Traducido del inglés para Rebelión por Nadia Hasan y revisada por Carlos Sanchis
Kalman Gayer, asesor de Ariel Sharon, dijo (o no dijo) al informativo Newsweek, que Sharon está dispuesto a alcanzar un compromiso, incluso en relación a Jerusalén, y que «teóricamente» estaría de acuerdo con el establecimiento de un estado palestino en el 90% del área de Cisjordania.
Este comentario logró dos cometidos, por un lado salvar al Likud de su confusión existencial, y por otro, refrescar el viejo eslogan electoral que señalaba «Peres dividirá Jerusalén». La única razón para la fundación del partido Kadima, fue la intención de escapar de la demagogia de los sectores derechistas y continuar adelante con una política más sobria. Aquellos que ven en esta grieta del Likud un hecho importante, esperan que Sharon sea capaz de avanzar, incluso comprometiendo Jerusalén, y que la desconexión unilateral de la Franja de Gaza sea una señal de más cosas en el futuro, y no la última palabra.
El supuesto, ampliamente difundido, es que Sharon no planea posponer esta difícil decisión eternamente, y la sensación de que podría estar al final de su carrera política es un incentivo suficiente para sacar adelante esta dolorosa operación de acabar con la ocupación, al término de su próximo período de trabajo.
Sin embargo, su aterrada respuesta en la entrevista sostenida con Gayer, hace crecer las dudas en este asunto. Quizás están en lo cierto aquellos que señalan que la formación de Kadima no es más que un ejercicio contra el Comité Central de Likud, y que Sharon no tiene ningún plan de implementar otra jugada política.
Cualquier proyecto político que pretenda poner fin al conflicto con los palestinos, debe incluir un cambio en las fronteras de Jerusalén. La ciudad, con la enorme cantidad de territorio anexionado a ella, se ha convertido en una mina demográfica y en un punto de tope para el establecimiento de un estado palestino con una contigüidad territorial razonable. Quienquiera que haya anexionado la periferia palestina a Jerusalén, no pensó, aparentemente, que un día de estos se podría fundar un estado palestino. Se han tomado decisiones sin fundamentos, como aquellas relativas al establecimiento de Ma’aleh Adumin y Givat Ze’ev, los cuales no podrán ser retirados. Lo cierto es que esas comunidades están incluidas en territorio israelí, incluso de acuerdo al mapa de la Iniciativa de Ginebra, pero está claro que cualquier acuerdo político – quienquiera sea el primer ministro que lo firme – incluirá una división de Jerusalén.
Jerusalén nunca ha estado unida. La clave fundamental de la división fue determinada por Bill Clinton: Lo que es judío para los judíos y lo que es árabe para los árabes. No hay nadie que imagine que los 220.000 árabes que residen en Jerusalén Este, serán anexionados al estado de Israel después de un acuerdo que divida los dos países, y Sharon, quien ha enarbolado la bandera demográfica, ciertamente entiende esto.
Las campañas electorales tienden a ocultar mensajes controvertidos con la intención de ganar la mayor cantidad posible de votos. Por esta razón, está claro por qué los comentarios de Gayer alarmaron a los funcionarios de Kadima. Pero cuando la única justificación de la existencia de Kadima son aquellas «dolorosas concesiones», que Sharon no fue capaz de implementar junto al Likud, este frenesí es una muestra preocupante que indica que ni el mismo Sharon conoce cuales son sus objetivos políticos. Quizás está planeando pasar el término completo de su mandato bajo los laureles de la desconexión de Gaza. Uno podría esperar que un líder como Sharon respondiera al viejo-nuevo lema del Likud diciendo que Jerusalén será dividida porque esto es en el interés de Israel.