje que traía. No era un mensaje en el sentido formal de la palabra, sino le dijo que quería que viniera. Le habló mucho de la crisis, de los peligros enormes de que estallara una guerra…, las consecuencias de esa guerra, y que él quería que hablara conmigo, que analizara esta cuestión, que me preguntara si yo estaba consciente de hasta qué punto había sido grande ese peligro. La esencia del mensaje es que hablara conmigo largamente sobre todos estos temas, que después volviera a Estados Unidos, a Washington y le informara de la conversación. Por lo tanto el periodista lo interpretó como un gesto, con el deseo de establecer un contacto, un deseo de explorar que pensábamos nosotros sobre todo esto y, además, establecer una cierta comunicación. Le dijo: vaya, hable, analice todo este problema y vuelva; eso era en esencia.

Voy a decir que prácticamente el periodista ni terminó de explicarme todo lo que tenía que decirme, porque fue temprano, no recuerdo si eran las 11:00 am, hora Dallas. No había llegado siquiera el mediodía, íbamos a almorzar, no habíamos almorzado, y estando en estas conversaciones, en estos análisis, llega por radio allí mismo la noticia de que han atentado contra la vida de Kennedy. Vea usted que casualidad.

Yo lo interpreté, realmente, como un gesto tendiente a establecer alguna comunicación, algún intercambio, porque como Kennedy había quedado con tanta autoridad dentro de su país después de la crisis, podía hacer las cosas que quizás anteriormente no había hecho. A mi juicio tenía el valor de hacerlo, porque se necesitaba cierto valor para desafiar estados de opinión en todas estas cuestiones.

(…)

Pero no podría decirles muchos más datos, en esencia es esto que les expliqué, porque no se trató de un mensaje escrito, o un mensaje verbal de decir: Queremos mejorar las relaciones, sino que le habló de mí en términos respetuosos, conversó largamente sobre eso; le pidió que me viniera a ver y que hablara conmigo, y que después regresara a Washington y le informara».xxxiv

Si bien es cierto que Kennedy no soslayó la posibilidad de explorar un acomodo con Cuba, no renunció en ningún instante a la política agresiva contra Cuba. Aunque sabía que la invasión militar directa con tropas estadounidenses era poco recomendable en esos momentos, dado el compromiso estadounidense con la URSS de no invadir la Isla, se reservaba esa posibilidad como última opción. La estrategia de Kennedy en relación con Cuba se centró entonces en jugar todas las cartas posibles con tal de satisfacer los intereses estadounidenses en relación a la Isla socialista. De esta manera se combinaban las acciones terroristas, las tácticas diplomáticas y la formación de un ejército mercenario, para conformar un programa de múltiple vía para derrocar al socialismo cubano.

El 19 de junio de 1963 el presidente Kennedy había aprobado, a solicitud del Grupo Permanente, un programa de sabotajes contra sectores claves de la economía cubana como la energía eléctrica, refinería de petróleo y almacenes, transporte ferroviario y por carretera. El propio 12 de noviembre, Kennedy sancionó un plan de la CIA para que «grupos anticastristas» operaran contra Cuba desde Nicaragua y Costa Rica y para «operaciones de destrucción…contra una gran refinería de petróleo e instalaciones de almacenaje, una gran planta eléctrica, refinerías de azúcar, puentes ferroviarios, instalaciones portuarias y la demolición submarina de muelles y naves».xxxv Asimismo, Kennedy continuó su política de aislamiento diplomático, reforzamiento del bloqueo económico y acciones encubiertas contra Cuba. Por su parte, la CIA no renunció a su intención de atentar contra la vida de Fidel Castro. El propio Inspector General de la CIA durante la administración Kennedy escribiría posteriormente: «Es muy probable que en el preciso momento en que se disparó contra el presidente Kennedy, un funcionario de la CIA estuviera reunido con un agente cubano en París dándole un dispositivo para asesinar a Castro».xxxvi

 

La negativa del presidente Johnson de continuar los pasos de Kennedy.

Solo 3 días después del asesinato de Kennedy, Gordon Chase expresó en memorándum dirigido a Bundy sus dudas sobre la posibilidad de un acomodo con Cuba con Lyndon Baines Johnson al frente de la Casa Blanca:

«En tanto que pienso que el presidente Kennedy pudo haber llegado a un acuerdo con Castro y salirse con la suya con un mínimo de exaltación nacional, no estoy tan seguro con el presidente Johnson. Existe un problema, un nuevo Presidente quien no tiene antecedentes de haber desafiado con éxito a Castro y a los comunistas (como por ejemplo, el presidente Kennedy en octubre de 1962) probablemente correría mayor riesgo de ser acusado por el pueblo estadounidense de «blandenguería». Además, el hecho de que Lee Oswaldxxxvii ha sido anunciado como típico pro Castro pudiera hacer el reacercamiento a Cuba más difícil, si bien es difícil decir cuánto más difícil».xxxviii

No obstante, Chase expresó su punto de vista de que una conversación preliminar entre Attwood y Lechuga valía la pena para tener «una valiosa lectura sobre lo que Castro considera negociable (por ejemplo, ¿los vínculos con los soviéticos?) y un indicio sobre cómo él contempla el efecto del 22 de noviembre en las relaciones cubano-estadounidenses».xxxix

Chase no se equivocó en su premonición, pues Johnson no estaría dispuesto a continuar los movimientos tenues dados durante la presidencia de Kennedy en pos de explorar un modus vivendi entre Estados Unidos y Cuba. Todo lo contrario, su política buscaría presionar aún más las clavijas a la Isla con la intención de pulverizar la Revolución Cubana.

El 4 de diciembre de 1963, Lechuga vio a Atwood en Naciones Unidas y le informó que tenía en su poder una carta de Fidel aprobando los detalles de las conversaciones y una agenda. Atwood informó a Chase y este le respondió que la decisión tomaría algún tiempo porque las políticas de Estados Unidos estaban en ese momento bajo revisión.

A Johnson lo pusieron al tanto inmediatamente el propio mes de diciembre de la iniciativa sobre Cuba. Cuando el nuevo presidente de los Estados Unidos visitó la delegación de su país en Naciones Unidas el 17 de diciembre de 1963 le expresó a Atwood que había leído con mucho interés su memorándum sobre Cuba donde hacía una recapitulación de los sucesos y conversaciones del otoño de ese año. Sin embargo, todo parece indicar que la intención de Johnson de mostrarse como un ferviente anticomunista para las elecciones de 1964, donde esperaba enfrentarse al republicano Richard Nixon, congeló cualquier avance de la iniciativa de acercamiento diplomático a Cuba.

Sin embargo, desde la ribera opuesta, Fidel continuó dispuesto a proseguir el diálogo. El 12 de febrero de 1964 el líder de la Revolución Cubana, le entregó a la periodista Lisa Howard un mensaje verbal para el nuevo presidente de los Estados Unidos que, entre otras cosas, señalaba:

«Dígale al Presidente (y no puedo subrayar esto con demasiada fuerza) que espero seriamente que Cuba y los Estados Unidos puedan sentarse en su momento en una atmósfera de buena voluntad y de mutuo respeto a negociar nuestras diferencias. Creo que no existen áreas polémicas entre nosotros que no puedan discutirse y solucionarse en un ambiente de comprensión mutua. Pero primero, por supuesto, es necesario analizar nuestras diferencias. Ahora, considero que esta hostilidad entre Cuba y los Estados Unidos es tanto innatural como innecesaria y puede ser eliminada.

Dígale al Presidente que no debe interpretar mi actitud conciliadora, mi deseo de conversar como una señal de debilidad. Una interpretación así sería un grave error de cálculo».xl

Durante el resto del año 1964, Fidel Castro siguió enviando señales indirectas al presidente Johnson que expresaban su voluntad de conversar para resolver los problemas que impedían una relación normal entre Washington y La Habana. La periodista estadounidense Lisa Howard continuó siendo un enlace no oficial para trasladar los mensajes de Fidel. En junio de 1964, Howard se dirigió a la ONU, para comunicarse directamente con el embajador estadounidense ante la ONU, Adlai Stevenson, y establecer lo que Chase catalogó como «una conexión Castro/Lisa Haward/Stevenson/Presidente».xliEn una entrevista concedida al New York Times en julio de 1964, el líder de la Revolución Cubana propuso negociaciones amplias de los temas que estaban dividiendo a Cuba y los Estados Unidos, señalando que la normalización de las relaciones permitiría inclusive discutir la forma de indemnizar a las compañías estadounidense por los bienes nacionalizados en los primeros años de la Revolución.xlii Posteriormente, durante una visita que realizó a las Naciones Unidas en diciembre de ese propio año, el Che Guevara ofreció a Estados Unidos un modus vivendi, esta vez intermedio del senador Eugene McCarthy, quien había sido invitado por Lisa Howard a su casa para que se reuniera con el ministro de Industrias cubano. Pese a la voluntad cubana de llegar a un acomodo con Estados Unidos, la administración Johnson prefirió obviar las señales positivas que se recibían de Cuba y continuar su política agresiva hacia la Isla centrada en el aislamiento diplomático, el bloqueo económico, las acciones clandestinas y los planes de la CIA encaminados a realizar atentados contra la vida de los dirigentes de la Revolución.xliiiDe esta manera, los contactos Estados Unidos-Cuba, iniciados durante la administración Kennedy habían llegado a su fin.

Decir que de no haber ocurrido el asesinato de Kennedy, se habría logrado un acomodo entre Cuba y Estados Unidos, sería una especulación, pero hay algo que debe tenerse en cuenta, habían razones profundas, más allá de las relaciones de Cuba con la Unión Soviética y el apoyo de la Isla a los movimientos revolucionarios en América Latina, que le quitaban el sueño a los círculos de poder estadounidenses y les hacía aferrarse a la idea de la destrucción del proyecto cubano; así lo ilustró claramente un documento del Departamento de Estado fechado el 13 de febrero de 1964:

«El hecho es que Castro representa un desafío exitoso a Estados Unidos, una negación de toda nuestra política hemisférica durante casi siglo y medio. Antes de Castro, ningún latinoamericano tuvo la certeza de que se saldría con la suya con una revolución de corte comunista y un vínculo con la Unión Soviética. Mientras Castro perdure, los comunistas de otros países latinoamericanos pueden, para emplear las palabras de Stalin, «luchar con la moral muy alta».xliv

La relación de Cuba con la Unión Soviética y su apoyo a los movimientos revolucionarios en América Latina era el foco más apremiante de Estados Unidos en su política hacia Cuba en aquellos años, pues ambos elementos de la política exterior de la Isla eran los que más golpeaban los llamados «intereses vitales» de los Estados Unidos, pero en ellos no estribaba, como muchos han pensado y divulgado durante años, la esencia del conflicto. La voluntad hegemónica de un lado (Estados Unidos) y las ansias de soberanía del otro (Cuba) era la verdadera esencia de la confrontación y esta se había mantenido inquebrantable desde el siglo XIX. Por esa razón, consideramos que, aunque las dos variables anteriores no hubieran existido en aquellos años, sería festinado concluir que se hubiera alcanzado la normalización de las relaciones entre ambos países, pues el objetivo fundamental de Estados Unidos era cercenar la voluntad soberana de Cuba -primero en política exterior y después en política interna- y retornar el dominio que habían tenido de la Isla durante prácticamente 60 años, antes de que se convirtiera en un ejemplo a imitar por las naciones de América Latina que aún se hallaban bajo su hegemonía. Por otro lado, no creemos que Cuba hubiera cedido ante las presiones de los Estados Unidos en ningún aspecto que tuviera que ver con su derecho a la autodeterminación a cambio de la normalización de las relaciones.

Notas:

iEso fue después de haber hecho todo a su alcance para evitar el triunfo revolucionario y de haber dado hospitalidad y asilo político a los criminales de guerra que huyeron de Cuba al triunfar la Revolución.

ii Lorenzo R. Menéndez, «Administración Eisenhower», en: De Eisenhower a Reagan, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1987, p.24.

iii Cuba inauguró en el hemisferio occidental, una nueva era en las relaciones internacionales, a partir de que un pequeño país, subdesarrollado e históricamente bajo el área de influencia de la potencia imperialista más fuerte del mundo, pudiese tener una política exterior propia e independiente.

ivGraciela Chailloux, Las Relaciones Cubano-Norteamericanas: ¿Conflicto o Diferendo?, en: El Conflicto Cuba-Estados Unidos, Editorial Félix Varela, La Habana, 1998, p.26.

v Noam Chomski, Cuadernos Semestrales (CIDE) no 2-3, Estados Unidos, perspectiva latinoamericana, México, p.195.

vi El director de la CIA, Allen Dulles y su vicedirector Richard Bisell, convencieron a Kennedy, de que una vez que los invasores tocaran tierra y establecieran una cabeza de playa en Bahía de Cochinos, el pueblo cubano en su gran mayoría apoyaría la invasión y derribarían el poder revolucionario, pues no le agradaba el gobierno de Castro. Al mismo tiempo, en las reuniones donde se discutió el plan de invasión, Dulles y Bisell dieron garantías de que en caso de que el levantamiento detrás de las líneas no se produjera y de que la operación fracasara, los invasores tendrían el camino abierto hacia las montañas del Escambray, lo cual no era cierto. Kennedy, confiando en la amplísima experiencia de Dulles, aprobó finalmente el plan de invasión propuesto por la CIA, aunque en todo momento expresó su negativa a que las tropas estadounidenses participaran en la operación, insistiendo en que la mano de Estados Unidos no debía verse por ningún lado.

viiLos cinco puntos planteados por Fidel fueron: Cese del bloqueo económico y de todas las medidas de presiones comerciales y económicas que ejercen los Estados Unidos en todas las partes del mundo contra Cuba, cese de todas las actividades subversivas, lanzamientos y desembarcos de armas y explosivos por aire y mar, organización de invasiones mercenarias, infiltración de espías y sabotajes, acciones todas que se llevan a cabo desde el territorio de los Estados Unidos y de algunos países cómplices, cese de los ataques piratas que se llevan a cabo desde bases existentes en los Estados Unidos y en Puerto Rico, cese de todas las violaciones del espacio aéreo y naval por aviones y navíos de guerra norteamericanos y retirada de la base naval de Guantánamo y devolución del territorio cubano ocupado por los Estados Unidos.

viiiPara ampliar ver: Esteban Morales: ¿Crisis de los Misiles o crisis de octubre? en: revista Contracorriente no. 20, La Habana, 2004, pp.20-24.

ixIbídem, pp.20-22.

x Ese fue el caso de la operación de la CIA concebida para la falsificación de la moneda cubana con la finalidad de desestabilizar las finanzas en Cuba, proyecto que era ajeno al Presidente y al Consejo de Seguridad Nacional. Al ser conocido por el Presidente, este lo canceló inmediatamente.

xiArthur M.Schlesinger, Los Mil Días de Kennedy, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1970, p.728.

xii Citado por Ibídem, pp.734-735.

xiii Memorándum de Gordon Chase a Bundy, 11 de abril de 1963, documentos desclasificados, www. gwu.edu /~nsarchiv/, (Internet), (traducción del ESTI)

xiv Citado por Peter Kornbluh, «JFK and Castro: The Secret Quest for Accomodation», en: Cigar Aficionado, septiembre-octubre de 1999.

xv Donavan coordinó entre agosto y finales de diciembre 1962 el canje de los prisioneros de Bahía de Cochinos por alimentos y medicinas por un valor de 53 millones. A principios de 1963 continuó sus viajes a La Habana para lograr la liberación de una veintena de ciudadanos estadounidenses, incluidos 3 operativos de la CIA, encarcelados en Cuba.

xvi Realmente, el primer contacto de alto nivel entre representantes de ambos gobiernos desde la ruptura de las relaciones en enero de 1961, fue la reunión no programada celebrada el 17 de agosto de 1961 entre el Che Guevara y el asesor de la Casa Blanca, Richard Goodwin, en Punta del Este, Uruguay. En dicho encuentro, el Che propuso un modus vivendi entre Washington y La Habana. Según el informe de la reunión preparado por Goodwin para la Casa Blanca, el Che, entre otras propuestas, dijo que Cuba estaba dispuesta a pagar a través del comercio por las propiedades estadounidenses expropiadas y que podía analizar las actividades de la Revolución Cubana en otros países, pero que la Isla no podía discutir ninguna fórmula que significara desistir de construir el tipo de sociedad a la cual estaban dedicados. No obstante de la recomendación de Goodwin de continuar el diálogo no público iniciado por el Che, no se realizaron nuevas conversaciones hasta las negociaciones en que participó el abogado de Nueva York James Donavan.

xvii Peter Kornbluh, Ob.Cit.

xviii Ibídem.

xix Lisa Howard fue una de las primeras mujeres en tener su propio programa de televisión en los Estados Unidos. Antes de incursionar en el periodismo había sido actriz. En 1960 realizó la primera gran entrevista al premier soviético Nikita Khruschev, que fue vista en los Estados Unidos. Posteriormente fue contratada por la televisora ABC.

xx Anterior a eso, Attwood fue editor de la revista Look. Había entrevistado a Fidel Castro en 1959.

xxi Peter Kornbluh, Ob.Cit

xxii Citado por Piero Gleijeses, en: Misiones en Conflicto. La Habana, Washington y África 1959-1976, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 2004, pp. 42-43.

xxiii Entrevista realizada a Carlos Lechuga el 3 de octubre del 2008.

xxiv Memorándum de William Attwood a Gordon Chase, 8 de noviembre de 1963, www. gwu.edu /~nsarchiv/, (Internet), (Traducción del ESTI)

xxv Ibídem.

xxvi Ibídem.

xxvii Peter Kornbluh, Ob.Cit.

xxviii Memorándum para dejar constancia de McGeorge Bundy, 12 de noviembre de 1963, www. gwu.edu /~nsarchiv/, (Internet), (Traducción del ESTI).

xxix Citado por Peter Kornbluh, Ob.Cit.

xxx Memorándum de William Attwood a Gordon Chase, 22 de noviembre de 1963, www. gwu.edu /~nsarchiv/, (Internet) (Traducción del ESTI)

xxxi Jean Daniel, «Unoficial Envoy. An Historic Report from Two Capitals», The New Republic , 14 December 1963, pp. 15-20.

xxxii Ibídem.

xxxiii Citado por Arthur M. Schlesinger, en: Los mil días de Kennedy, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1970, p.810.

xxxiv James G. Blight, Bruce J. Allyn, and David Lewis, Cuba On The Brink. Castro, The Missile Crisis, and The Soviet Collapse , Rowman & Littlefield Publishers, INC, New York, 2002, pp. 236-237.

xxxv Citado por Piero Gleijeses en: Ob.Cit, p.44.

xxxvi Citado por Ibídem, pp.44-45. (El agente cubano era Rolando Cubelas, el cual había sido reclutado por la CIA. Ese día, como parte de la operación AM/LASCH, el agente de la CIA que lo atendía le ofreció una pluma que contenía dentro una aguja hipodérmica con veneno, con la intención de que Cubelas la utilizara para asesinar a Fidel Castro).

xxxvii Acusado del asesinato de Kennedy.

xxxviii Memorándum de Gordon Chase a Bundy, 25 de noviembre de 1963, www. gwu.edu /~nsarchiv/, (Internet), (Traducción del ESTI)

xxxix Memorándum de Gordon Chase a Bundy, 25 de noviembre de 1963, www. gwu.edu /~nsarchiv/, (Internet), (Traducción del ESTI)

xl Del primer ministro Fidel Castro al presidente Lyndon B. Johnson, Mensaje verbal entregado a la señorita Lisa Howard de la ABC News, el 12 de febrero de 1964, en La Habana, Cuba, www. gwu.edu /~nsarchiv/, (Internet) (Traducción del ESTI)

xli Citado por Peter Kornbluh, Ob.Cit.

xlii Revolución, 9 de julio de 1964, síntesis de entrevista concedida por Fidel Castro a Dick Eder del New York Times el 8 de julio de 1964.

xliii Los mayores esfuerzos por establecer una vía de comunicación entre Cuba y Estados Unidos durante la administración Johnson lo protagonizaron un pequeño grupo de industriales privados que consideraban errada la política estadounidense hacia la Isla, entre ellos se encontraban: Edgard Lamb y Cyrus Eaton. No obstante, debe destacarse que en el mes de julio del último año de mandato de Johnson, se produjo un intento por medio de la periodista Arlene Gould, quien trasladó a un funcionario cubano en New York el interés de William Bowler, en aquellos momentos asesor de Johnson para América Latina, de entrar en contacto con un representante de Cuba. De no ser con Bowler, ofreció que el contacto podía ser con Covey T. Oliver, subsecretario de Estado para Asuntos Latinoamericanos, pero finalmente este intento no prosperó. Esta información se extrajo de Nestor García Iturbe, Diplomacia Sin Sombra, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 2007, p.9.

xliv Citado por Piero Gleijeses, Ob.cit, p.47.

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