Muchas veces hemos escuchado decir que la justicia es ciega y el comienzo del año 2011 parece brindar una excepcional oportunidad para comprobarlo. Simultáneamente ocurrirán dos vistas judiciales, la del australiano Julian Assange y la del cubano-venezolano Luis Posada Carriles. En ambos casos, las presiones políticas han llevado al paroxismo la ceguera de los encargados […]
Muchas veces hemos escuchado decir que la justicia es ciega y el comienzo del año 2011 parece brindar una excepcional oportunidad para comprobarlo. Simultáneamente ocurrirán dos vistas judiciales, la del australiano Julian Assange y la del cubano-venezolano Luis Posada Carriles. En ambos casos, las presiones políticas han llevado al paroxismo la ceguera de los encargados de impartir justicia.
El 11 de enero comenzará en El Paso, Texas, un juicio contra Luis Posada Carriles, considerado por muchos el mayor terrorista del hemisferio occidental. Posada, después de numerosas demoras y posposiciones, será juzgado, pero no por ser el autor intelectual de la voladura en pleno vuelo de un avión de pasajeros ni por haber contratado al ejecutor de los atentados con bomba en hoteles cubanos que costaron la vida a un turista italiano, sino por mentir bajo juramento. Aproximadamente a la misma hora , en Londres, en una corte conocida por tratar delitos de terrorismo, tendrá lugar la próxima audiencia contra el líder de la organización Wikileaks, Julian Assange, bajo lo que no pocos analistas califican de extrañas acusaciones de «agresión sexual».
Sobre los actos criminales de Posada Carriles obran en manos de las autoridades norteamericanas miles de documentos y testimonios probatorios, incluyendo las propias declaraciones del ex agente de la CIA al periódico The New York Tmes, en que se jacta de sus fechorías. Contra Assange en los tribunales londinenses, se enarbolará sólo una rocambolesca historia de celos y seducciones contada por sus acusadoras suecas.
En síntesis, a un terrorista confeso se le juzga por mentiroso y a quien ha sacado a la luz verdades incómodas sobre los actos terroristas cometidos por los amigos norteamericanos de Posada Carriles se le trata como a un terrorista. Sin embargo, desde las antípodas, hay un punto donde las historias se tocan, más allá del calendario y la ceguera de los que imparten justicia: la principal acusadora contra Assange y Posada Carriles tienen amigos comunes en Cuba. Anna Ardin estuvo en la Isla, trabajando junto a las llamadas Damas de Blanco, grupo que ha reconocido estar financiado por los promotores de Posada, incluso éste ha asistido en Miami a manifestaciones en su apoyo.
Dicen que la oportunidad la pintan calva y la prensa, que tan atentamente ha seguido el proceso contra Assange, tendría en estos hilos un buen motivo para investigar lo que los tribunales no quieren conocer. Pero, al parecer, no es la justicia la única ciega en esta historia que entrará en los anales del mundo al revés.