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Jordania lucha por encontrar su lugar

Fuentes: Al-Ajbar (edición en lengua inglesa)

Traducción para Rebelión de Loles Oliván

Jordania está confundida. Su confusión ha quedado clara ante todos por su indecisa política sobre Siria, que se ha convertido en característica de la escena política regional. Pero en el interior del país, la confusión ha sido evidente desde la primavera de 2011.

El reino de Jordania podría haber emulado el cambio de su homólogo marroquí hacia la vía de la política parlamentaria dominada por los islamistas. Ello habría situado a Amán en línea con las capitales de la «Primavera Árabe» y le hubiera asegurado el flujo de dinero del Golfo para salvarla de la peor crisis financiera de su historia. Pero los instintos del Estado impidieron la puesta en marcha de un proceso de reforma política que podría haber conducido -a través de un acuerdo de la alianza liberal con los Hermanos Musulmanes (HM)- a una transformación fundamental de su identidad y estructura, fijando eficazmente a Jordania como la alternativa de facto para la patria palestina.

Puede que el rey pensara en hacer tal cosa. Se habrían resuelto sus problemas. Pero vaciló. Procedió en esa dirección con el gobierno de Awn Jasawneh, y luego retrocedió.

Fue una decisión formativa e histórica, no una cuestión de procedimiento. No fue, por tanto, elección del rey. El acuerdo en cuestión habría supuesto un enfrentamiento con la burocracia y el desmantelamiento político del ejército y de las agencias de seguridad -las «fuerzas compensadoras», como las describen los islamistas y los liberales. Pero un obstáculo aún mayor fue la emergencia de un movimiento popular jordano con radicales aspiraciones nacionales y sociales que ha ido lento en su desarrollo pero que ha convertido a la opinión pública jordana de la Franja Oriental en un factor político importante en el país.

Las demandas del movimiento popular jordano no son las reformas liberales que han quedado asociadas a la «Primavera árabe». Más bien pretende revertir las políticas económicas neoliberales, que se juzgue a la clase corrupta acusada de saquear los bienes del Estado, que se restaure la economía del sector público y de sus servicios, y que se aplique un plan nacional de desarrollo para las provincias empobrecidas y marginadas del país.

A lo largo de los últimos dos años se llevaron a cabo iniciativas para concluir un compromiso entre el régimen y el movimiento popular basado en la satisfacción de las demandas sociales. La idea era que ello habría fortalecido la posición del régimen para hacer frente al reto de los HM. Pero estos esfuerzos iban en contra de los intereses creados de los grupos comprador y la alianza de los corruptos, y terminó en un fracaso.

La llamada «solución social» podría haber hallado alguna salida para resolver la crisis financiera del Estado a través de la recuperación de los activos saqueados y de la renta de las industrias privatizadas, a la vez que redistribuir la riqueza y la financiación para mejorar los servicios públicos a través de un impuesto variable sobre los ingresos y los beneficios. Esta opción se ha abordado seriamente en la prensa y en las reuniones públicas, y se defiende en las consignas populares.

Pero el movimiento popular también tiene reclamaciones nacionales relacionadas con la resolución de la cuestión de la identidad de Jordania, especialmente sensibles en lo tocante a la amplia comunidad palestina en Jordania. Estas reclamaciones se consideraban inalcanzables porque van en contra de las obligaciones del país en virtud del Tratado de Wadi Araba [1994] con Israel. El movimiento popular jordano descubrió pronto que no podía lograr sus objetivos sin enfrentarse a Israel y a Estados Unidos. Ello ha desatado una nueva ola de sentimientos anti-sionistas y anti-imperialistas en Jordania que los islamistas han estado conteniendo tocando tambores de guerra contra Siria.

El régimen jordano se quedó suspendido en el aire, incapaz de seguir ninguna de las dos opciones que tenía abiertas para reforzar el papel del Estado.

En el ámbito internacional Jordania fue objeto de una creciente presión indirecta por parte de Estados Unidos y de Europa durante la segunda mitad de 2011 para que siguiera los pasos de la Primavera Árabe. Al mismo tiempo, a Arabia Saudí se le ocurrió la idea de lanzar un salvavidas a Jordania haciéndola miembro del Consejo de Cooperación del Golfo. La propuesta subrayó cuán vulnerable se ha hecho la posición regional del reino tras la caída de Hosni Mubarak y del colapso del «eje moderado». Pero entonces todo se suspendió ante los dramáticos acontecimientos de Siria. Tanto la presión estadounidense para la «reforma» como los esfuerzos de rescate saudíes cesaron y fueron reemplazados por una fuerte presión de los países del Golfo para que Jordania abriera sus fronteras a armas y militantes con destino a Siria, y para que preparase la participación de su ejército en la guerra.

Hasta ahora, Amán se ha resistido a cualquier intervención, a la que se oponen, por un lado la burocracia estatal, el ejército y las agencias de seguridad, y el movimiento popular. Ambos sectores unieron fuerzas oponiéndose a las reformas que implican producir una variante islámica de la patria palestina alternativa, y frente a las exigencias de los HM y del Golfo sobre intervenir en Siria -que correrían el riesgo tanto de que se expandieran los HM y la influencia salafista como de comprometer a las fuerzas armadas jordanas, que se han convertido en el único garante de la integridad del país.

Jordania se dirigió una vez más al FMI para obtener un préstamo de 2 mil millones de dólares, indispensables para el funcionamiento de un Estado cuyas deudas ya ascienden a alrededor de 20 mil millones de dólares. Puede que el Fondo muestre cierta comprensión este año por que el país no pueda cumplir con todas sus condiciones ante el temor de una reacción popular. Pero ¿y el próximo año? El déficit presupuestario para 2012 es de cerca de 5 mil millones de dólares, a los que se añadirán otros 5 mil millones dentro de unos meses, en 2013.

Discusiones recientes entre representantes oficiales jordanos con estadounidenses, saudíes y qataríes han indicado que Jordania rechaza unirse a cualquier intervención militar en Siria. Pero ¿qué pasa con la cooperación en materia de inteligencia? El Jefe de la inteligencia jordana Faisal al-Shobaki, ha realizado recientemente dos visitas a Washington (en julio y agosto) donde se ha reunido con el director de la CIA, David Petraeus. ¿Es una coincidencia que después de cada viaje se haya producido un suceso importante en Siria?

Tras la primera visita se produjo el atentado contra la sede de la seguridad nacional en Damasco. Coincidió con una visita misteriosamente oportuna a Amán del canciller británico William Hague, cuando el rey Abdulá se encontraba de visita en Estados Unidos. La segunda visita de al-Shobaki fue seguida por la deserción de Riad Hiyab y por su vuelo a Jordania.

Existen versiones contradictorias sobre lo ocurrido. Hay fuentes que sostienen que durante su última visita, al-Shobaki, que se opone firmemente a la intervención militar en Siria, se reunió con los jefes del Mossad israelí y de la inteligencia turca junto con Petraeus. Algunas fuentes señalan que este último tenía la esperanza de que la deserción de Hiyab significase que la caída del régimen sirio podría ser inminente, y quería consultar con los jefes regionales de espionaje sobre las consecuencias. Todos ellos habrían aceptado poner sus fuerzas terrestres, navales y aéreas en alerta para intervenir en Siria en caso de que el régimen colapsara, bajo el pretexto de salvaguardar sus armas químicas.

Mientras que Palacio puede mostrarse indeciso sobre cómo superar los desafíos actuales, la decisión de continuar resistiendo a la extorsión de los estados del Golfo equivale a un reconocimiento: que las grandes decisiones en Jordania las toma el Estado y no el régimen.

Por lo tanto, si realmente hay un eje anti-imperialista y pro-resistencia en la región, cabe señalar que la Jordania que se está definiendo en la actualidad es, objetivamente, un miembro potencial. También debe tratar de revivir el papel crucial que desempeñó una vez Iraq en el país, que desde la caída de Sadam Husein ha estado desesperado por petróleo barato y por la cooperación económica bilateral. Ello también asestaría un duro golpe a los intentos de intensificar el cisma chií-suní. Un movimiento así reflejaría conciencia y visión de futuro, y no debería tener condiciones previas adjuntas de ningún tipo.

Que ello suceda o no, y cualesquiera que sean las dificultades, los contratiempos y las posibilidades, Jordania ha pasado la prueba de la condición de Estado. Queda abierta la cuestión de si los jordanos conseguirán tomar posesión de su Estado.

Amir Sabayneh

Los islamistas jordanos creyeron que dejarse llevar por la ola de la Primavera Árabe sería la ruta más corta hacia el poder. Los esfuerzos del Estado para llevarlos al gobierno o a un comité de diálogo nacional no dieron fruto. Sin embargo, con el nombramiento de Awn Jasawneh como primer ministro, se estableció una alianza entre el gobierno y los HM que el Estado halló intolerable. A la cabeza de la agenda de la alianza estaba el objetivo de arrastrar a Jordania a una confrontación política y militar con Damasco.

La Hermandad había decidido en coordinación con Jasawneh, que fue destituido en abril, que era necesario reforzar su influencia en la ciudad y provincia de Mafraq por la importancia de la zona para cualquier intervención en Siria. El 23 de enero, se organizó una manifestación en la ciudad como parte de la iniciativa de fortalecer su presencia. Pero ello contrarió a los clanes locales. Estallaron enfrentamientos entre ambos sectores que terminaron con la sede local de los HM incendiada y con la salida de sus miembros de la ciudad.

El golpe recibido por los HM hizo que se centraran más fuertemente sobre Siria. Fuentes de los HM dicen que el movimiento tomó la decisión estratégica de concentrarse en atacar Siria como medio de apuntalar su posición interna. Su comportamiento y actividades desde el incidente de Mafraq han dado cuenta de eso.

El régimen jordano ve los acontecimientos en Siria desde una perspectiva interna. Es bien consciente de que el ascenso al poder de los HM en Siria apretaría la soga alrededor de su propio cuello. También sabe que la alianza anti-siria no tendría ningún reparo en entregar Jordania a las fuerzas que se están utilizando para golpear a Siria. Su lucha con los HM le sitúa ante un dilema derivado de temores muy reales sobre las consecuencias de situarse junto a los adversarios de Siria.

Al mismo tiempo, al régimen le resulta imposible rechazar la petición de asistencia en materia de seguridad e inteligencia, especialmente la de Estados Unidos.

Fuente original: http://english.al-akhbar.com/content/jordan-struggling-find-its-place