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José Martí y Baracoa y el 11 de abril

Fuentes: Rebelión

¿En qué momento de la historia y en qué otra parte del mundo, los dos jefes máximos, Martí (el líder político) y Gómez (el jefe militar), de una guerra anunciada, proclamada y en marcha, desembarcaron en tierra, ocupada por el enemigo numeroso de una potencia imperial, con tan exigua compañía de solo 4 hombres? El […]

¿En qué momento de la historia y en qué otra parte del mundo, los dos jefes máximos, Martí (el líder político) y Gómez (el jefe militar), de una guerra anunciada, proclamada y en marcha, desembarcaron en tierra, ocupada por el enemigo numeroso de una potencia imperial, con tan exigua compañía de solo 4 hombres?

El mismo día, 1 de abril de 1895, en que Antonio Maceo desembarcó de madrugada con una expedición de 23 patriotas por Duaba, Baracoa1, José Martí escribió tres cartas desde Montecristi, Santo Domingo, una de las cuales estaba dirigida a su hijo José Martí y Zayas Bazán, que aunque de apenas tres líneas, expresa el amor y el consejo paternos en tales condiciones cruciales de su existencia:

«Hijo: Esta noche salgo para Cuba: salgo sin ti, cuando debieras estar a mi lado. Al salir, pienso en ti. Si desaparezco en el camino, recibirás con esta carta la leontina que usó en vida tu padre. Adiós. Sé Justo.»

El día 11, o sea, diez días después del desembarco de Maceo y sus hombres, José Martí escribe otras tres cartas a bordo del vapor Nordstrand en Inagua, y en la dirigida a Manana, la esposa de Gómez, confiesa: «No siento como quien va a correr riesgo, sino como el trabajador, que sale alegre a su trabajo, y trabajará todo el día…»

En su Diario de Campaña, Martí recoge que aquel día 11 pasaron rozando a Maisí, y ven la farola. Relata las condiciones del tiempo y las acciones de la tripulación en el bote al separarse de la goleta durante la noche. Afirma: «Rumbo al abra. La luna asoma, roja, bajo una nube. Arribamos a una playa de piedras. (La Playita, al pie de Cajobabo)…Dicha grande».

¿En qué momento de la historia y en qué otra parte del mundo, los dos jefes máximos, Martí (el líder político) y Gómez (el jefe militar), de una guerra anunciada, proclamada y en marcha, desembarcaron en tierra, ocupada por el enemigo numeroso de una potencia imperial, con tan exigua compañía de solo 4 hombres? ¡Qué arrojo y valentía, y qué fe en pueblo que les esperaba con los brazos abiertos para tomar las armas para su emancipación definitiva! ¡Qué consecuencia entre las palabras y la acción con lo planteado a Maceo de que esta era la ocasión de la verdadera grandeza y que era indispensable que la dirección pudiera «ir en una cáscara o en una uña»!

En los días siguientes Martí anotó los sucesos, apreciaciones, alimentos cocinados y consumidos, encuentros con vecinos de los lugares, nombres, características de algunos, ríos, sitios y parajes de la geografía baracoana. Y no faltan las referencias a las atenciones y cuidados mutuos entre Martí y Gómez, como expresión de una camaradería especial desarrollada en aquellas condiciones excepcionales entre un veterano jefe militar de 10 años en la guerra del 68 y un novato jefe político que recién se estrenaba en esos días en los nuevos estadios de la lucha. «Del General bueno y querido, ya ve los tiernos cuidados. No me cuida él a mí más que yo a él. Me pesaba por las lomas su carga, como a él la mía…»

El día 13 manifiesta que se conoce por informantes que Ruenes, el jefe militar mambí en la zona de Baracoa, ya conoce del arribo de ellos y anda en su búsqueda y auxilio. Este encuentro se produce el día 14, según el Diario, y anota:» La guerrilla de Ruenes, Félix Ruenes, Galano, Rubio, los 10. -.Ojos resplandecientes. Abrazos. Todos traen rifle, machete y revólver.» También describe el aspecto de la tropa. «Ya estamos en el rancho de Tavera, donde acampa la guerrilla. En filas nos aguardan. Vestidos desiguales, de camiseta algunos, camisa y pantalón otros, otros chamarreta y calzón crudo: yareyes de pico: negros, pardos, dos españoles.- Galano (Adriano), blanco. Ruenes nos presenta. Habla erguido el General. Hablo. Desfile, alegría, cocina, grupos. En la nueva avanzada volvemos a hablar. Cae la noche.»

En carta de fecha 15 (16) (Cerca de Baracoa) relató el desembarco del día 11 de los 6 expedicionarios «a las 8 de la noche; negro el cielo del chubasco (…) bajamos, con gran carga de parque, y un saco con queso y galletas: y a las dos horas de remar, saltábamos en Cuba. (…) Tendidos por tierra esperamos a que la madrugada entrase más, y llamamos a un bohío:» «Pero antier, cuando asábamos en una parrilla improvisada la primera jutía, y ya estaba el rancho de yaguas en pie, veo saltar hombres por la vereda de la guardia: «¡Hermanos!» «¡Ah, hermanos!» oigo decir, y nos vimos en brazos de la guerrilla baracoana de Félix Ruenes. Los ojos echaban luz y el corazón se les salía. Ahora, de aquí a pocos instantes, emprenderemos la marcha: al gran trabajo…»

Refiere Martí en la misiva que Maceo y Flor van delante, desde el l de abril en que desembarcaron, así como refleja detalles del primer combate de aquellos expedicionarios.

Describe en la misiva uno de los instantes más significativos de aquella coyuntura histórica, descrito también el día 15 en su Diario, en que «General» me llamaba nuestra gente desde que llegué, y muy avergonzado con el merecido título, y muy querido y conocido, me hallé por cierto entre estos inteligentes baracoanos.»

Y después de incidente turbador para Martí, por reunión de los jefes sin su presencia, se le llama y «Gómez, como General en Jefe, había acordado, en consejo de jefes, a la vez que reconocerme en la guerra como Delegado del Partido Revolucionario, nombrarme, en atención a mis servicios y a la opinión unánime que lo rodea, Mayor General del Ejército Libertador.. ¡De un abrazo igualaban mi pobre vida a la de de sus diez años!».

El día 16 anota en su Diario: «Queda escrita la correspondencia de Nueva York y toda la de Baracoa.»

Y en medio de los detalles e incidencias en aquellos parajes, en la misiva no faltan los recuerdos vividos en la emigración, recordando «los apellidos de New York me andan dando vueltas, Rubio y Urgellés, López y Fromita» que conoce o piensa son de origen baracoano. Gómez y Martí le hablan a aquella tropa de unos cincuenta hombres armados de buenas armas. Describe al jefe y a la tropa con comportamientos especiales: «Félix Ruenes, el jefe, es hombre de consejo y moderación, que paga en las tiendas cuanto compra y acomoda a su gente, que recorre entusiasta la jurisdicción, ganando amigos, y fatigando a las desamparadas partidas de quintos, que halan de mal grado sus fusiles Mauser. La guerrilla de Ruenes es nueva, y ya cubre como veterana sus servicios: cargan sin murmurar, comen lo que hallan, duermen por tierra entre los plátanos: cuando supieron que estábamos aquí, seis habían caído, del primer cansancio, y se pusieron en pie, empeñados en ir.. Hoy, nosotros tomamos al oeste, a las obligaciones: ellos vuelven a su jornada diaria, a levantar el campo.» A ello hay que añadir que Ruenes dispuso que 6 soldados de su tropa se unieran y acompañaran a Martí y Gómez en la marcha que continuaban hacia Guantánamo.

Y no faltan las instrucciones a Gonzalo de Quesada y Benjamín Guerra para que «Goletas de tránsito, con carga disfrazada de provisiones, pueden dejarla en la costa del Sur o el Norte de Baracoa, hoy por hoy, y venir con ella algún baracoano, para que se desenvuelva entre su gente y venga a salvar la carga Félix Ruenes.».Señalando, además, que para Baracoa había otro medio. Y «lo cierto es esto: aquí habría tantos cubanos alzados como armas llegasen.»

El día 18 es más explícito en su Diario, y Martí anota aspectos de la despedida: «Buen adiós a todos, a Ruenes y a Galano, al Capitán Cardoso, a Rubio, a Dannery, a José Martínez, a Ricardo Rodríguez. Por altas lomas pasamos 6 veces el río Jobo.»

Y así siguen transcurriendo los días, atravesando montes y luchando por la vida y la subsistencia el pequeño grupo de libertadores. Martí cita el nombre de los lugares y los incidentes cotidianos. Hasta que el día 21, «cerca de San Antonio, esperaremos las fuerzas» de Periquito Pérez, Jefe del territorio de Guantánamo. Y allí conoce de la muerte de Crombet: «»Pero ¡qué triste noticia! ¿Será verdad que ha muerto Flor? ¿el gallardo Flor?» y refiere hechos supuestamente acontecidos a Antonio y José Maceo.

El día 26 de abril, encontrándose ya cerca de Guantánamo, escribió una carta al Teniente coronel Félix Ruenes, Jefe de Operaciones de la Jurisdicción de Baracoa, en la que expresa: «Invitamos a Ud., pues, formalmente a cumplir este deber supremo, enviando desde ahí enseguida a Manzanillo, donde a la fecha se halle el general Bartolomé Masó, el representante que los cubanos revolucionarios de Baracoa envíen a la Asamblea de Delegados que allí se reunirá (…) nombre de allí su fuerza, persona de su confianza en estas jurisdicciones que acuda a la Asamblea a representar a Baracoa.

En la seguridad de que el representante de Baracoa contribuirá al mayor acierto y a la feliz armonía de la Asamblea, saludan a Uds, y en Ud. El Delegado El general en Jefe»

En su Diario el día 28, escribe la síntesis del mensaje anterior: «nota a Ruenes, invitándole a enviar el representante de Baracoa a la Asamblea de Delegados del pueblo cubano revolucionario- para elegir el gobierno que debe darse la revolución.»

Resulta significativa la carta a Gonzalo de Quesada y Benjamín Guerra, de 26 de abril, desde cerca de Guantánamo, en la que le menciona su carta del día 15 «en los montes de Baracoa», y una para Fermín Valdés Domínguez, «que acaso ande por otros rumbos, y debiera caer por el suyo de Baracoa. Lo definitivo e imperante es esto: armas y pronto…» En dicha carta le reitera el posible envío de recursos «por la comarca de Baracoa» y que vengan con gente baracoana. Resume su periplo por tierras de Baracoa: «En suma (…) Después de 13 días de avance riesgoso de los 6 hombres, cuyo arribo feliz y primer salvación conté a Uds. en carta de Baracoa 15, 13 días bellos y recios, a pie, en las entrañas de los más altos montes de Cuba, descanso en este instante, a la hora del silencio, en el campamento de más de 300 hombres fuertes, de José Maceo. Y mañana a camino.»

Pero las instrucciones de Martí son más precisas en los asuntos de la guerra y Baracoa, cuando expresa en su carta del 30 de abril a Gonzalo de Quesada y Benjamín Guerra, lo que sigue: «A Baracoa puede ir una expedición, y ya he dicho cómo o lo diré ahora: Pero aún importa más la de Guantánamo, que influye en Baracoa y Cuba limítrofes. Así podría ir la de Baracoa: la Escolta de Martí*, que creo es casi toda de baracoanos, con José López, a la cabeza, que es práctico bueno de tierra en su comarca, puede venir en una goleta custodiando por lo menos 100 rifles y 50 000 tiros y 100 machetes- $ 1 7000.00″. E instruye sobre la posibilidad de bajar los pertrechos desde una goleta «al pasar cerca de Baracoa, en algún buen lugar, si se puede, como Duaba o Negritos, donde todos son buenos, y se irán con quien llegue.»

Y al final la referencia, a la vez con nostalgia salpicada de broma, a su entrañable Fermín Valdés Domínguez, que ejerciera como médico en Baracoa de 1888 hasta 1893″. ¿Y Fermín? ¡Ah, si Fermín pudiese caer en su Baracoa! Pero no, el gordazo, a andar como anduvimos: se nos acaba. ¿Cómo los caliento a todos a mi pecho, y les doy de este aire puro de la libertad?

Sin embargo, si importancia tiene recalcar el mundo físico de los hechos y acontecimientos y escenarios, resulta conveniente a la vez enfatizar, como si se tratase de un autorretrato, lo referido a Carmen Miyares y sus hijos, en su carta del 16 de abril: «En Cuba les escribo, a la sombra de un rancho de yagua (…) Voy bien cargado, mi María, con mi rifle al hombro, mi machete y revólver a la cintura, a un hombro una cartera de cien cápsulas, y al otro en un gran tubo, los mapas de Cuba, y a la espalda mi mochila, con sus dos arrobas de medicina y ropa y hamaca y frazada y libros, y al pecho tu retrato.» Así andaba por los senderos que lo conducían a su destino final en la guerra y en la gloria.

Pero aún queda una visión imprescindible del mundo íntimo, sentimental y espiritual de Martí en el territorio de Baracoa, confesados quizás como los más plenos y felices experimentados durante su vida en ninguna otra parte, porque «es gran gozo, vivir entre hombres en la hora de su grandeza», y de lo cual dejó constancia con ideas bellas y emotivas en distintos instantes:

«(…) Refrenaré mis emociones. Hasta hoy no me he sentido hombre. He vivido avergonzado, y arrastrando la cadena de mi patria. La divina claridad del alma aligera mi cuerpo.»

Al arribar a la Playita, confiesa: «La dicha era el único sentimiento que nos poseía y embargaba.» Al nombrársele Mayor General: «»¡De un abrazo igualaban mi pobre vida a la de sus diez años! Me apretaron largamente en sus brazos. Admiren conmigo la gran grandeza. Lleno de ternura veo la abnegación serena, y de todos, y a mí alrededor. (…)»

«No dejen, sobre todo, de la mano los trabajos encaminados a enseñar con su carácter firme, ordenado, y decidido a avanzar, a la revolución:- corten a sus enemigos la esperanza de hacerla atrás: vean, y aplaudan, la nobleza con que se juntan, sin más idea que el bien patrio inmediato y entero, las fuerzas diversas, viejas y nuevas de la revolución:-graben en su corazón la hermandad y ternura con que estas manos gloriosas reciben y cuidan al soldado recién venido:-quiéranme mucho al viejo general:-y llenos de orgullo justo, y fe merecida, en la bravura y decisión de su pueblo, adivinen la felicidad que inunda, sin más tristeza que la de ver lejos a las almas queridas.»

«En estos campos suyos, únicos en que al fin me he sentido entero y feliz, por todas partes veo al hombre invicto que lleva íntegra en el carácter toda la honra del país.» «(…) Ya entró en mí la luz (…), y la salud que fuera de este honor buscaba en vano. El honor es la dicha y la fuerza».

«Es muy grande, Carmita, mi felicidad, sin ilusión alguna de mis sentidos, ni pensamiento excesivo en mí propio, ni alegría egoísta y pueril, puedo decirte que llegué al fin a mi plena naturaleza, y que el honor que en mis paisanos veo, en la naturaleza que nuestro valor nos da derecho, me embriaga de dicha, con dulce embriaguez. Sólo la luz es considerable a mi felicidad.»

«Mi dicha de hombre útil hace mayor el pesar de que no me lo vean». «De acá no teman. La dificultad es grande, y los que han de vencerlas, también.»

En conclusión, el territorio de la jurisdicción de Baracoa con una extensión entonces de nos 3, 404 kilómetros cuadrados era el más oriental de Cuba y ya que tenía al norte las aguas del Océano Atlántico; al este las del Paso de los Vientos; y al sur las del Mar Caribe, era propicio para el desembarco de expediciones. Además, por los conocimientos de inteligencia sobre los sitios fortificados de los españoles, informaciones diversas y nexos de baracoanos en la emigración con Martí y del propio Fermín Valdés Domínguez, residente de 1888 hasta 1893 en Baracoa, debió ser escogido, no por azar, para el arribo de los principales dirigentes de la Revolución a Cuba y, en estos casos, fueron recibidos y auxiliados por tropas patriotas alzadas con un tratamiento fraterno especial. La fundación en Nueva York del club patriótico simbólicamente nombrado Escolta de Martí refleja la veneración de aquellos baracoanos emigrados por el Maestro. Los planes concebidos y orientados por Martí para continuar recibiendo recursos de guerra y hombres por territorio de Baracoa, a nivel de detalles, revela su conocimiento previo de esos asuntos conspirativos, que más tarde se pusieron en práctica con la participación de algunos de los personajes citados por él y otros jefes de la revolución como el General Calixto García, el 24 de marzo de 1896.

Nota:

1 Vea. El General Antonio Maceo y Baracoa y el 1 de abril.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.