Conmemoración del Bicentenario del movimiento revolucionario liderado por José Antonio Aponte Ulabarra[1].
Quien primero se percató de la importancia histórica de la gesta de José Antonio Aponte Ulabarra fue José Martí y Pérez (1853-1895). » Eres más malo que Aponte «, se decía indistintamente en la colonia en que creció el Apóstol, a niños muy majaderos, a los necios y hasta a los criminales. Los mecanismos de la hegemonía ideológico-cultural colonialista habían actuado con eficiencia en el interés de borrar la imagen de este criollo revolucionario. Sin embargo, la sensibilidad patriótica y la inteligencia de Martí, le llevan a cuestionar el mito racista y maldiciente, buscar la información verídica, revaluar y dignificar el movimiento conspirativo que lideró, todo lo que se deduce de un fragmento conservado donde anotó: ¿Qué se sabía del negro conspirador Aponte, muerto en 1812, con ocho de sus compañeros? Vivía en la Calle de Jesús Peregrino…
Hace más de seis décadas los habaneros recolocaron la historia de José Antonio Aponte Ulabarra en su justo lugar, y repararon una inaceptable injusticia histórica. Entonces con el firme apoyo de Emilio Roig de Leuchsenring ( 1889-1964 ), la calle que llevaba el nombre de Salvador Muro y Salazar, marqués de Someruelos (1754-1813), pasó a llamarse José Antonio Aponte Ulabarra. En la esquina de Monte y Aponte, donde por muchos años estuvo el Hotel La Isla de Cuba, la Asociación de Excombatientes Antifascistas Revolucionarios, develó una tarja realizada por el escultor José Manuel Fidalgo Rodríguez (1910-1993). En el acto Emilio Roig hizo una intervención resaltando la figura de Aponte.
Someruelos, había sido ejecutor despiadado, sin siquiera realizar un proceso penal, de Aponte y sus compañeros de armas. Solo baste recordar que además de ahorcar, decapitar y colocar en jaulas las cabezas de los revolucionarios, torturó y azotó en la plaza pública a las mujeres negras que participaron de la conspiración.
Hoy recuperamos la sensibilidad histórica y la agudeza política de José Martí, y ese primer homenaje de aquellos combatientes internacionalistas cubanos, que multiplicaron su convicción con la lucidez del insigne historiador de la Ciudad de la Habana. Aspiramos y vamos a trabajar para que los acontecimientos de 1812, ocupen el lugar que le corresponde en las escuelas y universidades, en las familias y barrios, en las tradiciones revolucionarias habaneras y cubanas.
El primer intelectual orgánico del movimiento popular
José Antonio Aponte y Ulabarra (¿-1812), criollo de tercera generación, nacido en Guadalupe, habanero barrio de extramuros, cofrade de los carpinteros negros de San Joseph en el Convento de San Francisco, fue un negro de amplia cultura autodidacta, artista tallador, antiesclavista y antirracista, hijo de Shangó, ogboni [2] del Cabildo lucumí Changó Teddun. Vivía solo a unas cuadras de aquí, en la calle Jesús Peregrino. Padre de seis hijos.
La Historia hecha desde los llamados sectores subalternos, y más certeramente desde las clases explotadas, tiene en Aponte su precursor. Líder de un movimiento en armas era a su vez hombre de la cultura. De probada religiosidad, en él se articulaba la riqueza sincrética que caracteriza el más raigal culto popular. S u bella escultura de la Virgen de Guadalupe presidía una de las iglesias de extramuros. Amante de las tradiciones orales africanas, era a su vez un incansable lector de la literatura hispana y occidental. En momentos en que la posesión de libros por su rareza y alto costo, estaba vedada al pueblo humilde, Aponte era poseedor entre otros de títulos como el Don Quijote de la Mancha, de Miguel de Cervantes Saavedra (1547-1616).
Cuando abortan la conspiración, entre la documentación ocupada por las autoridades colonialistas en la casa de Aponte, se destaca un significativo Libro de Pinturas, que contenía la cosmogonía histórico cultural del líder revolucionario, y que hasta hoy motiva la imaginación. Perdido el libro en el proceso, la lectura del legajo judicial, permite situar el potencial crítico de su autor, su trabajo de reconstrucción de la visión de sí mismo, de la Historia de los negros, de la cultura y la política de su época, y cómo era utilizado en las reuniones y propaganda conspirativa. El Libro de Pinturas de Aponte en su concepción y realización, se nos revela como la primera obra cubana que reivindica el papel y el lugar de los negros en la Historia. Tal documento lo utilizaba en una suerte de círculos de formación política, lo que también sitúa a nuestro homenajeado, como precursor de la educación popular, entendida en su eje sustantivo de formación política.
Para quienes sostenemos el honor del trabajo, la carpintería es un honroso y útil oficio. Pero este no es el enfoque de la elitista cultura blanca y racista que predominó en Cuba, y cuyas reminiscencias se metamorfosean hoy en el cuerpo aún joven de la cultura socialista. De tales claves discriminatorias, no pudieron librarse, incluso, algunos de los pioneros de los estudios sobre la historia y cultura afrocubana. Pero ya es hora de que reflexionemos y debatamos sobre la herencia que articulamos al proyecto revolucionario, y cuál es la que debemos rechazar. Repetir hoy que Aponte era un carpintero, o incluso un carpintero tallador, sin someter el dato a la evaluación es mantener la clave ideológica del menosprecio.
De seguro que Aponte en su juventud y adultez, realizó las tareas laborales que estaban destinadas a los libertos, alcanzó el oficio de carpintero y su sensibilidad artística lo consolidó como un reconocido artista de la talla en madera. Pero los datos disponibles permiten dibujarlo con mucha más precisión. Con el instrumental que hoy poseemos podemos afirmar que Aponte en tanto hombre del mundo del trabajo, autodidacta, ogboni del Cabildo lucumí, artista, promotor literario, historiador y educador político, fue el primer intelectual orgánico del movimiento cultural afrocubano y en tanto del movimiento popular nacional.
Este negro criollo excepcional que les describo, fue el líder del primer movimiento independentista y abolicionista de carácter nacional, con presencia de libertos, y esclavos, de negros, mulatos y blancos.
Joaquín Aponte y al resistencia a la invasión inglesa
Aponte, Cabo primero de las milicias habaneras en el Batallón de Morenos, procedía de una familia intensamente vinculada con el nacimiento de las tradiciones combativas afrocubanas, la lucha contra la invasión inglesa en 1762 y la participación en apoyo a la guerra de independencia de los Estados Unidos a partir de 1776.
Aponte era nieto del capitán de granaderos del batallón de Morenos Libres de La Habana Joaquín Aponte que bajo el mando del regidor criollo ascendido a Coronel Don Luis José de Aguiar (1710-1766), defendió la Chorrera del ataque inglés con 500 milicianos y 150 esclavos a su mando. Aguiar y Aponte arribaron a la fortaleza cuando las tropas españolas ante la inminente llegada de las fuerzas invasoras, se retiraban; se negaron a abandonar el lugar, reemplazaron los cañones y resistieron hasta que la superioridad del atacante les obligó abandonar la posición. Los once meses de la ocupación militar inglesa, Aguiar y Aponte se mantuvieron rebeldes en la pelea, en hostigamiento constante contra las tropas inglesas. La epopeya de resistencia de los criollos contra la invasión extranjera, también profundizó la amistad del capitán Aponte con el criollo blanco Luis Francisco Bassave Espellosa , capitán del 2do Escuadrón de Caballería de Dragones , destacado en la defensa de Cojímar.
La Habana la perdieron los jefes militares españoles, las fuerzas militares profesionales salvo excepciones, dejaron una estela de severa crítica, de cuestionamiento y hasta de burla popular. En la defensa, en la negativa a aceptar la rendición del Ejército colonial, y en la continuidad de las acciones durante la ocupación, brillaron la valentía y la astucia guerrillera de los jefes criollos, y el valor de más de 14 mil milicianos criollos blancos, criollos negros y mulatos libertos y esclavos. Esta es una historia donde precisamente la resistencia unió y proyectó a miles de habaneros en la defensa de su territorio frente a un poder extranjero. Esa historia es la que vincula a la familia de los criollos negros Aponte y a la familia de criollos blancos Aguiar, Bassabe y tantos otros. La que funda y recrea una estirpe de habaneros con sentido de pertenencia, creciente conciencia de su condición criolla, de su estado dependiente y colonial.
La resistencia es la categoría matriz del episodio de la invasión inglesa. Y si esto es así: ¿Por qué no recategorizar este acontecimiento histórico en nuestros libros escolares, en las universidades y espacios de construcción cultural y artística y literaria, y en vez de hablar de la «Toma…», afirmamos LA RESISTENCIA HABANERA A LA INVASIÓN INGLESA? Se trata como en el caso de las claves elitistas y racistas, del fuerte contenido ideológico que no siempre le reconocemos al lenguaje, y en consecuencia a la categorización clasista que está implícita.
Aponte, el líder revolucionario
La leyenda popular asegura que desde muy joven José Antonio Aponte se incorporó, junto a su abuelo y padre, al servicio de la milicia. Que José Antonio integró las tropas negras de la capital que, tomaron parte activa en la Guerra de Independencia de los Estados Unidos. El historiador cubano José Luciano Franco (1891-1989) pudo constatar documentalmente que José Antonio participó en la expedición encabezada por el capitán general de Cuba, el criollo general Juan Manuel Cagigal (1739-1811) , que en 1782, partió de La Habana y se apoderó de posesiones insulares inglesas al norte de Cuba.
Muy poco se dice en Norteamérica del apoyo de nuestros milicianos a la independencia de la nación estadounidense. De las colectas populares de recursos para que George Washington pudiera pagar y armar a sus soldados. Este aporte fue inmediatamente olvidado, por los propios padres fundadores de esa nación, en interés de sus ambiciones expansionistas. Lo que no puede seguir sucediendo, es que en nuestra historiografía y en los textos para nuestros escolares, no se subraye este acontecimiento demostrativo de las raíces solidarias e internacionalistas en tiempos en que comenzaba a bosquejarse la forja de la nación.
Casi medio siglo después de la resistencia habanera a la invasión inglesa, los nietos de Luis Francisco Bassave y el capitán Joaquín Aponte, protagonizarían el despegue de la lucha independentista cubana. José Antonio Aponte estuvo entre los participantes de la conspiración cuyas cabezas más visibles fueron el hacendado Román de la Luz Sánchez Silveira y el joven capitán de carabineros Luis Francisco Bassave Cárdenas , descubierta o delatada a las autoridades españolas en octubre 1810. Pudo eludir José Antonio la inquisitoria colonialista, no se amilana y continúa las labores conspirativas.
El movimiento que organiza Aponte fue más allá en el planteamiento de los conspiradores blancos del año 1810, hacendados y hombres con fortuna en su inmensa mayoría, ya que integró a las masas de negros y mulatos no solo libres, sino también a los esclavos, tanto a los urbanos como a los de las plantaciones donde la explotación se conformaba entonces en su forma más cruel.
El movimiento de Aponte anuncia el arribo al liderazgo emancipador de los sujetos populares. A diferencia de las sublevaciones de esclavos donde la rebeldía de los explotados no se organizaba en ideas o proyectos de continuidad, Aponte tenía un proyecto ideológico y político para una Cuba sin el dominio colonial, donde se destaca como eje fundamental la liberación de los esclavos, los derechos de los libertos y demás sectores de campesinos, pequeño burgueses, artesanos y braceros, y su red de conspiradores se extendió presumiblemente hasta Remedios, Puerto Príncipe, Bayamo, Jiguaní, Holguín y Baracoa. En conexión con la situación antillana Aponte confiaba en obtener ayuda del rey haitiano Henry Christopher (1767-1820), y del general negro dominicano Gil Narciso.
Aponte y sus sus lugartenientes Hilario Herrera El Inglés , Francisco Javier Pacheco, Clemente Chacón, Salvador Ternero, Juan Barbier, José del Carmen Peñalver y Juan Bautista Lisundia, habían logrado superar las diferencias de origen que dividían a los negros esclavos y sus descendientes, de acuerdo a las rivalidades étnicas y políticas existentes entre los reinos africanos. Para estos revolucionarios, los cabildos de nación [3] lejos de ser espacios para fomentar divisiones ancestrales, se convirtieron en instrumentos de concientización y unidad. Aponte era lucumí; Chacón, congo y Ternero, mina, y cada cual había aportado a la causa común no solo su experiencia de hombres maduros que rebasaban la cuarta década de vida, y que habían vivido de forma activa los convulsos cambios políticos y económicos que transformaban a Cuba, y también a las metrópolis y a los territorios coloniales americanos.
Aponte tuvo en Hilario Herrera, El Inglés , una especie de enlace entre los complotados habaneros y los de Camagüey. El 15 de enero de 1812 se sublevaron las dotaciones de esclavos de cinco haciendas cercanas a Puerto Príncipe. La sublevación fue sofocada por las fuerzas colonialistas y el 29 de enero fueron ahorcados en la Plaza de Armas de la ciudad los primeros ocho encartados, hasta un total de 14 rebeldes ejecutados.
Una delación entregó la conspiración de Bayamo, proyectada para la noche del 7 de febrero de 1812. Cinco hombres y una mujer resultaron sentenciados a muerte, luego sus miembros amputados se exhibieron en los lugares públicos de la urbe. En Holguín se arrestó a medio centenar de personas, y ejecutaron al que fue considerado cabecilla, el esclavo congo Juan Nepomuceno.
El movimiento tuvo su estallido en la región habanera, con la sublevación el 15 de marzo de 1812 de los esclavos del ingenio Peñas Altas, hoy en la frontera territorial del municipio Jaruco con La Habana del Este. Descubierto casualmente como consecuencia de una delación, Aponte fue hecho prisionero el 19 de marzo y con ocho de su capitanes fue ejecutado hace hoy 200 años. Su cabeza se colgó frente a este Parque, en el espacio que ocupa el edificio del Templo Nacional Masónico, según se ha recogido por la tradición más hacia el nordeste. La cabeza de Lisundia fue exhibida en el ingenio Peñas Altas; la de Barbier, en el Trinidad; la de Chacón, en el Puente Nuevo del Horcón, que estaba situado en la zona donde actualmente se halla Cuatro Caminos.
La historiografía cubana estudia el movimiento de Aponte como parte del ciclo de conspiraciones independentistas coincidentes con las batallas de la primera independencia de América Latina. Sin embargo cuando se evalúa la magnitud organizacional, extensión y propósitos de la labor liderada por Aponte, la categoría conspiración es desbordada por la realidad.
En tanto conspiración, la organizada por Aponte resultó ser la más basta articulación popular revolucionaria de la primera mitad del siglo XIX. Y es genuino que hoy la subrayemos categorizándola como movimiento revolucionario, por su profunda articulación de masas, alrededor del eje de la abolición, los derechos de los libertos y la independencia
La conmemoración bicentenaria
Esta conmemoración bicentenaria nos impone referirnos al tema de la emancipación y la igualdad social. Está probado que no existen razas en plural, somos todos miembros dignos y supremos, de la raza humana en la totalidad de nuestras diferencias y semejanzas, pero desafortunadamente las verdades de la Genética y la Etnología, no organizan el mundo de opresiones múltiples que hemos heredado. La problemática de la racialidad, en particular el problema negro en las sociedades que sufrieron el régimen de la explotación esclavista de los pueblos africanos, se imbrica con una herencia de explotación, marginalización y precarización económica, exclusión y prejuicios racistas, que perviven y se reproducen, casi siempre al margen de los estatutos político-jurídicos.
Cuba alcanzó su liberación política y económica en 1959, dignificó en ley y oportunidades la igualdad real de todos los cubanos y cubanas, proclamó su vocación emancipatoria socialista en 1961 y la hizo ley de leyes con la Constitución votada en 1976, que ha sido ratificada en plebiscitos y procesos políticos masivos hasta nuestros días. Hoy formamos un pueblo libre y emancipado, culto, seguro de sus derechos, pero en el tema de la plena igualdad, en el de la justicia social que todos y todas nos debemos, aún nos quedan cimas por conquistar.
La población negra y mulata cubana, parte mayoritaria de los sectores más humildes de la nación, ha recibido con la Revolución y en la Revolución, una extraordinaria atención, protección y promoción social, pero aún no hemos podido equiparar el desigual punto de partida: La población negra y mulata partió de la esclavitud, la posición más paupérrima del mundo colonial, luego de la abolición en 1880, continuó el patronato como nueva forma de explotación que se extendió durante una década, luego fueron los trabajadores, campesinos y pobladores más explotados, más afectados por el desempleo y el subempleo, la insalubridad y el analfabetismo. Sobre la materialidad de tan injusta existencia, funcionó además, la imposición y prevalencia, durante siglos, de valores culturales y estéticos propios de la dominación blanca, poseedora del poder político, económico y social, respaldados por una ideología racista que justificaba la explotación, discriminación y criminalización de la llamada raza negra.
Luego de 1959 pervivieron reductos de la ideología reaccionaria, en los espacios de relaciones materiales objetivas e intersubjetivas marginalizados, aquellos donde la herencia de la sociedad explotadora, los errores y las excrecencias de la forja de la nueva sociedad, se interconectaron para pervivir con su carga de conductas patógenas y negatividades. La Revolución de las mayorías desenajenadas, durante años ni siquiera percibió en magnitud y trascendencia, el lastre subcultural de tales problemáticas. Hoy tras el acumulado de medio siglo de equidad y democratización de las relaciones sociales y personales, nos percatamos que tales espacios son reductos, que adversan y disputan el avance de la hegemonía ideológico cultural humanista, martiana y socialista.
La historia es una disciplina eminentemente ideológica, eminentemente política, y nunca ha estado ni estará al margen del combate en presente por el destino de los pueblos. Y resulta notable el papel que puede y debe desempeñar la Historia, la historiografía revolucionaria, los historiadores e historiadoras, como legitimadores del aporte de los movimientos culturales, políticos y sociales afrocubanos a la nación. El oficio y el deber de los historiadores e historiadoras cubanos nos hace sujetos portadores de los valores humanistas y antirracistas, de la lucha contra todas las formas de exclusión y discriminación.
Es justo precisar que llegamos a este combate actual con un importante acumulado. Los historiadores e historiadoras y la historiografía cubana han acompañado la voluntad emancipatoria, profundizando en la historia de la esclavitud, las rebeliones de esclavos y los movimientos sociales, culturales y políticos afrocubanos. Desde la arrancada del pasado siglo hasta su aún cercano fin, están los nombres imprescindibles del sabio Don Fernando Ortiz y Fernández. (1881-1969) , Emilio Roig, José Luciano Franco, Raúl Cepero Bonilla (1920-1962) , Elías Entralgo (1903-1964), Juan Pérez de la Riva ( 1913-1976 ), Lydia Cabrera (1899-1999) , Pedro Deschamps Chapeaux (1913-1994), Armando Entralgo (1935-2004), Leída Oquendo ( 1941-2008) , Manuel Moreno Fraginals (1920-2001) . Hoy en todos y todas los que tienen una destacada obra contemporánea destacamos a Gloria García Rodríguez y María del Carmen Barcia (1939), Jesús Guanche Pérez (1950) y Fernando Martínez Heredia (1939), que nos honran con su presencia en esta mañana entre nosotros. La Dra. Barcia como se ha anunciado, recibirá esta noche en el Acto a que estamos convocados, la Distinción José Antonio Aponte de la UNEAC, condecoración que también se le otorgará a la destacada antropóloga y teatrista Inés María Martiatu (1942).
El tema propiamente racial y la historia de los negros y sus movimientos, ha avanzado notablemente en los últimos tiempos. Si se revisa la prensa, se puede constatar que solo el pasado año se realizaron más de veinte eventos y acciones de investigación y estudio, convocados por el Año de los Afrodescendientes, el Proyecto de la Ruta del Esclavo, la UNEAC, la Fundación Fernando Ortiz, el Centro Juan Marinello, el Instituto de Antropología, la Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana y muchas otras instituciones y ONGs de nuestra sociedad civil. En este contexto el Archivo Nacional ha puesto al alcance de los estudiosos más de 1500 documentos digitalizados sobre el tema de la esclavitud.
La labor de patrimonio y el rescate de las huellas de la historia y la cultura afrocubana, incluso de sus evidencias intangibles, ocupa hoy un lugar destacado en la museología cubana. En la capital, los museos municipales de Guanabacoa y Regla, y el recientemente remozado Museo de Marianao poseen importantes colecciones, a disposición de los especialistas, estudiantes y público interesado.
La conmemoración en Cuba este 2012 del Bicentenario de la llamada Conspiración de Aponte y el Centenario del movimiento político del Partido de los Independientes de Color, ha sido una feliz coyuntura para avanzar más en nuestras reflexiones, y sobre todo en el hacer para imbricar el saber sistematizado a la vida escolar y cultural del país.
El año se inició con el I Encuentro «José Antonio Aponte» In memoriam los días 20 y 21 de enero pasados en la Camagüey. En 15 de marzo iniciamos en esta capital la conmemoración del movimiento revolucionario liderado por Aponte, con un Acto en la localidad de Peñas Altas, en Habana del Este. Rememoramos con estudiantes, trabajadores y pobladores del lugar, la sublevación que se desarrolló en el valle azucarero del entonces Partido de Guanabo, el viernes pasado en el Museo de Guanabacoa un grupo de especialistas en el tema intercambiaron sobre sus resultados de investigación, con un amplio colectivo de profesores e historiadores de la localidad, simultáneamente, como sabemos la Fundación Nicolás Guillén abría entre el 2 y el 6, su coloquio dedicado a Aponte y al Partido Independiente de Color.
Debemos subrayar que lo hasta ahora realizado confirma lo que nos falta. En lo que a la Historia y los historiadores se trata, la obra de los precursores y los estudios contemporáneos de las y los maestros de la ciencia, no se conocen suficientemente fuera del círculo académico y culturológico. Sus perspectivas novedosas no se han introducido suficientemente en los programas de estudio de la enseñanza general, en los libros de texto y en las universidades.
La certeza de que la Historia de Cuba complete la currícula de todas las disciplinas universitarias, no ha rebasado el enfoque tradicional de la cultura eminentemente blanca tanto por concepto como por omisión. Aún es ínfima la presencia de las temáticas que referimos en las tesis de pre, postgrado y doctorado.
Nuestros medios tampoco aportan todo lo que urge. Esta conmemoración del movimiento revolucionario liderado por Aponte, ha sido un nuevo medidor del momento que se transita. Hemos disfrutado de artículos de excelencia, y de trabajos muy profesionales, pero no ha faltado la cobertura ramplona, tradicionalista, y peor con errores históricos.
Pienso que la conmemoración de Aponte ha sido un buen momento para reflexionar sobre los vacíos que debemos resolver, y los imprescindibles caminos a cursar. Considero que como colectivo de cientistas sociales habaneros, aún nos queda muchísimo por hacer para aportar desde la ciencia y en la formación de una conciencia que perciba y luche contra las deudas de discriminación que tenemos pendientes. No tenemos en la Unión Nacional de Historiadores de Cuba cátedras que estudien la historia del pueblo negro, de sus movimientos emancipadores, que rescaten para las actuales y futuras generaciones la historia de la afrocubanidad. Cuando convocamos nuestros congresos no promovemos suficientemente estos temas.
Estamos a las puertas del 250 aniversario de la resistencia habanera a la invasión inglesa. Me permito exhortar a mis colegas, para que en ocasión de este aniversario, en sus estudios y profundizaciones posteriores, trabajen en rescatar la historia de las milicias de negros y mulatos como parte de la resistencia de los criollos al ataque y la ocupación extranjera. Tenemos que ser capaces de lograr que junto con el ejercicio de conocimiento en las escuelas, la memoria y el imaginario de los habaneros, de los cubanos del Occidente y de todo el país; incorporen junto al legendario José Antonio Gómez Bullones, Pepe Antonio (1707-1762) como ha llegado a la memoria popular el alcalde guerrillero de Guanabacoa, que fue un azote en la defensa de la capital, la figura del capitán negro Joaquín Aponte, el abuelo del héroe que hoy nos convoca en este Parque, que tiene por testigo la imagen imperecedera de Carlos Marx (1818-1883) .
Desde la pasada semana, los profesores de los 131 837 alumnos de primaria de la capital, los 75 122 Secundaria, los 29 053 de preuniversitario y los 24 794 de la enseñanza técnica y profesional, tienen a su alcance literatura actualizada sobre el movimiento revolucionario liderado por Aponte. Este cuarto de millón -260 806 de niños y jóvenes-, junto a sus profesores, efectúan por estos días matutinos especiales -como este-, foros y clases que los acerca a recuperar y ampliar, sobre este movimiento revolucionario, hasta ahora tan mal tratado por la textología escolar y la memoria colectiva. Subrayo esta información, porque todos y todas sabemos que se ha acumulado una justa criticidad en nuestra sociedad sobre el tema de las insuficiencias en la enseñanza de la Historia. Y es hora de que la opinión pública tenga más elementos de los esfuerzos que se realizan por los educadores cubanos y sus directivos, para revertir la realidad cumulada. En nuestra provincia y en todo el país, se ha avanzado notablemente en la problemática de la historia. Sobre todo hay que insistir que este es un tema de todos. Y lo que les narro, es solo un camino de intercambio y aporte de nuestros profesionales de la Historia con el sistema de la educación general.
Es muy probable que los problemas subjetivos que aún lastran la enseñanza de la historia en la capital, sobre todo la problemática de la idoneidad de una parte de los compañeros y compañeras que han acudido cubrir las aulas, no permita que esta ambiciosa cifra de medio millón de jóvenes y niños actualizados sobre el movimiento de Aponte, se complete con la misma eficiencia en todas las aulas, pero lo decisivo es que este esfuerzo de ciencia y colaboración con la escuela cubana, lejos de detenerse se va a incrementar.
La tarea de rehacer nuestro cuerpo profesoral desde las excelencias de la pedagogía cubana, la entrega de los maestros y maestras de experiencia que contra viento y marea se han mantenido en las aulas, y la voluntad de capacitación de quienes se han incorporado a esta hermosa tarea, no es solo de uno o dos Ministerios, ni de terceros, resulta un deber de ciencia y conciencia de cada uno de los patriotas, de los ciudadanos y ciudadanas. A él exhorto a incorporarse a todos mis colegas historiadores, a padres y madres, a los vecinos sabios que tenemos en todos los barrios del país.
En la preparación de este acto, en un recorrido con los compañeros de la Central de Trabajadores de Cuba (CTC) por los centros obreros de las cercanías, nos percatamos de cuanto hemos olvidado nuestra propia historia de colaboración de la intelectualidad revolucionaria con la clase obrera. Hoy les anuncio que la lectura de estas ideas y la actualización historiográfica del movimiento de Aponte, está acompañada desde sus puestos de trabajo por más de ochocientos tabaqueros de la localidad. Cuanto más podemos y debemos hacer compañeros!
Vivimos en un país de historia, este bicentenario, este día de honor para el movimiento revolucionario cubano, sirva también para recordar a los que cayeron en esta ciudad combatiendo la dictadura de Batista en las jornadas de combate de la huelga del 9 de abril de 1958.
Entorno de l monumento a Aponte
Cuando se levante en estas cercanías el anunciado monumento a José Antonio Aponte, tendrá la vecindad del rostro de Carlos Marx que preside este parque. Se trata del primer cientista occidental que precisó la deuda ética, política y económica que tiene la Europa y Norteamérica capitalistas con el África desangrada y convertida en cazadero de esclavos. Marx es el revolucionario que al decir de José Martí, como se puso al lado de los débiles, merece honor. Marx nos dejó para todos los tiempos la frase que está esculpida en esta piedra: Proletarios de todos los países , uníos!
Aponte y Marx tienen en este escenario centrohabanero una vecindad de honor. En esa esquina que está a nuestra derecha, donde confluyen las avenidas Simón Bolívar y Padre Varela -Félix Varela y Morales- , y que por el fardo pesado de la tradición que debemos revisar, seguimos nombrando en la cotidianidad Reina y Belascoaín, la historia recoge la imagen de Julio Antonio Mella (1903-1929), con un sillón de limpiabotas por tribuna, rodeado de decenas de obreros y estudiantes, al lado de Rubén Martínez Villena (1889-1934), recién salido del tribunal donde lo llevó su acción antimperialista.
Frente a nosotros en la Avenida que hoy lleva el nombre del Presidente chileno masacrado por el fascismo, Salvador Allende, desde la base de lo que fue el monumento al rey borbón Carlos III -un buen lugar para el monumento de José Antonio Aponte-, abre la mencionada avenida Simón Bolívar, que nos lleva hasta la intersección con Escobar, a la casa que fuera del machadista Wilfredo Fernández, confiscada por Antonio Guiteras Holmes como ministro de Gobernación, y donada a la Liga Antimperialista. Esa casa nos recuerda aquel 29 de septiembre de 1933 en que Villena hiciera su último discurso público, para despedir las cenizas de su camarada Julio Antonio, velado por los primeros niños y jóvenes fundadores de la Liga de los Pioneros y de la Liga Juvenil Comunista. Allí, en medio de la carga montada y del fuego asesino de la policía y el ejército mandados por Fulgencio Batista y Zaldívar ( 1901-1973) , cayó asesinado ese día el pionero de 13 años Paquito González Cueto (1919-1933) , cuyo delito era honrar a Mella y portar un cartel que decía Abajo el Imperialismo Yanqui .
Simón Bolívar continúa hasta la antigua Plaza del Vapor, donde aún no se ha borrado la presencia del espigado Antonio Ñico López ( 1932-1956 ) y Sergio Gonzalez «El Curita» (1921-1958) -mártir que nombra el actual Parque que allí existe-, combatientes ambos de la generación que bajo el liderazgo de Fidel Castro Ruz (1926), reinició con la última guerra de liberación, el fin del capitalismo en Cuba.
La calle San Carlos nos lleva directamente al Palacio de las Trabajadores. Esa es la CTC que nos trae a la memoria a los líderes sindicales negros Jesús Menéndez ( 1911-1948) y Aracelio Iglesias (1901-1948) asesinados por el macartismo y los pistoleros del gobierno burgués latifundista. Esta cercanía con el Palacio de los Trabajadores pondrá la imagen y el recuerdo de Aponte en comunión con el mulato capitán de la clase obrera cubana Lázaro Peña (1911-1974), nacido en este mismo territorio.
Maloja nos conduce en el cruce de Xifré, al local de la Asociación Cultural de Elaboradores del Yeso de La Habana, sindicato revolucionario que jamás cedió sus banderas frente a los porristas [4] y cetekarios [5] . Allí se celebró del 25 al 28 de enero de 1953 el Congreso Martiano por la Defensa de los Derechos de la Juventud, que confluiría en la gran marcha de la Antorchas de la Escalinata de la Universidad. Electo en el Congreso el joven Raúl Castro Ruz (1931) presidió la delegación cubana a la Conferencia Internacional por los derechos de la Juventud en marzo de 1953, por cuyo «delito» los esbirros batistianos lo golpearon y encarcelaron a su regreso a la patria. Una cuadra más, y a pocos metros de la esquina de Maloja e Infanta, una tarja recuerda la caída en combate del estudiante y combatiente clandestino Mario Reguera (Reguerita) (1936-1958), en abril de 1958.
Si solo nos paramos en esta parte elevada del cruce de Padre Varela, vemos en la curva, lo que fue la tristemente célebre Quinta Estación de Policía, hoy convertida en escuela por la Revolución, y en honor de tanto joven torturado y masacrado en los sótanos de aquel antro del crimen, esta capital de todos los cubanos, se conmueve del arrojo del santiaguero Emilio Corrales, capitán de milicias del 26 de julio, que prisionero, arrebató una ametralladora a uno de los esbirros, y a tiro limpio logró salir de la estación, para caer acribillado a balazos por sus perseguidores al cruzar la calle Padre Varela.
Compañeros, la historia de este entorno habanero, parte orgullosa de la historia de Centro Habana, de la capital y de toda Cuba, acompañará por siempre a su primer líder nacional popular, a este hombre de trabajo, religión y cultura , a este primer intelectual orgánico del movimiento afrocubano y revolucionario popular. Les invito a meditar sobre esta memoria que nos enorgullece y compromete. Que solo será útil y perdurará, si los que estamos en esta plaza, si los cubanos y cubanas de hoy, nuestros hijos y los hijos de nuestros hijos, somos todos y todas, capaces de saltar hacia nuevos horizontes de realización solidaria y humanista, socialista y comunista.
1
[1] Realizado el 9 de abril en el Parque Carlos Marx en Centro Habana, en las intersecciones de las avenidas capitalinas Padre Varela (Belascoaín) y Presidente Salvador Allende (Carlos III).
*Presidente de la Unión N acional de Historiadores de Cuba en La Habana , miembro de la Asociaci ón de Escritores de la UNEAC.
[2] El concepto de ogboni u obboni para los yorubas tradicionales supone un grado de jerarquía que se otorga a quienes reúnen una serie de buenas condiciones morales y r eligiosas, en el entendido de que la persona tienen el conocimiento y la moral necesaria para combatir lo mal hecho.
[3] Los colonialistas permitieron la constitución de los cabildos de negros de una misma etnia o tribu, medida con la que pretendían fomentar la división entre las dotaciones esclavas. Ya desde 1568 se hace mención a estas asociaciones religioso-mutualistas de negros de nación, y sus descendientes, que enmascaraban bajo la pretendida finalidad del baile y la diversión sus objetivos de resistencia y cohesión y ejercicio de sus religiones
[4] Grupo paramilitar organizado por el tirano Gerardo Machado que se caracterizó por estar armados de porras. Tal denominación se generalizó para los rompehuelgas y matones al servicio de los patrones capitalistas
[5] Tras el V Congreso de la Confederación de Trabajadores de Cuba (CTC), el sindicalismo anticomunista y gansteril dividió el movimiento obrero y con el apoyo gubernamental asaltó y tomó en julio de 1947 el Pal acio de los Trabajadores. A esta organización impuesta los trabajadores le llamaron CTK, y a sus personeros cetekarios, mientras a la organización ilegal de resistencia dirigida por Lázaro Peña le continuaron llam ando CTC.
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