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En la presentacion en Valencia del libro "Encuentros Republicanos", con un lleno absoluto

Julio Anguita: «La II República fue el último régimen legítimo que ha tenido España»

Fuentes: Levante

«El optimismo es un deber», decía José Luis Pitarch citando a Aranguren. Durante la presentación del libro «Encuentros Republicanos» los discursos de los ponentes eran interrumpidos constantemente por los aplausos entusiasmados de los asistentes. Sobre República hablaron el escritor Ramón Serrano; el ex coordinador general de IU, Julio Anguita; el coordinador de la Plataforma 14 […]

«El optimismo es un deber», decía José Luis Pitarch citando a Aranguren. Durante la presentación del libro «Encuentros Republicanos» los discursos de los ponentes eran interrumpidos constantemente por los aplausos entusiasmados de los asistentes. Sobre República hablaron el escritor Ramón Serrano; el ex coordinador general de IU, Julio Anguita; el coordinador de la Plataforma 14 de abril por la III República, Roberto Ruiz; la secretaria general del Partido Comunista-PV, Marga Sanz y el vicepresidente de la Unidad Cívica por la República (UCR), José Luis Pitarch, en un acto moderado por el coordinador del Club, Joseph Lluís Galiana.

Un ejercicio de «recuperación de la memoria», según Galiana, «porque no podemos ir a ningún sitio si no sabemos de dónde venimos». De hecho, Anguita afirmaba que este pasado «hay que contarlo, porque no se conoce». A lo que Serrano añadía: «Cómo nos engañaron aquél curso de 1940 hablando de los asesinos de Dios y la patria, de aquellos rojos bellacos que habían traido la República, causante de todos los desordenes y maledicencias de nuestra historia». Ahora, a sus 74 años, afirma: «La República no naufragó. Fue asesinada, maltratada en el recuerdo y en los libros de historia y de texto de una decena de generaciones hasta hoy». De ahí su dedicación que, en el año 99, le valió el Premio a la Lealtad Republicana por su obra 89 republicanos y el Rey. Su tarea es «recuperar la importancia cívica de los valores de la revolución francesa y empezar el proceso constituyente para la tercera». Lo que Pitarch consideraba «el destino natural de una sociedad democrática. Un proyecto y un camino». Lo que Ruiz llamó «la cultura de la paz».

Ramón Serrano aclaró que «nadie va contra nadie. Usaremos la fuerza de la razón para que el futuro común pueda volver a nuestras manos sin tener que depender del testamento del dictador». «Los valores de aquella ilusión nada tienen que ver con el esfuerzo por ligar ambos conceptos antagónicos», añadía Ruiz.

Una reivindicación unánime

La reivindicación era unánime. Un referéndum. «Preguntar a los españoles qué futuro quieren nunca será un delito», decía Serrano. «Mientras tanto, España seguirá en régimen de interinidad», añadía un Pitarch afilado al hablar de una «transición del embudo» que «sigue arrinconando a los maquis, es incapaz de reconocer la UMD, sigue tributaria de la Iglesia y que en la plaza Tetuán tiene el escudo de Franco mientras no hay una calle para Vicente Rojo».

Son apuntes de una tarde que también tuvo como protagonista al líder de IU, miembro de la UCR y uno de los entrevistados en el libro, Julio Anguita. Un orador nato que arrancó con frases propositivas y preguntas responsabilizadoras. «El libro es una convocatoria. La Republica es la construcción que nosotros hagamos, y para ello hay que hablar de ciudadanía, de justicia, del cumplimiento de la ley, de jueces que la hagan cumplir y sean vigilados democráticamente?». De hecho, emplazó a la izquierda a dejar revoluciones de hechos épicos para adquirir el compromiso del día a dia.

Y habló de los fallos, pero no olvidó decir que «la II República fue el último régimen legítimo que ha tenido España», recordando cuando las Cortes declararon proscrito a Alfonso XIII «y después fue repuesto su nieto de la misma manera espúrea. Es una Transición calcada a la Restauración que trajo Cánovas del Castillo». Y recordaba estos hechos para señalar que «si vamos a la estructura profunda, los poderes siguen siendo los mismos».

Para este momento de la historia, el líder de IU impulsaba a «ir a la práctica»;»trabajar con la fuerza del Estado para crear un nuevo orden internacional»; de la paz, pero no como concepto de inhibición, sino «para saber que el concepto de seguridad es civil, no militar».Y continuaba hablando de educación y laicidad. Pero sobre todo, de educación para la ciudadanía y de la «ética como esencia de una sociedad republicana»; de una política de «austeridad, que no es pobreza sino frenar el derroche», y de una República Federal en un «Estado unitario». Un punto en el que Marga Sanz argumentó que «los derechos políticos, económicos y sociales no tienen su base en la identidad nacional sino en el derecho de los ciudadanos». Sanz criticaba los «conciertos de privilegio en la renegociación de los Estatuts: la fiscalidad debe ser para todos igual» decía y advertía del peligro del rompimiento de la caja única de la seguridad social «para que entren empresas privadas a gestionar». «La federalidad encarna solidaridad», especificaba.

«Esto se cae»

Según comentaba Anguita, «se intenta ocultar que esto se está cayendo. La corrupción está a derecha e izquierda, en los tribunales, en el Ejército, las empresas, las instituciones. Ha llegado al pueblo y está aceptada por buena parte de los ciudadanos. Estamos en una sociedad con riesgo de lepra moral», decía.

Una afirmación que le llevaba a criticar que «el gobernador del Banco de España quiera ir a una reforma fiscal para abaratar el despido y hacer que los convenios colectivos no tengan el rango reconocido por la Constitución»; a criticar que desde los pactos de la Moncloa, «la línea política ha sido de ir perdiendo en cada momento, desde la ley electoral y un largo etcétera», y que en este capitalismo, «los mayores accionistas sean los fondos de pensiones. También somos nosotros». Sin embargo, Serrano dice en su obra que «las ideas republicanas están ganando terreno» en la generación de los nietos. «Multitud de gestos de la sociedad han cambiado el panorama de las inquietudes republicanas que, de ser un hecho académico, o suponer una reivindicación nostálgica, ha pasado a figurar como un damero de nuevas preguntas e intenciones de las gentes». Sanz reconocía la tricolor en más espacios, y lo veía «un hecho para la esperanza».