«Abajo el régimen y la oposición, abajos las comunidades árabe e islámica, abajo el Consejo de seguridad, abajo el mundo, abajo todo». (Kafranbel ocupada) De todas las localidades de Siria, hay una que a lo largo de la revolución ha destacado por el ingenio de sus carteles, algunos dibujados por una hábil mano y […]
De todas las localidades de Siria, hay una que a lo largo de la revolución ha destacado por el ingenio de sus carteles, algunos dibujados por una hábil mano y otros escritos en inglés y/o árabe. Si por algo han destacado además es por haber demostrado ser plenamente conscientes de lo que sucede en el mundo en relación con la revolución siria. Sus carteles han llegado a recibir respuestas internacionales, como cuando, tras el atentado de Boston, sacaron una pancarta mostrando su solidaridad con las víctimas ya que ellos vivían la muerte a diario. Desde Boston mandaron un mensaje con el mismo diseño: letras rojas y negras sobre un fondo blanco, y ¡en árabe también! El estilo Kafranbel ya es inconfundible.
«Quizá no sabes que yo y mi amigo Raed Fares somos los encargados de crear las pancartas», dice Ahmad Jalal, el dibujante, cuando le pregunto de dónde sacan tan brillantes ideas, y me explica que ellos fueron el núcleo de la oficina de medios del comité local de Kafrabel. «Yo me encargo de los dibujos y las pancartas pequeñas (de cartón) y Raed de las pancartas grandes sobre tela en árabe e inglés. Las ideas son en general compartidas, se discuten en un gran grupo un día antes de la manifestación, y a veces solo unas horas antes, pero no son cosa de dos».
«Cuando el ejército invadió la ciudad el 4 de julio de 2011, nos fuimos un grupo de jóvenes que estábamos buscados a las aldeas de alrededor y los huertos de Kafranbel: la mayoría de las ideas salieron de este pequeño grupo o vanguardia revolucionaria, pero la gente de Kafranbel también participa». A veces resulta imposible discutir demasiado las ideas, porque «hay ideas que nacen apenas unas horas o minutos antes de la manifestación». Ahmad y Fares se encargan de pulir las ideas y darles la forma final.
Para conseguir los materiales, en un primer momento no era complicado ya que las tiendas estaban provistas de todo y ellos simplemente lo compraban con su dinero. Con el tiempo, crearon un fondo económico alimentado con las donaciones de los habitantes de la ciudad y de los expatriados en el Golfo.
«¿Por qué apoyasteis la revolución?», pregunto. «¿Te refieres a mí o a Kafranbel?», bromea Ahmad, mientras Fares explica cuidadosamente: «Yo no apoyé la revolución, sino que soy parte de la misma. La pregunta ha de ser ‘¿por qué iniciasteis la revolución?’ Y entonces responderé: en vista de la reacción del régimen contra la revolución y el alto nivel de criminalidad que manifestó el régimen de Asad contra la misma, el mundo ha de saber por qué hicimos la revolución. El régimen amordaza las ideas y las libertades, el régimen reprime y atemoriza, el régimen anuda las lenguas, el régimen mata, el régimen obliga a la diáspora, el régimen utiliza la violencia contra la palabra… Todo ello es una pequeña parte de lo que nos hizo llevar a cabo la revolución».
Ahmad apunta que, al ver el éxito en Túnez y Egipto y el inicio de la revolución en Libia, «se extendió un sentimiento general entre los sirios de que no había nada imposible y que quizá había llegado el momento del cambio, teniendo en cuenta siempre que hasta entonces la mera idea de revolución estaba prohibida incluso en las mentes… Y yo soy un joven sirio que sueña con el cambio.
«Empecé con dos amigos a escribir por las noches en las paredes de las escuelas y las zonas próximas a la gobernación expresiones contrarias al régimen, a finales de febrero de 2011, unos quince días antes de que tuviera lugar la primera manifestación en Siria, digamos que la función de este grupo (la vanguardia revolucionaria) fue iniciar la revolución y no adherirnos a ella, aunque lo cierto es que al principio no había coordinación», prosigue. Es importante destacar aquí que, si bien no fue algo bien organizado, la que se considera la primera manifestación espontánea es la que tuvo lugar en el zoco damasceno de Al-Hariqa contra la insolencia de un policía hacia un ciudadano a mediados de febrero de 2011. El grito unánime fue: «Al pueblo sirio no se le humilla».
Las iniciativas locales en Kafranbel fueron dando paso a lo que sería después el comité local. «La primera manifestación (01/04/2011) fue una aventura demente, pero derribó el muro del miedo y una parte de la ciudad de Kafranbel se unió», hasta que la revolución la inundó. «Llegó a haber unos 5000 manifestantes (Raed apunta un millar menos)», número que se redujo con la ocupación por parte del ejército, cuando las manifestaciones pasaron a celebrarse en huertos con higueras y olivos. «Para serte sincero», apunta Raed, «al principio sacamos algunas pancartas firmadas por el comité de Kafranbel, pero realmente no existía sobre el terreno algo llamado comité: se trataba de hacer ver al régimen que nuestro trabajo era organizado».
«La primera pancarta la escribió Raed, cuando yo aún no le conocía, creo que el 15 o el 22 de abril de 2011, y yo escribí la primera el 29 de ese mes». Su fin era demostrar que se había producido una manifestación en la fecha y ciudad señaladas. «¿Y cómo comenzasteis con la idea de las pancartas?» Raed hace hincapié en lo contento que está porque Kafranbel se haya hecho famosa por haberse centrado en las pancartas para tratar con los medios, hablando en inglés y en la lengua universal de los dibujos, que sirven para hacer llegar sus peticiones, mensajes y objetivos.
Interrumpo recordando el papel de la página de Facebook de la Revolución Siria contra Bashar al-Asad en el envío de mensajes al mundo, el nombramiento de cada viernes con un lema intencionado… «Nosotros teníamos nuestras peticiones y con nuestro esfuerzo y esmero conseguimos hacernos oír», y más aún «cuando no había medios libres que pudieran cubrir las manifestaciones». «La página sigue la política del administrador, no la de una ciudad o pueblo: es una cara de la revolución que no la expresa en su conjunto, sino que representa a una parte de la misma, y creo que yo no pertenezco a esa parte», concluye con un emoticono sonriente que guiña su ojo.
Pero cómo empezó todo el asunto, se pregunta uno. «Mi primer dibujo fue a finales de agosto de 2011», cuenta Ahmad. «Me encontré con una caricatura de Bashar en el móvil de un amigo e intenté copiarla y después le añadí algunas frases». «Yo nunca había dibujado antes más que como hobby: lo heredé de mi familia». Ese primer dibujo fue una silueta de Bashar con un cuello infinitamente largo y unos pies que atravesaban la tierra, y en él escribió la aleya coránica que aconseja al ser humano no ser arrogante ni vanidoso: «(Y no camines por la tierra con arrogancia porque) no podrás traspasar la tierra ni alcanzar la altura de las montañas». «Me fijé en que a los manifestantes les había llamado la atención mucho, y que incluso la colgaron en la plaza de la ciudad para provocar al ejército que tenía ocupada la ciudad». Y entonces decidió centrarse en los dibujos y no solo en las palabras porque, como decía Raed, es una lengua universal. «Me pidieron que siguiera».
«Mi dibujo favorito es el de El Padrino (09/12/2011), que es un dibujo y no photoshop, claro», bromea. «La dibujé en una tienda de campaña en uno de los huertos de la ciudad, donde estuvimos unos seis meses -todo el invierno-, hasta que vino el ejército y quemó las tiendas: murieron tres de los nuestros». «Siempre he comparado a los Asad con los Corleone y me gusta mucho Al Pacino. Hay un parecido entre las dos familias. En ambas, una persona normal y corriente logra construir un imperio de mafia que deja en herencia a su hijo, el cual sigue su camino; pero también hay una diferencia central, pues los Corleone tenían unos ciertos principios y ética en el trato, un cierto control: a los Asad no los gobierna ninguna ley ética ni humana, nada les frena».
Ahmad considera que a nivel de pueblos ha habido una cierta recepción de los mensajes de las pancartas, pero «no ha habido un apoyo efectivo de los pueblos: a la gente no le gusta ver sangre, y se han aburrido de ver cuerpos cortados, una imagen ya habitual que no afecta». «La mayoría de nuestras peticiones iban dirigidas a los gobiernos, y de forma implícita a los pueblos porque los gobiernos no cambian sus posturas o intereses por una pancarta o una manifestación».
A esto se suma Raed, que dice que no se ha cumplido ni una sola de sus peticiones (aunque cuenta la anécdota de cómo su pancarta «La forma de posponer de Obama nos mata, echamos de menos la audacia de Bush» en diciembre de 2011 dejó a la administración estadounidense perpleja durante unos días, según le informó un amigo periodista). «Solo hemos conseguido librarnos de la presencia del ejército del régimen en la ciudad, exceptuando los bombardeos diarios», y ello con ayuda del Ejército Sirio Libre, que liberó la ciudad el 10 de agosto de 2012. Continúa explicando que la relación entre activistas civiles y el ESL es maravillosa y que «el dominio consuetudinario» es de los primeros, que son quienes toman las decisiones. El papel del ESL ahora es ir a Wadi al-Deif cada día por los combates que se suceden a diario.
Ahmad interviene para «darme un dato». «Se supone que yo soy un activista exclusivamente civil pero estuve entre los primeros treinta que tomaron las armas en Kafranbel: cogí el fusil antes que el lápiz, y aún participo en las actividades del ESL». Y en este punto insiste mucho: «Publica lo que quieras pero asegúrate de dejar claro que el lápiz y el fusil se complementan y que en ningún caso hay una contradicción entre ellos: ambos son necesarios». «Es cierto que mi trabajo se basa fundamentalmente en utilizar el lápiz, pero ello no impide que en ratos libres ayude, como ahora, que estoy ayudando a cavar zanjas cerca del frente de Ma’rrat al-Nu’man». No hay muchos que combaten, dice, por la escasez de provisión de armas, que hace que no lleguen para todos los que desearían enrolarse. «Eso sí», advierte, «no voy a negar que se han creado muchas brigadas con el objetivo de conseguir sueldos o algo de apoyo económico (la situación es terrible ahora), pero esos no son combatientes de verdad».
Precisamente, lo más complicado una vez liberada la ciudad y el comienzo de la autogestión, por medio de las oficinas de medios, de ayuda y de economía, fue traer de vuelta a los desplazados a sus casas y asegurarles el sustento y las necesidades básicas, apunta Raed. «La oposición siria es la palabra que más odio escuchar en el mundo porque no nos han dado nada, nada y nada desde el principio y hasta ahora», como dejó claro en quizá su pancarta más conocida (la favorita de Ahmad, por cierto): «Abajo el régimen y la oposición, abajo las comunidades árabe e islámica, abajo el Consejo de Seguridad, abajo el mundo, abajo todo» (Kafranbel 14/10/2011).
«¿Qué mensaje quieres mandar hoy, Fares?» «Solo quiero que el mundo sepa que se han retrasado mucho en poner solución a la situación en Siria y que ya no necesitamos mucho de lo que pedimos anteriormente, y que podemos solucionar nuestros problemas con nuestras manos».
«No veo horizonte», dice Ahmad. «Ninguna de las partes puede vencer militarmente y el mundo nos ha abandonado y no tratan la causa siria desde el punto de vista humanitario, sino que la consideran una rebeldía armada y una guerra sectaria, y tenemos miedo de que la congestión sectaria aumente en algunas zonas (principalmente por el comportamiento sectario del régimen), pero a fin de cuentas son acciones y reacciones, o sea, algo temporal y terminarán cuando comience la construcción de la Siria del futuro, no necesariamente un futuro cercano: la gente se ha hartado de la lucha y la sangre y cuando acaba la lucha, todo mejorará». Y concluye: «los que están armados sueñan con una vida tranquila».
Fuente original: http://entretierras.net/2013/05/20/kafranbel-esos-de-las-pancartas/